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Título
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BS_1892_02
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Descripción
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Boletín Salesiano. Febrero 1892
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Fecha
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1892.02
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extracted text
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AÑO V II. -N . 2.
Sale ana vez al me^.
FEBEERO de 1892.
BOLETIN SALESIANO
Debemos ayudax á. nuestros her
manos á fin de cooperar á la
difusión de la verdad.
(III S. Juan, 8).
Atiende á la buena lectura, á la
exhortación y & la enseñanza.
(I TiMorn. IV, 13.)
Entre las cosas divinas, la más di
vina, es la de cooperar con Dios
á la salvación de las almas.
(S. D io n is io .)
El amor al prójimo, es uno da
los mayores y más excelentes
dones, que la divina bondad
puede conceder á los hombres.
(El Doct. S. F baííc. de Sales).
Quien recibiere á un niño en mi
nombre, á mi me recibe.
(M.vru. xviii,)
Os recomiendo la ñinez y la Ju
ventud ; cultivad con grande es
mero su educación cristiana; y
proporcionad libros que les en
señen á huir del vicio y á prac
ticar la virtud.
(Pío IX.)
Redoblad todos vuestras fuerzas
á fin de apai'tar á la niñez y
juventud de lo corrupción ó
incredulidad y preparar asi una
nueva generación.
( L kon
XIII.)
DIRECCION en el Oratorio Salesiano — Calle de Cottolengo N. 32, TURIN (Italia) ) S ^
S U M A R IO .
María, consuelo, protección y esperanza nuestra.
Gracias de María Auxiliadora.
San José, Patrono do la Iglesia.
Soleumldnd do María Inmaculada y celebración del
quincuagésimo aniversario de la Obra de Don
Bosco.
Despedida de diez y ocho misioneros Salesianos al
partir para TLena Santa.
El señor D<m León Harmel en Tnrín.
Méjico. Celebración del Quincuagésimo aniversario
do la Obra de Don Bosco.
Oleografía de María Auxiliadora.
Cooperadores Salesianos.
Montevideo. Monumento en honor de María Auxi
liadora.
Historia del Oratorio de San Francisco de Sales.
Cooperadores fallecidos en España y América durante
el año de l»9i.
MARIA
consuelo, protección y esperanza nuestra.
Justo es que al dar noticia de las so
lemnes fiestas celebradas en honor de
María In m acu lad a, digam os al menos
breves palabras para a v iv a r la devoción
^ue no sólo es fuente de gracias de todo
género, sino tam bién luia señal inequí
voca de predestinación. Quien honra á
la M adre de Dios, dispensadora de to
dos sus beneficios, quien la invoca con
fe y piedad puede con razón exclam ar:
A u n cuando me halle entre las sombras de
la muerte no temeré mal alguno^ xmrqiie tú
estás conmigo (1).
Dignidad y santidad de María.
B ien sabido es que D ios distribuyo á
cada uno sus dones en jiroporcióii del
oficio que lo encomienda. D e aíjuí es que
concedió p rivilegios tan señalados á
sés, al evan gelista San Juan y á los
Apóstoles.
Conocido por un arquitecto el tamnño
de un obelisco, sabe al punto determinar
el pedestal que le correspondo: ni los
Andes, n i los P irin eos servirían de base
proporcionada al ángel del A p oca lip sis,
aquel coloso de inaudita estatura con un
])ie en m edio de la tierra y el otro en
el centro del océano. ¿Qué abundancia
de dones deberían servir como ba.se á
M aría elevad a á la infinita dignidad do
M adre de D ios?
(1) Si amlmlavrro in medie umbramoríit non timebe víala quia tu mecum es (Fu.).
— 18 —
Cuando Josué, capitán del pueblo do
fsraol, á fm do tener tiem po do destrozar
á sus enem igos y de obtener sobre ellos com
pleta victoria, mandó al sol que se detu
viese, el sol so detuvo siendo por un día es
pectador y testigo de singulares x)roezas.
Gran iiiilagTo i>or cierto, i)ero es todavía
mayor v er en la casa do N azaret, no ya i>or
un día, sino i>or treinta años, al sol divin o
obediente á M aría. Y Kuestro Señor, que
lia xirometido no dejar sin recompensa
ni xni vaso de agua (¡ue se dé a u n pobre
en su Jiombre, ¿ q u é d e gi’ueias no concederíii á la (pie no sólo le dió el ser na
tural, sino (pie con sus suspiros anticipó
su ven ida al nuindol M as ¡con (pió in
dustria aprovoclió M aría tantos fa v o res !
A d v ié rta s e , como dice Suarez, que la
Santísima V irge n desde el prim er instante
de su concepción era y a más rica do
graciíis que San M ig u e l, el prínci])e de
los serafines, y el cual debe poseer al
menos tantos grados de gracia cuantos
son los ángeles del Paraíso, cuyo número
excedo á todo cálculo (1). A h ora b ien ,
l\Iaría Santísima en cada aido se enri
quecía. con nuevos grados de gracia y
do gloria. Concretándonos á una sola
consitlcración, baste obsíu’var (pie la San
tísima V irgen dcsjmés de la ascensión de
su divin o H ijo v iv ió aún veinticuatro
años. Suponiendo (pie, según era costum
bre', recibiera (aula día á Jesús sacramen
tado en (‘1 altar, sus comuniones deberían
sor
y como (luicra que las gracias
(pie se reciben en la santia comunión son
proporcionadas á la disposición con que
lino se acerca á la sagrada mesa, ¿quién
podrá im aginar los sentimientos de dcvoci(')U de M aría y la gracia y santidad
(pie alcanzó ?
Honor tributado á María.
E l culto tributado á ÜMaría rem onta á
los primeros tiempos de la I g le s ia : los
a])óstoles y los lióles do todos los países
llegaban en número intiuito á Nazavet
l»ara tener el plaeer de v erla , y so con
sideraban felices con siquiera mm de sus
]>alabras ó miradas. A u n en v id a dedicóle
un teinjúü en Zaragoza el ajióstol San
tiago, otro San Juan cu el A s ia y otro
San Pedido en P o m a ; erigiéronle uno en
la eiiini del m onte Carmelo los discípulos
del profeta Elias y otro Santa M arta en
arsella.
(l)yumqui(l csinumerus milUum (*/«sf (Jüb.xv,3).
L as Catacumbas están llenas de su re
cuerdo.
Es suficiente abrir la historia de la
Ig le s ia para ad vertir el am or inmenso
con que los ])ontífices, reyes y iiersonajes
más ilustres la han venerado en todos
los tiem pos, y cuánto los doctores más
insignes han escrito á p orfía en su honor.
Pero, om itiendo las reflexiones á que
se presta tan im portante m ateria, ¿cuál
es el culto con que Ja Ig le s ia honra á
M aría? Cosa digna de notarse: establece
para ella sola una categoría ap arte, el
culto llam ado de liiperdulía; la aclama
con exiiresiones que iiarecen convenir
sólo á D io s : lúda, du lzura , esperanza
nuestra, salud de los enfermos, refugio de
los pecadores, consuelo de los afligidos, au
xilio de los cristianos; la invoca en todos
los sacrificios y oficios solemnes, le dedica
un día en cada sem ana, la conmemora
(íada año con mimerosas fiestas, in vita á
los fieles á saludarla tres veces al d ía ,
enriquece con las mayores indulgencias
las (levociones establecidas en su honor
y á ella recurre hasta en sus mayore.s
dificultades: Sic honoratur quem rex volu crit lionorarc.
Gracias de María Auxiliadora.
Con haría justicia la Iglesia infalible esti
mula á los fieles á i-ecurrír ü !Miiria: sobrada
razón tenemos para confiar en la Madre po
tente y misericordiosa que se dignó Dios
con(*(‘dernos, expirante en la cruz en (lue
sellaba nuestra redención.
Sin hablar de las gracias extraordinarias
(pie se consigiíCii en los santuarios de L o reto, de Lourdes y en tantos otros, referi
remos aquí algunos de los obtenidos de
iMaría invocada con el título de Auxiliadora:
U n
v o to
á
l^ Ia ría
A u x ilia d o r a . —
Un lujo mío, de cinco afins de edad, habiendu caído enfermo en octubre de 1888, sin
tióse atormentado por una fuerte y obstinada
tos en el mes de junio de 1889, á la cual el
13 del mismo mes acompafió una fiebre v io
lenta. E l médico manifestó la gravedad del
caso y el peligro iumineiito de muerte.
Perdida toda humana esperanza, me dirigí
á !María Auxiliadora á quien pedí la cura
ción de mi hijo, haciendo voto de mandar
celebrar lina misa eu el Santuario erigido A
ella eu Tarín, y de que mi hijo llevaría
siempre al cuello la medalla que la repre
senta, si se dignaba concederle la salud.
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M aría §§. Auxiliadora venorada en el iantuario de f urín.
— 30 —
Eran las dos de la mañana del IG de junio.
Apenas hecha mi promesa á Jlaría, mi hijo
<íesó do lamentar.se, y calmada la íiebre de
jaba el lecho íi las cinco xle la mañana.
Ahora fjoza do períecta salud. ¡Oh, María,
todo lo debo d vos, y en vos tcn^o puesta
toda mi coniianza!
M ig u h l A n g e l F o r g ia .
Villafranca, 24 do junio do 18S9.
C a í d a p c li^ i'O N a . — En el 24 do mayo,
día dedicado d Jetaría Auxiliadora, debiendo
ir do Castignano (i una gran feria que tenía
lugar cu la ciudad vecina, coloqud entre el
forro do mi sombrero una medalla de María
Auxiliadora, que tiempo antes me liabía
obsequiado Í)on Hosco, y en seguida mon
tando d. caballo me puso en camijio. Iba
tranquilo cuando se espanta de reponte el
animal, caigo yo en tierra, y quedando con
un pie dentro de la esl ribera, soy arrastrado
como veinte metros. El camino estaba de
sierto y no era de esperar socorro alguno;
maSj por fortuna, el pie so desprendió de la
estribera, en lauto que el caballo siguió
corriendo á todo escapo.
Salvé la vida por milagro, y sólo sufrí li
geras contusiones do la cuales me restablecí
bien ])i’outo.
Doy ])or olio iiifmitas gracias á María
Auxiliadora.
A n d r é s E e c c h i.
Castignano, 1® do junio de 1889.
C iim p liiiiie n to d e u n a p r o m e s a .
— Mo propongo satisfacer una antigua obli
gación. Habiendo ido con mi familia en 1887
al templo de María Auxiliadora pava hacerle
una donación que le había prometido por la
curación de mi hijo Víctor, tuvo la suerte do
l>resentar mi ofrenda al venerado 1). Hosco,
quien, junto con darme fi mí y á los míos su
bendición y consejos y la medalla de la
Santísima Virgeti, me exhortó d enviarlo re
lación escrita de la milagrosa curación obte
nida. So lo i>rometí, i>evo ya por un motivo,
ya por otro fuí retardando cumplirla. El 17
do julio do 1880 Víctor cayó gravemente en
fermo. Acudí luego ó Idavía Auxiliadora ,
poro vínome entonces un remordimiento. La
conciencia mo interrogaba: jila s cumplido
la promesa hecba á l)on Hosco? La renovó
do todo corazón : mi hijo se durmió profundaiuoiite y el 18 despertó enteramente sano.
Paso, i»ucs, ahora ó hacer la relación pro
metida : E l domingo de ramos de 1887, como
mi hijo Víctor cayera enfermo de pulmonía
y bronquitis, le vino una íiebre aguda y
l)oisistente. Pasados cerca de dos meses,
celebrando en familia el consagrado á Ma
ría Au xiliadora, yo y mis hijos recurrimos
á ella y recibimos Ja santa comiinión. Orá
bamos y esperábamos, hlas el médico nos
decía que el mal seguía agravándose y que
no debíamos alucinarnos. E l día de Santa
Julia, al volver yo de 2a iglesia, mi marido
sale á recibirme y me dice: Quizá no quedan
más que pocas horas de vida á nuesti'o liijo.
Corrí inmediatamente á mi cuarto, y postrada
á los pies de María Auxiliadora exclam é:
¡M adre Santísima! «á vos debo la salud do
mi liijo mayor, salvadme ahora con un nuevo
milagro al menor, que yo haré una limosna
])ara vuestra iglesia. Me dirigí en seguida á
la alcoba de mi hijo enfermo y puso una
imagen de María bajo la almohada de su
cama. A jioco se durmió : su sueño fuó tran
quilo, y tre.s horas después despertó sano y
alegre y pidió de comer.
El médico, al ver que la fiebre había desa
parecido de uii modo tan inesperado, no ce
saba de repetir asombrado : ¡ Este es un ver
dadero m ilagro! Pasada la convalescencia
de Víctor, le conduje á Tarín al templo do
María Auxiliadora y á los pies de Don
Hosco para que le diera su bendición. ¡ V iva
María!
Ida Morena.
SA N JOSÉ
Patrono de la Iglesia Católica.
L a Ig le s ia celebra el 19 de marzo,
con rito doble de prim era clase y con
octava, la soleiim idad de San José á quien
en mnclias partes so le venera consagrando
aún un mes en su honor.
Desiniés del destino do la V irg e n San
tísima, tal vez no h ay otro más m aravi
lloso que el de San José. Kepresentaute
visib le del P a d re celestial, fu é depositario
de los dos seres más santos que han
aparecido sobro la tie rra : Jesús y María.
Suelen los hombres adoptar h ijos: Jesús
adoptó nn padre, y ese padre de adopción
humilde y casto recibió el m inisterio di
v in o de proteger la infancia d el V e rb o
encarnado y servir de compañero á la
M adre concebida sin mancha, á fin de
que so conservase in tegra la fam a de sn
virgin idad. L a virgin idad parece ser la au
reola (le Jesús; todo lo que se le aproxim a
es casto y p u ro : v irg e n fuó é l , virgen
su madre, y virgen su padre adoptivo.
A San José se le invoca com o jf^otector
especial de la purcjrt, por haber sido ele-
21
gido pívra p ro teger la de M aría Santí
sima; se le lioura como maestro y guía
de la oración y de la vida ía íc río r, por
haberla conocido íntim am ente y practi
cado de un m odo adm irable en la esciíela
de Jesús; á él se acu d e, \)ot fin , como
patrón de la buena miie^'te, por haber te
nido la dicha de m orir en brazos de Jesíís
j M aría. T á títulos tan insignes añá
dese tod avía el-de sqvpatrono de la Iglesia
universal.
E ntre todos los santos d el c ie lo , á
ninguno debemos, pues, tener más d ev o
ción, después de la Santísima V ir g e n ,
<jue á San José. Su dignidad, su poder,
las grandes y numerosas gracias con que
favorece á sus devotos nos inducen á
recurrir á é l con v iv a confianza é interés.
I Qué podrá n egar Jesucristo en e l cielo
á quien honró y obedeció cual h ijo el
más sumiso en la tie rra l Y o no recuerdo,
dice Santa T eresa , haber pedido jam ás
cosa alguna á San José que no m e h aya
concedido, y todos aquellos á quienes he
recomendado que se dirijan á él han
probado como y o , que Jesús que le es
tuvo som etido en la tierra nada le rehúsa
en el cielo. Y a g re g a : P arece que D ios
ha concedido á los demás santos que
puedan socorrernos en ta l ó cual nece
sidad; pero que á San José le ha dado
poder para asistirnos y ayudarnos en
todos nuestros trabajos y dificultades
tanto espirituales com o corporales. Sólo
pido, por am or de D ios, que lo pruebe
quien no lo c rey ere , y verá X)or esperiencia e l gran bien que se consigue con
encom endaive y tener devoción á este
glorioso Patriarca.
1 X 1 4- 1 i. J. X J. .L 1 X J. 1 J. 1
^ W
^ Mí
^*4>
«¿.6>> ^
SOLEMNÍDAD DE MARIA IHMACDLADA
y
celebración del quincuagésimo aniversario
de la Obra de Don Bosco.
Las fiestas celebradas desde el seis hasta
«1 trece de diciembre, con extraordinario
esplendor en la iglesia dedicada á María
Auxiliadora en Turín, han sido consideradas
por toda la prensa como un triunfo de la
religión, una ardorosa y brillante profesión
de fe, y una prenda segura de la protección
de María á la católica capital del Píamente,
4 todas las clases sociales que la han hon
—
rado á p orfía, y sobre todo á la Congrega
ción Salesiana, la obra inspirada por ella 4
su amanto y fiel siervo Don Bosco.
Los tres primeros días.
E l domingo seis de diciembre el templo
mencionado ostentaba toda la pompa del arte
unida á la más esplendorosa mngiiiüconda
do la religión. A l entrar eu ella soutíaso
dulcemente impresionado el corazón, y reve
lábanse en el semblante las puras complueoucias de que so sentía inundada el alma. Eu
la iglesia de María Auxiliadora todo contri
buye á elevar el espíritu á Dios y á avivar
la piedad de los fieles: es la Segina form osisima, Coeli corusca civitasj eu que la Madre
de misericordia colma de bendiciones á sus
bijos; y al ofrecerle uno allí el homenaje de
veneración profunda y de más rendido afecto,
esponíáneamente se exclama : / ciíúji dulces
son, Scíwr, tus tabernáculos! A la vista do
los preciosos cuadros y frescos, de los grupos
de ángeles y santos que adornan la cúpula
y bóvedas, del altar de singular gusto y ri
queza, del grande y gracioso cuadro de María
Auxiliadora se experimenta como una feliz
visión de p a z , parece aproximarse el alma
al cielo y sentir con más fuerza las gracias
del Seuor y el deseo de gozar para siempre
de su inefable gloria.
L a música dél Cherubini y del Palestrina,
tan justamente estimada, fíió en estos días
de satisfacción sin par y general aplauso,
gracias á la habilidad del coro, compuesto
de unas trecientas voces, adiestradas con
todo el empeño y maestría posible. 4Y qué
decir de los oradores eminentes y de los
elocuentísimos discursos pronunciados por los
obisxjos Pampirio, Manacorda, liosas y l ’ ulciano? ¿Qué de las misas solemnes eu que
pontificaron no menos ilustres lArcladosI ¿Qué
de la piedad y devoción del sinnúmero do
personas que recibieron la sagrada comu
nión I Nos faltan, á la verdad, las palabras
y el tiempo para exj)resarlo. Bástenos de<5ir
que eu tales predicaciones, al hablar do María,
cada uno de los oradores sagrados x>ürecía
excederse á sí mismo, y al recordar las obras
de Don Bosco, ingeiiuuincnte declaraban su
devoción al axíóstol de la niñez y su amor
entrañable á todas sus emx>resas ó institu
ciones.
Don Bosco no es más que un instrumento
dócil y humilde de la bondad incomparable
de María. Si son innumerables los dones que
recibe del C ielo, es María quien manifiesta
en él su favor y piedad; María quien se le
presenta y le instruye desde n iñ o; María
quien atrae constantemente su consideración
al Creador haciéndole mirar con indiferencia
las cosas de la tierra; María quien le induce
al amor del sacrificio, le descubre las falacíag
del mundo y le hace contemplar los goce»
inefables del Paraíso; María quien lo inspira
nn amor particular si la niñez pobre y aban<loiia<la y la creación de mil casas para
c(ln<;arla y salvarla.
Km el 8 de di(tieud)re del 1841 , fiesta do
la Imn'.iculada Concepción de María. Haliálíase Don Hosco en la sacristía de la iglesia
do San Ki-amasco de A s ís , donde acostmuliraba celebrar, y disjjoníase ya á revestirse
«•liando el sacristíiii llamó para que le ayu
dara la misa 4 un niño que allí se había
introducido.
— Y o no HÓ, respondió confuso el miichaclio.
— Sí. ven : es /uvjesarii) que la ayiidc.s.
Volvió el niño temblando y anegados los
ojos en líigriinas.
— ¿Has oído la misa? le preguntó afable
mente Don Hosco.
— No, señor.
— Ven á oírla, y de.spués hablaremos de
un asunto que te interesa. El deseo de Don
Hosco no era otro que el de mitigar la
aflicción del pobre muchacho y derramar
bálsamo sobre la herida que en aquel tierno
corazón había abierto la dureza del sacristán.
Perú má.s altos eran los designios de Dios,
que aqmd día quería poner los cimientos de
una '.rramle obra.
1%..
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.^1
S A N T U A R I O DE M A R I A A U X I L I A D O R A
1892.
— No só ; no he ayudado nunca á misa.
— Intruso, mentecato,
qué vienes enlonces á meterte aquí? y sin más ni más le
.'<acndió las espaldas, mientras aijucl se retilaba á toda prisa.
— i Qué hacéis? dijo Don Hosco al sacris
tán. ¿ (^Uü os ha hecho eso niño para que
así le golpees?
— Ks un gandul, que viene á meterse aquí
do x^ux) intruso.
— Sea, pero hacéis mal en ofenderlo.
— : Y á Ud. quó lo inqmrta?
— Me importa mucho, ponpie es amigo
mío. lilaniadle al instante, que de.se.o hablarii».
Después de decir misa y dar acción de
gracias, Don Hosco llamó aparte al niño,
é infundiéndole confianza, con gran dulzura
le x>i'<?guntó :
— Mi buen amigo, ¿cómo te llamas?
— Me llamo Hartolomé GarcUi.
— í De dónde eres?
— De Asti.
— i Viven tus padres?
— No, señor.
— ; Qué edad tienes?
— Diez y seis años.
— i Sabes leer y escribir?
— No, señor.
— 23 —
— ^Has recibido la i>rimera comunión?
— Todavía no.
— j¡,Y le bas confesado al<Tiina vez?
— Sí, cuaudo era más pequefio.
— Asistes al Catecismo?
— No me atrevo; teugo vergüenza, porque
mis compañeros saben la doctrina, y yo, con
ser mayor que ellos, no sé nada.
— Y si yo te enseñara aparte el Catecismo,
jqnerríás aprender?
— Con mucho gusto.
— ^Vendrías acá mismo?
— Sí, con tal que no me pegasen.
— Pierde cuidado, que nadie volverá á
tocarte: desde ahora serás amigo mío; te en
tenderás conmigo y con nadie más.
¿Cuándo quieres que comencemos?
— Cuando á Ud. le parezca conveniente— ¡ Esta tard e!
— Esta tarde.
— ¿Quieres que comencemos luego?
— Bueno, con mucho gusto.
Don Bosco le enseñó entonces á santi
guarse, le instruyó sobre la existencia de
Dios, y después de media hora , habiéndole
tratado con gran benevolencia, le invitó
para el próximo domingo. Aunque el niño
no tenía buena memoria, con x^erseveraute
asistencia y atención, aiJrendió en poco tiempo
lo necesario para confesarse y hacer la xn*imera comunión.
« Poníase así en aquél día, dice el Obispo
de Milo, la primera piedra del gigante edi
ficio que Don Bosco debía construir ; iniciá
base con un acto que carecía de la solemni
dad que suelen en el mundo tener todas las
inauguraciones, y tan oculto, tan escondido,
<]ue no lo presenciaba testigo alguno; mas
Dios quería que su Santísima Aladre fuese,
por decirlo así, la encargada do bendecir la
obra, y no xjodemos duaar que la Inmacu
lada Virgen, acompañada de millares de espí
ritus angélicos, asistía á lo que pudiéramos
llamar lá santa ceremonia, aunque pa.sase
ignorada de los hombres, y que María y su
espléndido cortejo se gozaban viendo cómo
descendía del cielo y caía sobre la tierra el
pequeño grano de mostaza, que corrieudo los
años sería corpulento y coi>udo árbol. »
I Oh, líeiua del Cielo, cuán coi)iosas gra
cias habéis concedido desde entonces á Don
Bosco y á sus hijos!
Es digno de notarse que el primer hijo
dado á Don Bosco por la Providencia fué
maltratado á su vista, caso que le arraigó
en su alma el convencimiento invencible de
que siempre y eu todas partes es menester
tratar al niño con extrema suavidad y blan
dura; y obedeciendo á este sentimiento se
daba todo á ellos, y sobre ellos ejercía un
encanto irresistible.
Este fué uno de los temas de predicación
del ilustrísimo Obispo de Susa, quien lo
desarrolló de un modo magistral y con todo
el fuego de la unción que le caracteriza.
En cuauto al ilustrísimo señor Pamx>irio,
arzobispo de V ercelli, después de admirar
las virtudes de Don B osco, y detenerse en
especial sobre su devoción á María y las
obras acometidas con su manifiesta pro
tección, d ijo: ¿Pero en qué me ocupo.’ Don
Bosco os habla eu este templo. M-irud e.sta
suntuosidad, este espleudor y riqueza del
arte. Todo es obra de Don Bosco. ¿Qué os
lo que esta monumental iglesia nos mani
fiesta? E l triunfo de Don Bosco x^or medio
de la protección de l\Iavía. Ella es como el
l>ie de María que opriinoJa cabeza do la ser
piente ; es una página sublimo de la vida
de Don Bosco.
Q>ué nos dicen los niños
de esto santo asilo? ¿qué los do sus demás
innumerables casas, oratorios y talleres? Ved
cómo prosperan sus obras cu Euro]>a. y Amé
rica, en Asia y Africa, y si el árbol so co
noce por sus frutos, juzgad do la bondad y
mérito del insigne Fumlador nol Instituto
Salesiano...
Lus Cmircntii Iforai;.
Consagrados á liourar á María los días
seis, siete y ocho de diciembre, se celebró
un tridtio xnua solemnizar, con la devoción
de las Cuarenta Horas, la presencia real do
Nuestro Divino Salvador en nuestros altares.
Nada más grato y consolador. Si María fue.
la iiispiradora de las obras de Don B osco,
la Santa Eucaristía era la fuente inagotable,
de su amor, el tesoro por excelencia, el Tabor
donde parecía transíigurarse y el Siuaí donde,
recibía las más singulares comunicaciones.
A l inculcar Don Bosco á los suyos el si«stema estrictamente basado eu la caridad,
siempre paciento, benigna 6 indulgente pava
educar á los niños, advertía que las colnmuas
del edificio moral son la misa cotidiana y Ja
commiiüu frecuente; que como el maná sirvió
de alimento diario á los licbreos durante <d
tiempo que alraversaron el de.sierto, hasta el
día en que entraron en la Tierra Prometida,
así la santa (.’omnnión debo ser el sostén y
el x>tni cotidiano do todo fie l, en medio di;
los peligros de este mundo, hasta conseguí!
la verdadera tierra promeliila, el Paraíso.
Estas y otras consideraciones análogas sir
vieron de i>recioso argumento al ilusti’ísiim>
señor Pulciano, Obispo de Casalo, el cual
además recomendó del modo más encarecido
la importantísima obra de la Adoración coti
diana universal.
Día sétimo. Sufragios.
N o era po.sible olvidar en ocasión tmi sí>lemiie á los bienhechores nuestros llamados
ya á recibir Ja recomxiensa de su caridad.
Las comuniones aplicadas ]>or los alumno»
salesiauos fueron numerosísimas; y como en
días anteriores llenóse la iglesia do bote en
bote de Cooperadores y Cooperadoras, de
— 24 —
eclesiásticos y seculares. Celebró de i^outifical una inisa mayor el limo. Sr. Obispo de
Aequi, quien al mismo tiempo pronunció el
más tierno y piadoso discurso. E l canto y
música de la nueva misa compuesta por el
limo. Sr. Cagliero nada dejaron que desear.
DESPEDIDA DE DIEZ í OCHO IIISIONEHOS,
A las tres de la tardo del mismo día era
estrecha la iglesia jiara contener la gente
que venía (i iiresenciar una de las más sim
páticas ceremonias; á saber, la de la bendición
y el adiós de diez y ocho misioneros Salesianos que en la misma tarde debían em
prender (iamino á Tierra Santa.
Apenas cantadas las vísjieras solemnes,
subió al pulpito el limo. Sr. Mauacorda,
Obispo de Fossauo, orador famoso por el
brío de su celo y elocuencia de su palabra.
Y el asunto era digno del Prelado. Si hay
un héroe en la tierra, es el misionero: su
solo nombre indica la inmolación personifi
cada. Él lo sacrifica todo, absolutamente todo
en el inundo: su libertad, su reposo, su tiempo;
se renuncia á sí mismo; no se pertenece; es el
servidor del justo como dol iiecador, del rico
opulento y del pobre haraposo, del amigo y
dol enemigo, del que le favorece y del que
le persigue. Nada le turba, nada lo detiene;
así que Dios le habla, al punto obedece.
A d iós, dice, al suelo querido do la patria,
adiós al hogar cariñoso, á los goces más le
gítimos y á los acariciados halagos de la
vida ; adiós, adiós para siempre. No le
habléis de sacrificios, de los peligros de na
vegación lejana, de los rigotes del clima, de
feroces salvajes, de las epidemias y del mar
tirio. Con ello sólo conseguiréis inliamar más
su celo y avivar su ardor. Firme do carácter,
de convicciones profundas y de valor incon
trastable , lleno de la gracia de D io s , mira
con desprecio los placeres del mundo, y á
las almas con santa avaricia. Su corjizón
sólo palpita en el am or; sus labios so abren
sólo i)ara evangelizar y su mano sólo so goza
en bendecir, l ’ or eso Don Bosco, misionero
ejemplar, enamorado del Cielo y do las almas,
decía: Da mihi animas ra-tera ioUc. Dadme
las almas y llevaos lo demás; por eso agre
gaba que, entro sus hijos, los misioneros eraji
la niña de sus ojos. ^Qué de bendiciones no
les regalará ahora desde el Cielo t Y si
María Auxiliadora dispensa tan eficaz y amo
rosa protección ni Tustiluto de Don Bosco,
4qué de gracias no hará llover sobre la por«ióu predilecta do su SiervoT...
Concluido el discurso de Míuiseüor Idana•oida, el ilustrlsimo Sr. Obispo de Acquidió
la bendición con el Santísimo Sacramento,
y recitadas las oraciones de la Iglesia sobre
los peregrinos, saludó con efusión á los M i
sioneros, que en medio de numeroso clero y
de los Superiores de la Congregación Salesiaiia, se luillabau de rodillas en el presbi
terio. E l ilustre Prelado los abrazó en se
guida uno á uno, y ellos cambiando luego
un abrazo con nuestro Eector General, Don
Miguel Eua y demás Superiores, salieron de
la iglesia acompañados de las simpatías má*
vivas y de los votos que por su felicidad
hacía el pueblo entero profundamente con
movido.
Ultimo día.
Las fiestas en honor de la Inmaculada
Concepción y en celebración del quincuagé
simo aniversario de la Obra de Don Bosco
fueron coronadas con todo el esplendor po
sible. Música exeogida, asistencia de varios
obispos á las ceremonias y oficios sagrados,
misa i)Outilical, todo fuó hermoso y digno
de la admiración y contento del gentío in
menso que de todas partes llegaba á con
currir á tan singular solemnidad. E l Ilustrísimo Sr. Obispo de Fossano predicó sobre
el porvenir de las Obras de Don Bosco,
augurándoles singulares bendiciones y copio
sísimos frutos.
Cantóse ^el Tedeum arreglado en música
po)' Monseñor Cagliero, y por fin dióse por
Monseñor Manacorda la bendición papal á
todos los concurrentes. ¡ Dios sea bendito!
Las fiestas celebradas en esta ocasión deja
rán en todos cuantos asistieron á ellas un re
cuerdo vivo y perdurable. La relación so
mera que aquí hornos hecho no puede dar
sino una humilde idea de olla.
No nos detendremos en decir cuán lucida
fuó la iluminación tanto del interior como
del exterior de la iglesia y de los pórticos
y fachada del Oratorio Salesiauo; omitire
mos hablar del inmenso júbilo de los Salesiaiios, do sus alumnos y Cooperadores, de
la parto civil de esta fiesta con sus bandas
de música, fuegos de artificio, vivas repe
tidos y espaución la más pura y llena de
cordialidad en la inmensa familia de Don
Bosco. Eterna será la memoria del justo.
I Gloria á Dios ! ¡Gloria á María A u xilia
dora! ¡G loria á Don Bosco!
El Sr. Dofl león Harmel en Turín.
E l ilustre organizador de la mayor de las
romerías de obreros católicos á Boma, y que
ha merecido por ello bien de la Iglesia, ha
tenido la bondad de visitará nuestro Rector
General para expresarle su agradecimiento
por las atenciones hechas á los peregrinos
IVanceses en las Casas Salesiauas cuando se
dirigían á la ciudad eterna. A l recorrer loi
diversos talleres establecidos en el Oratorio
— 25 —
de San Francisco de Sales para la clase
obrera más desamparada, el señor Harinel
admiró la buena disposición de ellos y ma
nifestó el más vivo afecto por Don Bosco y
8u Instituto. Invitado á comer p orD on K u a
en compañía de otras distinguidas personas,
entre his cuales eran do notarse los directo
res de la prensa católica de Turín, el Sr. Ilarmel refirió los motivos de consuelo que le
había dado la gran romería, y cómo la solu
ción de la cuestión social consiste en encar
nar en los talleres, escuelas é institutos los
principios cristianos, según la enseñanza del
Soberano Pon tífice, que sólo la Eeligión
es capaz de darnos la paz social éntre patro
nos y obreros.
El Caballero Sr. Borelli proclamó lainscrinción del Sr. llarm el como miembro bonorario
de la TXnión Católica de obreros de Turín, á
la vez que la de su bijo mayor como miembro
también bonorario dél Instituto musical Salesiaiio. Los concurrentes aplaudieron con
efusión semejantes nombramientos , y luego
la música instrumental y vocal del Oratorio
los celebró con lo más excogidos himnos y
piezas de su repertorio. E l Sr. Harmel mos
tróse profundamente conmovido al ser objeto
de los entusiastas vivas de los niños edu
candos y de las más delicadas expresiones
de afecto de los Superiores de la Casa y de
los excelentes amigos que los acompañaban.
¡Dios bendiga y proteja á este bomljre emi
nente, verdadero modelo de católico y de
padre con los obreros I Para dar mejor á co
nocer esta hermosa figura, añadiremos lo que
dice á su respecto uno de los diarios fran
ceses de más circulación :
« De mediana estatura, aunque de vigo
rosa corpulencia, M. llarm el, de edad de cin
cuenta y cinco años, es infatigable en el tra
bajo. Se le ve en todas partes sembrando la
semilla de su palabra. Con muclia frecuencia,
para no perder minuto, despacha su corres
pondencia desdo el coche, viajando por los
ferrocarriles. Apenas ha tenido tiempo en una
ciudad para ocuparse en los asuntos rela
tivos á su obra y de celebrar una conferencia,
cuando sale para otea ciudad. Nadie, inclusa
8U familia, puede decir con toda certeza
en qué punto se halla, en un momento dado,
de sus rápidas correrías; se le cree, por
ejemplo, en Caén y está en Clermont-Eerrand, etc. De esta suerte pasa once meses
del año, no concediéndose más que treinta
días de descanso, que pasa en su fábrica de
Val-des-Bois, cerca de Reims. Y aun a l l í ,
«n esos treinta días, trabaja de firme.
» M. Harmel asiste asiduamente á los
Congresos católicos. Como orador su voz es
demasiado metálica; pero esta primera im
presión se olvida pronto, y como no anda
en busca de grandes movimientos oratorios,
es un excelente razonador á quien se oye
con placer. Defiende ademáe con gran desnedo sus teorías, las cuales, al contrario
de lo que suele acontecer, él mismo las ha
puesto en práctica en su fábrica de Val-desBois. Ésta es el tipo de la fábrica cristiana,
tal como la comprenden los católicos, y en
ese concepto merece ser indicada á todos los
que se empeñan en la solución de la cuestión
social.
» La fábrica de Val-des-Bois es de hilados,
dirigida por M. Harmel y sus hijos , eii la cual
amos y obreros forman una corporación, ba
sada en la idea de las asociaciones religiosas.
H ay allí la asociación de hombres mayores
de diez y siete años, bajo el patronato de ¡San
José; la de jóvenes, desde su primera couiuuión hasta la edad de diez y siete años, bajo
el patronato de San Juan Bautista do la
S alle; la asociación de Sau Luis G onzaga,
para los niños que no han hecho aún la pri
mera comunión; la asociación do Santa Ana
para las madres de fam ilia; la asociación
de las Hijas de María pava las doncellas,
desde los quince años hasta que contraen
matrimonio; la asociación de los Santos A n
geles para las niñas, desde la primera co
munión hasta los quince años; y finalmente
la asociación de Santa Filomena para las
que no han hecho aún la primera comunión.
Las doncellas y niñas llevan coutiuuaiueute
la cinta y la medalla de su asociación, no
sólo cuando van á la capilla, sino en el
taller ú obrador, en sus casas y en la calle,
así el domingo como los demás días de la
semana.
» Las instituciones económicas comprenden
un consejo general, otro profesional, una so
ciedad anónima cooperativa (carnicería, pa
nadería y compras directas de mercancías),
una sociedad de socorros mutuos, una Caja
de ahorros, otra de posesión, otra de anti
cipos y inéstainos, una compañía de bombe
ros, etc.
» H ay también, una sociedad de preserva
ción de la juventud, dividida en secciones.
— Lecturas sanas. — Música instrumental.
— Coral. — Cauto. — Gimnasia. — Decla
mación. — Tiro.
» N o se hau echado en olvido las obras
<le piedad, como puedo suponerse, y existen
allí la Conferencia de San Vicente de J’ aul,
la Cofradía del Santísimo Sacramento, la
Tercera Orden de San Francisco, la Cofradía
de Nuestra Señora de la Fábrica, la Asocia
ción del Kosario, le Cofradía de San José y
el Apostolado de la Oración.
> En París La fundado M. Harmel la
Unión fraternal del Comercio y de la in
dustria, de la cual depeude la decretaría
del pueblo y la Unión cristiana de los talleres
de mujeres. Esta última asociación tiene por
objeto lograr que se ejerza por los obreros
de más edad una especie de vigilancia sobre
los más jóvenes, á fin de que éstos no se des
víen del camino recto.
í > P or lo que hace á la Secretarla del PuehlOj
I es el consultor gratuito de los asociados, j
— 26 —
les procura toda clase de informes que* pue
den necesitar, eucargj'iudose también de la
coiTCNIMjiidencia.
» ; lia encontrado M. Harmel la solución
de la cuestión social? íío es fácil responder
á esía pregunta, pero lo que sí es muy cierto,
lo que puede allrniarse, es que esos mil
ijiiinientoK obreros lo adoran, y sólo le lla
man el buen Padre. »
-►5lili
Esta im agen so presta para el adorno
de cualquier altar, capilla, oratorio y hasta
el (le lili elegante salón.
Las personas (pie deseen adquirir uua
copia, pueden dirigirse á la Librería ísalesiana de T u r ín , la cual p o d rá , si se
quiere, expedir primeramente uua pe
queña imagen cromolitográñea, que repu'senta el cuadro de que nos ocupamos, si
bien lio sea tan exacta por carecer de la
finura y arte que constituyen el mérito
(le la oleografía.
H e aquí los precios, sin contar lo que
correspondo por em balaje y en vío :
1" En papel acartonado, pesetas (eu
oro) 10.
2“ En papel encolado sobre tela pe
setas 12,50.
3“ Eu papel encolado, etc, con marco,
de 25 á 50.
llllllimillllllllllllimillllll^
M É J IC O
Cclobriicii'm <lcl qiiíiifiiagésimo iuiivcríiiirio
do lii Obni do Don Bosco.
111 Sr. Don Angel G. Lascurain, uno de
nuestros mejores Cooperadores en !Méjico,
nos anuncia que también en aquella ciudad
nuestros Cooperadores y Cooperadoras han
honrado devotamente la memoria do ]>on
Bosco. « Aquí, nos dice, á íiii de dar gracias
al Cielo por el (luincnagésiino aniversario de
la Obra Salesiana, los niTios atendidos por
los Cooperadores d(d Instituto Salesiaiio reeibieron la santa conuinión el día de María
ínmaeulada, y nuev(* de ellos, preparados
por nuestro buen Director el li. P. Don José
Güel, hicieron su i-uimera conmuión.
111 13 celebróse iiiia misa mayor, que can
taron los mismos niños y en la cual dicho
Padre priniunció uu precioso sermón. En
seguida tuvo lugar la repartición de premios
á los alumnos, i>resídida por el E. Sr. V i
cario Capitular (preconizado ya Arzobispo
de la. Arquidiócesis), quien quedó muy satisléc.Iio del adelanto de los alumnos y se
digin) repetirnos nuevamente que coutáramo.s
con su ayuda eii todo lo que pudiera ser
virnos. >
COOPERADORES SALESIANOS-
01eoj;rafía de María Auxiliadora.
A cjib ji (lo oÍ)teiUM‘S(i mía preciosa y lud
rcproduceiíai do la gran imagim do M aría
A u xiliad ora (pío so vimeva cu el San
tuario qiio lo está dedicado en Tarín .
'rodos los artistas hacen el mayor oncoinio d(‘ senu'Jante trabajo; y á la vtn-dad
que es una obra acabada en su í?énero
y nua imitación tan perfecta, (jne no pa
recí' oleografía sino cuadro al óleo de
diestro y tinísimo pincel.
Las dimensiones son las mayores posibles en trabajos de esta naturaleza; á
saber, un metro y seis centímetros do
alto por setenta y cinco centímetros de
ancho.
i
;
I
'
'
En el diario Ta c Defensa Católica de BogoU
leemos el artículo siguiente;
« Si la inmensa multitud de personas de
todas clases y condiciones que í1becuenta:i
hoy la iglesia del Carmen no se hubiese per
suadido todavía de la grande importaini;!
de la Institución Salesiana, las últimas
lenmes íiesías celebradas eu ella eu el
de mayo, y especisdinente su tiesta regiameutaria anual consagrada á su patrona, la
Virgen María Auxiliadora, no habrán dejatlo
(le encender toda su simpatía y eutusius]:i>'
por dicha institución.
Especialmente la interesantísima coutorencia (huía por el Superior de los Salesiain‘>
R. P. Rabagliaíti en la tarde del domiugtí
último, debió ser para su numeroso auditorio
un rayo de luz (pie iluminó vivamente el
cuadro de la obra del inmortal Don Bosco,
desaiTollado por el elocuente orador.
Después de hacer una rápida, pero brillante
res(*fia de las maravillas ejeimtadas por este
hombro iii.si)irado , aumiuo pobre y oscuro,
escogido por Dios para llevar á cabo uua
grande olna de su misericordia, puso demaiiiliestü, con la enérgica y sencilla suavidml
de su dialéctica, cuál había sido el esplén
dido complemento do esa primera empresa
(le Don Bosco con la institución de la Féi
Pnióii dtí los Cooperadores y Cooper<xdora''.
uni(Mi bendecida por Dios, y que, como aquél
lo preveía, ha hecho brotar en pocos años é
manos llenas frutos abundantísimos y casi
fabulosos en todo el mundo.
A llí hizo ver el bien inmenso, temporal v
espiritual, que pue hacer cada uno de ello?,
á muy poca costa, sin ningún sacrilicio, sin
obligación de ningnna especie, sino es la de
rezar la oración dominical diariamente por la
prosperidad de los asociados.
Cooperar, dijo, es hacer C7ialquier cosa, por
peqnefia que sea, en obsequio de ósta : una
palabra, un consejo, un elogio, una limosna,
una simple oración, un artículo de periódico.
A este tesoro pueden concurrir el sabio y el
ignorante, el pobre y el rico, el menestral y
el magistrado : todos, en fin , sin distinción
de clases. 4 Y qué reciben en recompensa de
su cooperación, poca ó mucha f Keíáben un
cúmulo inmenso de gracias, concedidas por
la Santa Sede á insinuación de ese hombre,
irresistible por su mansedumbre, por su ca
ridad, por ese atractivo inexplicable con que
vencía todas las dificultades para llevar ú
cabo su obra boy universal. E l Santo Padre
Pío IX , como que conoció la inspiración di
vina del humildísimo fundador, abrió pura
él las arcas de los tesoros de la Iglesiaj y
posteriormente, el Santo Padre León X l l l
se hizo inscribir él mismo como cooperador,
encabezando la lista de ellos. ¡ Qué humildad
y qué grandeza!
Después de esto ¿quién no querrá
á tan útil institución, cuyo definitivo estable
cimiento en nuestro país será una bendición
del Cielo, especialmente para los jóvenes de
las clases pobres que carecen de oficio li.
ocupación con que ganar la subsistencia y
evitar con la enseñanza m oral, religiosa é
industrial dada por estos beneméritos Padres,
los peligros que ofrece una sociedad que cada
día se desmoraliza más ? Sí, será una ben
dición, como lo ha sido para todos los países
de Europa y América, donde en pocos anos
se ha extendido prodigiosamente, y donde
ha sido recibida y atendida muiiílicainente,
con un entusiasmo que puede medirse por
las cuantiosas ofrendas que en todas partes
le han ofrecido Gobiernos y pueblos. »
B e aquí los requisitos necesarios para ser
Cooperador ó Cooperadora del Instituto Salesiano de Don Bosco:
V Tener IG años de edad ;
2’ Gozar de buena reputación moral y re
ligiosa ;
3” Hallarse en condición de promover y
sostener las obias de la Congregación Salesiana, sea con medios propios, como limosnas,
trabajos, difusión de buenas lecturas, etc.,
sea colectando las ofrendas erogadas por
otras personas con el mismo objeto.
La Pía Unión no imi)oue ninguna obliga
ción de conciencia, y pueden asociarse en
ella aun las personas de institutos religiosos.
Los que deseen conocer las numerosas in
dulgencias concedidas á los Cooperadores
pueden verlas en los Boletines de abril y
mayo de 1890 ó bien en el libro titulado;
Bon Bosco, por un Cooperador Salesiauo.
M O N T E V ID E O
Monumento en honor de M aría Auxiliadora,
Del diario E l Bien de Montevideo extracta
mos lo siguiente:
« Los BR. Padres Salesiaiios acaban do
celebrar una simpútica fiesta, con motivo (U‘
la inaugaración de un monumento á Marín
Auxiliadora, protectora de los Oratorios fes
tivos fundados por Don Bosco.
E l Timo. Sr. Obispo Isasa, ante una nu
merosa concurrencia, bendijo dicho moiinmenfo, que honra al escultor Don .Inau
Az/.arini: es una columna que coronada con
la estatua de la lautísima Virgen se halla
colocada en el centro de una fuente y vistoso
juego do aguas. Adorna el aba<*o de la eoluiiina un medallón que representa á Don
Bosco, ilustre fumbulor de la Obra Salesiana 5 dos niños en actitud de estudiar, (co
locados en la base de aquella, completan la
alegoría del monumento.
Bendecida la estatua, el limo. tsr. Isasa
pronunció un discurso lleno de unción alu
sivo al acto.
Sirvieron de padrinos en la ceremonia el
señor don Juan Goiret y su esposa.
L a fiesta fué brillante, contribuyendo no
poco á su lucimiento un hermoso discurso
del Dr. D. José P. Espalter, (luieii después
de referir rápidamente los orígenes de la
Obra Salesiaiin, añadió:
; Ocho de diciembre de 1841 !
H a trascurrido medio siglo de la anécdota
sencilla que acabo de narrar, y ia semillad e
aquel día es hoy un árbol prodigioso. Del
humilde Oratorio Festivo de Tarín ha sur
gido la Congregación Salesiami que cuenta
el número de sus triunfos por las obras que
ha emprendido, si bien es solo de ayer 110
más, conforme con la frase del polemisla
antiguo, ya llena el mundo, (pie imee ver
daderos prodigios en todas las esferas so
ciales, que lo mismo arranca al salvaje «le
las pampas de su noche in^gra jiara ungirlo
con la luz de la verda«l <*tej‘na , cambianrb»
una á una todas las fibras Iji-niales de su
pecbo por las cuerdas melodiosas de la ca
ridad, como nutre el (’ orazon y el alma de
la niñez, de virtud, de saber, y que penetra
eji los santuarios de la ciemda sublime jjara
enseñar á los (pie saben, multiplicánilos(í
por tal manera que constituye la más admi
rable maravilla (leí espíritu católico en la
última mitad del siglo diez y nueve!
¡Q ué grande es para el mundo y en espe
cial para nuestro i)aís la obra de la Virgen,
realizada por medio de su siervo insigne
Don Bosco!
Contemplando los tiempos que corren de
propaganda y de batidla librada principal-
—
mente en el alma de la juventud, regocíjase
uno al volver los ojos hacia escuelas como
éstas que parecen im templo por la virtud
que en ellas se anida, un hogar bendito por
la educación que proporciona, oasis fecundos
en medio de la esterilidad general, ií'o puede
menos que sentir abierta el alma á her
mosos ideales y á expanciones íntimas, no
puede menos do beudedirse á la Virgen y
¿ su siervo, y á sus abnegados colabora
dores...............................................................
La Obra de Don Bosco, bajo el manto de
María Auxiliadora, es un baluarte de defensa
contra los peligros que ofrece el espíritu de
descreimiento y de sensualidad tan domi
nante en nuestro tiempos. Y o conozco sus
armas y su fuerza. En los Colegios Salesianos Jio sólo se aprende á repugnar el vicio
enervado!', y los errores funestos con los
ejemi)los virtuosos y con la altas enseñanzas;
las ideas y los sentimientos que aquí se ela
boran tienen la sanción de los recuerdos
sagrados; van adheridos á. todas las prime
ras ilusiones y á las más bellas esperanzas.
Cada piedra, cada árbol, cada banco de
estudio, cada rincón del colegio guarda un
tesoro do dulcísimas emociones. Existe flo
tando en esto ambiente todo lo pasado más
querido; el cual ahora aparece á mi espíritu
como una condensación de un fragmento de
vida dorado j)or la inocencia y la x^iedad,
como una madreselva de afectos ideales y
esperanzas, llena de color y de perfumes,
sin espinas y sin el aspecto tristísimo de
las hojas marchitas.
Antes de abandonar creencias asi adqui
ridas, tendríamos que mutilar nuestra alma.
L a apostasía en el cuito de la virtud y de
los lu'iiicipios es i)ara todos los educados en
las Casas Salesianas un imposible y absurdo.
Antes que dar las espaldas al aitar, en donde
siempre veremos tranquila y consoladora á
la Virgen Santa, doliéndose de nuestnis
lágrimas, sonriendo en nuestras alegrías,
ayudándonos á vencer las resistencias y los
obstáculos, nos convoi’tiríamos en héroes
para Incluir contra las borrascas, para do
minarlas , liara vencerlas, sin desmayos ó
con desmayos de un d ía , sin olvidos ó con
olvidos iái>idos, resarcidos jiroutn por un
tesoro más enérgico, por una fe mas operosa,
según la frase del Aiióstol, cai>az de llevar
nos por dolendcrla a exhalar todos los sus
piros do nuestro peeho, á derramar todas
la gotas do nuestra sangre, capaz de llevar
nos á lu'oclanuu'la hasta con el postrer aliento
<le nuestra vida.
La redención do nuestra imtria está ase
gurada con obras como la de Don Bosco. El
ángel de lo futuro aguanla á la juventud á
los umbrales de las escuelas en donde recibió
los efluvios de su celo divino, de su eariilad
inagotable, para buí-er de nuestra patria una
nación feliz, cuyos hijos tengan siempre por
norte en la vida privada el deber y la jus
28
ticia, y como ciudadanos no falseen nunca
la democracia, no corrompan jamás la li.
hertad, y en los días difíciles de los graudes
acontecimientos, sepan ponerse á la altura
de los grandes destinos de los pueblos.
Ahora, que mis últimas palabras sean de
gracias al cielo por los favores que nos dis
pensa, pues para nosotros siempre ha sido
iiua bendición divina la Congregación Salesiaua, y de gratitud á sus miembros, esos
hombres abnegados que bau resignado su
vida en las aras de nuestra felicidad y que
desde tres lustros acá, están en la soledad
y en el silencio mereciendo bien de la patria.
HISTORIA DEL ORATORIO DE S. FRANCISCO DE SALE.
SEGUNDA PAE TB .
Ca p ít u l o I I I ,
Atontados. — Castañas y vino envenenado. — Cuchilli
de carnicero. — Vituperable conducta de la Autoridad
pública. — Buen servicio de un amigo. — Lluvia di
bastonazos.
Los dos camaradas de que hemos hablado
en el capítulo anterior, saliendo de la habi
tación de Don Bosco, dijimos i)rofiiieron con
gran frenesí: nos veremos. Estas palabras y
las claras amenazas que manifestaron du
rante su conversación son el hilo de uua
serie de atentados contra la vida de Don
Bosco. Pueron éstos tantos y tan fraudulen
tamente preparados y realizados, que pode
mos decir sin la menor duda que sólo á la
divina Providencia se debe el que D. Bosco
saliera ileso de ellos. Estos hechos, mirando
tan de cerca al fundador de nuesti-o Orato
rio, están ligados comxjletainente con nuestra
historia. Por lo que contaremos algunos de
los iiriiicipales de los cuíiles muchos de nues
tros jóvenes fueron ó bien testigos de vishi,
ó bien oyeron la relación de aquellos que
los liabían presenciado.
U n a n o e b e , después de la c e n a , e.staba
Don Bosco haciendo su acostumbrada es
cuela nocturna, cuando dos hombres de triste
aspecto vienen á llamarle para que fuera
aprisa á confesar á un moribundo, en un sitio
poco distante de allí que se llamaba el CorAxíÓM de oro. Siempre pronto en atender a
tildo lo que miraba al bien de las almas, con
fía al momento á otro su clase y al instante
se pone en marcha. En el acto de salir de
casa, siendo ya la hora algo avanzada, le
viene la idea de llevar consigo á varios jó
venes de los de más edad, con el fin de que
le hicieran compañía y les llama. — N o hay
necesidad que veuga con V. jóven alguno,
dijeron aquellos dos desconocidos; uosotroi
mismos le acompañaremos á la ida y á I»
vuelta; y mas que el enfermo podi'ía impre
sionarse ol verles.
— 29 —
— Ko paséis cuidado por esto, respondió
Don Bosco, son mis niños y desean dar un
paceo, y al llegar á casa del enfermo se que
darán fuera de su habitación.
y los dos muy a pesar suyo callaron y de
jaron hacer.
Llegan á la casa destinada: — Entre V.
nn momento en esta s a la , dijeron ellos, y
nosotros entre tanto vamos á advertir el en
fermo que V . ha llegado. — Los jóvenes
qnedáronse fuera, y l)on Bosco entró en una
habitación, á piso ILano, en donde encontró
ana media docena de individuos de buen
temple que después de una buena cena comían ó fingían comer castañas. Dieron la
hieuvenida á Don Bosco con muchos adem
anes, alabándolo hasta subirlo á las nuves y
aplaudiémhde.
— Haga V. el favor, Don Bosco, de ha
cernos compañía, y ionio alguna castaña, dijo
nuo de los de la cuadrilla, alargándole el
plato.
— íso tengo el xmtó mínimo apetito, dijo
él; hace poco he cenado y estoy satisfecho.
— A l menos beberá Y . nn poquito de vino,
no es verdad ? es bueno, pues viene de la
parte de Asti.
— ;No me siento á e llo ; y m ás, que no
estando acostumbrado á beber fuera de hora,
sé que me haría daño.
— iío hay para tanto ! nn vasito de buen
Tino no daña á nadie, antes le hará á V.
bien y le ayudará la digestión. A sí es, que
beba V. aunque nada mas sea que para
complacernos.
Bicho lo cu al, echa mano de. una botella
puesta sobre la m esa, y sirve vino en los
vasos. Con toda intención se había puesto
un vaso de menos , y así va á buscar otro
vaso, y entre tanto cambia incontinente la
' botella, viene y pone vino a Don Bosco. Con
iodo, no salieron con la su3’’a, en la trama que
hablan zurcido de hacerle beber el veneno.
Sin darles á comprender que les había cono
cido su mala intención, Don Bosco tema en
ras manos el vaso lleno de espumoso vino, y
brinda á la salud de aquellos desgraciados,
pero en vez de llevárselo á la boca, lo vuelvo
i colocar encima de la mesa sin tocarlo.
— Ko nos disguste V ., dijo u n o; no nos
haga este insulto, añadió el otro; es un ex«leute v in o ; queremos que lo apure, profi
rieron todos.
— He dicho ya que no tengo ganas, y
ahora añado que no puedo, ni quiero beber,
teplicó Don Bosco.
— Sea ó no de su agrado, es necesario
ine Y . beba, exclamaron en coro aquellos
bribones. T á todo esto pasando de los di
chos á los hechos, uno de ellos me coge al
pí'bre sacerdote por el hombro derecho y
por el izquierdo, y dicen : — Ko pode
mos tolerar tal bochorno: si no bebe V . de
buenas á buenas beberá V . de malas á malas.
A tamaña violencia se encontró D . Bosco
entre la espada y la pared , como vulgar
mente se dice, y fué para él momento de in
minente peligro. E l usar contra ellos la fuerza
ni era prudente ni fácil de realizar, y juzgd
mejor valerse de la astucia, y así lo hizo.
D íjoles:
Si absolutamente queréis que yo beba,
dejadme en libertad, ya que cogiéndome por
los brazos y espaldas me hacéis temblar y
caer el vino.
— Tiene razón, respondieron todos, y se
separan algún tanto.
Entonces Don Bosco, aprovecha esto pro
picio iustaiite, da tin gran paso hacia atras,
se acerca á la puerta — por fortuna débil
mente cerrada — la abre ó invita á sus j ó
venes á entrar. Hecho esto en un abrir y
cerrar de ojos, y ver entrar á cuatro ó cinco
jóvenes de 18 á 20 años, puso freno á la in
solencia de aquellos vampiros, cuyo jefe
todo corrido dijo: — Si no quiere V. beber
paciencia; no es nada, esté V . tranquilo.
— i Pero en donde está el moribundo? pre
guntó Don Bosco; al menos es menester que
j'o le vea.
Para disimular su vil intento uno de aque
llos guaj^os condujo al sacerdote á uua ha
bitación del segundo piso.
A llí en vez de un enfermo, Don Bosco en
contró acostodo á uno de aquellos dos que
habían ido á llamarle al Oratorio. D. Bosco
sin embargo le hizo alguna pregunta, y aquél
impostor matriculado, con toda su fuerza her
cúlea, sin poder coutexierse, soltó una car
cajada diciendo : Me confesaré mañana. Don
Bosco morchóse, dando de lo íntimo de su
corazón gracias al Señor de que por medio
de sus protegidos hijos, hubiera salido üeso
de las mauos de aquellos tunantes.
Habiendo llegado á saber, de pe ó pa, al
gunos de los jóvenes lo sucedido, al día si
guiente no gastjiron el tieuipo y como hu
rones hicierou indagaciones sobro el quid de
la cosa, viniendo á descubrir que un fulano
había pagado á aquellos bellacos una sucu
lenta cena, con el pacto de hacer beber á
Dou Bosco, un poco de vino del que había
preparado expresamente para él. Por lo que
se ve, oran sicarios comprados.
E l santo varón no olvidó nunca, aquel
hecho, y todavía en los últimos días de su
vida, cuando con él salíamos á jxasear y pa
sábamos cerca del sitio, nos lo indicaba di
ciendo: Jle hay la casa de las castañas.
Una tarde de agosto, que serían sobre las
seis, estaba Don Bosco entretenido junto á
la puerta que cerraba el patio del Oratorio,
en santa paz y alegría con algunos de sus
joveneitos, cuando he aquí que de entro ellos
sale repentinamente una voz gritando - Un
asesino^ un asesino!
En efecto, era un cierto Andrés que en
manga.s de camisa y con cuchillo de carni
cero en mano corría furioso en busca do Don
— río BívsüO gritando : Quiero á Dou Bosco, quiero apostado á poca di.'j^anoia del Oratorio espe
í\ Don Bosco.
rando que Don Bosco saliera para realizar
ICl temor, como natural os, se apoderó de su sanguinario intento.
los jovencitos, los cuales echaron á correr
Pero quién le movía (i tanta crueldad ?
los uijoa por el campo (|ue teiiiau delante
Un amigo de Don Bosco é insigne bieuy loa otros por el patio de la casa. Entre hechor de sus hijos, el comendador Dupré, nos
los lugitivos se hallaba el clérigo Félix líe* abre camino para contestar á esta pregunta.
viglio. Su fuga filé provideucial y ella salvó Viendo esto señor que no podía obtene:-se se
ó Don Bosco; y fué, que el asesino tomán- guridad de la fuerza pública, emi)eñóse eu
lióle })or Don Bosco, dió por seguirle; pero hablar con aquél desgraciado, que noche y
jironto adviiiicndo su error volvió atrás en día liacía estar en angustia á todos los líe
dirección á la jnicrta. líii este tan breve la casa.
momento, Don Bohiío tuvo lo suíicieiite para
— Yo soy pagado, respondió el bribonponerse en salvo , subiendo á su habitación zuelo, que se me dé lo que los otros me dán
y (terrando con llave la pciiueña verja de y me iré.
Sabido esto, se le entregaron ochenta pe
liiciTO que 80 hallaba al pié de la escalera.
Estaba á iienas cerrada, cuando hé aquí ya setas (?(nno plazo vencido, y otras ochenta
al descamisado, el cual viéndola cerrada co- })or adelauíadü; y así terminó la comedia,
niicnzia X)or ominijarla y forzarla en todas di- (pie de otra manera hubiera iiodido tener tin
riiccionos para abrirla, pero en vano. Estuvo con una sangrienta tragedia.
JFas xiértida fné todavía la siguiente agre
plantado aquí jmr espacio de tres horas, como
sión , de la cual Don Bosco no pudo salir
tigre hambriento que espora su presa.
ICntre tanto, los jóvenes, jiasado el iirimer outerameute ileso.
Poco después de la anterior fechoría, un
susto y algún tanto tranquilos, se habían
ido reuniendo. A l verle nuevamente y ver domingo ya de noche, viene un hombre lla
que amenazaba la vida al que ora su i>adre mando á Don r>osco para que fuera á con
y bienhechor , sintieron hervir la sangre fesar á lina enferma que se hallaba en'casa de
en sus venas. Dando oído á la voz de su cierto Sardi, casi eu frente de la Oasa del
generoso c.orazóii y ubandonándose al ardor Kefiigio. Los hechos precedeutes movieron á
Juvenil, se armaron cada cual con su arma Don Bosco á hacerse acompañar de dos jóve
do defensa quien de bastones, quien con pie nes valientes y robustos.
— Deje, deje V. á estos jóvenes en casa
dras y quien con otro.s cliisines, disponién
dose á terciarle la cara (i a([uél miserable y que lio liay necesidad, yo mismo acompañaré
hacerlo tiázas si así convenía; pero D. Bosco á V., dijo al verles el J'ulauitu.
Estas palabras aumentaron la sospecha y
temiendo que algunos do ellos recibiese daño,
prodiigerou el efecto contrario; ya que Don
les jirohibió tocarle.
('on aquella ñera en casa nadie estaba en Bosco en vez de dos llamó cuatro, entre los
sosiego. En particular, la buena Jlargarita cuales á Jacinto Arnaud y Santiago Cerrutti,
estaba en la más grande consternación, tanto fuertes y robustos, quienes eu caso de nece
XMtr el hijo como por los jóvenes, (^ueliacerí sidad, en un abrir y cerrar de ojos hubieran
Incontinenti se avisó y esto repetidas veces, descuartizado ú un toro. Llegados al lugar
al cuartelillo do municipales; y es triste te designado, dejó dos al pié d é la escalera; y
ner que decirlo, no comparoc.ió nadie hasta Ins dos nombrados arriba, subieron con él al
las nueve y media de la noche. En esta hora primer piso, entran en la habitación y que
vinieron dos guardias, mauatiaron á aquel dáronse en una salita contigua á la de la enj)obre in feliz, y lo condujeron al cuartelillo, Ibrina. Entrado que hubo vió en la cama á
librando así a Don Boseo de una fatal con una mujer que se lamentaba, la cual sabía
secuencia, (pie poco honor hubiera hecho al lingiiio tan bien, que parecía estaba en los
(jue en aquellos días era jefe del urden pú últimos momentos de su vida.
blico. Y como si tal indiferencia no liubiera
Don Bosco invitó ú los que estaban allí
sido suíiciente, capaz de maravillar á la per- l»rosentes — que eran cuatro — á que se ale
Roua más do bien, cuando so trata de defen jaran para poder hablar con más libertad
der á uii libre lúududano, hé aquí (pie el día con la enferma y ayudarla á reconciliar bu
Kiguieute so comete una imprudencia todavía alma.
mayor por dicho jefe. Manda á uno de los po
Antes de confesarme, dijo eu alta voz la
lizontes á luvguntar á D. Bosco si perdonaba mujerona, quiero que aquel tunante que esúi
ú mpiél ultrajador, líevspoiidióle Don Bosco, allá se retracte de las calumnias que me ha
que como cristiano y como sacerdote perdo levantado.
naba aquella y otras injurias; pero que como
— ífo, respondió uno.
ciudadano y como superior de un Instituto
— Silencio, añadió otro.
suplicaba cu nombre de la ley que la pública
— Sí.
autoridad le garantiese un jioco mejor su per
— Kü.
sona y casa. ¿ V ipiieii lo meyeiu i En dicho
— Calla, infame, sino te rajo.
tlm el buen señor mete en la calle ú nuestro
Estas y otras no menos graciosas palabras,
v.mifjuito , quien por la tarde estaba de nuevo mezcladas con horrendas imprecaciones pn>-
m
— 31 —
dnieron bien pronto una infernal querella en
a.uiella diabólica habitación. En medio de
ésta babilónica gritería se apagan las luces,
i-esau los truenos y pronto comienza á caer
ima gran lluvia de bastonazos, dirigidos ba
cía el punto en que se hallaba Don Bosco.
No tardó él en acertar el Juego que se le que
ría hacer, esto es, que se trataba si posible
era de romperle aun los mismos huesos. En
aquel laberinto, no sabiendo como arreglár
selas, toma á toda prisa una silla que estaba
tocando el lecho, se la mete en la cabeza, y
hajo aquel paragolpes mira de ganarla puerta.
Entretanto aquellos malvados daban recios
golpes aquí y acullá, cual otros Quijotes
en su aventura de los pellejos, pero que en
vez de caer sobre la cabeza del pobre Don
hosco, llovían afortunadamente en la silla.
A aquel rumor los dos jóvenes allí aposta
dos, se reaniman, dan un empujón á la puerta
la abren, y Don Bosco se echa en medio de
ellos, dichoso de haber podido sacar en salvo
sus espaldas y cabeza. Kecibió con todo un
hastonazo en el pulgar de la mano izquierda.
El golpe, le llevó la uña con parte de la
carne, y aun después de más de 30 años,
Don Bosco conservaba todavía la cicatriz.
Iso son infundadas las sospechas al decir
que estas y otras muchas fechorías , fueron
urdidas, ó por la malicia ó por el dinero de
aquellos que miraban de mal ojo las Lec
turas Católicas, y querían ó atemorizar ó
aniquilar á su autor.
Por lo demíis, los herejes de T u rín , no
liacíaii otra cosa sino seguir las huellas de
sus antepasados, los cuales, callando miiclios otros asesinatos, el 0 de abril de 1374,
eu Bricherasio, á bastonazos dieron muerte
hárbaramente al beato Favonio de Savilliano,
dominico, porque predicaba contra la doc
trina de Pedro Valdo y convertía gran nú
mero desús secuaces á la Iglesia Católica.
C a p ít u l o IV .
(iisioria de un perro — Carta de Don Bosco al ministro
valdense De-Sanctis — Contestación de éste.
En la sagrada Biblia y eu la Historia ecle
siástica se lee que muchas veces Dios eu
casos e.xtraordiiiarios se sirvió de las bestias
en defensa y á beneficio de sus siervos. E l
profeta Elíseo es burlado de una chusma de
jóvenes irreligiosos é insolentes, y hé aquí
que dos osos, saliendo de un vecino bosque,
hacen de ellos una horrible carnicería. Por
espacio de setenta años un cuervo traía todos
los días á S. I?ablo, estando en el desierto,
el alimento necesario. San Antonio, teniendo
<106 enterrar el cadáver de este habitador
de lo>; de.siertos y faltándole instrumentos
que abrir el h oyo, hé aquí que se le
presentan dos leones, comienza á escarbar
c<ui sus patas la tierra á su justa medida, y
recibiendo en paga la bendición del santo,
márebause cual si fueran dos mansos cor
deros.
Pues bien, trascurriendo el tiempo en que
para Don Bosco fué tan peligroso, la divina
Providencia se complació en darle nii guardia
y una defensa, en realidad singular; le dió
uii hermoso y grande perro de color gris, el
cual fué entonces y será aun tema do muchos
comentarios y suposiciones. Muchos de nues
tros jóvenes lo vieron, palparon y acaricia
ron, y supieron cosas dignas de particular
memoria.
Lo que aquí se dice es la relación do
algunos de ellos, entre los cuales se cuenta
;i José Buzzetti, uno de los primeros alumnos
(Icl Instituto ; añadiendo que en muchas circimstancias nosotros mismos lo preguntamos
:i Don Bosco, confiruiámloimslo do viva voz.
Dicho perro gris por su tamaño y forma
se asemejaba á un perro do ganado de estos
(lue llaman mastines. Ante todo debemos
hacer notar, que nadie, ni el juismo Don
Bosco, supo nunca ni de donde venía, ni á
«londe iba ó quien fuera su dueño. Y a s í,
aun cuando no sepamos su partida do naci
miento , bien podemos darle la bienvenida
por el buen servicio que por espacio de al
gunos años prestó á' Don Bosco, y con él al
mismo Oratorio.
Sabiendo Don Bosco que por parte de los
malévolos era mirado con ojeriza, usaba to
das las precauciones para no verse obligado
' á tener que salir de noche de casa; si por
I esta parte lo evitaba, por otra le sucedía
i que muy á pesar suyo tenía que entretenerse
1 en la ciudad, ya en casa de algún enfermo,
i ya en la casa de alguna fam ilia, que acae’ cieudo ser eugáñada por los herejes miraba
de atraerla con sanos coiisejus. Cuando esto
1 acontecía, no atendía ni al peligro ni á lo
■ adelantado de la hora <le la noche para
i cumplir su deber; y hecho esto, tomaba su
,• camino en dirección áValdoceo. Estos barrios
oran en aquel entonces muy poco habitados.
El último edificio en direccióJi al Oratorio
era el 3Iauícomio; todo lo que hoy se ve
^ l)oblado y con hermosas casas, era terreno
inculto, escabroso, oscuro, cubierto do a(;a' cias y céspedes, .sirviendo pi>r tanto perfecta
mente de escondrijo á los malhechores. De
aquí que este paso era peligrosísimo para
todos y en particular para Don Bosco, una
vez que estaba señalado por el dedo de los
euemigo.s de la religión.
Y'endo á casa cierta tarde, entrada ya la
noche, y no sin temor de algún mal enciieutro/ vé que de repente se le acerca un
gran perro. A primera vista le tem ió, pero
á poco viendo que no amenazaba peligro
alguno, ante.s bien se le presentaba manso
y le halagaba, prímto entró en buenas rela' dones con él. La fiel bestia le acompañó
— 33 —
hasta el Oratorio, y sin entrar en él so mar
chó. N o fué esta la sola vez que se le preseiitó para hacerle comi>añía; todas las no
ches que no había podido ir con tiempo á
casa ó iba solo, pasados los edificios y en
trada la parte despoblada, al momento veía
apar<M',ér.sele el gris, ya por una, ya,por otra
parte diversa del camino. Sucedía que la
buena madre Margarita, viendo que la hora
i do la noche era bastante adelantada y su
• hijo todavía no había llegad o, estaba con
' cuidado, y mandaba ó. alguno délos jóvenes
'.'j fuera h esperarlo; recuerdan aún algunos, ha^ borlo encontrado con su compañero de cuati-o
patas.
Tres veces el gris salvó la vida 6, Don
Bosco. Una de ellas fué lasiguiiite: entrada la
noche y llovizjiando, venía do una casa <lel
centro déla ciudad, y por no andar por puntos
despoblados bajaba por la calle que pone en
comunicación el Santuario de Ntra Sra. de
los Dolores con el Instituto del Ootíolengo. A
cierto punto del camino vé Don Bosco ú. dos
hombre.s que, A poca distancia suya, acele
raban ó retardaban el paso & medida que él
lo aceleraba ó retardaba; aun mas, cuando
él pasaba á la acera de enfrente, ellos le
seguían poniéndosele delante. Dejándose muy
bieíi comprender que llebaban alguna mala
intención, miró de cambiar de dirección á
fin de poderse meter en salvo en alguna
casa vecina ; pero no tuvo tiempo, pues que
los dos volviendo repentinamente atrás y
yendo muy dcvspacito se le acercan y le echan
una capa encima. E l pobre Don Bosco for
cejaba por no dejarse envolver y tienta de
pedir auxilio; poro en vano, pues uno de aque
llos asesinos procura taparle pronto con un
pañindo la boca. j Y qué sucede? En aquel
terrüile momento de inevitable muerte, com
parece furioso el gris, y con tal voz, que su
lailrar más bien que de un j)erro ó de un
lobo, se asemejaba á los aullidos de un oso
rabioso, tanto^ que asordaba y aterrorizaba
á un mismo tiempo. N o paró en esto, echa
una zarpa á uno do aquellos sicarios que era
el que tapaba con la capa á Don Bosco, y
lo obliga n dejarle estar para poderse de
fender á si propio; hecho esto, se precipita
al momento encima del otro, é incontinente
me lo amedrenta y aterra. El primero visto
lo aparado del caso, mira por tomar las de
Villadiego; pero, aquí te quiero escopeta; el
gris no se lo permite; sáltalo encima y me
lo ocha como i>elota rodando por el suelo lle
nándolo lodo do barro. Hecho esto se planta
allí fijo mirando á aquellos dos como diciéndolos con sus aullidos : ; Atf de x'osotros si os
movéis ! i Y moverse ? ya, ya, bien pronto so
^;lml^ió la escena.
— ¡Llám e V. á su perro! comenzaron á
gritar e.sos picaros.
~ Lo llamaré, respondió Don Bosco, con
tul que vüsoti’os me dejéis ir á mis obliga«iones.
— ¡S í, sí, vaya! ¡ pero llámele V . pronto!
gritaron do nuevo.
— G ris, dijo entonces Don Bosco-, ven
acá; y el perro obediente los dejó estar; loa
cuales viéndose libres, ecliaron á correr como
galgos que se tragaban el viento.
N o obstante esta inesperada defensa, Don
Bosco no se .sintió con ánimos de poder llegar
hasta casa; y así entró en el vecino Insti
tuto del Cottolengo, y de allí, calmado algún
tanto del susto con la caritativa y oportuna
atención que recibió, y acompañado de una
buena persona, continuó su camino hasta
el Oratorio.
(Se continuará.)
Cooperadores fallecidos en España y América
Alegría D. Domingo Pbro. — Venecuela (2!¿xicu).
Abarca D. Augustín, Cango. Pro. — Jlfcrelio
(México).
Aiulrado D'‘ Josefa — Id.
Avrecliededa D'‘ Julia — Venezuela (México).
Biitter y Mcudiuse D^ Rosa — l^uerto J¿cal
(México).
B'miter D. Ignacio — Puebla (Id .).
Boavila D. Ahgaudro.
Bofil D'‘ Rosa — Venezuela (México).
Cúrvalo Juana.
Caeijas D. Rafael Pbro. — Tacaba (México).
Cliitty
Dolores — Venezuela.
Curvóla D ‘ Alejandra — Venezuela.
Coto D. Enrique, Pbro. — Cura Lianza (Go
roña).
Diaz D” Nicnsio — Venezuela.
Francia N. e luja.
Felipe D. Matías — Junzano (Huesca).
Forragnz D'‘ Liboria — Piedra (Unujuay),
Figueri'idt) D-‘ Millana — Venezuela.
Galea Alfonso — Malta (Valletfe).
García Ocaíia Joaquín — Avila.
Gómez D' JI‘ Aiit»)iiia — Venezuela.
jlurta<li) D ‘ Trinidad — Id.
José María IlotVmau — México.
Liuet 1). Prospero — Venezuela.
López D ‘ Lucía — Valvcrdc del Camino(ITuelva).
Martínez D. Antonio — Venezuela.
M*)uasterios D ‘ Amalia — Id.
Najem D. Miguel — Quito.
Do Lumusti<lo y Davalo Mons. Pelayo ArzobisjM) — México.
Do Ojeda do Manzan.ares D'' Jlaría — Madrid.
Peralta D. Alejandro J. M. Obispo do Pana>nd.
Perez do Mina D. Marcial Pbro. Cara — Lcya
(Sevilla).
Ponce D ' Carmen — Quito.
Tmiello (le Guerra D ‘ Soledad.
Valero Luisa— Valcerde del Camino ( Huelva).
Osio D. Manuel — México.
Sütomayor D. Celso — Id.
Cu apnlttdti de la iaiaritad Bclesiástiei • Gtrente JOSÉ GAISIHO
rute, m •
Saleateoik