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Título
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BS_1923_04
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Descripción
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Boletín Salesiano. Abril 1923
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Fecha
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1923.04
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extracted text
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® o o iE > r > A .r >
A .
i:v a r E íK íi\ :> ^ o io
A v e n id a R e g in a M a r g a r id a , 174 — T U R ÍN (Italia)
L U IS P IS C E T T A y A N D R E S GENNARO
SACERDOTES SALESIANOS
THEOLOGIAE M O R flüS
ELEMENTA
AD CODICEM JURIS CANONICI EXACTA
V O L U M E N P R IM U M : De
Theologiae Moralis
Fundamentis
i) D e actibus bumanis. — 2) D e eonseientia. — 3) D e leg ibu s. — 4) De peccatis.
4 0 5 páginas. Precio: Í5 ¡iras: Franco de porte: 18 ¡iras.
VOLUMEN SECUNDUM : De obligatíonibus erga Deum et nos ipsos
i) D e oiriatibus theologicis. — 2) D e oirtate religiom s,
3) D e prudentia, fortiiudine et temperantia.
63 6 páginas. Precio: 20 ¡iras: Franco de porte: 24 ¡iras.
La Obra se halla dividida en siete volúmenes,
de los cuales se ha publicado solamente el primero.
Abarca dicho volumen los tratados fmidamentales de la teología moral, a saber: De actibus hutnanis. De Conscientia, De Legibus, De peccatis.
Precede a cada tratado un esquema o cuadro
breve de todo él. Hállase dividida la materia en
cuestiones, capítulos, artículos, títulos y subtítulos,
de manera tan clara, que halla el lector en la
misma división im medio eficacísimo para facilitar
la inteligencia del texto.
Tocante a la substancia del mismo, bastará
solamente recordar la competencia del Doctor
Luis Piscetta, cultivador insigne de las ciencias
morales y del dereho canónico, decano de la Fa
cultad teológica de Turín, y, por espacio de cua
renta años, profesor de Teología moral en el Se
minario Mayor de la Arquidiócesis de Turín.
Su colaborador Don Andrés Gemiaro, Doctor
en teología, enseña desde hace muchos años teo
logía moral en el Colegio internacional de estudios
teológicos de la Pía Sociedad Salesiana.
No contentos los autores con una simple expo
sición de teorías y opiniones han querido tratar
la materia, con profusión de discusiones, y pro
fundidad de argumentos, teidendo para ello en
cuenta los resultados científicos más modernos.
De ese modo ofrecen a los estudiosos la maivera
de conocer a fondo una materia importantísima
para ejercer con acierto el ministerio sacerdotal.
Hállase el texto precedido de una lista muy
extensa de proposiciones condenadas, cada mía
de las cuales lleva al margen la cita correspon
diente al munero en que se hallan inscritas en el
EíwAiridtan Symbolorum etc. de Denziger. A dicho
elenco sigue un indice de escritores de ciencias
morales y disciplinas afines. Son al pie de seiscientos
los autores, y pasan de mil las obras citadas. Es
mía de las bibliografías más completas, fruto del
examen directo de muchas obras, y de la clásica
de Hurter, titulada Nomenclátor liiterarius recen'
iionis theologiae Catholicae, y comprobada con
excelentes resúmenes de Gandé, Genicot y Lehmlral.
Por último, cierran el texto dos copiosísimos
índices. El primero es un - Summario de más de
cuarenta páginas, que, conserv’ando la divisi&i
en capítulos y artículos de los diversos tratados,
compendia toda la sustancia de los mismos. Es
una novedad que satisface al lector, que halla en
dicho sumario un medio prático y sencillo para
refrescar con poco trabajo la materia una ver
aprendida.
El segundo es el acostumbrado índice alfabé
tico, que facilita muchísimo el encontrar las ma
terias que el lector quisiera tener presentes en el
momento en que las necesite.
La buena acogida que ha merecido el primer
volum ^ por cuantos se intere.san por la moral
católica y desean ver establecido su imperio en
las conciencias, ha movido a la Sociedad Editora
a dar a luz el segundo volumen, que en nada desme
rece del primero. Los placences recibidos de cuanta
lo conocen, abonan la satisfacción de los que si
guen el desarrollo de la obra.
Los volúmenes restantes saldrán con breves
intervalos, distribuidos en la siguiente forma:
VOI.. III. — DE OBLIGATIONIBUS ERGA PROXIMUM: (i® De iustiiia et jure; 2® De iniuriis á
restitutione; 3® De contvaciibus).
\’OL. IV. — DE OBLIGATIONIBUS PECULIA*
RIBUS ET DE POENIS ECCLESIASTlCIS.
Voi. V. — DE SACRAMENTIS IN GENERE ET
DE QUINQUE PRIMIS SAGRAMENXI IN SPECIE (I®
Sacramentis in genere; 2®De Baptismo; 3®De Confirmaiione; 4® De Eucharistia; 5® De Poenite&li*'
6® De Extrema Untiorie).
VOL. V i. — DE ORDINE ET DE MATRIMCWOVOI. VH. — DE SEXTO ET NONO PRAECKPTO
DECALOGI: DE USU MATRIMOND ET DE RATICC^S
SERVANDA IN SACRAMENTORUM ADMINISTRATIÍ»*
Año xxxvni - N,
4.
Abril 1923.
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BOLETIN SALESIANO
REVISTA DE LAS OBRAS DE DON BOSCO
R e d a c c ió n Y A d m in is t r a c ió n :
V ia C o tto ien go , N. 3 2 - T U R IN (Italia)
CARTA ENCICLICA DE SU SANTIDAD PIO XI
sobre el 111 Centenario de la muerte de 5. Francisco de Sales.
Venerables hermanos:
SaUid y apostólica bendición.
Examinando en nuestra reciente Encíclica
el desorden en que anda sumergido ho}’^el mundo
para aplicar el remedio oportuno a tanto mal,
destacamos la raíz en el a te a misma de los
hombres y la única esperanz0de sanar en el re
curso a la obra del Divino iJádico Nuestro Señor
Jesucristo, por medio d e ^ B S a n ta Iglesia. Se
trata de imponer un límite al désenfreno de
las codicias, primer origen de las guerras y de
las contiendas, que igual rompe los vínculos
sociales que las relaciones internacionales; de
apartar de los bienes transitorios de aquí abajo
las miras de los individuos, para enderezarlas
a los bienes imperecederos tenidos en poco por
la mayor parte de los hombres. Si todos se pro
pusieran atenerse fielmente a su deber, pronto
se verificaría el mejoramiento de la sociedad.
Tal es el punto a que tiende la Iglesia con su
Magisterio y su Ministerio; es decir, a instruir
a los hombres con la predicación de la verdad,
dimamente revelada, y a santificarlos con la
preciosa infusión de la gracia divina, prepa
rando de tal manera el camino para volver a
h primitiva prosperidad a esta sociedad civil
íonnada un día por aquella gracia, según el
«spíritu cristiano, siempre que la ve alejarse
del recto camino.
A tal obra de santificación común atiende la
Iglesia con la mayor eficacia, proponiendo por
concesión benigna del Señor, a la imitación de
los fieles, ya uno u otro de sus hijos más queridos,
que salieion victoriosos en la enseñanza del
ejercicio de todas las virtudes. Y esto lo hace
*gfin s’.i índole propia, pues fué constituida
Po* Jesucristo su fundador, santa en sí misma
y fuente de santidad; al par que cuantos se
entregan a la guía de su magisterio deben, por
voluntad de Dios, tender vigorosamente a la
santidad de la vida. E sta es la voluntad de Dios,
dice San Pablo, vuestra santificación; y cuál
deba ser esta santificación lo declaró el mismo
Señor diciendo: « Sed perfectos como vuestro
Padre celestial es perfecto i>. Ni se' crea que la
invitación está dirigida solamente a algimas
pocas a te a s privilegiadas y que los demás pue
dan contentarse'con un grado inferior de virtud.
Al contrario, como se deduce de las palabras,
la ley es universal y no admite excepción; ade
más aquella multitud •de a te a s de .toda clase
y edad que, como atestigua la Historia, llegan
a la cumbre de la perfección cristiana sintieron
las mismas flaquezas de nuestra naturaleza y
debieron vencer los mismos peligros. Tanto
es así, como dice muy bien San Agustín, que
Dios no manda lo imposible, mas cuando manda
aconseja hacer lo que se puede y pedir lo que
no se puede.
Todos pueden santificarse.
Ahora bien, venerables hermanos, la solemne
conmemoración celebrada el año pasado del
tercer centenario de la canonización de los cinco
.grandes santos: Ignacio de Loyola, Francisco
Javier, Felipe Neri, Teresa de Jesús e Isidro
labrador, favoreció no poco a hacer ferviente
en los fieles el amor a la vida cristiana, y ahora
se celebra felizmente el tercer centenario de la
muerte de otro gran Santo, que resplandeció
no sólo con la excelencia de las virtudes por él
mismo ejercitadas, sino también por la pericia
en guiar las almas a la escuela de la santidad.
Nos referimos a San Francisco de Sales, Obispo
de Ginebra y doctor de la "iglesia, que como
aquellas lumbreras de perfección y sabiduría
—
100
cristiana, antes mencionadas, pareció como en
viado de Dios para oponerse a la herejía de la
Reforma, origen de aquella apostasía de la so
ciedad para con la Iglesia, cuyos dolorosos y
funestos efectos todo el mundo deplora. Además
de esto, parece que San Francisco haya sido
dado por Dios a la Iglesia con una intención
particular: para desmentir el prejuicio, que
desde entonces había arraigado en muchos y
hoy todavía no extirpado, de que la verdadera
santidad, tal como viene propuesta por la
Iglesia, o no se puede conseguir ó al menos sea
cosa difícil de alcanzar por la generalidad de
los fieles y está reservada únicamente a al
gunos espíritus magnánimos; que tenga anejes
tantos fastidios y tantas molestias que no pue
dan adaptarse a ellas sino los que viven en el
claustro. I’or esto nuestro venerado antecesor
Benedicto X V , hablando de aquellos cinco
Santos y haciendo relación a la próxima comniemoracióii de la bienaventurada muerte de
.San Francisco de Sales, manifestó el deseo de
hablar de él en una Kncíclica al mundo entero.
Y Nos, muy gustoso, accedemos a este deseo
como a una herencia querida recibida de nues
tro antecesor, movidos además por la esperanza
de que los frutos de las fiestas poco ha cele
bradas sean completos y coronados por los de
esta nueva conmemoración.
*
r
La dulzura, virtud característica
•
de S. Francisco.
Quien estudie atentamente la vida de San
Francisco de Sales hallará que desde los pri
meros años fue modelo de una santidad no aus
tera y silenciosa, sino amable y accesible a
todos, pudiéndose decir con toda verdad de él
que su conversación nada contiene de amargo,
ni el convivir con él causa tristeza, sino alegría y
gozo. Adornado de todas las virtudes, brillaba
principalmente por una dulzura de ánimo tan
propia
que podemos llamarla su virtud
característica; dulzura, sin embargo, muy dis
tinta de aquella amabilidad artificial que con
siste toda en andar buscando maneras y en el
desahogo de una afabilidad ceremoniosa y com
pletamente ajena, ya de la apatía que por nada
se conmue\'e, ya de la timidez que no se atreve
a indignarse aimque sea necesario. Tal virtud,
germinada en el corazón de San Francisco
como fruto suavísimo de la caridad, y nutrida
del espíritu de compasión >• de condescendencia,
templaba con su dulzura la gravedad de su as
pecto y hacía agradable su voz y su gesto, con
cillándose de tal manera la m;is afectuosa re
verencia de todos. Son conocidas su facilidad
en admitir v la amal^lidad en recibir a cual
—
quiera, pero especialmente a los pecadores v
apóstatas que afluían a su casa para amistarse
con Dios y enmendar su vida; sus predileccio
nes por los pobres, por los encarcelados, qce
procuraba consolar con mil industrias de la
caridad en sus frecuentes visitas; la gran in
dulgencia con que solía tratar a sus domésticos,
tolerando con heróica longanimidad su pesadez
y'descuidos. Esta dulzura de ánimo no decreció
con el variar de tiempos, personas o circunstan
cias, y a prósperas, ya adversas, ni jamás les
herejes por mucho que le molestaran lograron
que se les manifestara menos afable o accesible.
Elevando un año de sacerdote nada más. sin
atender a la oposición del padre, se ofreció es
pontáneamente a procurar la reconciliación del
Chablais con la Iglesia, siendo escuchado por
el Obispo Graneri^^de Ginebra. Fué grande el
celo que demostró no rehusando ninguna fa
tiga ni huyendo ningún peligro, ni siquiera el
de la muerte; m K s^ fia de obtener la conversión
de tantos miles de personas, más que su mucha
doctrina y sii vigorosa elocuencia, le valió su
inalterable dulzura en el cumplimento de les
variados oficios de su sagrado ministerio. Acos
tumbrado a repetir arquKÜa sentencia memorable,6t
que los apóstoles%o combaten sino con sufri
mientos, ni triu n fM ^ jio con la mueite, es di
fícil decir e»s qu^Hk>r y constancia defendió
la causa de jesuensto en el Challáis. Énloncej
le vieron correr por hondos valles y arrastiarsé
por estiechas gargantas, a fin de llevar a aquellos
pueblos la luz de la fe y la fortaleza de la
esperanza cristiana, corriendo detrás de ellos,
llamándolos a grandes voces; no darse por ven
cido al ser rechazado bnitalmehte y amenazado
con volver a repetir la hazaña; expulsado de los
hogares, pasar la noche entre nieve a cielo abierto;
celebrar la misa cuando nadie quería intervenir:
continuar la predicación aunque los creyentes
se marchasen uno a uno, casi todos, sin perder
nunc^ la serenidad de ánimo y su amable ca
ridad hacia los ingratos, y vencer finalmente
con esto la resistencia de los adversarios más ,
obstinados. Se engañaría q.iien creyera que
Sftu Fran<ii«<i-ia no fueVa i p r i v i l e g i o de
una naturaleza prevenida por la gracia de Dics
con las bendiciones de la dulzura, como se lee
de otras almas afortunadas. Astes-bien, Fran
cisco fué, por su mitmta complexión, de carácter
\-i\o y pronto a airarsej pero, habiéndose pro
puesto como modelo de iniitación a Jesús, que
había dicho: «Aprended delMí, que soy manso
y humilde de corazón», mediante la gracia con
tinua y la violencia que se hizo a sí mismo,
supo reprimir y refrenar los movimientos del
alma, de tal manera, que llegó a ser un vivo
retrato del Dios de^paz y ^ d u lz u ra . Esto riene
atestiguado por los médicos que, como se lee,
aJ embalsamar t i cadáver, hallaron su hiel
como petrificada y reducida a pequeñísimos
pedazos, de cuyo prodigio juzgaron cuántos
esfuerzos violentos le habría debido costar
retener durante cincuenta años su naturaleza
iracunda. Tanta dulzura fué, pues, en San Fran
cisco, fruto de una gran fuerza de ánimo, nu
trida continuamente por el \dgor de la fe y el
fuego de la di\-ina caridad, así que se le puede
aplicar lo que dice la Sagrada Escritura: « Del
fuerte salió la dulzura ». K o hay que maravi
llarse de que la dulzura pastoral de que estaba
adornado, y que, según San Juan Crisóstomo,
nada hay más violento que ella, gozase al atraer
los corazones de aquella eficacia que Jesucristo
prometió a los mansos: « Biena^^enturados los
mansos, porque ellos poseerán la tierra ». Cuál
fuera la fortaleza de ánimo en este ejemplo de
mansedumbre, se destaca claramente cuando
le vemos oponiéndose a los poderosos para de
fender los intereses de la gloria, de la dignidad
de la Iglesia y de la salvación de las almas, ©e
suerte- que, Cuando defendió la inmunidad de
la jurisdicción eclesiástica contra el prelado
de Chamber)', de quien^ babiáKdo recibido una
carta en
que se le amenazaba con quitarle
una parte de sus rentas, no sólo respondió con
forme a su propia dignidad al en\dado, sino que
Hff 'de.ristié"dc pfcdiíT reparación a la injuria que
se le había inferido, hasta que tuvo completa
satisfacción del Senado. Con igual firm eza^e
ánimo sostuvo la indignación del So b ^ p o,
ante quien había sido acusado por sus hermanos
injustamente; no menos vigorosamente resistió
a las in|erencias de los primates cuando se tra
taba de conferir beneficios eclesiásticos; de
igual manera, habiendo sido imitil toda otra
tentativa, condenó ^ Jgs rebeldes que ^ habían
negado a pagar las oeeímas al capí¿«ó de Gi
nebra. ¥ olí íiempre.^ acostumbró a echar en
tija con et'angélica libertad los vicios públicos
y df senmascará’ la hipocresía, simuladora de
virtud y de piedad; y aunque muy respetuoso
ton los ^ beranos, nunca se doblegó a lisonjear
ia.' pasiones y a condescender sus pretensiones
ófsmedidas.
^
X
¿as enseñanzas
de S. Francisco de Sales.
Y ahora, venerables hermanos, pasemos a
exammar el modo como San Francisco de Sales,
modelo tan amable de santidad por sí mismo,
iu-' a los demás en sus escritos el camino
seg’ j o : fácil para su perfección cristiana, íminutador en esto de Jesucristo, que comenzó
^ tral .-i.iar y a enseñar. Muchas son las obras
9'oe pr.blicó con esta intención.
De estas, dos son las más conocidas: la «Fi
letea » y el « Tratado del amor de Dios ». En el
primero, después de haber puesto en claro cuán
to se aparta de la piedad genuina la dureza
que aterra y descorazona en el ejercicio de la
\4 rtud, bien que él nó despoje a ésta de la se
veridad conveniente a la morigerancia cris
tiana, va de propósito a demostrar como la
santidad se concilia perfectamente con toda
suerte de oficios y de condiciones de la vida
civil, y cómo todos en el mundo pueden comjíortarse de modo conducente a la salvación de
su alma, con tal que se mantengan inmunes
del esi)íritu mundano.
Por tanto, aprendamos de él a hacer lo que
todos comunmenté hacen, con excepción, ,se
entiende, de la culpa; pero aprendamos a ha
cerlo .santamente y con intención de agradar
a Dios, que no todos acostumbran. Además nos
enseña a obser\'ar las conveniencias, llamadas
por él ligero adorno de la virtud; no a destruir
la naturaleza, sino a vencerla, a elevarnos poco
a poco, con im esfuerzo fácil, al cielo, a ma
nera de palomas si no se nos concede el vuelo
del águila; es decir, a conseguir la santidad de
la \dda por un camino común cuando no somos
llamados a una perfección extraordinaria, siem
pre con estilo digno y ligero, pero vario por la
ingeniosa agudeza de pensamiento y gracia
del dictado. Por ello, más agradable que cual
quier lectura resultan sus enseñanzas. Después
de haber expuesto cómo debemos estar lejos
de la culpa, combatir las malas inclinaciones
y evitar las cosas inútiles y nocivas, pasa a de
clarar cuáles son los ejercicios que nutren el
espíritu y cuál el modo de tener el alma unida
con Dios, después de lo cual inculca la elección
de una virtud particular para cultivarla de
propósito y constantemente, hasta haberla
adquirido. Trata después de cada una de las
virtudes, de la decencia, de 1c5 discursos ho
nestos y deshonestos, de las diversiones lícitas
y peligrosas, de la fidelidad a I)ios, de los de
beres de los esposos, de las viudas y de las vír
genes. Finalmente nos enseña a conocer y a
vencer los peligros, las tentaciones y atractivos
de los placeres, y a renovar todos los años y en
cender el fervor del espíritu con santos propó
sitos.
Quiera Dios que este libro, el más perfecto
en su género a juicio de sus contemporáneos,
pase a manos de todos, y todos lo lean; entonces
la piedad cristiana volverá a florecer en todas
partes y la Iglesia de Dios se alegraría de ver
extenderse la santidad entre sus hijos.
De mayor importancia y relieve es el « Tra
tado del amor de Dios », en el cual el Santo
doctor traza casi la historia del amor de Dios,
.,
>
;
exponiendo su origen y progresos, como tam
bién las causas por que comienza a enfriarse
y languidecer, enseñando después el modo de
ejercitarse y prosperar en él. Cuando se pre
senta ocasión explica con claridad la cuestiones
más difíciles, como las referentes a la gracia
eficaz, a la predestinación, a la vocación, a la
fe y no áridamente, sino conforme a su ingenio
fecundo y pronto, adornando el discurso con
lauta placidez y al mismo tiempo suavidad de
unción e ilustrándola con tanta variedad de
semejanzas, ejemplos y citas, tomadas en ge
neral de la Sagrada Ifecritura, que parece que
al escribir él, brota tanto de su mente como
de su corazón y de sus más íntimas fibras.
Los mismos principios de la vida espiritual
contenidos en estos dos volúmenes los desarro
lló, para provecho de las almas, en el cotidiano
cuidado y dirección espiritual y en sus admi
rables cartas. Los mismos principios los aplicó
en el gobierno de las Religiosas de la Visitación,
instituto por él fundado, que conserva aún
fielmente su espíritu. En efecto, todo, por de
cirlo así, respira moderación y suavidad en
esta familia religiosa, cuyo objeto es recoger
las doncellas, las viudas y las madres débiles, en
fermas o antes de la edad en la cuales las fuerzas
del cuerpo no son iguales al fervor del espíritu.
Por eso no hay aquí costumbre de largas v i
gilias o salmodias, ni duras penitencias y mor
tificaciones, sino solamente observancia de re
glas tan blandas y hacederas que todas las re
ligiosas, aun las de poca salud, puedan fácil
mente cumplirlas.
Pero esta facilidad y suavidad de la obser
vancia debe estar animada de tanto fuego de
amor de Dios, que las religiosas, las cuales se
vanaglorian de ser hijas de San Francisco de
.Sales, se distingan por la perfecta abnegación
de sí mismas y por la más humilde obediencia,
poniendo todo empeño, no en las virtudes apa
rentes, sino en las sólidas y en morir a sí mismas
para vivir en Dios. ¿Y quién no reconoce en
esto aquella singular mezcla de fortaleza y sua
vidad que se admira en el siuito fundador?
Efícaz empleo de la propaganda escrits.
Aún no mentando otros muchos escritos de
San Francisco, de los cuales también su celestial
doctrina, regando el campo de la Iglesia como
río de agua viva, corre útilmente para la salud
del pueblo de Dios, no podemos omitir el libro
de las « Controversias », en el cual, sin duda,
se contiene una ^plena demostración de la fe
católica. Sabido es, venerables hermanos, en
qué circunstancias emprendió Francisco la
misión del Chablais. Nos dice la historia que el
duque de Saboya concluyó una tregua con los
bemeses y ginebrinos al terminar el año 1593;
parece que nada mejor hubiera contribuido
a reconciliar con la Iglesia la población del
Chablais como enviar celosos y doctos predica
dores, para que con la persuasión los atrajesen
poco a poco a la fe, y como el que se trasladó
primero a esta región había desertado de su
campo, porque desesperaba de la enmienda de
los herejes o porque los temía, Francisco, que
como se dijo, se había ofrecido para misionero
al Obispo de Ginebra, en septiembre de 1594
se puso en camino y a pie, sin víveres ni prorisiones, sin otra compañía que un primo suyo,
y después de repetidos ayunos y oraciones a
Dios, del cual solamente esperaba el éxito feliz
de la empreza, hizo su entrada en la tierra de
los herejes. Pero como éstos no acudían a sus
sermones determinó refutar sus errores con
hojas volantes, escritas de un sermón a otro,
y diseminadas en tantas copias que, pasando
de mano en mano, acabasen por insinuarse
también entre los herejes.
Este trabajo de hojas volantes fué disminu
yendo y cesó del todo cuando los habitantes
comenzaron a frecuentar en gran número los
sermones. Las hojas, que estaban escritas de
la propia mano dél Santo Doctor, y que después
de su muerte se dispersaron, se reunieron mu
cho tiempo después en un volumen y fueron
ofrecidas a nuestro predecesor Alejandro VII,
el cual tuvo la suerta de inscribirlo, después
de los debidos procesos, primero entre los bien
aventurados y después entre los santos. Ahora
bien, en estas « Controversias )>, auntjue el Santo
doctor se sirviera con abundancia del aparato
polémico, digámoslo así, de los siglos prece
dentes, tiene, sin embargo, en la discusión una
manera suya propia. En primer lugar, establéce
que en la Iglesia de Cristo no puede ni aun pensar
una autoridad sin legítimo mandato, que les
falta totalmente a los ministros del culto heré
tico; después, mostrando su errores en torno a
la naturaleza de la Iglesia, define las notas pro
pias de la ^'crdadera Iglesia y hace ver que éstas
se encuentran en la Iglesia católica, pero no
en la reformada. Explica luego cuidadosamente
las Reglas de la fe, y demuestra que los herejes
las violan; en cambio, entre nosotros se obser
van rigurosamente, y añade, por fin, tratados
especiales de los cuales no quedan sino las cues
tiones sobre los Sacramentos y sobre el Pur
gatorio. Y son verdaderamente admirables el
copioso aparato de doctrina y los argumentes
sabiaménte expuestos, como en falange, con los
cuales combate a los ad\*ersarios y desenmas
cara sus mentiras y falacias, sirviéndose tam
bién con mucha’gracia de una encubierta ironía-
— 103 —
Cómo se ha de conmemorar el centenario.
y si alguna vez sus palabras parecen un
poco fuertes, exhalan siempre, como los mismos
adversarios confesaban, este soplo de caridad
que era la \nrtud reguladora de todas sus dis
cusiones. Hasta cuando a los hijos errantes les
echa en cara su defección de la fe católica, se
\-e claramente que no tiene otra mira que abrirse
camino para conjurarlos con más ardor, a fin
de que vuelvan a la misma fe. Y también en el
libro de las « Controversias » es fácil descubrir
la misma expansión del ánimo y el mismo espí
ritu de que rebosan las obras que compuso
para fomentar la piedad. El estilo es tan ele
gante, tan gracioso y eficaz, que los mismos
ministros de la herejía solían poner en guardia
a sus secuaces para que no se dejasen atraer
y convencer con los halagos del misionero de
Ginebra. Por lo tanto, venerables hermanos,
después de estas pruebas que hemos dado de
las empresas y de los escritos de Francisco de
Sales, no nos resta otra cosa que exhortaros a
celebrar saludablemente la centenaria memoria
de él en vuestras diócesis. Porque no quisiéramos
que tan solemne circunstancia se redujese a
una estéril conmemoración de cosas pasadas
o se limitase a pocos días; sino deseamos que
en el curso de este año, hasta el 28 de diciembre,
día en que voló de la tierra al cielo, procuréis
con el may’^or cuidado que sea posible hacer de
modo que los fieles se instruyan en las virtudes
y enseñanzas del Santo doctor.
Será, pues, vuestro cuidado ante todo hacer
conocer al Clero y al pueblo que os ha sido con
fiado. las cosas que os hemos expuesto y expli
cárselas con toda diligencia. Porque es nuestro
más vivo deseo que llaméis la atención de los
fieles acerca del deber de practicar la santidad
propia del estado de cada uno; pues es, desgra
ciadamente, grande el número de aquellos que
no piensan nunca eu la eternidad o descuidan
enteramente cuanto se refiere -a la salvación
de su alma. Los hay, en efecto, que, sumergidos
en los negocios, no se cuidan más que de acu
mular dinero, mientras su espíritu queda mise
rablemente vacío; otros, entregados enteramente
a la satisfacción de las propias pasiones, de tal
manera descendieron, que se han hecho tardos
y casi incapaces de gustar lo que transciende los
sentidos; otros, finalmente, se dan a la vida
política, mas de tal modo que al entregarse entaramente al gobierno de la cosa pública sólo
de sí mismos se olvidan. Por lo cual, venera
bles hermanos, según el ejemplo de San FranQsco de Sales, procurad que los fieles entiendan
bien que la santidad de la vúda no es privilegio
de unos pocos, con exclusión de los demás, sino
que todos están llamados a ella y todos tenemos
esa misma obligación; que la adquisición de
las \*irtudes, aunque no se hace sin fatiga, la
cual encuentra, sin embargo, una merecida
compensación en los consuelos del alma y con
la confortación de todo género que la acompaña,
se hace posible, no obstante, a todos con el
auxilio de la divina gracia, que a nadie se niega.
Y de manera especial proponed a la imitación
de los fieles la mansedumbre de Francisco, ya
que esta virtud que tan bien recuerda y expresa
la benignidad de Jesucristo y tiene tunta fuerza
para reconciliar los ánimos, ¿no ha de conducir
fácilmente, una vez que se difunda entre los
hombres, a componer las diferencias públicas
y privadas? ¿Y no debemos prometernos, tal
vez, de la práctica de esa virtu, que con razón
puede llamarse ornamento externo de la divina
caridad, jierfecta paz y concordia en la familia
y eu la sociedad misma? ¿Y no se añadirá al
Apostolado, como se suele llamar, tanto de los
sacerdotes como de los seglares, una fuerza po
derosa cuando se ejecute con cristiana dulzura?
Ved, pues, cuanto importa que el pueblo cris
tiano ponga mientes en los ejemplos santísimos
de Francisco, con ellos se edifique y tome sus
enseñanzas como regla de vida. A este efecto,
apenas puede imaginarse de cuánta ayuda deben
servir los libros y opúsculos ya recordados, si
se difunden con la abundancia que sea posible
entre el pueblo; porque estos escritos, fáciles
como son de entenderse y de agradable lectura,
excitarán en los áuimos de los fieles el amor de
la verdadera y sólida piedad, amor que los sa
cerdotes lograrán cultivar con grandes éxitos
y sabrán convertir en carne y sangre la doctrina
de Francisco e imitar su suavísima elocuencia.
A este propósito, venerables hermanos, se cuenta
que nuestro predecesor Clemente V III había
anunciado ya en su tiempo cuán admirable
auxilio prestarían al pueblo cristiano las
labras y escritos de Francisco. Habiendo exa
minado, en efecto, el Pontífice, rodeado de
Cardenales y otros doctísimos personajes, la
pericia de Francisco en las ciencias sagradas,
cuando éste fué elegido a la dignidad episcopal,
se quedó tan admirado, que, abrazándolo con
gran afecto, le dijo estas palabras: « Vé, hijo
mío, y bebe el agua de tu cisterna y de la su
perabundancia de tu pozo; extiéndanse fuera
tus manantiales y distribuye por las plazas
tus aguas ». Y en verdad, era tal la manera que
Francisco tenía en sus sermones, que toda su
predicación para la demostración del espíritu
interior y la virtud, parecía ser como la que se
deriva de la Sagrada Escritura y de los Padres,
que no solamente se alimenta con el sólido ali
mento de una sagrada doctrina teológica, sino
— 104 —
también con la dulzura de la caridad, hacién
dose más agradable y suave. Así que no es ma
ravilla si por medio de él volvieron a la Iglesia
tan gran número de herejes, y si, siguiendo
su magisterio y dirección, tantos fieles en estos
últimos tres siglos han llegado a un alto grado
de perfección.
La obligación de los escritores católicos.
Pero quisiéramos (jue de estos solemnes ani
versarios obtuviesen la ventaja principal todos
aquellos católicos que con la publicación de
periódicos o de otros escritos, ilustran, promue
ven o defienden la cristiana doctrina. A ellos
es necesario en las discusiones imitar y mantener
aquel rigor, tinido a la moderación y a la ca
ridad, que fue proprio de Francisco. El, con su
ejenq)lo, enseña claramente la conducta que
ha de seguirse; que ante todo estudien con suma
diligencia y en todo lo posible lleguen a poseer
la doctrina católica; guárdense mucho de faltar
a la verdad ni la atenúen y disimulen, so color
de evitar la ofensa de los adversarios; tengan
cuidado de la misma forma y elegancia en el
decir y se esmeren en expresar los pensamientos
con agudeza y elegancia en las palabras, de
manera que los lectores se enamoren de la verdad,
(]ue si llega el caso de combatir a los adversa
rios sepan, sí, refutar los errores y resistir a los
engaños de los perversos, pero de modo que
hagan conocer cómo están animados con la rec
titud, y, sobre todo, movidos por la caridad.
Y ])uesto que no consta que San Francisco de
Sales haya sido dado como patrono de los escritore católicos, con piiblico y solemne documento
de esta Apostólica Sede, Nos, tomando esta
fausta ocasión con ciencia cierta y liberación
madura, con nuestra apostólica autoridad
damos, confirmamos y declaramos, mediante
esta Carta-Encíclica, a San Francisco de Sales,
Obispo de Ginebra y doctor de la Iglesia, ce
leste Patrono de todos aquéllos, no obstante
cualquier cosa en contrario.
Concesión especial de gracias.
Ahora. \*enerables hermanos, a fin de que
estas solenmidades centenarias resxrlten lo más
espléndidas y fructuosas, conviene que a nues
tros fieles no falte ninguna especie de piadosos
ijnpulsos para honrar con la debida veneración
a esta gran lumbrera de la Iglesia, y purificadas
las almas, con su intercesión, de los restos de
roda culpa, y corroborados en la mesa divina,
se encatmnen fuerte y dulcemente a consegidr
en breve tiempo la santidad Procurad, pues,
que en vuestras ciudades, en toda parroquia
de vuestra diócesis, durante este ano hasta el
28 de diciembre, se celebre un triduo o una
novena de sagradas funciones con predicación
de la di-\dna palabra, y a que importa en sumo
grado que el pueblo esté bien instruido en todas
aquellas verdades que con la guía de San Fran
cisco lo levanten a más alta vida espiritual.
Y del mismo modo, procuraréis conmemorar,
de aquellas maneras que os parezcan más opor
tunas, las empresas del Santo Obispo.
Mientras tanto, para abrir en bien de las
almas el tesoro de las santas indulgencias, a
Nós confiado por Dios, concedemos a cuantos
intervengan piadosamente en las funciones
susodichas, la indulgencia de siete años y siete
cuarentenas todos los días, y en el último día
o en cualquiera otro, a elegir a placer de cada
uno, indulgencia plenaria, que se lucrará con
las acostumbradas bendiciones. No queriendo
que queden sin aiguiia particular demostración
de nuestro afecto ni el monasterio de la Visi
tación de Annecy, donde San Francisco reposa,
ante cuyas reliquias tendremos ocasión de ce
lebrar con inmenso gozo espiritual, ni el de
Treviso, donde se conserva su corazón, y la
familia de las monjas de la Visitación no se
queden sin algún signo de nuestra benignidad,
ordenamos que todos, durante las funciones
mensuales que las mismas harán en acción de
gracias durante este año, además de las que se
hagan el 28 de diciembre, visiten este año sus
iglesias, como de costumbre limpios por la pe
nitencia y alimentados con el Pan Eucarístico,
y oren por nuestra intención, consigan indul
gencia plenaria.
Vosotros, venerables hermanos, exhortad
ardorosamente a los fieles enconjendados a
vuestro cuidado para que nieguen, según nues
tra mente, al Santo doctor; que puesto que
plugo a Dios que nos encargáramos de regir
su Iglesia en tiempos dificilísimos, ojalá que
con la ayuda de San Francisco, que siempre
amó con gran fefvor y reverencia la Sede Apos
tólica y defendió maravillosamente con sus
« Controversias » sus derechos y autoridad con
felicidad, logremos que todos los que viven
lejos de la ley y de la caridad de Cristo, vol
viendo a los pastos de vida eterna, podamos
abrazarlos en nuestra comunión y beso de paz.
Entretanto, descienda sobre vosotros, como
prenda de los dones celestiales y de nuestra
paternal benevolencia, la bendición apostólica
que a vosotros, venerables hermanos, y a todo el
Clero y pueblo vuestro, os damos con todo afecto.
D ad o en Rom a, ju n to a San Pedro, el 26 de enero
d el año 1923, prim ero de nuestro Pontificado.
PIO P A P A XI.
Eminentísimo Card. Juan Cagliero.
•iLuceat lux vcstra coram hominibus
ut videcnt opera vestra bono- et gloriiicent Patrem vestrum qui in coelis est»;
Brille vuestra luz ante los hom
bres de manera que vean vuestras
buenas obras, y glorifiquen a vuestro
Padre que está en los cielos.
Con perdón del venerando e ilustre purpu
rado, cu}^a modestia rehuye toda exhibición
que realce su persona, nos proponemos dar a
conocer a nuestros lectores algunos trabajos
de los Misioneros Salesianos qué más se han
distinguido en el campo de su apostolado y
que encabezamos con los del octogenario Car
denal, por ser el jefe de la primera expedición
de salesianos que nuestro Venerable Padre
D. Bosco envió a misionar en la lejana Patagonia y Tierra del Fuego.
No nos mueve a eUo el prurito de ensalzar
las propias glorias, rindiendo homenaje al gusto
y debilidad de nuestros días, sino el deseo de
coadyuvar de algibi modo al consolador morimiento misional que se despierta y desarrolla
pujante por doquiera.
Sofocada en el siglo pasado la vida cristiana
por una oleada de sensualismo pagano, fruto
de materialismo degradante, no florecían los
sentimientos sublimes y pensamientos elevados
de otros siglos que, más creyentes, se distin
guieron por el amor a los placeres del espíritu,
la caridad ardiente y efusiva, la abnegación y
sacrificio que hacían, de los hombres, santos,
apóstoles que se sacrificaban gozosos por amor
de sus semejantes, a quienes llamaban con ca
riño sus hermanos, amor que les llevaba a des
prenderse de sus riquezas para socorrer con
largueza a los necesitados, a renunciar las co
modidades de la vida y abrazarse a la cruz, para
iluminar con ella las tinieblas que envolvían
la mayor parte del género humano.
Pero al suplantar el estéril y egoísta escepti
cismo a la generosa y fecunda vida cristiana
cu los pueblos, desaparecía casi por completo,
por falta de ambiente, la generación gloriosa
do los héroes que sonaban con empresas apostó
licas, anhelando como premio de los sudores y
lio so s trabajos misioneros la palma del marhrio que hiciera de su sangre semilla de nuevos
y fen-orosos cristianos.
Ya no fascinaba a las almas el sufrimiento
^00 hacía sonreír gozosos a Teresa de Jesús y
Francisco Javier, que amaban padeciendo, y
suspiraban por la corona de espináis que Ies hada
exclamar de continuo: « o padecer o morir *.
A la sed devoradora de heroísmos y gene
rosos entusiasmos, sucede el ajíctito de gro
seros plf'^eres que corroen y gangrenaii la so
ciedad. No Ies pidáis combates trabajcstis entre
la carne y el espíritu que fortifican y elevan ni
le habléis de las luchas que ennoblecen y nim
ban de gloria las virtudes cristianas. La vida
robusta y sobria que se desarrolla al amparo
del Decálogo y produce victorias morales les
horroriza. Su Dios es el placer, su única aspi
ración el gozar. No conciben otra existencia ni
ocupación que la muelle y plácida que brinda
la sensualidad. Las fiestas y los placeres que
encantan les sentidos son los únicos que apetece
la frivolidada de su espíritu.
Así se c íc lic a la escasez de hombres, de carácteres varoniles dispuestos a sacrificarse por una
idea, de hombres generosos que, olvidándose
de sí mismos, se prodiguen endulzando penas
y enjugando llantos.
Las catástrofes que enlutan las familias, las
desventuras que azotan a los pueblos, las mi
serias y sufrimientos del prójimo no logran
conmover los corazones que la impiedad y el
egoísmo han endurecido.
Esa sociedad incrédula no tiene entrañas;
bajo las apariencias de perfección y civilidad,
entre las brillantes gasas y oropeles oculta una
barbarie lujosa.
Pero no todos los corazones son duros e in
sensibles como rocas; en todos los tiemixjs y
países Dios ha suscitado hombres generosos,
apóstoles, santos que se han consagrado a
remediar las necesidades de sus liermanos.
Y al siglo 19, calculador, egoísta y frío cual
ninguno, tampoco le faltaron los suyos. D. Bosco
fué uno de ellos. En su tierno y amoroso cora
zón hallaron eco todos los dolores, y acuciado
por una caridad ardiente, se lúzo todo para
todos. Comienza por recoger e instruir con ca
riño a los desgraciados que el mundo arroja sin
piedad en el arroyo; funda instituciones donde
los desheredados encuentran la fortuna, y se
truecan de vagabundos en útiles y honrados
ciudadanos; en los tiernos corazones de esos
jovencitos que jamás sintieron el afecto ni vie
ron una sonrisa, D. Bosco siembra, con la miel
de su dulzura, la semilla del amor que después
fructificará en la sociedad, zanjando abismos
— io6
y extinguiendo los odios que envenenan la
vida.
Y en alas de su caridad ardiente, D . Bosco
transpone los límites de su patria, que lo pasará
a ser el mundo, se extiende como el aceite por
Kuropa, cruza la inmensidad de los mares y
llega con sus hijos a la espesura de las selvas
B l C krd eaal
para brindar con la luz de la fe, las ventajas de
la civilización a los desgraciados salvajes que
vagan errantes, arrastrando una vida de su
frimientos y miserias.
Jefe de la primera caravana, del puñado de
cruzados que, alentados por el espíritu misio
nero de D. Bosco, parten del solar querido de
Valdocco para clavar la bandera de la cruz en
los extremos del mundo, es el joven sacerdote
J uan Cagliero, hoy ilustre purpurado de la Iglesia.
Su vida en el campo misionero es un tejido
de proezas y heroísmos, está salpicada de atre
vidas y geniales osadías que lo hacen merecedor
a que la historia de los grandes conquistadores
de almas y de pueblos lo cuente entre sus hijos.
De Juan Cagliero puede decirse con verdad
que nació misionero.
Trasladémonos, remontando el río de la his
toria, al Oratorio de Turín, donde el joven Ca
gliero rompe a la sombra del
grande pedagogo D. Bosco sus
primeras lanzas.
Estaba para finar el año 1854.
E l jovencito Cagliero, grave
mente enfermo, se hallaba re
ducido a los extremos. Los
médicos de cabecera Calcagno
y Bellingeri habían insinuado a
Don Bosco la conveniencia de
administrarle los últimos sa
cramentos.
E n aquellas angustias, Don
Bosco entra en el cuarto del
moribundo para prepararlo al
gran paso, pero he aquí que
se presenta a su vista una
portentosa visión.
Ve volar alrededor de la
cama una blanca paloma que
lleva en el pico un pequeño
gajo de olivo; luego ve que ella
se acerca más y más al doliente,
lo roza levemente con sus alas
y , por fin, deja caer sobre su
helada frente el verde gajo de
olivo. Don Bosco se acerca a la
cama y contempla otra mara
villa más sorprendente aun. En
todo el rededor de Cagliero,
hasta sobre las colchas del le
cho, aparece un gran número
de figuras extrañas. Reparando
bien, Don Bosco divisa dos
caras humanas que se distin
guían entre todos aquellos otros
seres, cual si fueran sus tipos
y representantes; uno, de co
lor cobrizo, estaba todo aou*
rucado y ovillado; el otro, de estatura elevada y
de porte guerrero, i>ero con cierto semblante
de bondad; uno y otro estaban inclinados
sobre el rostro del pequeño moribundo como
quien se propone descubrir algo importante.
En aqiiel mismo instante un rayo de luz sobre
natural ilumina la mente de Don Bosco que.
conteniendo a duras penas las lágrimas, se in
clina hacia el jovencito, y después de haberle
contemplado un rato, le dice:
Dime, Cagliero, ¿prefieres ir al Paraíso o
curarte?
— Si Don Bosco lo cree conveniente, iré al
Paraíso ahora mismo.
— Don Bosco entonces, profundamente con
movido, envuelve al niño con una mirada de su
prema ternura y exclama:
— No, hijo mío, toda\na no es tiempo; no
morirás; recobrarás la salud, serás sacerdote y
im día misionero que con el breviario debajo
el brazo recorrerás el mundo en busca de almas
para salvar y bautizar. Y luego... y luego...
Don Bosco calló pensativo y por entonces
no quiso añadir otra cosa.
El siervo de Dios, por una revelación divina,
había indhddualizado en las extrañas figuras
que rodeaban a Cagliero, a los salvajes que
estaban esperando de él la luz de la fe.
Cagliero renacía entonces en su lecho de nuerte
para las misiones.
Finalmente, en 1875, Don Bosco lograba rea
lizar su sueño, y del Oratorio partía el primer
núcleo de misioneros salesianos, capitaneados
por Cagliero.
Cuando en 1875 ponía el pie sobre las tierras
que Don Bosco confiaba a su apostolado, la
Patagonia era un desierto temido, habitado por
los indios más audaces y belicosos, que obli
gaban al gobierno de la Argentina a mantener
en las fronteras un aguerrido ejército que no
siempre se halló en condición de detener las
vandálicas irrupciones de los salvajes. Entre
tanto, ellos se arrojaban sobre las poblaciones
indefensas como un oleaje furibundo, pasándolo
todo a hierro y fuego.
Aquellas tierra's lejanas, con sus cavernas,
con sus pantanos, con sus florestas impenetra
bles, estaban envueltas en las tinieblas del más
pavoroso misterio. E n la misma religión veían
aquellos salvajes un peligro y una fuerza que
habría podido destniir su funesto imperio, y
es fácil presumir los peligros y las dificultades
que cerraban el camino al generoso misionero
que, sin más armas que la cruz, se imponía la
tarea de predicar la doctrina del evangelio. Pero
el intrépido Cagliero con los suyos transformaron
aquella parte remota del mundo.
Hoy por hoy, son parroquias, capillas, co
legios, escuelas de artes y oficios, escuelas agrí
colas, externados, asilos, hospitales, asocia
ciones de varias clases y hasta edificios consa
grados a la cultura de ciencias superiores que
surgen e irradian sobre aquellos pueblos la luz
de la ci\nlización, después de haber ahuyentado
el terror de la más negra babarie.
Con excepción de muy pocas familias, erran^ todavía en las partes más internas, los
indios de la Pampa y de la Patagonia han re
cibido todos el bautismo. Entre ellos, junto
con la religión, florece el comercio y toda clase
de iniciativa civil; con gran honor de la familia
Salesiana, a cuyo glorioso hijo se debe tan feliz
transformación.
No paró aquí la obra: ella se fué desarrollando
con un progreso gigantesco que irradió sobre las
Américas. La Argentina, el Uruguay, el Brasil,
Chile, Colombia, Ecuador, Peni, Bolivia, Mé
jico, Venezuela, Tierra del Fuego, Tierra de
los Jíbaros y de los Coroados, son otros tantos
pasos de la vastísima empresa iniciada por
Cagliero.
Por eso el general Roca, presidente de la
República Argentina, solía llamar a monseñor
Cagliero: « el civilizador del sur ».
Puede decirse que, desde el ano 1915, cuando
el Papa lo llamó desde aquel campo de su tra
bajo para honrarlo con la sagrada púrpura,
el Cardenal Cagliero fué misionero y le cuadra
exactamente el epíteto de < Matusalén de la
a,cción misionera » con que él, en son de chanza,
se calificaba a sí mismo en el Congreso Misio
nero.
{Coniinuarú).
[ómo se alsanzag atañas de Mana loüliadora.
Cuando se pedían oraciones al Ven. D. Juan
Bosco para alcanzar una gracia, en tanto que
prometía las suyas y las de sus niños, aconse
jaba al interesado: i.® Que se encomendase a
María Auxiliadora, rezando por nueve dias se
guidos tres Patre Nuestros, tres Avemarias y
Glorías en honor de Jesús Sacramentado, con
la jaculatoria: eSea por siempre bendito y ala
bado el Santísimo Sacramento del Altar >, y
tres Salves en honor de María Auxiliadora, con
la jaculatoria : « María A uxihum Crisíianorum,
ora pro nobis*, o «María Auxiliadora ruega
por nosotros ». — 2.® Le recomendaba que re
cibiera con buenas disposiciones los Santos Sa
cramentos de la Confessión y Comunión; y
3®. Al darle una medalla de María Auxiliadora,
le exhortaba a hacer una limosna como medio
más seguro de obtenerlo todo de la Santísima
Virgen, aunque censuraba con frecuencia esa
especie de desconfianza de los que prometen
una ofrenda en caso de obtener lo que desean:
« No corresponde al hombre, decía, poner con
diciones a Dios ».
< Es preciso comenzar por dar con sumisión,
sin riserva, sin restricciones, con fe y confianza
absolutas. En tal caso Dios abre sus manos y
distribuye sus gracias ». DaU ot dabibur vobis.
— « Dad y se os dará. La experiencia demuestra
la extraordinaria eficacia de este medio para obte
ner las más señaladas gracias: millares de veces
he podido convencerme de ello ». — Doo Bosco.
Con estos modios se han alcanzado ya millares
de gracias y favores de la que es e l Auxilio de
los Cristianos.
— io8 —
SOLEMNE RECIBIMIENTO EN MANILA, FILIPINAS,
al Delegato Apostolice Mons. Guillermo Piani
Entusiasta sobremanera fué el recibimiento
tributado por todos los habitantes de esta ciudad
el .30 de noviembre al nuevo Delegado de
Su Santidad, Mons. Guillermo Piani, preclaro
hijo de Don Bosco, al pisar por primera
vez estas tierras fertilizadas por el catoli
cismo y donde como en un oasis en este
Extrem o Oriente el católico de cualquier nación
encuentra, después de pasar por las vecinas re
giones, donde la luz del Cristianismo aun no
brilla con todo su esplendor, seres humanos
que como él profesan la misma fe y como él obe
decen a un solo Supremo Pastor, el Padre Santo.
El entusiasmo católico por mostrar inmedia
tamente al Representante de Su Santidad, su
adhesión firme a la Santa Sede y su sumisión
y obediencia a los legítimos Pastores de la Igle
sia, no aminoró ni decayó a pesar de la continua
llovizna que desde el mediodía encharcaba
nuestras calles. Momentos antes de la hora anun
ciada para el desembarco del Sr. Delegado, el
pantalán N° 5 se veía bien repleto de un selecto
y numeroso público, sobresaliendo el Sr. Arzo
bispo Mons. O'Doherty; los Sres. Obispes
Monres. Gorordo, Verzosa, Sancho y Hacbang,
McCloskey, Clós, S. J., y Me Guinley, los Padres
Provinciales de las Ordenes Religiosas, el Ca
bildo Catedral, muchos distinguidos católicos,
funcionarios del Gobierno y los miembros de
la Directiva del Concejo N*". 1000 de los Caba
lleros de Colón y el Claustro de Profesores de
la Universidad de Sto. Tomás. El trayecto desde
el muelle hasta la catedral lo cubrían los alumnos
de las diversas Facultades de la referida insti
tución católica de enseñanza sui>erior, así como
también los colegiales de los diversos centros
docentes católicos de esta capital, y los cadetes
del Ateneo de Manila en j)erfecta y marcial
formación, que tras algunas evoluciones, se
situaron formando guardia de honor, en las
inmediacione.s de la Catedral.
A l i>oner pie en tierra Mons. Piani, un estruen
doso « V iva el Sr. Delegado se dejó oir en todo
el pantalán y sus alrededore.»?, mientras los aplau
sos de la multitud atronaban los espacios. Las
mismas demostraciones de afecto y simpatía
se sucedieron a medida que el Delegado jun
tamente con el Sr. Arzobispo en una verlina. precedidos y seguidos de una larga
fila de vehículos, se encaminaba con dirección
a la Catedral. A l pasar frente al batallón
de los del Ateneo de Manila, los apuestos ca
detes rindieron al representante de Su Santidad
los honores militares correspondientes, en tanto
que la banda de Lolomboy recreaba los ánimos
con la ejecución de una hermosa marcha.
En la Catedral.
A la puerta de la Catedral se encontraban
todos los Sres. Obispos y demás personajes
eclesiásticos y seglares que fueron a recibir al
Sr. Delegado en el pantalán. Mons. Piani. con
el aspecto tan simpático que atesora, no cesaba
de bendecir al público que le aclamaba. Al
apearse frente a la Catedral, salieron a su
encuentro los y a mencionados vSres. Obispos y
el Cabildo Catedral, mientras de nuevo se de
jaban oir otro « viva el Sr. Delegado » y reso
nantes aplausos. Dentro de la iglesia, se en
contraban las colegialas de los diversos centros
femeninos de enseñanza católica de esta ciudad,
así como también otros distinguidos señores
y altos funcionarios del Gobierno, entre ellos
el dignísimo Presidente de la Corte Suprema
Hon. Manuel Araullo.
Y a en el presbiterio del altar mayor, el Chan
tre de la Catedral, Mons. Eulogio Sánchez en
tonó el majestuoso Te Deum que fué magistral
mente cantado por el coro de la Catedral y de
los niños tiples del Colegio parroquial de In
tramuros. Después del Te Deum, el mismo Mon
señor Sánchez ocupó el pulpito desde el cual
dió lectura a las bulas o credenciales del nuevo
Delegado. Terminada la lectura, el Sr. Delegado
se dirigió a su vez al público, notándose entonces
entre los asistentes al acto, una gran animación
por ver al representante en Filipinas de S. S.
el Papa Pío X I. Desgraciadamente el templo
se encontraba entonces a oscuras, no habiendo
más luz que la que irradiaba de los candelabros
del altar. El sagrado recinto nos parecía enton
ces un trozo de las catacumbas, aunque no tan
reducido ni tan bajo como éstas. E l Sr. Dele
gado de estatura más bien baja, pero de aspedo
apostólico, subyugaba a todos, cuya atención
logró atraer y concentrar en tal forma, que en
el amplio recinto imperaba un silencio profunco.
A la luz de una palmatoria, sostenida por i o
joven sacerdote, Mons. Piani procedió a la
— 109 —
lectura de su mensaje y &u saludo al pueblo ca
tólico de este Archipiélago. Su voz suave, casi
melosa, daba a sus palabras nia5’’o r elocuencia,
y a medida que transcurrían los instantes, po
demos asegurar que el Sr. Delegado se hacía
más simpático, por lo que augúranos de su
misión en esta región del Oriente muchos y
muy saludables frutos.
Alocución del Delegado Apostólico
al Pueblo Filipino.
Gratias agaiuus Domino Deo uostro, dignum et
justmu est.
Rindamos acción de gracias a Dios, Señor nues
tro. Es digno y muy justo que asi lo hagamos.
¡limo, y Rdmo. Señor Arzobispo:
Illmos. Sres. Obispos:
Muy Ilustre Cabildo y Venerable aero:
Piadosas asociaciones y fieles müy amados
en Cristo:
Si es muy digno y justo agradecer « en todo tiem
po y lugar ». < semper et ubique », los beneficios que,
con inefable largueza nos otorga, lo es en particular
manera en esta ocasión solemne en que el Vicario
de Cristo en la tierra, el Supremo Pastor y Maestro,
el Pontífice A ugusto, el gran Padre de la Iglesia Uni
versal envía bendiciones especiales a los Hijos muy
amados de estas venturosas islas. Como acabáis de
oirlo en la lectura que, ha poco, sedió del Documento
Pontificio, el Papa ha lanzado su mirada a través de
los mares y ha contemplado con sin igual cariño esta
nobilisima y católica nación.
y no deja de ser una feliz coincidencia la de que
llegase a estas tierras Su enviado, precisamente en
nsperas del día en que la Sociedad, presidida por sus
autoridades, reconoce con acto público y solemne el
¡tipremo dominio del Señor de cielos y tierra, y rinde
pleito homenaje y acción de gracias a E l que de la
Sociedad humana es el Principe y F in último. Rey
soberatuo y absoluto Dueño.
y ha querido Dios colmar la medida de sus boniodes, cttrgando a los afortunados fieles de esta
dusti f. Arquidiócesis, la grapia de poder rodear a
dignísimo Pastor y Maestro en la faustísima cele
bración de su Jubileo Sacerdotal. -¡Cuán bueno es
el Señor para los que lo atnan y sirven fielmente!
He siento feliz en poder unir mi débil voz a los himnos
pililosos de todos vosotros que formáis del Pastor
^ njó.? hermosa coPtma...
A i'osoiros me ha enviado el Padre Santo. ¡Oh!
foloccéio en la roca del Vaticano, noolvida, no, estas
Perlas del Oriente, y levantando su blanca mano,
^ bendice.
Os aseguro que el Papa mira con predilección las
Islas Filipinas, y se interesa sobremanera del bien
espiritual de tantos hijos que ama con aquel purísimo
amor que comunica a su Vicario en la tierra el Dul
císimo Corazón de Jesús. A si debía ser, pues la
nación filipina profundamente religiosa y genuinamente católica; está providencialmente colocada en
este extremo Oriente, constituyendo un baluarte fir
mísimo de la Iglesia de Cristo en medio de nacioues
qiis están sepultadas, en gran parte, en las sombras
de muerte.
Aquí brilla el esplendor de la fe; la verdadera
religión. En mi largo viaje he tocado naciones, en
que el corazón experimenta la impresión dcl frío:
fl cierzo de la infidelidad agosta allí las almas!...
¡Oh filipinos!, conservad sin mancha la pureza
de vuestra je; y que de vosotros pueda repetirse lo
que el Apóstol escribía a los Romanos: « Fides
vestra nota esi ómnibus hominibus ».
Permaneced siempre unidos a vuestros legítimos
Pastores, y por medio de aquellos que son ♦ Episcopi
animarum vestrarum %, estad unidos al Sttmo Pontí
fice, el que es, según el Poeta, el dulce Cristo en la
tierra.
Entretanto, recibid las manifestaciofies del amor
que os profesad Sitmo Poniiftee P ío X I . E l envia su
apostólica bendición a los que son los pastores de
esta porción tan importante del rebaño de Cristo.
Y con los Pastores bendice con toda Ja efusión
de su alma al dignísimo Clero Secular y Regxdar,
y a todos los Fides de estas diócesis.' N i olvida si
quiera d gran Padre a aquellos hijos pródigos, que
se alejaron de la casa paterna y sólo desea que vuelvan
al redil de Cristo, para que tengan vida y vida abun
dante.
Que de todos los filipinos sea una la fe ardiente
y viva, para que en breve sea uno soló el rebaño y
uno solo el pastor t.
Después de estas ternísimas palabras, con uo
menos ternura y con una unción pateniahnenle
evangélica, solemnemente y en medio de una-com
postura extraordiarianiente religiosa de los cir
cunstantes. el nuevo Delegado de Su Santidad dió
la bendición papal a todo el pueblo filipino, repre
sentado por aquel contingente representativo de
todo el Archipiélago, incluidos Joló y Batanes,
bendición que, a juzgar por la devoción exterio
rizada allí, ha sido de un consuelo general,
(De la Defensa de Manila).
Tener a Dios en la boca con bellas palabras,
y en el corazón con buenos afectos, no basta; es
necessario tenerlo como Simeón en los brazos
por medio de las hítenos obras.
S. Fraocísco de Sales.
-6
ASSAM (India)
Camino de la (Dlsión Salesiana
{Relación del Salesiano Padre José Gil Vázquez)
Preparativos y despedidas.
líl día 17 de Diciembre, después de vencer las
dificultades surgidas por parte de los consulados,
para la concesión y reconocimiento de pasaportes,
regresó de Roma el Sxiperior de la nueva Misión,
Don Luis Malhiíis, anunciándonos que hallándose
todo perfectamente en regla, el 23 embarcaríamos
en Marsella.
Impri uióse, cu consecuencia, mayor actividad
a los preparativos del viaje (lue se dieron por ter
minados al día siguiente por la mañana.
Kl 18 por la tarde nos fuimos a Valsalice, para
despeiliriios de los ^'ene^andos restos de Don Bosco,
Don Rúa y Don Albera. Oramos ante los túmulos
de estos nuestros grandes y ainadísimos padres,
rogándoles se dignasen bendecir los trabajos'que
para gloria de Dios y dilatación de su reino íbamos
a comenzar.
Kl día 19, después de celebrar en el Santuario
de Muría Auxiliadora, salimos en automóvil para
Becchi, con objeto de visitar la hmnildísima casa
de Don Bosco, que a los que por primera vez la
contemplamos, nos causó una impresión de sor
presa y maravilla, mezclada con gozo intensísimo
al considerar cómo de principios tan humildes,
nuestro Venerable Padre había sido elegido por
Dios para realizar las obras estupendas cpio llenan la
tierra con la fama de su nombre y con el eco de
sus bendiciones.
Espontáneamente acudieron a nuestro pensiimicuto y a nuestras labias las proféticas palabras:
F ilii tni de hmge venieiti: « IHis hijos, desde los
puntos más lejamw acudirán a tí *, y bendiciendo
al Señor v a María Auxiliadora, por las maravillas
que se ha lUgnado obrar por medio de su fiel siervo,
entramos en la bellísima capilla, recientemente
erigida junto a la humilde casita donde se rezaron
his oraciones de la mañiuia, y se liizo la malitación;
luego impresionantos algxmas placas fotográ
ficas. y después de dar un último ailiós a aquellos
sitios llenos de poesía y de recuerdos para todo
corazón salesiano, tomanu^s al auto pívra regres;ir
a Turín untes de metlio día.
Eti la comida quisieron obsequiamos los Supe
riores sentándonos a su mesa, juntamente con
algunas otras henuanos que aqud mismo día de
bían partir para el i’erú.
El 20 muy de mañana, oímos la misa que nuestro
amadísimo D. Pedro Ricaldone nos dijo en la
capilla de Don Bosco, escuchando después un sa
ludo de despedida que, como suyo, no pudo menos
de ser hermosísimo, y conmovedor sobremanera.
Inmediatamente nos dirigimos a la estación
para tomar el tren de Francia, que debía salir a
las 8 y veinte minutos. A pesar de la crudeza de
la mañana, el Sr. D. Pedro Ricaldone llevó su
amabilidad hasta acompañarnos a la estación,
no dejándonos hasta que el tren hubo arrancado
y después de habernos abrazado uno por uno.
teniendo para todos palabras dé cariño y de aliento.
Con verdadero sentimiento nos despedimos de
Turín y del Oratorio, donde habíamos pasado
casi tres meses rodeados de afectos y atenciones
fraternales, viviendo el ambiente de piedad que
se respira bajo el manto de María Auxiliadora,
en aquella casa solariega de la Congregación Sa
lesiana.
A las 6 de la tarde llegamos al Patronato de
San Pedro de Niza, siendo amabilísimamente re
cibidos y agasajados por su Director, el Reverendo
P. Carlier y demás hermanos y niños, que nos col
maron de atenciones.
Obsequiáronnos con una gira en tranvía por
la Costa Azul hasta Mónaco, para que admirá
semos la belleza y esplendidez del panorama y
las maravillas que la naturaleza y el arte a porfía
han acumulado en este privilegiado rincón de Fran
cia, comisa del Mediterráneo.
El 22, después de despedimos de nuestros ama
bles huéspedes, dándoles las gracias más afectuosas
por sus atenciones, tomamos el tren para Mar
sella, a donde llegamos a las 12 de la mañana ha
llando en la estación a nuestro antiguo Inspector
de Andahicía, y actual Director de aquella Casa,
el Rvdo. Sr. D. Antonio Candela.
Nos saludó con el afecto más cordial, ponién
dose a nuestra disposición para todo. No olvida
remos nmica la lüdalga hospitalidad que nos dis
pensaron en Marsella durante los días 22 y 25Visitamos el magnífico Santuario de Ntra. Señora
de la Guardia, donde dijimos la santa Misa, y en
la tarde del 25, nos embarcamos en el * Kaiser
I Hiud ».
En el mar.
Nuestro magnífico buque desplaza unas ii.ooo
toneladas, midiendo más de 150 metros de eslora.
Ofrece todas las comodidades que se pueden desearSólo lleva viajeros de primera y segimda dase,
unos 500 entre todos.
Recorre por término medio unos 30 kilómei opor hora; sólo así se explica que podamos lleg¡r
a Bombav en catorce días.
—
Apenas nos hubimos instalado se acercó a nos
otros un Padre Carmelita, saludándonos en francés.
Por él supimos que entre los pasajeros había
im respetable numero de católicos, que estaban
haciendo gestiones con el Capitán para poder ce
lebrar la Misa de Noche-Buena.
La partida del buque estaba señalada para la
media noche del 23, pero el retraso del correo de
Londres, le impidió hacerlo hasta las seis de la
mañana del 24. Bajo los auspicios de María Auxi
liadora y mientras celebrábamos en nuestros ca
marotes el augusto Sacrificio de la Misa, comenzó
el buque a soltar sus amarras, y deslizándose rá
pidamente dejó el puerto de Marsella, que no tar
damos en perder de vista.
Llegamos por la tarde al Canal de Bonifacio,
entre Córcega y Cerdeña y en A’ista del magnífico
estado del mar. habiéndose conseguido auiorizadón del Capitán, comenzamos a preparar una
improvisada Capilla en el comedor de segmida
dase, para celebrar la Misa del Gallo. El gran co
medor, adornado con banderas inglesas, macetas
y flores, y profusamente iluminado, presentaba
un espléndido aspecto.
Ofició la Misa el Padre Carmelita, y nuestro
Superior acompañó al -piano la Misa de Angelis,
cantada por nosotros. Asistieron como unas
ochenta personas entre pasajeros y tripulantes,
ediflcándonos el fervor con que oían la Santa Misa.
.■ Uofertorio, varias señoritas ejecutaron im bo
nito motete y a la Comimión después de un sen
tido fervorín. dicho por el celebrante, muchas per
sonas se acercaron a recibir en su corazón al Sal
vador del mxmdo, no siendo pocas las que se que
daron a oir las tres misas. Fué una fiesta que en
medio de su sencillez, por la novedad que ofrecía,
nos causó, como no podía por menos, la más agra
dable impresión, resarciéndonos del sentimiento
de no poder celebrar en compañía de nuestros
hermanos y niños con la solemnidad a que está
bamos acostumbrados.
El día 25 pudimos todos celebrar la Santa Misa.
Por la tarde estábamos a la vista de las islas de
Lípari, contemplando el soberbio espectáculo que
ofrece su formación volcánica y el Strómboli co
ronado de densa humareda. Pasamos ya de noche
d estrecho de Mesina, no pudiendo ver de esta
dudad y de la de Regio, sino su fantástica ilu
minación.
El 26, el mar se hallaba bastante alborotado
y por esto y por la influencia que tal estado ejerció
sobre nosotros, no pudimos celebrar la Santa Misa,
ni apenas salir de nuestros camarotes.
El 27, el mar se presentó mucho más pacífico;
pero tampoco nos atre\*imos a celebrar.
El 28, a las seis de la mañana, entramos en Puerto
Said, primera etapa de nuestro \'iaje, después de
Cuatro días justos de navegad^ .
¡Espectáculo singular se nos ofreció al atracar
® este puerto! Iiunediatamente se vió rodeado
d buque por una nube de lanchas tripuladas por
egipcios de bronceada tez, medio desnudos, que
con iniemal gritería, apostrofándose unos a otros,
®írecían todos sus servicios a los pasajeros, rnienotros coos^uían subir a cubierta para vender
III
—
multidud de géneros del país, o entretenemos con
variados juegos de prestidigilación.
Por lo mismo no fué empresa fácil la de escoger
entre las lanchas que se nos brindaban para lle
vamos al muelle, por fin podemos subir en una
c ^ o a automóvil y en pocos minutos pisamos
tierra africana. La impresión que Port-Said nos
produjo fué en extremo halagüeña; ciudad alegre,
llena de vida y movimiento, con calles rectas y
anchas; casas de moderna constmcción, pero sin
perder su carácter oriental; abigarrada sociedad
de habitantes, vistiendo todos los trajes, luciendo
todos los colores de las razas humanas, y hablando
todos los idiomas; la vista de mujeres tapadas
hasta los ojos, nos advierte, por si no nos habíamos
dado cqenta, que estamos en país musulmán.
Como no podíamos disimular nuestra calidad
de extranjeros, iuiiiediatamcule nos rodea una
multitud de vendedores ambulantes, que nos ofre
cen sus mercancías: postales, sellos, fmtas, en
inglés, francés, español, italiano, scgiin las palabras
que de cada cual escuchan.
Por las calles se ven gmpos de soldados ingleses,
a pie y a caballo y ametralladoras en las encmeijadas; es qne ayer hubo im movimiento sedicioso
en el Cairo, de alguna importancia, y temen que
pueda repercutir en Port-Said. Después de re
correr la población, comprar mi blanco salakof y
tomár varias fotografías regresamos al buque a
las cuatro.
Poco después nuestro buque con marcha repo
sada y majestuosa se interna en el Canal de Suez,
obra maravillosa de 160 Kilómetros de largo por
45 de ancho, en que el genio de Femando Leseps
relacionó dos mares, el Mediterráneo y el Rojo,
aportando numerosos beneficios a la humanidad.
La reposada marcha del vapor que sólo recorre
10 kilómetros por hora, el espectáculo de los lagos
poblados de ánades, flamencos y gaviotas, la
apacibilidad de la atmósfera, la noche estrellada,
las luces que ilimiinan ambas orilla.s del Canal, la
monotonía de los cantos árabe.s, todo ello nos causa
una impresión nueva, de placidez, calma y bicne.star que deleitando convida a elevar el alma a
Dios.
A las once de la mañana del 29, salíamos del
Canal, para entrar en el Golfo de Suez. Jvstamos
en pleno mar Rojo y el recuerdo de Moisés y los
israelitas y de Faraón y sus soldados, simicrgidos
en estas mismas olas, se apodera de nuestra ima
ginación, obsesionándonos durante todo el día.
A nuestra derecha se extienden las costas de Egipto,
a nuestra izquierda la cordillera del Sinaí, el monte
que Dios eligiera para intimar su ley al pueblo
de Israel; aquí parece como que la presencia de
Dios se siente, se palpa; al evocar los impresio
nantes recuerdos que tales paisajes no pueden
menos de despertar en un alma cristiana.
Al medio día atravesamos el paralelo 28 y el
calor empieza a dejarse sentir. Lo marineros en
toldan el buque y los ventiladores funcionan por
todas partes. Preveo que vamos a echar de menos
los 18 grados bajo cero que dejamos en Turín y que
este calor hará chico al de Cádiz cuando sopla
Levante.
K1 30, los marineros, camareros y demás em
pleados del buíjue, se presentan en traje de ve
rano. Hemos pa.sado el Trópico; entramos en la
zona tórrida y el calor se acentúa cada vez con
mayor fuerza.
K1 31 se nos anuncia (jue mañana a las dos lle
gamos al puerto de Aden. Hoy nuestro buque ha
alcanzado su máxima velociclad en el recorrido
(unos 32 kuis. por hora).
^Estamos a 14“ de latitud y a 32° de calor en
nuestros camarotes, a pesar de los ventiladores
que consiguen remover, pero de ningún modo re
frescar el aire.
l ’rimero de linero, Año nuevo. A las siete y
media el P. Cániielita celebra en el salón de pri
mera; asisten bastantes personas, comulgando
siete u ocho.
Estamos en el estrecho de Bab-el-Mandeb, tjue
pasamos contemplando las costas de Asia y Africa,
y nos internamos cu el Golfo de iVdéii.
A las dos de la tarde nos hallamos a la vista
de esta población. Psüsajes: rocas grises, peladas,
sin un árbol ni una hierba; por macho c^ue inlilamo-5 uu stros binóculos no ac.rtauios adv’scubiir
vegetación por ninguna parte,
Grupos de casas diseminadas en las hondo.iadas
que dejan las rocas, casas bajas, míseras; en las
alturas construcciones con aspecto de fortalezas.
Habitantes: negros, de color de ébano, bron
ceados, desnudos, semidesnudos, de todo, menos
vestidos. A ambos lados del vapor se ve un remol
cador que amistra tres o cuatro barcazas cargadas
de algo que semejan hombres, porque bullen y se
mueven; enfilamos hacia ellos nuestros anteojos
y vemos cu efecto una multitud de negros, vestidos
con una especio de pantalones que les cubren ape
nas desde medio muslo a la cintura. Parece mi
informe amasijo de carne, algo repugnante, que
degrada y envilece la naturaleza humana. Son
los trabajadores encargados de introducir el carbón
de nuestro buque. Retiramos disgustados la vista
de tal espectáculo para fijarla tn uiia multitud do
lanchas, cargadas de baratijas, plumas y huevos
de avestruz, cestas de abigarrados colores, frutas,
cajas de cigarros. En alguna de estas embarca
ciones se ven tipos hebreos, indudablemente los
amos de los objetas.
Como tenemos necesidad de en viar varias cartas,
bajamos a tierra, un sacerdote itaJiono, uu coad
jutor y yo. En la agomia de policía, nos hacen es
cribir nuestras nombres, uacionalidad. profesión,
etc. Al ver el agente que yo era español, se sonríe,
me mira y me dirige algunas palabras en castellano,
diciéndome que su madre era esp;iñola y que él
aprecia mucho a esta nación; me congratulo
del feliz encuentro, ñas damas la mano, me des
pido y nos dirigimas al Past Office.
Para hacer justicia a la población, hay que decir
que resulta menos fea desde lejas <pie desde cerca.
En el trayecto vemos una iglesia católica y mw
proponemos visitarla a la vuelta del correo. Nos
sigue una multitud de chiciuillas ncGrísituas, ofre
ciéndonos sus servicios y pidiéndonos sobre totlo
que les demas algo. Nos cayó en gracia uno de
diez años escasos que, menos arisco, hasta se dejó
acariciar sus negras mejillas, ganando en premio
dos annas de plata que por cierto miró con olím
pico desprecio.
Una vez cumplida nuestra misión y depasitada
nuestra correspondencia en el correo, visitamos
la iglesia católica de S. Franci co de Asis. Nos re
cibió muy amablemente el Vicario Apostóhco de
Aden, italiano de nacionalidad, conversó buen rato
con nosotros; nos mostró la iglesia nueva, de regu
lares dimensiones, con tres naves, nos auguró un
feliz viaje y un fecundo apostolado, besamos su
anillo y nos dirigimos al muelle para retomar a
nue.stro buque.
A las ocho de la noche, después de haberse pro
visto de carbón, nuestro buque viró en redondo,
puso proa hacia el mar arábigo y entprendió la
última etapa de su viaje. Cinco días más y esta
remos en Bombay.
Los días siguientes no ofrecen novedad.
El mar se presenta bastante bonancible. Sopla
un aire (pie refresca algo la atmósfera; todos los
días podemos celebrar. Los pasajeros distraen el
abnrrinúento organizando cantos y juegos de día,
y música y baile por la noche.
El día 4 por la noche han tenido la humorada
de organizar un baile de máscaras sobre la entol
dada cubierta.
Nosotros nos distraemos como podemos, estu
diando inglés, jugando a damas, charlando acerca
de nuestro futuro y cada vez más próximo campo
de acción.
Hoy, día 5, por la mañana hemos visto algunas
aves marinas, señal de que nos acercamos a la
costa. Es día de trabajo, ñas disponemos a arreglar
nuestras maletas y baúles, porque mañana teiiiprano pensamos llegar a Bombay, y celebrar la
Epifanía en SlúUong.
Para el día de la Epifanía, las siete de la ma
ñana, estaba fijada nuestra llegada a Bombay. A
las cuatro, tanta era nuestra impaciencia, ya uos
hallábamos levantados, comenzando iiunediatameute la celebración de la Santa Misa en nuestros
respect ivos camarotes.
A las seis estábamos en cubierta, respirando el
aire de tierra, contemplando el magnífico pano
rama que ofrece la bahía de Bombay y observando
lo-s maniobras de la entrada del buque en el puerto.
Cou el práctico vino a bordo el iuspector de
policía de la ciudad, para revisar los pasaportes
de todos los pasajeros.
A las ocho sirvieron el little breakfart, entre
tanto el buque quedaba amarrado en Alexandiás
doks y terminado el almuerzo, desembarcamos,
dando por tenuinado nuestro viage por mar. Deo
gratias. Ha sido un viaje de trece días justos desde
que salimos de Marsella.
La ciudad de Bombay.
Estamos reahuente satisfechos. Un sólo di»
hemos tenido que sufrir algo a causa del mar, el
resto del viaje ha sido inmejorable.
Los mozos y faquines desembarcan nuestros
aquipajes que llevan a la Aduana. Allí los dejam<«
para ir a la (riudad a bu.scar alojamiento. Pregiui*
— II3
tamos donde se halla el Colegio de H. Man-, y a
él nos dirigimos.
La amabilidad con que fuimos recibidos por
los Padres Jesuítas supera a toda ponderación,
colmándonos de atenciones y poniéndose a nuestra
disposición para todc.
Este Colegio-Universidad, lo mismo que el de
S. Xavier de la misma población, estaba regentado
por los Padres J esiutas alemanes, que hubieron
de abandonarlo al estallar la guerra europea. Re
cientemente se han hecho cargo de ellos los Padres
Jesuítas de la Provincia de Aragón. Encontramos
pues bastantes españoles, algunos de los cuales
hacía pocos días que acababan de llegar de Manila.
Ellos se alegraron sobremanera al saber que entre
aosotros había cuatro españoles, no siendo nieiior
nuestra complacencia al hallar en tierras tan apar
tadas quienes comprendieran la lengua de Cer
vantes y participaran de nuestros sentimientos
y afectos al hablar de la lejana, pero inolvidable
Patria.
Hubiéramos deseado salir aquel mismo día para
Calcuta: pero en la estación nos dijero^ que todos
los puestos estaban tomados en los dos trenes
expresos que diariatnente parten para aquella
ciudad; y que para el día siguiente había dispo
nibles sólo diez puestos de segmida y imo de pri
mera. Nos apresuramos a tomar los billetes, y
después de trasladar nuestros equipajes desde la
Aduana a la estación, no teniendo cosa más peren
toria en que ocupamos, con tm sol que daba tres
y raya al de un Agosto sevillano, nos dimos a re
correr la ciudad.
Bombay es población europea e india; europea
en su parte moderna, que ostenta hermosos edi
ficios y calles anchas y rectas; india en su parte
antigua, de casas bajas, de aspecto sucio y poco
atrayente, donde vive la población indígena.
Cuenta con más de un millón de habitantes,
siendo indudablemente la primera ciudad indus
trial y mercantil del imperio indio.
Desde el primer momento nos llamó la atención
la indumentaria de los indígenas, y el ensordecedor
graznido de los cuervos.
Tocante a la indimientaria es sumamente eco
nómica, y no creo que en este puerto hayan sen
tido los efectos de la guerra. I.,cs más se arreglan
atando al rededor de la cintura un trozo de tela
que en tiempos algo remotos debió ser blanca;
estos deben ser los individuos del bajo pueblo.
El traje típico indio consiste en rma a modo de
sábana sujeta a la cintura, y recogida por detrás
después de haberla hecho pasar por entre las pier
nas, De esta suerte le hacen aparecer por delante
como una esp>ede de pantalón, aunque por el re
verso queda la pierna descubierta hasta el muslo.
Muchos llevan chaqueta. Las mujeres adornan
sus orejas, narices y algunas hasta los labios, con
aretes de plata, oro o cobre; y hay quien lleva el
refinamiento de su coquetería hasta clavarse en
la parte exterior, a ambos lados de la nariz, y en
todo el contorno de las orejas, pequeñas chapas
redor..las y labradas de metales más o menos pre
ciosos
Los anillos no se contentan coa llevarlos en los
dedos de las manos, sino que también adornan con
ellos los dedos de sus descalzos y sucísimos pies
siendo esto común a hombres y mujeres, lo mismo
que los zarcillos y los brazaletes en las muñecas
y en los tobillos.
I/js cuervos con sus desagradables graznidos
y su fúnebre color, son animales sagrados pava
esta gente. Y con cierta razón, pues a ellos licbcu
L a c a t e a d a e le f a n t e la n t o a S h l llo n f , A ts a m .
el que las epidemias no los diezmen más de lo quelo hacen. Nos dicen que la última invasión de gripe,
hizo en la India seis millones de víctimas y el mi
lagro es que se contentara con eso, pues dada la
suciedad de esta gente y su manera de vivir en
casas sin condiciones higiénicas de ninguna clase,
y agregando a esto un sol tropical abrasador, ^Bombay está a i8® latitud Norte), la mortalidad sería
superior a la que acusan las estadísticas, si no fuera
porque la Providencia vela por estos hombres
descuidados y manda los cuervos que todas las
madrugadas comienzan su trabajo de limpieza
y deshifecdón, devorando cuantas inmnndicias
114 —
hallan en las calles, concluyendo su obra bienhe
chora antes (jue el sol asome por el horizonte.
IvU veneración que estas gentes profesan a sus
bienhechores animales es tal, que hay individuos
(pie hacen voto de dejar su cuerpo, para que des
pués de muerto sea pasto de estas aves, en lugar
se ser ciuemado como es práctica general.
Todo ésto nos explica el P. Jesuíia que nos acom
pasa, y muchas otras cosas referentes a las castas
de los pavsis, de los indios, musulmanes, etc. etc.,
y no acabamos de maravillamos de la anomalía
<pie ofrecen unas gentes que a pesar de vivir ro
deados de la civilización europea, pues Bombay
goza de todos los adelantos de las mejores capi
tales de ICuropa, a pesar de la ilustración científica
y literaria (¡ue el Gobierno y los misioneros se
esfuerzan en difundir, viyan no obstante tan ob
cecados y tan fuertemente aferrados a sus absurdas
creencias, y a sus pésimos hábitos.
Uno de los Padres Jesuítas (jue nos acompa
ñaba nos decía con dolor rayano en el desaliento
([ue de los 1300 y más alumnos que frecuentan
su Universidad Sta. María de Bombay, apenas •
unos 250 son católicos; los demás son paganos o
nuusidmaues, sin que haya medio de lograr su con
versión, agregando ([ue era sumamente penoso
para un sacerdote y para un misionero que ha so
ñado con difundir el Kvaugelio por todas partes
tenor que verse obligado a contentarse por ahora
coa enseñar las ciencias humanas a unos individuos
que no permiten que en sus inteligencias penetre
la única ciencia que puede hacerlos felices en el
tiempo y en la etemidífd.
La noche del 6 se pasó lo mejor que se pudo,
unos en el Colegio S Javier, otros en el-Sta. María,
_\- el resto en una fonda. El calor y los mosquitos
ñas hicieron pasar una noche de ejercicios espiritiialfs utrerana., pero se pasó, y a las cuatro los
cuervos nos de.spertaron con sus graznidos recordi'mdonos, por si el sueño nos lo había hecho olvidar,
<|i;c nos hallábamos en la India.
A las doce, después de comer, nos dirigimos a
la estación. Los Padres Jesuítas, (dos o tres espa
ñoles y un italiano), llevaron su amabilidad hasta
acompañarnos al tren, ayudiuulonos a facturar
los equipajes y a buscar nuestros departamaitos.
Hacia Calcuta.
Llegó por fiu la una y media, hora de partida;
nos despodimas de los amables Padres, (lándoles
las más afectuosas gracias por su hospitalidad;
olios ñas augunmm un feliz viaje, sonó el silbato
de la máquina y el trem so puso en movimiento.
Estos trenes están preparadas para largos via
jes. En primera y segunda, cada departamento
tiene cuatro u ocho asientos que de noche se con
vierten en camas, en las que si no se descansa tan
bien como en colchón de lana, no obstante resultan
bostíuitc aceptables.
La primera parte del viaje, mientra.s se encuentra
nuevo el paisaje y los tipos, resulta sumamente
interesante: se atraviesan bosques de palmeras,
plátanos y cocoteros, lagunas y pantanos que a
su tiempo se convertirán en arrozales; por todas
partes se ve ima vegetación frondosa, pujante,
tropical; de trecho en trecho, se ven grupos de
cabañas, con techo de paja y gentes haraposas,
desnudas o semidesnudas; rebaños de vacas que
pacen tranquilamente, mientras un cuervo, que
de su lomo- ha hecho observatorio, mira con ojos
espantados y dando agudos graznidos al paso
del convoy. En los bosques se ven de cuando en
cuando monos que se encaraman con su habitual
ligereza en las ramas de los árboles, para desde
allí curioseamos a su placer: tal es la escena que
se ofrece desde Bombay a Calcuta en ima extensión
de-más de 3000 km.
En las cercanías de esta ciudad se nota más la
influencia de la mano del hombre en la vegetación.
I/DS campos están más cultivados, se ven grandes
plantaciones de caña de azúcar y de arroz.
En la ciudad de Calcuta.
El 8 a la once y media llegamos a Calcuta. Pre
viamente avisados por telégrafo hallábanse esperándomos en la estación dos Padres Jesuítas, que
nos dieron la bienvenida en nombre del Exmo.
Sr. Obispo y de toda la Comunidad. Con previsora
atención habíail llevado a la estación im magnífico
camión automóvil, donde nos instalamos con nues
tros equipajes, y haciendo de chaufer tmo de los
mismos Padres, nos dirigimos al Colegio de S. Ja
vier, magnífica Universidad, regida por los Padres,
que entre intemos y externos, cuenta más de mil
alunmos. Desgraciadamente ocurre lo que en
Bombay, que de ellos ima parte muy insignifi
cante son católicos.
Fuimos amabilísimamente recibidos por el
Reverendo P. Rector y Comunidad, que durante
los días que pennanecimos en Calcuta nos colma
ron de toda suerte de agasajos. Nos acompañaron
a ver la ciudad, el museo de antigüedades indias,
el Victoria Memorial, el Mercado, uno de los sitios
más típicos de Calcuta, el Parque zoológico, la
Catedral católica y cuanto de más notable ofrece
esta interesante población.
El Exemo. Sr. Obispo quiso que nuestro Su
perior fuera su huésped durante todo el tiempo
que permaneciera en Calcuta.
Esta es la ciudad más populosa de la India con
más de millón y medio de habitantes. Es más aris
tocrática que Bombay; no obstante los cueivos
y milanos no dejan de tener trabajo todas las ma
ñanas.
Es puerto sobre el río Hooghiy, afluente del
Ganges y como él río sagrado.
En sus aguas por tanto se ve continuamente
una innúmera muchedumbre de personas que
acuden a bañarse para purificarse de sus pecados.
¡Pobres gentes, están llenas de supersticiones!
Es también curioso ver las vacas por las calles.
Son miradas con el mayor respeto; se les cede la
acera que ellas, acostumbradas a tales miramien
tos aceptan siempre, y si al paso hallan puestos
de frutas, hortalizas etc., y como es natur¿ se Itó
antoja probarlas metiendo su hocico, no hay cui
dado que nadie se lo impida.
Las usan, no obstante su carácter sagrado, para
lis
ias carretas, y a diferencia de las nuestras de Eu
ropa, corren bastante. También se ven muchos
bínalos.
En el parque zoológico hay magníficas y abrmdantes muestras de la faxma india, sobre todo de
Beng.ala, hermosos ejemplares de tigres, osos, cai
manes, serpientes sumamente venenosas y que
la gente del campo venera con mucha reverencia,
e infinidad de monos. También es variada y magni
fica la colección de aves, no debiendo
pasarse en silencio rma inmensa mul
titud de murciélagos, algo mayores que
los de Europa, que se ven pendientes
de las ramas de los pinos en larguí
simos racimos.
El miércoles después del medio día,
habiéndonos despedido del Excmo.
Sr. Obispo, acompañados por varios
Padres de la Comunidad — que, lo
mismo que a la llegada, pusieron a
m.jstro servicio su autocamión — ,ncs
dirigimos a la estación, para tomar el
ferrocarril que había de conducimos a
nuestro destino. Dimos las gracias a
los PP. Jesuítas por su amable hospi
talidad, que la llevaron hasta acom
pañamos al tren, dándonos útiles ins
trucciones para el triaje y no dejándonos
hasta que hubo arrancado el convoy.
A. la una de la tarde del miércoles i i
emprendimos la últimaetapa de nues
tro viaje.
Del paisaje habría que repetir lo
diclio acerca del trayecto de Bombay
a Calcuta, por lo que no me detendré
en describirlo.
El u , a media mañana, llegamos
al Brautaputra, uno de los principales
ríos que riegan la India, y que ferti
liza las regiones de Assam y de Bengala.
.\quí e.s preciso dejar el tren para tomar
d vapor que ha de conducimos a la
otra orilla, pues la ancltura del río hace
difícil y costosa la construcción de un
puente.
En la cubierta del vapor tenemos
U cnmida, que resulta tan poética y
amena como se puede imaginar; estaen la entoldada cubierta de un
buque anclado en uno de los más caudalososríos del Oriente, servidos p>or indios,
la negrura de cuyas caras y manos hace contraste
con los blancos turbantes y largas túnicas que les
cubren hasta los desnudos pies, sujetas a la cintura
por ancha faja escarlata. I.ras exclamaciones de
admiración, de estrañeza; los comentarios de todas
clases, sugeridos irnos por la naturaleza del espectá
culo otros por la novedad de la comida, parte estilo
úiglés. parte estilo indio, con el imprescindible
arroz - curry » al que aun no nos hemos podido
-Alumbrar, a pesar de que varias veces nos lo
lian -vido durante el viaje por mar, amenizan
''r -.-.uerzo, ya de suyo original.
Cua--’.o nos hallamos a mitad de él, otro buque
•a acercó al nuestro, y empujándolo suavemente.
en menos de un cuarto de l:ora lo condujo a la
otra orilla.
Hénos aquí, pues, en Assam. En el desembar
cadero nos espera el Jesuíta Padre Lefebre, actual
Vice Administrador Apostólico de esta Misión, por
el Arzobispo de Calcuta. Xos saluda con el mayor
afecto, da él mismo.las órdenes .oportunas píira
que nuestros equipajes sean descargados y trans
portados a Shillong, ya que nosotros no podremos
L a prim era lección de cateclam o.
ir allá hasta mañana, y en el autocorreo de Pandú
nos dirigime» a Ganhati, donde tenemos una her
mosa residencia. El Padre Jesuíta encargado de
esta misión se halla ausente, recorriendo su distrito,
y el P. Lefebre hace los honores de la casa, que es
un bonito chalet de dos pisos.
Nos hallamos en una l erdadera casa india, tal
como la veíamos entre sueños, al leer las des
cripciones de los misioneros. Ganhati es la ciudad
más importante de Assam, de la que ha sido ca
pital; hállase a orillas del Bramaputra. Su clima
es tropical, pues se halla a unos 25®de lat. Norte.
Se ven por todas partes palmeras con tiestos en
la copa para recoger el vino de palma, cocoteros,
— ii6
baníinos y papayás, árbol que uo conocía, de
regular tamaño con hojas anchas y peludas que
salen directamente del tronco, parecido a ima gi
gantesca malvaloca y que produce ruios frutos
(|ue como las hojas proceden directamente del
tronco, de fonna y tamaño de pequeños melones
de gusto dulzón, muy agradable al paladar... de
estas gentes, pero que la generalidad de nosotros
lo hemos encontrado algo nauseabundo. Tambi^i
crece en abundancia el naranjo, cuyo producto es
algo mayor cjue nuestras momlarinas, aunque no
tan sabrosas.
lil terreno de la misión es bastante grande, tiene
una casa para el misionero, otra que .servía para
las monjas que aquí tenían nna escuela de niñas,
la iglesia ba.stante capaz y la casa para las personas
se servicio.
A causa de los frecuentes terremotos que azo
tan esta región, las casas no las hacen de impor
tancia, .sino que como medio metro elevado del
suelo forman con gruesos listones de madera ar
mazón o escpieleto y una vez así armada hasta
el techo, construyen las paredes o mejor dicho,
tabiques con cañizo de bambú que revisten por
dentro y iwr fuera de una capa de yeso.
Ivos techos, al menos de las casas de més^viso,
suelen ser de chapa ondulada, y como ésta produ
ciría un excesivo calor en verano, lo aislan con im
cielo ra,so de madera: las casas de los indígenas
tienen sólo un techo de paja. De ordinario al rede
dor de las casas de los ettropeos hay una ancha
galería {jue preserva el interior de los rayos directos
del .sol.
Kn Oanliati, lo mismo que en toda la llanura de
la región de Assam, nos dicen que en verano
hace iin calor irresistible; actuahueiite no es ex
cesivo, y de noche sentimos verdadero frío. El
rocío es tan abundante que parece como si hubiera
lloviznado toda la noche.
Después de tomar im ligero refrigerio, acom
pañados del P. Lefebre, dimos un paseo por la
población y sus alrededores, hasta la noche. Para
dormir nos arreglamos lo mejor que pudimos
porque es natural, (jue en una casa preparada
para uno o para dos sea difícil hallar comcxlidad
para doce.
El viernes por la mañana a las 4 ya e.stábamas
en planta contándonos las impresiones de la pri
mera noche pasada en nuestra misión: unos habííui oído los chacales, otros no habían podido
dormir a cau.sa del frío y los mosquitos, a pesar
de los mosqviiteros que tuvieron la amabilidad de
proporcionarnos. A las cinco habíamos dicho todos
la Sta. Misa, la primera en tierra de nuestra juris
dicción; tomamos inmediatamente el café y nos
dirigimos a la parada del automóvil que debía
oonducimos a Shillong. capital de la región y de
la Prefectura Apostólica de As.sam.
Nos habían advertido que el paisaje durante
c;isi todo el trayecto de bo millas inglesas que
imxliau entre Oauhati y Shillong, era bellísimo y
efectivamente hallamos que merece este califi
cativo y, aún otro ejue hubiera más encarecedor.
La región de Assam tiene próximamente unos
lóo.ooo kilómetros cuadrados con sólo 7 millones
de almas, densidad de población muy reducida;
los naturales, por otra parte, no pasan de traba
jadores, así es que la naturaleza, bella, majes*
tuosa, imponente, campea dominadora por todas
partes.
Para ir de Ganhati a Shillong es preciso subir
de la llanura, hasta ima montaña de xmos 1.500
metros, próximamente: se pasa, pues, gradual
mente y en el espacio de 7 horas, de.una zona casi
tórrida, a mía zona templada, y la vegetación va
marcando, admirablemente, este ascenso. Al prin
cipio bosques de bananos y palmeras, y árboles
cuyo nombre es todavía desconocido, y unién
dolos a todos y estrechándolos en amigable abrazo,
robustas plantas trepadora;;; más adelante las
palmeras se hacen escasas, los bananos apenas
si se columbran de cuando en cuando, abundan
en cambio grandes árboles, y al llegar a la zona de
Shillong, las plantas nos son todas familiares.
El bosque está constituido por espesos pinares
silvestres, altí.simos, espesos, árboles parecidos
al roble, ejue a causa de la sombra que los envuelve
han crecido hasta hacer competencia a los vecinos
pinos y líennosos heléchos arborescentes, con
tronco de más de medio metro de longitud. Be
llísimo y variado paisaje que nos hace olvidar las
apretura.s que supone el estar siete mortales horas
embutidos en los asientos de un automóvil que
par.icija de todas las desventajas y acaso supe
rando a sus hermanos de Europa.
Episodios de las m isiones^
El infanticidio en China.
Son conocidos de todo el mundo los grandes
estragos que en la China produce el infanti
cidio. Kn ciertos lugares, a dura.s penas con
sienten en criar a alguna niña; todas las demás
que nacen son despiadadamente- inmoladas
como seres inútiles o por economía o por escrú
pulos de abominables supersticiones.
Cierto día — así me contaba nuestro buen
Padre Pasotti — oí gritos lastimeros cerca de
mi residencia, me asomé a la ventana y, con gran
gran sorpresa mía, vi a los vecinos de una casa
próxima correr como locos de la una a la otra
parte de su choza, como si persiguieran a un
individuo que, con tor\’a y horrible desenvoltura,
gesticulaba y daba voces desaforadas como si
estuviera endemoniado.
¿Qué sucedía?
Había nacido en aquella familia una hermosa
niña, pero la madre desgraciadamente >’acía
en el lecho enferma.
La suegra, mujer supersticiosa por excelencia,
mandó llamar al adivino, quien, hechas sus
— II7 —
acostumbradas ceremonias, según lo reqi.ería
el caso, declaró solemnemente que el espíritu
de la reden nadda infestaba toda la casa y que
era menester alejarlo de allí a todo trance;
con esto quedaron explicados los gritos y Icrs
corridas de una a otra parte, pues pretendían
de ese modo arrojar a aquel maligno espíritu
para salvar a la enferma.
Pasados algunos días, como ésta no mejorase,
el adivino fué de nuevo consultadlo, determi
nando que si se deseaba que la madre viviese
era menester que la hija desapareciera... Y así
se hizo.
A la mañana siguiente, un niño cristiano
se dirige a la residencia y, golpeando la puerta,
reclama la presencia del Padre con instancia,
diciendo: « Ven, Padre, conmigo a la choza que
yo te indicaré, que allí hay un niño que está
próximo a morir ».
El misionero sigue con toda premura a aquel
angelito y encuentra, bajo im núserable co•bertizo junto a la choza, una cestita colgada
de una viga como a la altura de la mano, y den
tro, cubierta con miserables hojas, la desventu
rada víctima de la superstición. Habíanla co
locado ahí a la inclemencia de una noche de
intenso frío, , y casi diría, de hielo. Como por
allí se encontraba guardando sus vaquitas
aquel niño, oyó los lastimeros vagidos de la criaturita y por eso se apresuró a llamarme, com
padecido de la desgracia de aquel su semejante.
Descolgué — decía mi querido hermano —
con mano temblorosa aquel canastito; separé
suavemente las hojas y apareció a mi vista
aquella pobrecita nina que, con leves pero fre
cuentes contorsiones, daba señales evidentes
de que pronto moriría.
Me apresuré a bautizarla, y, así, dichosa, sin
comprenderlo, cambió una \*ida llena de amar
guras y dolores por otra de inefable gloria y
amor infinito.
Este hecho es uno de los muchos que a
diario suceden en China; hechos a montones
que los anales de la Infancia nos narran con
espeluznantes circunstancias. Los mismos chinos
anatematizan tan bárbara costumbre y no faltan
algunos, más generosos, que se esfuerzan por
desarraigarla y no pudiendo esto último, al menos
disminuir semejantes hechos; pero sus esfuerzos
inauditos, no sostenidos por la caridad cristiana,
se estreUan con frecuencia contra las mil y rail
íormalidades burocráticas sin resultados prác
ticos o a lo sumo, lo que hacen es abrir estable
cimientos, a los que esos seres abandonados,
son llevados a morir sin el fastidio de sus faniilias. Esto es lo que hace la caridad pagana.
iCuán diferentes son los frutos de la caridad
®stiana! A muchos de estos seres, la muerte
temporal se les cambia en una ^^da eterna, :;i
a tiempo se les administra el santo bautismo.
Este es el deseo del misionero; j>ero esto no basta;
hondamente. conmo\údo el corazón del misio
nero al contemplar el estado de abandono en
que se encuentra la infancia pagana de mía
nación, quizás la más extensa del mundo, exco
gita los medios para abrir asilos, orfanatos u
otros establecimientos benéficos para cobijar
en ehos a esos pequeñuelos desheredados de la
fortuna y abandonados por sus progenitores.
En toda cristiandad procuramos instruir a al
gunos, para que en caso de necesidad puedan
ellos administrar el santo bautismo. Donde se
puede, se abren asilos. Grandes e inmensos
son los sacrificios que se imponen los misioneros,
pero su acción se ve frecuentemente muy limi
tada por falta de recursos.
Por otra parte, es muy sensible que por es
casez de medios su labor bienhechora se reduzca
a estrechos límites y que su corazón se vea obli
gado a grande violencia, para no desconfiar ce
la di\rina Providencia, pensando en el bien in
menso que no hegan a hacer por falta de medios.
H oy por hoy, nuestra misión carece en ab
soluto de lo necesario para abrir esos asilos ce
los que sucintamente hemos hablado. Por eso
no hemos podido establecer aquí las Hijas de
María Auxiliadora que, cual ángeles del con
suelo, prodiguen a esas infelices criaturitas
las ternuras maternales de las que tan injusta
mente se ven privados, por negarse a ello aque
llas que tan divina misión recibieron al ser sus
madres.
Por la escasez de recursos, si bien con gran
dolor de nuestro cristiano corazón, nos vemos
obligados a no recibir a muchos niños que, a
escondidas, depositan a la puerta de nuestra
residencia. El corazón más fuerte se estremece
ante semejantes realidades, réstanos tan sólo
el consuelo de bautizarles, ya que por el mo
mento no les podemos de otra manera socorrer.
I.tTS V ersiglia , Obispo iitular de Caristo y
Vicario Apostólico de Shiu Chow.
En los vestidos procurad en cuanto sea posible
la sencillez y la modestia: ellas son el mejor realce
de la hermosura, y el disfraz de la fealdad.
No hay finura, ni mejor ni más deseable, que
la misma sencillez.
S. Francisco de Sales.
C U L T O
de María Auxiliadora
N6» tenemos la p ersu asión de que, en ¡a s vicisitudes dolorosas de lo s tiem
pos que^atravesam os, no nos quedan m ás consuelos que lo s del Cielo, y entie
éstos, la poderosa protección de la Virgen bendita, que fue en todo tiempo el
Auxilio de lo s C ristianos.
pío
^
2
“6
El primer cantor de María SS. Auxiliadora.
Caria abierta del insigne Cooperador Selesiano D. Juan Marín del Campo a D. Antonio Reyes Huertas
Queridísimo amigo Antonio Reyes Huertas:
Uno de estos días te enviaré por la posta y bajo
pliego certificado la vida popui.ar dk don bosco,
que escribió el literato chileno y presbítero salesiano don Camilo Ortiizar que, amén de apóstol
de Don Bosco y de la Santísima Virgen, fué in
signe literato que con tanta gloria de las letras
españolas y de la pureza de nuestra rica lengua
castellana (que tan garbosamente manejas tú),
figura en el mismo coro que Baralt y Capmany,
Garcés y el Padre Juan Mir, enemigos irreconci
liables de todo linaje de galicismos y barbarismos.
Item más: También te enviaré im folleto en
alabiuiza de María Santísima Auxiliadora, y,
finalmente, los dos triunfales himnos sáficos y
fiesta triunfal de Nuestra Señora.
Con estas tres cosas de poco bulto, pero de mucha
enjimdia, basta y sobra para que tu corazón de
cristiano y de poeta se inflame de entusiasmo y se
caldee para que logres en buen hora y al amparo
de la Santísima Virgen dar gloriasa cima a la em
presa que voy a proponerte para gloria de María
y para gloria de tu egregio paisano el Padre Arévalo, que fué el autor insigne de esas dos magní
ficas odas sóficns del Oficio litúrgico referido.
De sobra concK'erás. amigo Reyes, la vida y las
andanzas de nuestro Padre Arévalo; pero como
hay mucha gente salesiana que no le conoce, pero
(jue tanto goza siempre con todo lo que dice
relación con la amadísima V irgen de don B osco,
bueno será que ya (lue en estas epístolas abiertas
te van conociendo a tí. \‘ayan conociendo tam
bién a ese otro varón ilustre de Extremadura,
que vStí bautizó en la misma pila de tu parn^quia y pueblo, y que fué el primer cantor (y gal
lardísimo cantor a quien nadie ha superado to
davía) de micstra Reina y Madre María Santísima
/I u.víiiaAora.
Lástima grande que nuestro Menéndez y Pelayo
no escribiese (como nos lo tenía prometido) aquella
obra histórica y literaria, de la cual nos dió la
traza en el capítulo segundo del libro VI de los
« Heterodoxos Españoles ».
Habla allí el gran polígrafo de la inicua y des
pótica, bárbara y herodiana expulsión de los Je
suítas en los aciagos días de Carlos III, y escribe
estas palabras:
« En lo que no han insistido bastante los ad
versarios de la expulsión, y será en su día objeto
de historia particular, que yo escribiré, si Dios
me da vida, es que aquella iniquidad, que aún
está clamando ai cielo, fué al mismo tiempo que
odiosa conculcación de todo derecho, mi golpe
mortífero para la cultura española, sobre todo en
ciertos estudios, que desde entonces no han
\melto a levantarse; un atentado brutal y oscu
rantista contra el saber y contra las letras humanas,
ni cual se debe principalmente el que España
(contando Portugal) sea hoy, fuera de Turquía
y Grecia (aimque nos cueste lágrimas de sangre
el confesarlo), la nación más rezagada de Europa
en toda ciencia y disciplina seria, sobre todo en
la Filología clásica y en los estudios literarios e
históricos que de ella dependen ».
Libros enteros se han escrito (añade Menéndez y
Pelayo) acerca de la Bibliografía de aquellos Je
suítas expulsados; pero, ¿quién podrá enumerarlos
a todosr Por lo cual, y en dos páginas elocuentí
simas nombra, con particular mención honorífica,
a unos cuantos de entre los más sobresalientes:
al Padre A ndrés, creador de la liistoria literaria:
a H ervá S y P anduro, cuyo glorioso nombre es
legión; al gran Masdeu , a cuyo aparato de emdición no iguala ni se acerca ningmio de nuestros
historiadores; al popularísimo Padre I sla, al
excelso Padre A r Teaga y a otros veintiocho es
critores de la misma cepa, entre los cuales figura
en noveno lugar el Padre A révalo , de quien es
cribe el gran polígrafo que « es luz de nuestra
historia eclesiástica. y de las obras de nuestros
— U9
Santos Padres y poetas cristianos, obras que ilustró
con Prolegómenos tan inestimables como la i Isidoriana * o la « Prudentiana », prolegómenos que
Huet o Montfaucon o Zaccaria no hubieran recha
zado por suyos ».
Este Padre Arévalo, cuyo nombre era Faustino,
nadó en la villa extremeña de Campakario , a 29
de julio del año de 1747; ingresó en la Compañía
de Jesús el 24 de septiembre del 17Ó1, y antes
de cumplir los veinte abriles fué expulsado de su
patria y desterrado a Italia como todos los demás
españoles que eran hijos de San Ignado. Allí (dice
la crónica) « se dió a los óptimos estudios », en
cuyo cultivo dió con feliz suceso muestras gallar
dísimas de un ingenio sobresaliente. Allí el gran
Cardenal Lorenzana, Arzobispo de Toledo, ena
morado del mucho saber de este religioso, le recibió
en el gremio de sus amigos más intimos; y fué así
que al morir el eminentísimo Prelado, nombró
cabezalero y comisario suyo a nuestro Padre Aré
valo. El cual, por ser tan gran humanista y tan
consumado poeta latino, fué nombrado por la
Santidad de Pío V il, y por sabio consejo del Car
denal DeUa SomagUa * Hymnógrafo » pontificio.
Y como, amén de humanista y poeta, era precla
rísimo teólogo, mereció también que el Cardenal
Di Pietro -(verdadero príncipe de la Teología) le
nombrase teólogo de la Sagrada Penitenciaría
Romana y censor de la Academia de Religión.
Allí en la Ciudad Eterna, escribió a los- treinta
y nueve años y dió a luz la magnífica H vmnodia
HISPANICA, acomodada a las leyes de la métrica
latina y al canto. Allí la magnífica y eruditísima
disertación en que abogaba por el establecimiento
de la fiesta españolísima de la Conversión de Recaredo y de la gente goda, y cuyo espléndido oficio
tejió a las mil maravillas; fiesta y oficio que feliz
mente ya están encartados en el rezo de la fiestas y
de los santos. Allí, en fin, publicó e ilustró * quam
accuratíssime * (dice la crónica) muchas obras
de nuestros antiguos escritores, entre las cuales
sobresalen las de nuestro gran San Isidoro, en
siete tomos (que se publicaron por mandato y a
expensas del siempre espléndido Cardenal 'Lorenzana), y las obras de nuestro Juvencio, que es
el más antiguo de los poetas cristianos; las del in
signe Draconcio, y las nunca bien ponderadas de
nuestro Aurelio Prudencio, « el de los versos de
hierro celtibérico ». Muy grande fué la gloria que el
Padre Arévalo mereció con todos estos libros.
Cuando fué restaurada entre nosotros la Com
pañía de Jesús en los días de Femando VII, se
restituyó por fin a España, a los sesenta y seis
años de «iad el Padre Arévalo; y por cierto que
a su partida hicieron gran sentimiento de ella, no
solamente el Cardenal Di pietro, .sino la Santidad
de P í o V H , por ver privada a la ciudad de Roma
de un teólogo de tanta cuenta y nombradla.
Hasta los setenta y siete años de edad vivió muy
contento el venerable anciano en I/jyola (solar y
cuna de
Ignacio, de quien era devotísimo),
y en aquella santa casa fué maestro de novicios
y Rei.tor. Murió en Madrid, a 13 de junio de 1824.'
Este, pues, fué el autor de la Oración de la
becdón sexta y de los magníficos himnos del oficio
litúrgico de María Santísima A uxiliadora ,
cuya solenme fiesta haba sido instituida (como la
Iglesia lo dice y como adelante se verá) por la
Santidad de Pió VH, para conmemorar perpetua
mente el poder de la Virgen, manif^tado « en
el lance más único y más singular de la Historia
de la Iglesia ».
Por manera que hoy que la « Pía Congregación
Salesiana de Don Bosco está ya tan prodigiasamente extendida por todo el mundo; hoy que tantas
casas, altares, oratorios y templos tiene María
Auxiliadora en todas partes; hoy que a todas hora,s
puede decirse que está resonando en algt'm lugar
de la tierra la Oración litúrgica a María Santísima
A uxilium Christianorum , es gloria inmarcesible
del solar de Loyola y de España entera, particu
larmente de Extreinadtxra y mayonnentc de la
villa de C/AMPAnario , tu pueblo natal, que el
primer cantor (y ya para .siempre cantor perpetuo)
de la Santísima Virgen de Don Bosco, sea un Je
suíta español y un extremeño ilustre, tan teólogo,
tan erudito y tan sabio como tu egregio paisano
el Padre Faustino Arévalo.
A su glorioso nombre va siempre estrechamente
unido por el lazo dulcísimo y pereime del arte
cristiano, el nombre imnortal de otro personaje
histórico. De entrambas glorias quisiera yo cjue
fuese también participante el nombre de don An
tonio Reyes Huertas. A cuento de lo cual quiero
hacerte sabedor que uno de los pocos grandes
hombres que todavria viven en el mundo es el Car
denal Cagliero , el cual, jmitamente con don Rúa,
con el santo niño Domingo Sa\ io, y con nuestro
venerable y sin par Don Bosco, forman en el fir
mamento de la Iglesia la constelación más esplen
dorosa de la gran Congregación Salesiana.
Pues bien; este Cardenal Caguiíro , gloria de
la Iglesia gloria de los siglos X IX y X>I, y gloria
inmarcesible de la civilización cristiana, es el glo
riosísimo Cardenal cuyo nombre va unido por el
lazo del arte al de nuetsro Padre Arévalo.
V illa -Carlos (España-Menorca). — En cum
plimiento de mi deíxj, había ido varias veces a
casa de una enferma que, desahuciada por los mé
dicos, se hallaba en peligro de muerte, mas siem
pre inútilmente; obstáculos insuperables se opo
nían a que pudiese ver a la enferma. Y o no sabía
que hacer para conseguir mi intento, cuando me
asalta la idea de acudir a la que es « Salu<l de los
enfennos » y « Auxilio de los Cristianos ». Salgo
a celebrar la santa Misa a su altar, y le pido muy
de veras que no permita que, por el falso temor
de espantar a la enferma, muera esta sin Sacra
mentos, prometiéndole, caso de obtener esta gracia,
publicarla en el Boletín Salesiana, para que por
todos sea alabada su misericordia.
— 120 —
|Co3a singular! No habían transcurrido dos
Jujras después de la Misa, cuando vienen a llamamae
de parte de la enferma, quien, sin que nadie le
sugiriese nada, quiso inmediatamente confesarse
y recibir el santo Viático y la Extremaunción.
Es más: nuestra dulce Madre, que no hace las
■ cosas a medias, no se contentó con darle los me
dios para la salud del alma, .sino que devolvió
a la enferma la salud del cuerpo, a pesar de los
esasperautes pronósticos de los médicos.
¡Gracias, Madre mía! Que todo el mundo celebre
vuestras bondades!
A ntonio J. TAmcRNitR, Párr co.
Málaga (España). — Estaba desde hacía al
gunos días agobiada por el peso de una tribu
lación, debida al mal estado de salud de mi madre
que nos hacía temer próximo fin. Acudí con feivor
a María Auxiliadora y empecé una novena, pro
metiendo si desaparecía por completo todo peligro,
visitar su santuario y hacer pública la gracia. Obte
nida la gracia, cimiplo gozosa mi promesa.
P. P.
CiuDADKi.A (Menorca). — Madre mía amantísiina, os doy gracias de todo corazón, agradecidísima
al inmenso beneficio (pie me otorgasteis al invo
caros y pedir vue,stro auxilio en un grande apuro
cu (jue corría peligro nii vida. Hago público mi
agradecimiento a tan bondadosa Madre por este
favor y por las muchas veces que me ha protegido
visiblemente.
DE DESVUJOI, de OLIVAR.
A zcoitia (Guipúzcoa) — Hace cosa de tres
meses me salieron ima especie de granos en el
interior de la garganta que no permitían ni pasar
l i saüva y dificultaban ha.sta la respiración. Con
sulté al médico que me aconsejó una operación,
a que se opuso la madre, que con grande fe puso
mi curación en manos de María Auxiliadora. A la
mañana siguiente, que se decía mía misa para más
obligar a la Virgen, yo me levantaba completa
mente bien, pues la erupción de los granos había
desaparecido.
Agradecido hago público mi reconocimiento.
J uan P uertas.
S. C ristóbal (Menorca). — Sumamente afligida
41 causa do unos agudísimos dolores en una mano
y lemorosa de un resultado fatkl, acudí a mi buena
Madre, María Auxiliadora, prometiendo hacer
celebrar una misa en su honor si el mal cedía; y
María escuchó mi plegaria haciéndolo desaparecer
antes de que se terminara una novena que hice
en su obseciuio. Cumplo mi promesa haciendo
piiblicar la gracia, deseando que aumente cada
día la confianza en tan Buena Madre.
María Barber .
G aldar (Canarias). — Tenía una hija mía gra\-einente enferma, hacía ya bastante tiempo, sin
(¡ue médicos ni medicinas lograran atajar el mal
y procurarle mejoría. Convencida de la protección
de María Auxiliadora, por otros favores recibidos,
acudí a Ella, pidiéndole me curara a la hija. Em
pecé una novena, y al terminarla mi hija estaba
fuera de peligro y casi bien del todo, en franca convalescencia. Envío una limosna como muestra de
agradecimiento y ruego publiquen la gracia.
D olores Mendoza.
S. l’'KRN.\NDO (Cádiz). — Recibidos los Santos
8.acramentos después de varios días de gripe, des
ahuciada por el médico, dos veces, recomendada
el alma y .sin pulso, pasé soñolienta y casi sin sen
tido una noche, sin esperanza de llegar a la ma
ñana siguiente.
¡Qué sorpresa la del facultativo a su visita ma
tutina!
— Hay enferma todavía, dijo. ¿Cómo ha sido
este cambio?
— Toda la noche, contestó la enfermera que
me había velado, ha pasado reíñiiendo adonnilada e incoscientc: Mai it . luxi¡ium Christianorum,
ora pro «yóís.
La mejoría continuó, y hoy gozo de completa
y robusta .salud, gracias a la Virgen de Don Bosco.
El amor a la Virgen .•! uxiliadora es un luetUo efica*
para obtener .sus favores.
ANO.EI.KS GARCI.t.
Pamplona {Colombia), 21 diciembre 1922.
Rdo. P. Superior de los Salesianos:
Con gran satisfacción coimmico a V. R. el si
guiente prodigio: Nuestra madre, María de los
Angeles Gandica de Bautista, enfennó el 14 de
jvilio de demencia, a causa de un tumor que se le
desarrolló hace 18 años, y entonces estuvo lo mis
mo. Estando en julio último, como ya dijimos,
loca furiosa, nuestra angustia crecía, pues no ¡>odíamos del todo atenderla. Acudimos a Sta. Elena
de la Cruz y quedó unos días calmadita, empe
zando a la vez una novena a María Sma. Auxi
liadora, confiando que mejoraría a la enfenna.
En esa ocasión, una persona devota de la Virgen
de Don Bosco nos aconsejó que ofreciéramos
una limosna en favor de la Obra Salesiana, y pu
blicar la gracia en el Boletin, si era conseguida.
Nuestra pobre madre no daba señal de mejoría;
tal vez la Virgen quería así probar nuestra fé.
MaL.\ua (E.spaña). — De resultas de una ope Acordamos ponerle una medallita de M. A., sin
ración mal hecha, mi e.sposo se hallaba en mal resultado. Seguimos suplicando y renovando la
estado, para salir del cual era necesario operarle novena, y hoy, que escribimos la presente, lleva
de nuevo. Como me alienaba el tenerlo que ver dos meses de continuada mejoría, y confiamos
operar otra vez, cx)n las contingencias consiguien que nuestra celestial Madre completará cuanto
tes, recurrí a María Auxiliadora con todo fervor antes la mejoría de la querida enferma, para as:
para »[ue le sanara .sin necesidad de operarlo más. proporcionamos por más tiempo su amada pre
La X’irgeu Santí>ima me escuchó y yo hago pú sencia.
Aquí mandamos un peso oro, como cumpublico mi agradecimiento.
miento de nuestra promesa, enviándolo por o
A. S.
—
121
digno conducto del Sr Decurión Salesiano, D. Clo
domiro Uaues.
A bigail y R osaua B autista .
Santander G uadalupe (Colombia). — Estando
yo gravemente enferma de fiebre tifoidea y des
ahuciada por el médico que me visitó, y mi familia
acongojada con la perspectiva de un fimesto des
enlace, vinieron a \dsitarme las hijas de María Au
xiliadora que me aconsejaron recurrir con fe a la
Virgen de D. Bosco, que tantos y señalados favores
concede.
A ella me dirigí con toda confianza, empezando
una novena con mi familia. Enseguida comencé
a mejorar y hoy me hallo conipletanieiite bien.
Envío como testimonio de mi gratitud una li
mosna y pido se publique eu el Boletín la gracia.
J ulia E lvira T orres.
Socorro (Santander-Colombia). — El i° de
junio de 1921 cayó mi esposo Bonifacio Vargas
postrado por una enfermedad tan delicada como
grave, que dada su avauzada edad, según dictamen
de tres médicos, no había esperanza de salvarle
la vida. Ante tan terrible espectativa, invoqué
llena de fe a María Auxiliadora, porque lo qúe es
imposible a la tierra, al cielo no lo es. Quizá para
poner a prueba mi fe siguieron doce días de angus
tioso estado, a pesar de muy dolorosos tratamientos;
la gravedad aumentaba, y cuando' ya el desenlace
fatal se aproximaba, redoblé mis ruegos con mayor
confianza y la Reina María Auxiliadora tuvo a
bien oirlos porque milagrosamente la enfermedad
cedió y al cabo de un mes se le vió, con sorpresa
general, entregado de nuevo a la dirección délos
trabajos de la Catedral en construcción. Había
ofrecido una limosna de {$ 0,50) cincuenta cen
tavos, pero hoy llena de gratitud envío un peso
) para su culto en el Santuario de Turín.
Candelaria Jamayo de V argas .
Socorro (Col.) — Como para que brillara más
la influencia protectora de la que es Auxilio de
los cristianos, mi madre estuvo a punto de morir
ea octubre de 1920, desahuciada por ;m médico
afamado, cuando la invoqué suplicándole le con
cediera la salud. Inmediatamente empecé la no
vena llena de confianza; habían trascurrido ya
ocho días de afanosa espectativa, porque la gra
vedad había llegado a su mayor grado, y al llegar
el último día de la novena, empezó visiblemente
a recobrar la salud, causando asombro a todos e
indecible gratitud de la familia hada Jlaría Auxi
liadora por tan patente favor. Hago público mi
agradecimento a tan bondadosa Madre y recomiendo su devodón como fuente de consuelo y espe
ranzas en los trances de la vida.
Mercedes L. d e P atiño .
Socorro (Col.) — Una niña, hija mía, sufrió,
cu abril de 1922, un violento acceso que le produjo
cwvulsioues muy fuertes, acompañadas de otros
Atonías que denunciaban un caso de meningitis,
al decir dd médico, pero tan grave, •que no había
l*ujuana:i;ente esperanzas de que sobreviviera.
—
Invoqué al Redentor y a su Madre en sus advocadones de Cristo de Limpias y María Auxihadora y ellos tuvieron la bondadosa dignadón de
prolongar la vida de la enfermita, concediendo^
así un gran consuelo a sus atribulados padre.s,
por lo cual cumplo con el deber de hacer público
mi tesinimonio de agradecimiento.
J ulio Cesar Patiño .
B arranquilla (Colombia), — Cumplo gustosa
la promesa de mandar decir una Misa, dar gracias
en el Boletín y enviar una limosna cu acción do
gracias a María Auxiliadora pt>r dos señaladas fa
vores, y le pido su poderosa protección y su santa
bendición para mi y lodos los míos.
D omin<;a D avila de Correa .
B uenos A irics (Argentina). — Hacía cuatro
años que un hermano mío ya 110 confesaba iii co
mulgaba. Entristecido yo por verle en el camino
del mal, lo encomendé a María Auxiliadora de los
cristianos y comencé mía novena, comulgando
los nueve días seguidos. También prometí publicar
la gracia en el Boletín Salesiano, si la obtenía. El
mismo día que hice la promesa, ya mi hermano
me acompañó a la iglesia, cosa que antes no había
querido hacer, y se confesó juntamente conmigo,
y al otro día recibió la sagrada Comunión.
{Mil gracias, Madre querida!
F rancisco S aluzzo.
B uenos Aires (Argentina). — Te doy infinitas
gracias, oh María Auxilio de los Cristianos, por
el beneficio grandísimo que nos has hecho. Te ruego
aliora nos concedas otro favor y nuestra deuua
para contigo será eterna.
Tu devota liija E.
P aysandu (Uruguay). — Encontrándose mi
mamá gravemente enfenna y debiendo ser some
tida a una dolorosa operación, los médicos temían
ima complicación de consecuencias fatales. Dada
la avanzada edad de la enfenna, torios los de la
familia temíamos perderla; en estas circunstamdíis
angustiosas, me encomendé a María Auxiliadora,
prometiéndole publicar la gracia, si iiue.síra (juerida mamá recobraba la salud. La Virgen de
D. Bosco oyó mis súplicas, y hoy, agrarlecida a
nuestra celestim Madre, cmuplo mi proinc.sa y
envío una pequeña limosna para el Santuario de
María Auxiliadora.
María Molinari.
CÓ R D O B A (Argent.-Ainérica). — Me encontraba
muy trabajada por un pertinaz y molesto reuii'.a
que meimpedía atender a mis obligaciones. Acudí a
los remedios que en otras ocasiones me dieron buen
resultado, pero esta vez no conseguí ninguna me
joría. Como los médicos no supieran que recetarme,
para que surtiera efecto, me dirigí a María Auxilia
dora para que rae atendiera y sanara. ¡Cosa admi
rable! Sin aplicarme más remedios, ni abstenerme de
alimentos que otras veces rae perjudicaban, me vi
al poco tiempo bien del todo. Como esta buena
Aladre, María Auxiliadora, me ha concedido otras
gruciíis en distintas ocasiones, yo, agradecida, lo
hago público en el Boletín y envío de mi pobreza dos
pesos pata el Santuario.
R amona A rréguez .*
Daa también gracias a María Auxiliadora:
Alcocer (España). A. Gómez, agradecida a la
Virgen de Don Bosco por favores que le consiguió,
envía la limo.sna de lo pesetas y otras 5 para al
canzar otra gracia.
Castillo de Alvaraiiez (España). — Trinidad
Bueno hace la ofrenda de 5 pesetas por un favor
conseguido mediante la intercesión de María Au
xiliadora.
valdecolmenas de Abajo (España).
María de
Jesús Martínez y Tomás Sáiz, hacen público su
agradecimiento a la Virgen por haberlos favorecido
en sus necesidades, y envían una limosna para la
Obra vSalesiaiia.
Málaga (España). — Dña. Asunción N. dfe Lacave dá gracias a María Auxiliadora por favor re
cibido y envía limosna.
Pontevedra (España). — Dña. Peregrina Pineiro mega se publique su agradecimiento en el
Bolethi por gracias recibidas.
Barcelona (España). — Dña. Angela Coll da
renilidas gracias a María Auxiliadora y envía li
mosna. por haber obtenido la curación de su hijo,
que estuvo a punto de muerte.
Alta Córdoba (América). — Dña María Angé
lica Punes envía una limosna, y da gracias a María
Auxiliadora por haber conseguido un señalado
favor para su hermano.
Socorro (Colombia). — Dña. Dominga Uribe
l-'rancisco da gracias a María Auxiliadora y envía
limosna de cinco pesos en reconocimiento de fa
vores recibidos.
S. Nicolás de los Arroyos (Argentina). — D. Julio
y Hortensia Ghione agradecen a María Auxilia
dora los favores recibidos; id. M. R. de P. por
varias gracias.
Oncativo Prov. de Córdova (Argentina). — Dña.
María 1^. de Bonangelino agradece a María Au
xiliadora una gracia obtenida para su hijo Santiago.
Acevedo (Bxienos Aires). — Dña. Dominga T.
Vda. de Calondu, da gracias a María Auxiliadora
por haberle sanado un hijo enfermo; id, Dña Cán
dida M. Calandri, por haber obtenido la salud
^Ic su hermano.
EDiDSiJsla recIMmieDtD de
Míhs.
Aogoslo Dlond
en K atow ice (A lta S ilesia).
En el boletín de Enero dábamos cuenta de la
elección del salesíauo Padre Hlond para Adminis
trador Apostólico de la Alta Silesia Polaca, y hoy
reseñamos su estrada triunfal en Katowice.
El 17 de Diciembre salía de Oswiecim en tren
especial que la Dirección de los ferrocarriles de
Katouice ponía galanamente a su disposición.
En todas las estaciones de tránsito de su jurisdición eclesiástica, clero y pueblo salían a ofrecer
sus respetos al enviado del Papa. En la de Myskoxvice le esperaba su anciana madre, • llorando de
alegría.
Pero donde la-manifestación residtó grandiosa
fué en Katowice, donde le esperaba la población
en masa con clero y autoridades civiles. La esta
ción estaba profusamente engalanada. Cuando el
tren entró en agujas, la banda de música lo acogió
a los acordes de la marcha polaca y el pueblo pro
rrumpió en vítores y aplausos. Entre las filas de
Itlons. A u gu sto Hlond.
hombres y mujeres que llenaban las calles hasta
la iglesia, Mon.señor Hlond fué objeto de las cari
ñosas muestras de afecto de sxi pueblo. En la igle*
.sia se leyeron las bulas pontificias y la pastoral,
en lengua polaca y alemana, y a continuación
tuvo su primer pontifical. El ministro de Estado
de Polonia, más tarde Presidente y víctima de
un atentado, ofreció un banquete eu honor del
Administrador Apostólico al que concurrieron <1
Arzobispo de Varsovia, Kakowski y todo el alto
personal del Ministerio de Estado.
La Dieta autónoma de la Alta Silesia Polaca,
le hizo entrega de un hennoso palacio donde se
instalará provisoriamente la Cnria.
Deseamos al nuevo Administrador Apost<Mico
acierto y fecundo axwstolado.
í
CÓRDOBA (España). — Fiesta simpática: El día
dei Diño de la s ' Escuelas Salesiaaas. — El dulce
Rabí de Galilea, exclamó: ¡Dejad que los niños
se acerquen a mi!
Los hombres que escucharon las santas palabras
del Di%dno Redentor, sintieron el influjo mara
villoso de aquella frase bendita y los niños pasaron
y se pusieron al lado de Crisro.
Así los hijos, los discípulos de Don Hosco, llega
ron a nuestra ciudad y dijeron: « Dejad que los
niños se acerquen a nosotros ».
Y los niños, poco a poco, se fueron acercando
a los buenos apóstoles.
Los niños de aquella época son ya hombres y
todavía acuden gozosos y felices a la solariega casa
donde recibieron sabias y doctas enseñanzas.
Ayer fué tm día memorable en el mundo sale^
siano. Se conmemoraba el tercer centenario de
San Francisco de Sales y xma fiesta verdadera
mente emotiva y simpática dejó en el corazón
de los p>equeñuelos im eterno recuerdo.
Los PP. Salesianos, para celebrar el tercer cen
tenario de su santo patrón, habían organizado un
programa que constaba de dos partes.
Primera, visita al Prelado, y segimda, jira cam
pestre.
En el Pelado Episcopal.
A las nueve de la mañana ya se habían congre
gado es los amplios patios del Colegio Salesiano
casi todos los alunmos.
Perfectamente ordenados se pusieron en marcha,
dirigiéndose al Palacio Episcopal para rendir un
homenaje a nuestro insigne Prelado don Adolfo
Pérez Muñoz.
A la cabcM de los pequeños marchaba la banda
de tambores y cometas del Colegio y en medio de
los chicos un escolar llevaba la bandera salesiana
co:no un glorioso trofeo.
En las calles que recorrieron los alumnos salesiauos para dirigirse al Palacio Episcopal se aglonieraron nruchas personas que elogiaban la pre
sentación de los niños.
Los pequeños, acompañados de sus profesores
y del director del Colegio don Sebastián María
Pastor, penetraron en el Palacio Episcopal por
la puerta principal de la calle de Torrijos.
Los pequeñuelos se colocaron en un amplio patio
del Palacio y desde los balcones del mismo el
Prelado y las personas antes citadas presenciaron
«1 homenaje que los alumnos salesianos rindieron
al bondadoso Obispo de la Diócesis.
Primeramente los niños cantaron con mucha
entonación un himno escolar.
Después el director del Colegio don Sebastián
María Pastor, leyó imas cuartillas de salutación
*1 Prelado.
Manifestó el digno director del Colegio Sale
siano que el homenaje era de completa y absbhita
sumisión y respetuoso acalamicuio al legíliu.o
Pastor de las almas de los cordobeses.
Seguidamente el niño Antonio Cuevas CoIjo
recitó de un modo admirable una bella ix)esía del
religioso salesiano don Luís María Giles.
El Prelado mandó subir al niño, al cjue besó.
Despuéi, todos los pequeñuelos realizaron di
versos ejercicios de giiimasia sueca.
Al teniiinar los ejercicios mencionados, tres
alunmos de las escuelas de Don Bosco interpre
taron un ingenioso apropósito alusivo al acto,
que fué muy celebrado.
Los pequeños tenuiiiaron su homenaje al Obispo
cantando un liimno a la Patria.
Seguidamente el excelentísimo e ilustrísiu.o
señor Obispo de la Diócesis dirigió la palabra a
los niños. .
Esta fiesta es la jura de la bandera de los Snlesianos.
Vuestra bandera es la fe y si os escudáis siempre
entre los pliegues de ese pabellón glorioso, no te
máis a los Herodes que se atraviesen en vuestro
camino.
En estos momentos dais gloria a Dios.
Mientras vosotros tenéis el alma pura y Imuinosa, hay muchos niños desventurados cuyos
labios se manchan con las impiedades de la blas
femia, que tanto entristece el corazón de vuestro
Obispo.
¡Hijos mios: que vuestros labios no se abran
jamás para blasfemari
En elocuentísimos períodos comparó a los niños
hmnildes con Cristo, diciendo que ellos, como el
Niño Jesús, tem'an el lema de « Ora y trabaja ».
El Prelado continuó diciendo:
Niños buenos, sabed que en Córdoba hay un
vivero donde florecen, donde germinan y fructi
fican las sabias doctrinas del santo Obispo de
Ginebra San Francisco de Sales, padre de los
pobres.
Vosotros, niños, que rae escucháis, os estáis
preparando en la Casa Salesiana para ser el or
gullo de Córdoba.
El ilustre Prelado terminó su ferviente y sin
cero discurso, rogando a los niños que pidiesen
a Dios que en nuestra ciudad atratenle el número
de Padres Salesianos y el de cooperadores de tan
noble institución.
Una atronadora salva de aplausos ahogó las
últimas palabras del Obispo.
Por las mejillas del amado Pastor de la Dió
cesis resbalaron dos lágrimas y todas las personas
que habían escuchado su palabra evangélica se
sintieron identificadas en un mismo sentimiento.
Después los niños, ordenadamente, saherou del
— ,12a —
Palacio Episcopal por la puerta que da a la calle
•Amador de los R íos.
Al salir, desfilaron todos los pequeñuelos ante
el Prelado, besándole el anillo Pastoral.
Uon Adolfo Pérez Muñoz obsequió a los peque
ños discípulos de Don Bosco con mantecados y
caramelos.
La fiesta resultó en extremo conmovedora y
simpática.
Terminada la visita al Prelado, los alumnos de
las Escuelas Salesianas se dirigieron a la Sierra,
domle ])asaron el resto dd día.
Felicitamos a los religiosos .salesianos por los
hermosos actos de ayer y les damos las gracias
por las atenciones que no.s dispensaron.
(Del Diario de Córdoba).
SALAMANCA (líspañal. — La fiesta de la Unión
ia celebran con esplendor y entusiasmo los An>
tiguos Alumnos. — JUa numerosa falange sal
mantina de antiguos alumnos salesianos, a la par
(jue sus compañeros esparcidos por E.spaña, ha
celebrado, con inusitada solemnidad la fiesta de su
glorioso patrono, San Francisco de Sales, obispo
de Ginebra.
La víspera.
En preparación a dicha fiesta, el día 3, a las
siete y media de la noche, el reverendo padre don
Buevaventura Roca, director del Colegio Salesiauo de San Benito, y consiliario de la Unión,
dió una conferencia apologético-social, sirvién
dole de tema « La necesidad de la Religión cató
lica en la actualidad ».
cisco de Asís, re.spectivamente, y de maestro de
ceremonias el reverendo padre Roca.
Ocupó la sagrada cátedra el reverendo señor
doctor don Teodoro Andrés, catedrático de la
Universidad.
Conocidas ya de la devoción salmantina las
dotes privilegiadas de este eminente orador,
huelga hacer elogio algtmo del brillante y consmnado panegírico que hizo del santo obispo,,
sorprendiéndole en las distintas fases de su pfeciosa vida, presentando admirablemente el para
lelismo que existe entre San Francisco de Sales
y el Veñerable Juan Bosco, íimdador de todas
las instituciones salesianas.
1x5 que debe constituir — dice — el lema de los
antiguos alunmos .salesianos es «buscar la luz de la
verdad, para hacer fácil la práctica del bien»; pero
la luz tínica, la luz de la verdad increada, que ilu
mine con resplandores de amor el camino a seguir
para llegar a la meta del cristiano, para lograr el fin
a que sontos criados; para alcanzar el bien supreir.o.
Tennina poniendo como modelo acabado que
imitar, la virtud acrisolada del Santo que se fes
tejaba.
. La partitura de la misa del maestro L- Refice,
a tres voces, fué magistralmente interpretada, por
la i Schola cantorum » de antiguos alumnos.
E¡ banquete.
A la una de la tarde y en los refectorios del co
legio, se reunieron en fraternal banquete gran
número de socios, pasando de setenta, bajo la
presidencia de nmnerosas ptersonaliades, socios
protectores y la junta directiva.
El menú, selecto y variado, fué admirablemente
La fiesta.
servido por el justamente acreditado lotel «El
español ».
Alboreó por fin el día anhelado, día de júbilo,
La comida se deslizó en medio de un ambiente
día de recogijo y gozo para los miembros de tan
simpática institución, que con tanto fervor se ha de franca y fraternal cordialidad, finalizando con
un henuQSo briirdis que, a petición de los comen
bían dispuesto a festejarlo.
Por la mañana, a las ocho, en la misa que celebró sales, pronunció el joven poeta y antiguo alun no
el reverendo padre Consiliario, y en la que fué don Benito Cobos, con los siguientes inspirados
ayudado por dos ajitiguos alumnos, todos los aso versos:
Que brinde me decís, y a la verdad,
ciados recibiéron la sagrada comunión, entonán
es esto para mí muy grande honor.
dose hermosos y escogidos motetes.
ICste acto tal vez haya sillo el que dió la nota
Tomo, pues, en mis manos el licor,
de más consolador afecto: de más emocionante
y voy sin más rodeos a brindar.
impresión,
Néctar embriagador y generoso,
iQué encuntadorl ¡Qué sublime! iQué cuadro
lleva mi inspiración por buen camino,
más admirable!... ver a multitud de jóvemes paspresta calor a mi estro peregrino
tradas en actitud devota, tm aquella iglesia, donde
para que salga de este trance airoso.
de niñas, tantas veces se postran..., acercarse
Brindo con ilusión, con alegría,
fiTvorosos al altar a reeñbir el alimiMito aitcaríy me siento orgulloso en este ambiente
stico, el pan de vida, recordando aquellas ine
donde reina el amor que nmrca miente
fables y dichasos ticmjxxs de su infancia.
y todo es juventud, paz y armonía.
A continuación fueron atentan:cnte invitados
Pues al calor del fraternal cariño
ix>r el director tollos los concurrentes a desayunar
que todos alentamos en el pecho,
en el domicilio .social, cuyo salón de recreo se ha
nuestro ser, de gozar siente im derecho
llaba artística y elegantemente engalanado.
lo mismo que gozaba cuando niño.
A las diez y meilia, tuvo lugar la misa mayor,
\'aya el primer saludo cariñoso
en la que ofició el muy ilustre señor doctor don
a nuestro Santo Patrono dirigido:
Jasé Artero, canónigo de esta Santa Iglesia Basí
brindo, sí, por su nombre bendecido,
lica actuando de diácono y subdiácono los prespor su ideal subliiue y de coloso.
bírcras doctor don Miguel Moronta y don Fran
— 125 —
Que circunde de lauros y de gloria
de nuestra unión la enseña tan querida,
que en su diestra la lleve enaltecida
y siempre airosa cantará victoria.
También para brindar mi copa se alza,
con gozo sin igual y con ardor
por nuestro venerable fundador,
cuyo genio sin par el mmido ensalza.
Con puro amor, en mi lenguaje tosco,
pronuncio su bendito y dulce nombre,
y admiro con pasión al gran prohombre,
al gran portento, al inmortal Don Bosco.
Que su labor, con todos sus encantos,
se extienda hasta los últimos lugares,
que pronto se venere en los altares
con la dulce aureola de los santos.
Brindo por la familia Salesiana
de quien siempre serán núes .ros afectos,
brindo por sus hijos predilectos,
por su misión divina más que humana.
Brindo por nuestro amado director,
por nuestro digno y celoso presidente,
por la jimta tan fiel y competente
y por el triunfo constante de la Unión.
Brindo también por los aquí presentes
por lo antiguos alumnos salesianos,
que más que compañeros son hermanos
para todos, mis votos más fervientes.
Y al terminar, dejad que mi emoción
que se siente inundada de alborozo,
apurando el licor, grite con gozo:
jViva nuestra bandera! ¡Nuestra unión!
¡Ilusión, juventud, amor y poesía...!
¡Día fausto y dulcemente memorable! Tu re
cuerdo perdurará por siempre en el alma de los
que con tanto entusiasmo y cariño te festejaron.
Que tu radiante y esplendorosa aurora nazca
siempre tan llena de venturas y de trimifos para
la unión de antiguos alumnos salesianos.
SAN NICOLÁS DE LOS ARROYOS (Argentina). —
Hermosa fiesta ea el « Colegio Don Bosco ».
Nos escriben da San Nicolás de los Arroyas:
« Hermoso desde todo punto de vista resultó
el festival gimnástico-musical realizado en el
colegio Don Bosco, con motivo de celebrarse la
solemne distribución de premios y clausura del
año escolar. El patio, artísticamente embanderado
' con pabellones y gallardetes de diversas naciones,
y los pórticos, con verdes guirnaldas y plmitas,
ofrecía un aspecto, del todo encantador.
A las i6 llegaban el señor intendente municipal,
Prof. Víctor Gard, y el teniente general Pablo
Peralta, presidente del consejo escolar, que debían
presidir el acto. Este comenzó con la ejecución
del hinmo nacional, que fué coreado no sólo por
los alunmos, sino por toda la numerosísima conturrencia que llenaba por completo todos los siciales preparados en los amphos pórticos del co
legio. El discursito de ocásión. recitado con voz
vibrante y clara por el almnno J. Bastorreckey,
fué mu}' aplaudido. Las piezas musicales «El
Saboyano » y « Yo soy Teodoro *, bien interpre
tadas por los aimnnos. A. Bo y J. Pastorino, cose
charon nutridos aplausos. Los coros « Los sol
dados de mi tierra * y « La Pilarica », cantados
por los coros de alumnos internos, dignos de toda
alabanza. Con la acostumbrada corrección, los
El teatro.
números de ejercicios por la escuadra de gimnastas
A las siete de la tarde y tras una solenmíshna y exploradores, como impresionantes y conmove
doras las declamación es «Al partir » y «De.spedida
reserva, en la que velaron los antigos alumnos,
se celebró una soberbia fimción teatral, en obse al colegio *.
La nota llamativa fué la entrega del premio de
quio de las familias de los socios.
El lindo salón de actos, primorosamente ador honor, medalla de oro, donada por el señor inten
nado con los colores nacionales y escudos, vióse dente municipal al mejor alumno interno, y por
el señor Pascual Subiza, diputado provincial, al
completamente invadido de un escogido público,
que acudió gozoso a aplaudir el grandioso pro mejor alumno externo. Nombrados los alumnos
grama sujestivo y en extremo interesante, que agraciados, F. M. Miquelareiui y P. Parodi, fueron
acompañados al palco oficial por el R. P. Director
era como sigue:
I® Primer acto del chispeante y humorístico del colegio, para que los señores donantes exhi
sainete en tres actos, del aplaudido señor Muñoz bieran sobre los pechos de esos jóvenes las meda
llas, que dada su óptima conducta y constante
Seca, titulado « Los cuatro Robinsones *.
2® Proyección de una preciosa cinta ameri apUcación, se habían hecho acreedores a tal re
compensa, un estruendoso aplauso saludó a los
cana, que agradó muchísimo.
3® E l conocido barítono don Jesús Pedraz, jóvenes mencionados, a la vez que la banda del
cantó maravillosamente ima romanza, siendo acom colegio prorrumpió en una entusiasta marcha,
pañado con el piano por el joven y competente terminando de conmover a los espectadores.
Acto seguido pronunció el intendente un elo
profesor de música don Amallo Gracia; arabos
antiguos aimnnos fueron ovacionados calurosa cuente discurso de felicitación a tales aimnnos,
exhortándoles a continuar por ruta tan acertada
mente.
y animando a los demás alunmos a imitar a estos
4° Segundo acto del sainete.
sus compañeros. Un aplauso fragoroso saludó
S'’ Proyección de otra película.
las lálíimas palabras del señor Gard, y terminóse
6® Tercer acto del sainete.
I<os actores, geniales en su labor como siempre, el acto con ira general desfile de gimnastas y explo
se vieron premiados con ima salva atronadora de radores, que ludan sobre sus uniformes las me
calorosos aplausos, dando así digno remate a tan dallas y premios conquistados, arrancando de
la concurrenda delirantes aplausos.
simpática fiesta.
-- 126 -Y al tenninar estas líneas, queremos presentar
nuestras ■ felicitaciones muy sinceras al Director
<le este establecimiento, Pbro. Juan B. Gherra
por tanta actividad desplegada en sus dos años
de dirección y por el halagüeño resultado obte
nido en este acto, que será de gratos recuerdos
pura cuantos hayan asistido.
PAYSANDÚ (Uruguay). — Un acto de heroísmo
cuesta la vida al acólito salesiano Montiel. —
líu los cuarenta años que llevan de residencia
en Paysandií los salesianos son ya innumerables
los paseos campestres realizados a diversos pa
rajes, ora a la cascada del Queguay, al Sacra,
al pa.so de Almirón, a la boca del Queguay. San
Francisco, etc., siendo ésta la primera vez que una
nota trágica’ pone tan triste epílogo a la alegre
fiesta.
Acompañados siempre los alumnos por sus res
pectivos maestros, vigilados atenta y cariñosa
mente, no había motivo racional para temer des
gracias de ningiín género, y así transcurrían y
terminaban esas fiestas que son tradicionales en
los colegios salesianos, dentro de la mayor alegría
y contento.
Hoy, un hecho intensamente doloroso ha inte
rrumpido la feliz tradición de esos paseos que
todos los ex-almunos de los salesianos recuerdan
gratamente.
Caminaba el acólito RIoutiel a la vera del río
acompañado de ocho niños, menores de doce años.
Debió caer uno al agua, y con mala fortuna en
una especie de pozo. K1 acólito Montiel se lanzó
al agua, vestido como estaba, para arrancar al
rio la inocente presa, lo que consiguió con grande
esfuerzo. Pero durante el salvamento, otro niño,
creyendo poder ayudarles, porque savia nadar,
se echó también al agua. Envuelto en el remolino,
forcejeaba en vano por ganar la orilla y en su
ayuda acudió el heroico acolito. Fuera porque el
niño lo abrazara, impidiéndole todo movimiento,
o porque exhausto de fuerzas no pudiera vencer
la corriente, el hecho es que con el consiguiente
espanto de los demás niños, desaparecía debajo
de líus aguas con el discípiüo.
El niño contaba apenas doce años y era aven
tajado discípulo <lel Colegio Salesiano. y muy apre
ciado por sus buenas prendas.
El acólito tenía 22 años y estaba en vísperas
de partir para el estudiantado teológico interna
cional iiue los Salesianas tienen an Turín. En dis
tintas ocasiones había dado pruebas de la inte
gridad de su carácter y de las virtudes que ateso
raba su alma juvenil.
El sepelio de las víctimas dió lugar a una grandiosiv manifestación de duelo (pie comentaba <xm
admiración la nobleza del niño y la abnegación
* heróicu del maestro.
LOS QUE MUEREN
D. Joaquín Ramírez C.
El día 5 del pasado diciembre, moría con la paz
de los justos, en Heredia, C(5Sta Rica, el caballero
católico D. Joaquín Ramírez C., gran admirador
de D. Bosco y bienhechor de la Obra Salesiana.
En el lecho del dolor, y pocos días antes de su
muerte, entregaba su última limosna al Padre
Salesiano que le visitaba, para que la empleara
segi'm intenciones que no quiso se hicieran pú
blicas.
Los niños redaron durante ima semana por él,
y los salesianos lo recordarán siempre delante de
Dios.
Descanse en paz el ilustre bienhechor.
Otros Cooperadores difuntos.
Barcelona (España). — D. Alberto Augé; D. Al
fredo Wiederkch; Dña. Alejandrina Sales; Dña
Ana Colomer;D. Federico Prado; D. Felipe Blanch;
Dña. Josefa Gualba; Exema. Sra. RIarquesa de
Villamizar; Dña. Ramona Coletes; Dña. Rosa
RIaristany; Exmo. Sr. D. Vicente Caballero.
Barajas de Meló (España. — Dña. Leonarda
González.
Cuenca (España). — Exemo. Sr. Obispo Dr.
D. Wenceslao Sangüesa; Sra. Dña. Josefa de Anza;
Dña. Josefa González.
Gerona (España). — Dña. Cannen Puig de la
Bellacasa y Rosés; Dña. Isabel Rosés y Roig,
Vda. de Puig; Rdo. Sr. D. RIartín Xiberta Serradell; RI. I. Sr. Dr. D. Joaquín Gou Sola, Canónigo
de la S. I. Catedral de Gerona.
Molina de A rogón (España). — Dña. Ana Esco*
laño; D. Alfonso Arariz.
Africa — D. Félix Arenas; D. Francisco Arenas.
Tondos (España). — Dña. FeHpa Higueras y
D. Valentín Palomero.
Valdecolmenas de Abajo (España. — Nicomedtt
de las Heras, Ríanuela Martínez y Encamación
Arias.
Vega de perros (España). — Rdo. Sr, D. Hilario
Laburdiba, Párroco.
Biunos Aires (Argentina). — D. Guillermo
Calandu.
S. Nicolás (Buenos Aires). — D. Domingo Bo;
Dña. Margarita G. de Clerici.
Mercedes (Buenos Aires). — Dr. D. José Paolucci.
Con aprobación de la Autoridad Eclesiástica: Gerente: GEMINIANO FERRARI.
Establee. Tip.de la Sociedad Editora luteruacional. — Corso Regina Margherita, N. 174 - Tb.
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A v e n id a R e g in a M a r g a r id a , 174 — T U R ÍN (K alla)
Opera novissima juxta novutn Codicem Juris Canonici
Theologia dogmática, moralis, mystica, pastoralis.
RACCA Sac. PBTRUS. — Theologiae moralis
a^topsis. Breve opus ex sapientissimis scríptoribus de Re Morali eductum et ad normam novi
codicis juris Canonici exaratum: Libellae 12,50.
Apud exteros: libellae 17,50.
líAZZELLA HOR. Archiep. Tarentínus. — Praelectiones Scholastico-dogmaticae breviori cursui
accomodatae. Editio quinta recoguita et aucta.
Vol. I. — Tractatus de vera Religione, de
Scriptura, de Traditione et de Ecclesia Christi.
Libellae 25. — Apud exteros: libellae 35.
Vol. II. — Traciattis de Deo Uno ac Trino et
de Deo Creante: Libellae 25. — Apud exteros:
libellae 35^
Vol. III. — Tractatus de Verbo Incarnato, de
Gratia Christi et de Virtutibus infusis: Libellae 25
— Apud exteros: libellae 35.
Vol. IV. — Tractatus de Sacrameniis et de Novissimis: Libellae 25. — Apud exteros: lib. 35.
SEBASTIANI Sac. NICOLAUS S. Theol. et
utriusque iuris Doctor, Cancellarius a Brevibus
Apostolids Pii PP. X I. — Sammarinai Theo
logiae moralis ad codicem Juris Canonici
accomodatum cum lucupletissimo indice analytico:
Editio quinta maior (1920). In-8 max,: Libel.ae 9,50. — Apud exteros; Libellae 13,50.
Editio sexta minor - manualis. In-24® (cm.
9x15) charta indica pondere mínimo, pag. 650.
Linteo contecta: Libellae 14,50. — Apud extetoe: libellae 20.
P. F R A N aS C U S Missionariis Filiis S.
Cordis B. V. Mariae. — Theologiae asceticae
et Mysticae corsos, ad usum Seminariorum, Institutonim religiosorum, clericorum, necnon
Moderaiorum animn-mm. Prima versio latina
ab auctore recognita et adprobata: Libellae 8,50.
— Apud exteros: libellae 12.
naval
emendata. — Opus juxta S. P. Benedictí XV
optata sacrae praesertim juventuti commendatum: Libellae 45. — Apud exteros: libellae 63.
CAPPELLO Sac. F E L IX S. J. — Tractatus canoníoo-moralis De Sacramentis, juxta codicem
juris canonici: Vol. I. De Sacramentis »n genere
{De Baptismo, Confirmatione et Eucharistia).
1921: Libellae 20. — Apud exteros: libellae 28.
CARBONE Sac. C. Theologiae et juris canonici
Doctor, in Seminario Regionali Apulo-Lucano,
Theologiae Dogm. et Sacrae Eloquentiae Magister. — Esunen Confessariomm ad Codiois
Juris Canonici normam concinnatom: Libellae
12,50 — Apud exteros: libellae 17,50.
MUNERATI Sac. DANTIS. ’— Prontnarium pro
ordinandis et confessionis ezaminandis: Libel
lae 4,50. — Apud exteras nationes: libellae 6,30.
ANTONELLI Sac. JOSEPH. — Medicina pastoralis in usum confessariomm et curianun ecclesiasticarum. Editio quarta in pluribus aucta.
Accedimt 94 figurae et 25 tabulae anatomicae
coloratae. 3 vol,: Libellae 60. — Apud exteras
nationes: libellae 84.
CHELODI Sac. JOA.NNES. — Jus matrimoniáis
juxta codicem Juris Canonici: Libellae 6,50._
Apud exteras nationes; libellae 9.
PIGHI Sac. J. BAPT. — Corsos theologiae moralis ad usum scholarum thcologicamm. Editio
tenia ad cánones codicis ex integro redacta.
Opus in vol. quatuor in-80 max. distributum
1921; Libellae 30. — Apud exteros: libellae 42.
— De Sacramento MatrimoniL Tractatio canonico-moralis ad normam codicis redacta: Libel
lae 4,50. — Apud exteros: libellae 6,30.
EXERLTO P.JO SEPH M .O rd.Capp.— Compendinm TheOK^iae Moralis juxta novum codicem
Juris Canonici. Editio II, 1920: Libellae 7. —
Apud exteros: libellae 10.
S. ALPH. M. DE LIGORIO. — Theologia moraiis. Editio nova cum antiquis editionibus
diligenter collata; in singulis auctorum allegationibus recoguita notisque critids et commentariis ülustrata cura et studio P. Leonardi Gaudé e Congr. Ss.mi Redemptoris, 4 vol. paginii
3200. In-4®, charta manufacta: LibeUae 75. _
— Apud exteros: libellae 105,
GARRi GOU-LAGRANGE Fr. REGIN. O. P. —
teología fondamentalis secondom S. Ihomae
ioctrinam. País apolc^etica: De Revelaiione per
Ecdesiam catholicam proposita. Editio 1921
P. GEMELLI AUG. O. F. M. — De Scropnlif.
Psycho-patholc^iae spedmen in usum confe*sariorum: Libellae 12,50. — Apud exteroa; Ubellae 17,50.
< S O C I E > r > A .r >
K D I 'T O R A .
A v e n id a R e g in a M a r g a r id a , 174 - T U R IN (Italia)
Sac. Prof. A. M. MICHELETTI
E m crttu » v lc c —p r c c K i c t P a e d a ^ o g ía e E c c ie s ia a tic a e le c to r in P o n tific io C o U e ílo A p o s tó lic o Leonlana
de U rb e , C o n a u lto r S . C . S e m in a r lo n im et U n iv e r s ita to m S ta d io m m .
1) Commentarinm in S. C. EE. et RR. Decretum et Normas pro reformatione Seminariorum,
cum supplemento 1918, continente omnia quae,
juxta Novum Codicem Juris Canonicis, ad opns
referuntur;
Pars I. De ratione Pietatis in Sacris Seminariis.
Para II. De ratione Studior.um in Sacris Semi
nariis.
Para III. De ratione Discipiinae in Sacris Semi
nariis.
Libellae 15,50. — Apud exteros: libellae 22.
2) De Fastore animanim. Enchirídion asceticum, canonicum, liturgicnm ac Regiminis juxta
recentiasimas RR. PP. Constit. ac S. RR. Congr.
novis-simos Leges digestuni. Vol. cum doctmientis
ac paradigmalibus juxta nuperrimas S. RR. Congregutionis declarationes et decreta exaratis, cum
supplemento 1919, continente omnia quae juxta
Novum Codicem J uris Canonici ad opus referuntur:
Libellae 14. — Apud exteros: libellae 20.
3) Summula Theologiae Pastoralis juxta recentiora Apost. Sedia documenta legesque digesta,
necuou hodiemis uecessitaübus ac Scholis accomodata. Cum supplemento a. 1919, continente
omnia quae juxta Novum Codicem Juris canonici
ad opvis referuntur; Libellae 10. — Apud exteros:
libellae 14.
4) De reginiine ecclesiastico religiosorum necnon Seminariorum ad mentem S. Gregorii Magm,
S. Iguatii Loyolensis et S. Caroli Borromaei, alionunque SS. Patrum et Ecclesiae Doctorum, necnoü Sununorum Pontificum recentiorum. Sum
mula praelectionum habitarum in Pontificio Collegio Apostólico Leoniano in Urbe (Nihil in hoc
Volumine « De reginiine » est.innovaiidum, quam-
vis Novus Codex Juris Can. editus sit): Libdlae 15,
— Apud exteros: libellae 21.
5) De Snperioie communitahun Religiosarum,
Manuale asceticum, canonicum ac regiminis. Editio
cum supplemento 1919, continente omnia quae
juxta Noviun Codicem Juris Canonici ad opal
referuntur: Libellae 10,50. — Apud exteros: libdlae 14,50.
6) De Rectore Seminariorum Clericalium. Ma
n a r e canonicum paedagogicmn ad mentem S,
Caroli Borromaei, Summorum Pontificum ac SS.
RR. Congregat. recentiorum decretorum d^e»
stum. Praelectionum paedagogiae ecclesiasticae
specialis in CoUegio Apostólico Leoniano in Urbe
habitarum. Editio cum supplemento 19 19 . conti
nente omnia quae juxta Novum Codicem J uris cauonici ad opus referuntur: Libellae 7. — Apud exteros
libellae 10.
• 7) Jus Pianum. Synopsis chionologica argumentorum, analytico-synthetica, alphabetica, gentium, locorum ac personarum ad acta et decreta
a SS. D. N. Pió X P.M. in primo Sacri Principal^
Eius decennio lata, vel a SS. RR. Congregationibus, Officiis ac Tribunalíbus promulgata: Li
bellae: 16. — Apud exteros: libellae 22.
8) Constituliones Seminariorum Clericalinm ex
Codice-Piano-Benedectino omnium gentium Sacrii
Institutis accomodatae. Ed. 1919- Libellae 15. —
Apud exteros: libellae 21.
9) Jus religiosorum ex Códice Novissimo eiuique autbenticis interpretationibus ordine alphabetico-analytico digestum. In-32. Editio I9*iPag. 590. Charta indica, rubro et nigro imprei*
sa. Contecta linteo: Libdlae i i . — Apudexteroas
libellae 15,50.
Plorilegium Hieronymianum anno MD a Maximi Doctoris obitu recensuit adnotationibus auxit
Angelus l’lcarra praefatus est Félix Ramoriuus curavit Pia Societas e S. Hieronymo nimcupata
«vaugeliis italice pervulgandis: Libellae 10. — Apud exteros: libellae 14.
R e d a c c ió n y A d m in istra c ió n ; V ía C o tto le n g o , 32 ■ T U R IN .