BS_1940_03

Ficha

Título
BS_1940_03
Descripción
Boletín Salesiano. Marzo 1940
Fecha
1940.03
extracted text
MARZO

Año L V - N. 3

RE VI S TA

DE

LAS

OBRAS

DE

DON

1940

BOSCO

Tesoro Espiritual
Relación de las Indulgencias Plenarias
que los Cooperadores Salesianos pue*
den ganar en el transcurso del año.

I. — Una ve» cada día, elevando a Dios, en
medio del trabajo y aunque sea sólo mentalmente,
una piadosa invocación cualquiera, previas las
demás condiciones ordinarias, o sea el estado de
gracia, la confesión y comunión sacramentales
y la visita a alguna iglesia u oratorio público,
rogando por la intención del Soberano Pontífice.
Esta indulgencia del trabajo santificado pue­
den ganarla los Cooperadores Salesianos, Hijas
de M. Auxiliadora y sus respectivos alumnos
y ex-alumnos. Si, hallándose en estado de gracia,
se sigue repitiendo la misma piadosa invoca­
ción, u otra cualquiera durante el trabajo, se
puede ganar, cada vez, una indulgencia parcial
de 400 días.
2 - Un día de cada mes, el que uno elija.
3 - E l día en que se hace el piadoso Ejercicio
Mensual de la Buena Muerte.
4 - E l día que se asiste a la Conferencia
Mensual Salesiana.
$ - E l día en que uno inscribe su nombre en la
Pía Unión de Cooperadores Salesianos.
. 6 - E l día en que por primera vez se consagra
uno al Sgdo. Corazón de Jesús.
7 - Cada vez que practique los Santos Ejer­
cicios Espirituales, de ocho días.
8 - A la hora de la muerte, con tal que, con­
fesado y comulgado o por lo menos arrepentido
de sus pecados, invoque, con los labios o con el co­
razón, el nombre sacratísimo de Jesús.
EN CAD A UNA
D E LAS SIGUIENTES FIESTAS:

i) M O VIB LES:
Sagrada Familia (el primer domingo después
de la Epifanía).
Dolores de la Sma Virgen (El viernes de Pasión).
Domingo de Ramos.
Pascua de Resurrección.
Ascensión del Señor.
Domingo de Pentecostés.
Fiesta de la Sma Trinidad.
Corpus Christi.
Fiesta del Sgdo Corazón de Jesús (primer viernes
despuó» del Corpus).
Fiesta del Sgdo Corazón de María (día siguiente
dcl anterior).
a) FIJA S:
ENERO

1

-

Ctrameisión del Señor.

2 - Santísimo Nombre de Jesús.
3 - Epifanía.

18
23
25
29

- Cátedra de San Pedro en Roma.
- Desposorios de la Sma Virgen.
- Conversión de San Pablo.
- Fiesta de San Francisco de Sales.
FEBRERO

2 - Purificación de la Sma Virgen.
22 - Cátedra de San Pedro en Antioquia,
MARZO

19 - Fiesta del Patriarca San José.
25 - Anunciación de la Sma Virgen.
MAYO

3 - Invención de la Santa Cruz.
8 - Aparición de San Miguel Arcángel.
11 - Aniversario de la Coronación de María
Auxiliadora.
24 - Fiesta de María Auxiliadora.
JUNIO

24 - Natividad de San Juan Bautista.
29 - Fiesta de San Pedro y San Pablo.
30 - Conmemoración de San Pablo.
JULIO

1 .
2 16 -

Preciosa Sangre de Ntro Señor Jesucristo.
Visitación de Ntra Señora.
Fiesta de la Virgen del Carmen.
AGOSTO

6 - Transfiguración del Señor.
15 - Asunción de la Sma Virgen.
16 - Fiesta de San Roque.
SETIEMBRE

8
12
14
15
29

-

Natividad de la Sma Virgen.
Dulcísimo Nombre de María.
Exaltación de la Santa Cruz.
Los Siete Dolores de la Sma Virgen.
Dedicación de San Miguel Arcángel.
OCTUBRE

q - La Virgen del Rosario.
11 - Maternidad de María.
16 - Pureza de María.
NOVIEMBRE

21 - Ptesentación de Ntra Señora.
22 - Fiesta de Santa Cecilia.
DICIEMBRE

8 - Inmaculada Concepción.
25 - Natividad de Jesús.
Para lucrar las antedichas Indulgencias
se requiere, además de las condiciones ordi­
narias, que los Socios de la Pía Unión recen
cada día un Padrenuestro, Avemaria y Gloria
con la invocación Sánete Francisce Salesi, ora
pro nobis, según la intención del Romano Pon­
tífice.

R EVISTA DE
L A S OBRAS DE
DON SOSCO
REDACCION

Y

8 O l ETí N
SAIESIAMO

ADM IN ISTRACION :

VIA

COTTOLENGO,

3a •

TUHIN

Año L V

-

N ú m e ro 3

M A R Z O 1940
(109)

-

{.ITALIAi

R eafriccionea g u b e n u ffva a , qve a fe d o a a reviataa y diaríoa, m>a obligaa a rccArc/r laa p ig in a a d e l Boleíin

S U M A R I O : L a P r im e r a E a c i c li c a d e P ío X I I (c o n c lu s ió n ) . - Noticias de España y de Hispanoamérica; B a rc e ­
lo n a . S o le m n e ñ e s ta e n e t T ib id a b o - M é jic o . M a y o s a le s ia n o e n la c a p i t a l - M o n te v id e o . M il q u in ie n t o s e x ­
a lu m n o s d e D o n B o sco a lo s p ie s d e la V ir g e n . - Don Bosco allende los mares: E c u a d o r. M i v is it a a G u a la q u ix a . •

Crónica de gracias. - Necrologías.

La primera Encíclica de Pío XII
(Conc/«iion. - Véanse los Boletines de diciembre y febrero).

£1 amor cristiano a la patria.
N o hay que temer que la conciencia
<ie la fraternidad universal, fomentada por
h doctrina cristiana, y el sentimiento que
ella inspira, se opongan al amor, a la tradi­
ción y a las glorias de la propia patria, e
impidan promover la prosperidad y los
intereses legítimos; pues la misma doctrina
enseña que en el ejercicio de la caridad
existe un orden establecido por Dios, según
el cual se debe amar más intensamente y
ayudar preferentemente a los que nos están
unidos con especiales vínculos. Aun el
Divino Maestro dió ejemplo de esta prefe­
rencia a su tierra y a su patria, llorando
sobre las inminentes ruinas de la Ciudad
Santa. Pero el legítimo y justo amor a la
propia patria no nos debe cerrar los ojos
para reconocer la universalidad de la cari­
dad cristiana, que considera igualmente a los
otros y su prosperidad en la luz pacifica­
dora del amor.
T a l es la maravillosa doctrina de amor y
de paz que ha contribuido tan noblemente
al progreso civil y religioso de la humanidad.
Y los heraldos que la anunciaron, anima­
dos de caridad sobrenatural, no sólo rotu­
raron terrenos y curaron enfermos, sino,
sobre todo, bonificaron, plasmaron y ele\-aron la vida a alturas divinas, lanzándola

hacia las cumbres de la santidad, donde
todo se ve en la claridad de Dios; levanta­
ron monumentos y templos que demuestran
a qué vuelos de geniales alturas empuja
el ideal cristiano; pero, sobre todo, hicieron
de los hombres, sabios o ignorantes, pode­
rosos o débiles, templos vivos de Dios, y
sarmientos de la misma vid, Cristo; transmi­
tieron a las generaciones venideras los te­
soros de arte y de sabiduría antigua; pero,
sobre todo, les hicieron participantes de
aquel inefable don de la sabiduría eterna
que hermana y une a los homl>res con
vínculo de parentesco sobrenatural.

Derecho humano y derecho divino.
Venerables Hermanos, si el olvido de la
ley de caridad universal, única que puede
consolidar la paz apagando odios y ate­
nuando rencores y desavenencias, es fuente
de gravísimos males para la convivencia
pacíficra de los pueblos, no menos nocivo
al bienestar de las naciones y a la prospe­
ridad de la ingente sixriedad humana, que
recoge y abraza dentro de sus confines a
todos los pueblos, aparece el error que se
encierra en aquellas concepciones que no
dudan en separar la autoridad civil de toda
dependencia del Ser supremo (causa pri-

45

mera y Señor absoluto tanto del hombre
como de la sociedad) y de toda ligadura
de ley trascendente que deriva de Dios,
como de fuente primaria, y conceden a
esa misma autoridad una facultad ilim i­
tada de acción, abandonándola a las ondas
mudables del arbitrio, o únicamente a los
dictámenes de exigencias históricas con­
tingentes y de intereses relativos.
Renegando en tal modo de la autoridad
tic Dios y del imperio de su ley, el poder
civil, por consecuencia ineluctable, tiende
a apropiarse aquella absoluta autonomía que
sólo compete al Supremo Hacedor, a hacer
las veces del Omnipotente, elevando el
Estado o la colectividad a fin último de la
vida, a último criterio del orden moral y
jurídico, y prohibiendo, consiguientemente,
toda apelación a los principios de la razón
nitural y de la conciencia cristiana.
No ignoramos, es verdad, que afortuna­
damente no siempre los principios erróneos
cjjrcitan absolutamente su influjo, sobre
todo, cuando las tradiciones cristianas multiseculares, de las que se han nutrido los
' ueblos, perseveran todavía (si bien en la
subconciencia) profundamente arraigadas
v.n los corazones.
Aun así, no se debe olvidar la esencial
insuficiencia y fragilidad de toda norma de
vida social que descanse sobre fundamento
exclusivamente humano, se inspire en mo­
tivos meramente terrenos y haga consistir
su fuerza en la sanción de autoridad úni­
camente externa.
Donde se rechaza la dependencia del
drrecho humano del derecho divino, donde
no se hace apelación sino a una idea incierta
de autoridad tneramente terrena y se reivin­
dica una autonomía fundada únicamente
en la moral utilitaria, allí, el mismo de­
recho humano pierde justamente en sus
aplicacioties más difíciles la fuerza moral,
que es la coitdición esencial para ser recono­
cido y exigir hasta sacrificios.
Bien es verdad que el poder, apoyado
sobre fundamentos tan débiles y vacilantes,
puede conseguir alguna vez, por la contin­
gencia de las circunstancias, sucesos mate­
riales de que se maravillan ohser\‘adores
menos profundos; pero viene el momento
en que triunfa la ineluctable ley que sicudé
46

-

todo cuanto se ha construido sobre una
velada o manifiesta desproporción entre la
magnitud del suceso material y externo y
la fragilidad del motivo interno y de su
fundamento moral. Desproporción que sub­
siste siempre que la autoridad pública des­
conoce o reniega del dominio del Legisla­
dor supremo que, si ha dado la potestad
a los gobernantes, ha señalado también
y determinado los límites de la misma.

La tarea del Estado y
los derechos de la familia.
D e hecho, la soberanía civil la ha esta­
blecido el Criador (como sabiamente enseña
nuestro gran Predecesor Léon X I I I en la
Encíclica Immortale D ei) para que regulase
la vida social según las prescripciones del
orden inmutable en sus principios uni­
versales, hiciese más factible a la persona
humana, en el orden temporal, la consecu­
ción de la perfección física, intelectual y
moral, y la ayudase a conseguir el fin sobre­
natural.
Es, por tanto, noble prerrogativa y m i­
sión del Estado, inspeccionar, ayudar, y
ordenar las actividades privadas e indivi­
duales de la vida nacional, para hacerlas
converger armónicamente al bien com ún;
el cual no puede determinarse por con­
cepciones arbitrarias, ni recibir su norma,
en primer término, de la prosperidad ma­
terial de la sociedad; sino, más bien, del
desenvolvimiento armónico y de la per­
fección natural del hombre, para la que el
Criador ha destinado la sociedad como
medio.
Considerar el Estado como fin al que
debe subordinarse y dirigirse todo, sólo
podría tener consecuencias nocivas para la
prosperidad verdadera y estable de las na­
ciones. Y esto, sea que este dominio ilim i­
tado se atribuya al Estado como manda­
tario de la nación, del pueblo, o sólo de
una clase social; sea que lo reclame el
Estado como absoluto señor, independien­
temente de todo mandato.
Si, en efecto, el Estado se atribuye y
ordena las iniciativas privadas, una vez que
estas se gobiernan por normas internas,
delicadas y complejas, que garantizan y

aseguran la consecución del fin que les es
propio, pueden recibir daño, con desven­
taja para el bien público, si se las arranca
de su ambiente natural, es decir, de la acti­
vidad privada responsable.
Surgiría también el peligro de considerar
la célula primera y esencial de la sociedad,
la familia, así como su bienestar y creci­
miento, exclusivamente bajo el estrecho
ángulo del poder nacional, y se olvidaría
que el individuo y la familia son por natu­
raleza anteriores al Estado, y que el Criador
les dió a ambos fuerzas y derechos, y les
señaló una misión que corresponde a ine­
quívocas exigencias naturales.
L a educación de las nuevas generaciones
no miraría a un desarrollo equilibrado y
armónico de las fuerzas físicas y de todas
las cualidades intelectuales y morales, sino
a una formación unilateral de aquellas vir­
tudes cúdcas que se consideran necesarias
a la consecución de sucesos políticos; y
por el contrario, se inculcarían menos
aquellas virtudes que dan a la sociedad el
perfume de nobleza, de humanidad y de
respeto, como si deprimiesen la valentía
del ciudadano.
Ante nuestra mirada se yerguen con dolorosa claridad -los peligros, que tememos
puedan venir sobre la actual y futuras
generaciones, del desconocimiento, de la
disminución y de la progresiva abolición
de los derechos propios de la familia. Por
eso N os levantamos como firmes defen­
sores de tales derechos con la plena con­
vicción del deber que Nos impone Nuestro
apostólico ministerio. Las angustias de
nuestros tiempos, tanto externas como in­
ternas, tanto materiales como espirituales;
los múltiples errores, con sus innumerables
repercusiones, ninguno los saborea más
amargamente que la reducida y noble cé­
lula familiar. M uchas veces es necesaria ver­
dadera valentía y heroísmo, digno en su
simplicidad de admiración y respeto, para
soportar la dureza de la vida, el peso coti­
diano de las miserias, las crecientes indi­
gencias y las estrecheces en medida jamás
anteriormente experimentada, de las que
frecuentemente no se ve ni la razón ni la
necesidad real. Quien tiene cura de almas,
quien puede sondear los corazones, conoce

las lágrimas ocultas de las madres, el re­
signado dolor de muchos padres, las innu­
merables amarguras de las que ninguna
estadística habla ni puede hablar; ve con
mirada preocupada crecer cada vez más el
cúmulo de tales sufrimientos, y sabe cómo
las potencias de la confusión y de la des­
trucción están en acecho para seivirse de
ellos en sus tenebrosos designios. Ninguno
que tenga buena voluntad y abiertos los
ojos, podrá negar, en las condiciones extra­
ordinarias en que se encuentra el mundo,
al poder del Estado un derecho correlativo
y excepcional para atender a las necesida­
des del pueblo. Pero el orden moral esta­
blecido por Dios exige, aun en tales contin­
gencias, que se indague tanto más seria y
cuidadosamente sobre la licitud de tales
medidas, y sobre su necesidad real, según
las normas del bien común.

Los derechos de ia conciencia.
D e todos modos cuanto más gravosos
son los sacrificios materiales exigidos por
el Estado a los individuos y a la familia,
tanto más sagrados e inviolables deben
serle los derechos de las conciencias. Puede
pretender los bienes y la sangre, jamás el
alma redimida por Dios. La misión que
encomendó Dios a los padres de proveer
al bien material y espiritual de la prole,
y de procurarle una formación armónica,
imbuida de verdadero espíritu religioso, nt)
puede arrebatárseles sin lesionar grave­
mente el derecho. Ciertamente esta forma­
ción debe tener también por fin preparar
la juventud para que cumpla con inteli­
gencia, conciencia y valor, aquellos deberes
de noble patriotismo que da a la patria
terrestre la conveniente medida de amor,
abnegación y colaboración. Pero, por otra
parte, una formación que olvide, o peor,
voluntariamente descuide el orientar la mi­
rada y el corazón de la juventud hacia la pa­
tria sobrenatural cometería una injusticia
contra la juventud, una injusticia contra los
deberes y derechos inalienables de la fa­
milia cristiana; sería una desviación que
había que remediar enérgicamente, aun
por el interés del bien del pueblo y del

— 47

Estado. Una tal educación podrá, tal vez,
parecer a los gobernantes responsables
fuente de aumento de fuerzas y de vigor;
en realidad sería todo lo contrario, y las
tristes consecuencias lo demostrarían. El
crimen laesae maiestatis contra el Rey de
reyes y Señor de los que dominan [ l Tim.,
V I, 15; Apoc., X IX , 16), cometido por una
educación indiferente o contraria a! espí­
ritu cristiano, la inversión del dejad que los
niños vengan a mi (M a tth ., X IX , 14;
M arc ., X, 14) produciría amarguísimos
frutos. Por el contrario, el Estado que quita
las preocupaciones de los corazones ensan­
grentados y lacerados de los padres y de las
madres cristianas, devolviéndoles sus de­
rechos, ño hace sino fomentar su paz in­
terna y asentar el fundamento del dichoso
futuro de la patria. Las almas de los hijos,
que Dios entregó a los padres, consagradas
en el bautismo con el sello real de Cristo,
son un depósito sagrado sobre el que vigila
el amor celoso de Dios. PU mismo Cristo
que pronunció el dejad que los niños vengan
a mi, también amenazó, no obstante su
misericordia y bondad, con terribles casti­
gos a los que escandalizan a los predilectos
de su corazón. Y ¿qué escándalo más
dañino a las generaciones y más durable
que una formación de la juventud mal diri­
gida hacia una meta que aleja de Cristo,
camino, verdad y vida, y conduce a una
apostasía manifiesta y oculta de Cristo ?
Este Cristo, de quien se quiere alejar a las
nuevas generaciones presentes y por venir,
es el mismo que ha recibido de su Padre
eterno todo poder en el cielo y en la tierra.
El tiene en su mano omnipotente el destino
de los listados, de los pueblos y de las na­
ciones. En su mano está disminuir o pro­
longar la vida, el crecimiento, la prosperidad
y la grandeza. De todo lo que existe en la
tierra sólo el alma es inmortal. Un sistema
de educación que no respetase el recinto
s;igrado de la familia cristiana, protegido
por la Ley santa de Dios, atentase a sus
bases, cerrase a la juventud el camino a
Cristo, a las fuentes de vida y de alegría
dcl Salvador (/.?., XII, 3), v considerase
la apostasía de Otisto y de la Iglesia como
símbolo de fidelidad al pueblo o a una
clase determinada, pronunciaría contra sí
48 ^

mismo la sentencia de condenación y expe­
rimentaría a su tiempo la ineluctable ver­
dad de la palabra del profeta: los que se
apartan de T i serán escritos en la tierra
{Jer., X V II, 13).

Leyes morales supremas.
La concepción que atribuye el Estado
una autoridad ilimitada no sólo es, V ene­
rables Hermanos, un error pernicioso a la
vida interna de las naciones, a su prospe­
ridad y al creciente y ordenado incremento
de su bienestar; sino que además causa
daños a la» relaciones entre los pueblos,
porque rompe la unidad de la sociedad
sobrenacional, quita su fundamento y valor
al derecho de gentes, conduce a la violación
de los derechos de los demás y hace difícil
la inteligencia y la convivencia pacífica.
D e hecho, aunque el género humano,
por disposición del orden natural estable­
cido por Dios, está dividido en grupos
sociales, naciones o Estados, independientes
los unos de los otros en lo que respecta al
modo de organizar y dirigir su vida interna;
todavía está ligado cop mutuos vincules
morales y jurídicos en una grande comu­
nidad que pretende el bien de todos les
pueblos y está regulada por especiales leyes
que protegen su unidad y promueven su
prosperidad.
Ahora bien, no hay quien no vea que esa
supuesta autonomía absoluta del Estado
está en abierta contradicción con esta ley
inmanente y natural, más aún, la niega
radicalmente, dejando a merced de la vo­
luntad de los gobernantes la estabilidad de
las relaciones internacionales y quitando la
posibilidad de unión verdadera y de cola­
boración fecunda en orden a los intereses
generales.
Porque, Venerables Hermanos, es indis­
pensable para la existencia de contactos
armónicos y durables y de relaciones fruc­
tuosas, que los pueblos reconozcan y obser­
ven aquellos principios de derecho natural
internacional que regulan su desenvolvi­
miento y funcionamiento normal. Tales
principios exigen el respeto de los derechos
que se refieren a la independencia, a la vida
y a la posibilidad de un desenvolvimiento

E l s u e 6 o d e S a n J u a n B o sco s o b re la s lu c h a s y tr iu n fo s d e l a I g le s ia ilu s»
Ira d o p o r e l p in t o r M a r io B a r b e r is e n l a B a s ílic a d e M a r ia A u x ilia d o r a .

progresivo en el camino de la civilización;
exigen, además, la fidelidad a los pactos
estipulados y sancionados conforme a las
normas del derecho de gentes.
N o cabe duda que el presupuesto indis­
pensable de toda pacífica convivencia entre
los pueblos y el alma de las relaciones jurí­
dicas que vigen entre ellos, es la mutua
fidelidad recíproca a la palabra empeñada,
la certeza que, de una y otra parte, existe
el convencimiento que es mejor la sabiduría
que las armas bélicas {Ecle., IX , i8), y la
disposición para discutir y no recurrir a la
fuerza o a la amenaza de la fuerza en caso
que surgiesen tardanzas, ' impedimentos,
cambios y altercados, cosas todas que pue­
den provenir, no precisamente de mala
voluntad, sino del cambio de circunstan­
cias y de intereses reales opuestos.
Pero, por otra parte, separar el derecho
de gentes del áncora del derecho divino,
para apoyarlo en la voluntad autónoma de
los listados, es destronar ese mismo derecho
y despojarle de los títulos más nobles y
más eficaces, abandonándolo al infausto
dinamismo del interés privado y del egoísmo
colectivo, únicamente preocupado en hacer
valer sus propios derechos, desconociendo
los ajenos.

Orgullosas ilusiones.
Es sin embargo cierto que, con el rodar
del tiempo y el cambio sustancial de las
circunstancias no previstas y que acaso ni
se podían prever al tiempo de la estipu­
lación, un tratado o algunas de sus cláu­
sulas resulten injustas o inaplicables o de­
masiado gravosas para una de las partes;
y claro está, ante tal realidad, se debería
recurrir oportunamente a una leal discu­
sión para modificar o sustituir el pacto.
Pero considerarlos efímeros, por principio,
y atribuirse tácitamente la facultad de res­
cindirlos unilateralmente, porque no nos
son ya convenientes, echaría por tierra toda
confianza recíproca entre los Estados. Y
quedaría así desquiciado el orden natural
y se abrirían fosas de separación, imposi­
bles de llenar, entre los diversos pueblos
v naciones
50

Hoy, Venerables Hermanos, todos mi­
ran con espanto el abismo al que han lle­
vado los errores por Nos estigmatizados y
sus consecuencias prácticas. Han caído las
orgullosas ilusiones en un progreso inde­
finido; y si todavía alguno no estuviese
despierto, la actualidad trágica lo sacudiría
con las palabras del profeta: Sordos, oíd,
y ciegos, ved {Is., X L I I , 18). L o que exter­
namente parecía orden, era únicamente
perturbación invasora; trastorno en las nor­
mas de la vida moral, que se habían sepa­
rado de la majestad de la ley divina, y
habían contaminado todos los campos de
la actividad humana. Pero dejemos el pa­
sado y volvamos los ojos hacia ese porvenir
que, según las promesas de los poderosos
de este mundo, una vez que cesen los san­
grientos encuentros de hoy, consistirá en
una nueva organización fundada en la jus­
ticia y en la prosperidad. ¿ Será ese porv'enir en verdad diverso, y sobre todo será
mejor? Cuando termine' esta guerra feroz,
¿ los tratados de paz, el nuevo orden inter­
nacional estarán animados de la justicia y
de la equidad hacia todos, de aquel espí­
ritu que libra y pacifica, o serán por el
contrario una lamentable repetición de
errores antiguos y recientes? Fundar la
esperanza de un cambio decisivo exclusi­
vamente en el encuentro guerrero y en su
desenlace final, es vano, y la experiencia
nos lo demuestra. L a hora de la victoria
es una hora del triunfo externo para quien
tiene la fortuna de conseguirla; pero es al
mismo tiempo la hora de la tentación, en
la que el ángel de la justicia lucha con el
demonio de la violencia; el corazón del
vencedor se endurece con demasiada fa­
cilidad; y la moderación y la comprensiva
prudencia le parecen debilidad; el hervor
de las pasiones populares, atizado por los
sacrificios y sufrimientos soportados, mu­
chas veces anubla la vista aun a los respon­
sables y les hace descuidar la amonestadora
voz de la humanidad y de la equidad, ven­
cida o extinguida por el inhumano ¡av de
los vencidos! Las resoluciones y las decisio­
nes tomadas en tales condiciones correrían
peligro de no ser sino injusticia bajo capa
de justicia.

Energías renovadoras.
N o , Venerables Hermanos, la salvación
de los pueblos no viene de los medios ex­
ternos, de la espada, que puede imponer
condiciones de paz, pero no crea la paz.
Las energías que deben renovar la faz de
la tierra tienen que proceder del interior,
del espíritu. E l orden nuevo del mundo,
de la vida nacional e internacional, una vez

siones consistencia interna, noble dignidad
y sanción religiosa, y no fluctuarán a mer­
ced del egoísmo y de la pasión. Porque,
si es verdad que los males que aquejan a
la humanidad actual provienen, en parte,
del desequilibrio económico y de la lucha
de intereses por una distribución más justa
de los bienes que Dios ha concedido a los
hombres, como medios de sustento y de
progreso; no es menos verdad que su raíz

L o s te ó lo g o s d e la I n s p e c lo r ia A n t illa n a q u e h a c e n s u s e s tu d io s e n M o n te o rto n e (Ita lia ).

que cesen las amarguras y las crueles luluchas actuales, no deberá en adelante
apoyarse sobre la incierta arena de normas
mudables y efímeras, abandonadas al ar­
bitrio del egoísmo colectivo e individual.
Deben más bien alzarse sobre el funda­
mento inconcuso, sobre la roca inconmo­
vible del derecho natural y. de la revelación
divina. A h í debe conseguir el legislador hu­
mano el espíritu de equilibrio, el senti­
miento eflcaz de la responsabilidad moral,
sin los que fácilmente se traspasan los li­
mites entre el uso legítimo y el abuso del
poder. Unicamente así tendrán sus deca­

es más profunda e interna, pues toca a las
creencias religiosas y a las convicciones
morales, peivertidas con el progresivo se­
pararse de los pueblos de la unidad de
doctrina y de fe, de costumbres y de
moral, en otro tiempo promovida por la
labor infatigable y benéfica de la Igle­
sia. L a reeducación de la humanidad,
si se quiere que sea efectiva, tiene que
ser ante todo espiritual y religiosa; por
tanto, debe partir de Cristo como de
su fundamento indispensable, tener la jus­
ticia como su ejecutora y por corona la
caridad.

Tarea maternal de la Iglesia.
Llevar a cabo esta obra de regeneración,
adaptando sus medios a las nuevas condi­
ciones de los tiempos y a las nuevas nece­
sidades del genero humano, es el oficio
esencial y materno de la Iglesia. La pre­
dicación del Evangelio que le confiara su
divino Fundador, en el que se inculca a
los hombres la verdad, la justicia y la ca­
ridad, y el esfuerzo por arraigar sólidamente
sus preceptos en los ánimos y en las con­
ciencias, es el más noble y el más fructuoso
trabajo en favor de la paz. Esta misión,
por su grandiosidad, debería, al parecer,
desalentar los corazones de los que forman
la Iglesia militante. Pero el procurar la
difusión del reino de Dios que la Iglesia
cumplió en todos los siglos, de varios mo­
dos, con diversos medios, en medio de
múltiples y duras luchas, es una orden de
mando a la que están obligados cuantos
la gracia del Señor arrancó de la esclavitud
tle Satanás llamándolos en el bautismo a
ser ciudadanos de aquel reino. Y si perte­
necer a él, vivir conforme a su espíritu,
trabajar por su difusión y hacer asequibles
sus bienes, aun a aquella parte de la huma­
nidad que todavía está fuera de él, equi­
vale en nuestros días a tener que luchar
con oposiciones y obstáculos vastos, pro­
fundos y minuciosamente organizados, co­
mo jam ás lo fueron en tiempos anteriores;
esto no dispensa de la franca y valerosa pro­
fesión de fe, sino más bien estimula a man­
tenerse firmes en Ist lucha, aun a costa de
• los mayores sacrificios. El que vive dcl
espíritu de Cristo no se deja abatir por
las dificultades que se oponen, antes bien
se siente impulsado a trabajar con todas
sus fuerzas confiando plenamente en Dios;
no se sustrae a las apreturas y necesidades
de la hora actual, sino hace frente a su
dureza, dispuesto a la ayuda, con aquel
amor que no rehuye el sacrificio, es más
fuerte que la muerte, y no se deja apagar
por las impetuosas aguas de la tribulación.
Sentimos un íntimo aliento, un gozo
celeste (por lo que diariamente elevamos
a Dios nuestro agradecimiento humilde y
protundo), al obsei^’ar en todas las regio­
nes del mundo católico evidentes señales
52

de un espíritu que valerosamente arrostra
las obligaciones gigantescas de la época
actual, que con generosidad y decisión se
afana por juntar en fecunda armonía, con
el primer y esencial deber de la propia
santificación, la actividad apostólica para
acrecentar el reino de Dios. D el movi­
miento de los Congresos eucarísticos, pro­
movidos por Nuestros Predecesores con
amoroso cuidado, y de la colaboración de
los seglares formados por la Acción cató­
lica en el profundo convencimiento de su
noble misión, brotan fuentes de gracia y
reservas de fuerzas, que, en tiempos como
los presentes, en los que aumentan las
amenazas, las necesidades son mayores, y
arde la lucha entre el Cristianismo y el
Anticristianismo, difícilmente podrían es­
timarse en lo que valen.

Apostolado de los seglares.
Cuando Nos vemos forzados a observar
con tristeza la desproporción entre el nú­
mero y los deberes de los sacerdotes, cuan­
do vemos cumplirse aun hoy la palabra del
Salvador: la mies es mucha y los operarios
pocos (M a t ., IX , 37; L u c., X , 2); la cola­
boración de los seglares al apostolado jerár­
quico, numerosa, animada de ardiente celo
y consagrada de lleno a la obra; la colabo­
ración de los seglares, repetimos, se mani­
fiesta como poderoso auxiliar de la obra
de los sacerdotes, y muestra posibilidades
de desenvolvimiento que justifican las más
bellas esperanzas. La súplica de la Iglesia
al Señor de la mies para que envíe opera­
rios a su viña (M a t ., IX , 38; L u c., X , 2)
ha sido oída de la manera que convenía a
las necesidades de la hora actual, supliendo
felizmente y completando las energías, mu­
chas veces impedidas e insuficientes, del
apostolado sacerdotal. Una ferviente fa­
lange de hombres y mujeres, de jóvenes
de ambos sexos, obedeciendo a la voz del
Sumo Pastor, a las órdenes de sus Obispos,
se consagran con todo el ardor de su ánimo
a las obras del apostolado, para reducir a
Cristo las masas del pueblo que de Él se
habían alejado. A ellos vayan dirigidos, en
este momento tan importante para la Igle­
sia, Nuestro saludo paterno, Nuestro sen-

tido agradecimiento, Nuestra confiada es­
peranza. Ellos, en verdad, han puesto su
vida y su obra bajo la bandera de CristoRey; y pueden repetir con el Salmista: Yo
consagro mis obras al Rey {Salm ., X L I V , i).
E l venga a nos el tu reino no sólo es el voto
ardiente de sus plegarias, sino aun la regla
directiva de sus acciones. En todas las cla­
ses, en todas las categorías, en todos los
grupos, esta colaboración de los seglares
con el sacerdocio encierra preciosas ener­
gías a las que está confiada una misión,
que los corazones nobles y fieles no podrían
desear más alta y consoladora. Este tra­
bajo apostólico, cumplido según el espíritu
de la Iglesia, casi consagra al seglar ministro
de Cristo, en el sentido que San Agustín
explica de esta manera; « Cuando oís, her­
manos, decir al Señor: Donde estoy yo, allí
estará tatnbién mi ministro, no penséis úni­
camente en los obispos y clérigos buenos.
Tam bién vosotros, a vuestra manera, ser­
vís a Cristo, viviendo-bien, haciendo limos­
nas, predicando a cuantos podáis su nom­
bre y su doctrina, para que todos, aun el
padre de familia reconozca en este nombre
que debe amor paterno a su familia; por
Cristo y por la vida eterna amoneste a todos
los suyos, los enseñe, los exhorte, los corrija,
use con ellos de benevolencia, ejercite la
disciplina; así ejercerá en su casa el oficio
eclesiástico y en cierta manera episcopal,
sirviendo a Cristo, para que eternamente
viva con É U {In E v. Joan., tract. L I,
12 s.).

Dentro del hogar doméstico.
En la labor de promover esta colabora­
ción de los seglares en el apostolado, tan
importante en nuestros tiempos, toca una
especial misión a la familia; porque el espí­
ritu de la familia influye esencialmente en
el espíritu de las nuevas generaciones. M ien­
tras en el hogar doméstico brille la llama
sagrada de la fe en Cristo, y los padres
amolden y plasmen la vida de los hijos
según esta fe, la juventud estará siempre
dispuesta a reconocer las prerrogativas
reales del Redentor, y a oponerse a quien
quiera desterrarlo de la sociedad, y protanar sacrilegamente sus derechos. Cuando

se cierran las iglesias, cuando se quita de
las escuelas la imagen del Crucifijo, queda
la familia como el refugio providencial, y
en cierto sentido, inatacable de la vida
cristiana. Damos infinitas gracias a Dios
al ver que innumerables familias cumplen
esta su misión con una fidelidad que no
se deja amedrentar ni por ataques ni por
sacrificios. Un poderoso escuadrón de jó ­
venes de ambos sexos, aun en aquellas re­
giones donde la fe en Cristo significa su­
frimiento y persecución, permanecen fir­
mes junto al trono del Redentor con aque­
lla tranquilidad y decisión segura que Nos
hace recordar los tiempos más gloriosos de
las luchas de la Iglesia. ¡ Qué torrentes de
bienes inundarían el mundo, qué lu z,.q u é
orden, qué paz se seguiría para la vida
social, cuántas energías insustituibles y
preciosas podrían contribuir a promover
el bien de la humanidad, si en todas partes
se concediese a la Iglesia, maestra de jus­
ticia y de amor, aquella posibilidad de
acción a que tiene sagrado e incontrover­
tible derecho en fuerza del mandato divino!
¡Cuántas desdichas se evitarían, qué feli­
cidad y tranquilidad se crearía, si los es­
fuerzos sociales e internacionales por esta­
blecer la paz se dejasen penetrar de los
profundos impulsos del Evangelio del amor
en la lucha contra el egoísmo individual y
colectivo!

Trabajo pacificador.
Entre las leyes que regulan la vida de
los fieles cristianos y los postulados de la
genuina humanidad no existe contraste,
sino consonancia y mutuo apoyo. Por el
interés de la -humanidad doliente y pro­
fundamente sacudida material y espiri­
tualmente, Nuestro más ardiente deseo es
este: que las actuales angustias abran los
ojos de muchos para que consideren en su
verdadera luz a Jesucristo Señor nuestro,
y la misión de su Iglesia sobre la tierra;
y que todos cuantos ejercen el poder se
resuelvan a dejar libre el camino a la Igle­
sia para trabajar en la formación de las
generaciones, según los principios de la
justicia y de la paz. Este trabajo pacificador
exige que no se opongan obstáculos al

,S3

ejercicio de la misión confíada por Dios a
la Iglesia, no se limite el campo de su acti­
vidad, y no se sustraigan las masas y espe­
cialmente la juventud a su benéfico influjo.
Por tanto, Nos, como representante en la
tierra de Aquel que fue llamado por el
profeta «Príncipe de la Paz» (Is., IX , 6),
apelamos a los gobernantes, y a los que de
alguna manera tienen influencia en los ne­
gocios públicos, para que la Iglesia goce
siempre de plena libertad en el cumpli­
miento de su obra educadora, anunciando
a las mentes la verdad, inculcando la jus­
ticia, y calentando los corazones con la
caridad divina de Cristo.
Si, por una parte, la Iglesia no puede
renunciar al ejercicio de esta misión cuyo
fln último es actuar en la tierra el plan
divino lie restaurar en Cristo todas las cosas
de los cielos y de la tierra {Efes.^ I, lo );
por otra, su obra aparece más necesaria
hoy que en alguna época, pues la triste
experiencia enseña que los medios exter­
nos solos y las precauciones humanas y los
expedientes politices no producen lenitivo
alguno eficaz a los males que aquejan a la
humanidad.
línseñados precisamente por el doloroso
fracaso de los expedientes humanos para
alejar las tempestades que amenazan arro­
llar la civilización en su torbellino, muchos
dirigen su mirada con renovada esperanza
a la Iglesia, roca de verdad y de amor, a
esta Cátedra de Pedro, que saben ellos
puede devolver al género humano aquella
unidad de doctrina religiosa y de código
moral que en otros tiempos dió consisten­
cia a las relaciones pacificas entre los pue­
blos.
Unidad a la que miran con ojos de nos­
tálgica añoranza tantos hombres responsiibles de la suerte de las naciones, que
experimentan diariamente cuán vanos son
los medios en los que un día cifraran su
confianza; unidad que ansian multitudes
tan numerosas de nuestros hijos que in­
vocan diariamente al D ios de paz y de
amor (cf. ¡ I Cor., X I I I , i i ) ; unidad que
anhelan tantos espíritus nobles, alejados de
Nosotros, que en su hambre y sed de ju s­
ticia y de par vuelven sus ojos a la Sede
de Pedro esperando guía v consejo.

54

Todos ellos reconocen en la Iglesia cató­
lica la solidez dos veces milenaria de las
normas de fe y de vida, la inconmovible
firmeza de la Jerarquía eclesiástica, que,
unida al Sucesor de Pedro, se prodiga ilu­
minando las mentes con la doctrina del
Evangelio, guiando y santificando a los
hombres, Jerarquía que es generosa y ma­
ternalmente condescendiente con todos,
pero firme también cuando, aun a costa
de tormentos o del martirio, ha de pronun­
ciar: ¡Non licet!

Prevenciones inftindadas.
No obstante que la doctrina de Cristo,
Venerables Hermanos, sea la única que
puede proporcionar al hombre un sólido
fundamento de fe capaz de ensancharle
ampliamente la vista y dilatarle divina­
mente el corazón y darle remedio eficaz
en las gravísimas dificultades actuales; esa
doctrina y el afán de la Iglesia por ense­
ñarla, difundirla y modelar los ánimos se­
gún sus preceptos, ha sido objeto de sos­
pechas, como si sacudiera los quicios de
la autoridad civil, o usurpase sus derechos.
Contra tales sospechas Nos declaramos
con sinceridad apostólica (quedando en
vigor todo lo que Nuestro Predecesor
Pío X I de V. m. en su lüncíclica Quas pri­
mas de II de diciembre de 1925 enseñó
sobre el poder de Cristo-Rey y de la Igle­
sia) que semejantes intentos son del todo
ajenos de la Iglesia, que dirigiéndose al
mundo abre sus maternales brazos, no para
dominar sino para ser\-ir. No pretende la
Iglesia suplantar a las autoridades legítimas
en el campo que les pertenece, sino que les
ofrece su ayuda, a ejemplo y con el espí­
ritu de su divino Fundador, que « pasó
haciendo bi en" (H ech ., X , 38).
La Iglesia predica e inculca obediencia
y respeto a la autoridad terrena, que re­
cibe de Dios su noble origen, y se atiene
a la enseñanza del divino Maestro que
dice: « Dad a César lo que es de César ■>
Reddite quae sunt Caesarisy Caesari ( M a t .,
X X I I , 21); no tiene miras usurpadoras y
canta en su Liturgia: N o a rresta reinos
moríales^ quien da los celestiales (Himm. fest.
E if.), N o deprime las energías humanas

i
(

sino las levanta a cuanto es magnánimo
y generoso, y forma caracteres que si­
guen en todo la voz de la conciencia.
Tam poco la Iglesia, que ha dado la cul­
tura a los pueblos, ha retardado jam ás el
progreso de la humanidad, sino antes con
materno orgullo se complace y goza de él.
El fin de su actividad lo sintetizaron admi­
rablemente los -\ngeles sobre la cuna del
Verbo Encam ado, cuando cantaron gloria
a Dios y anunciaron la paz a los hombres

no tendrá paz quien resiste a D ios (cf.
Jo b ., III, 4). Pues sólo Cristo es la piedra
angular {Efes.^ II, 20), sobre la que pueden
hallar estabilidad y salvación el hombre y
la sociedad.
Sobre esta piedra angular está fundada
la Iglesia, y por eso jamás las potencias
adversas podrán prevalecer-’ contra ella:
portae inferí non praevalebunt ( M a t ., X VI,
18), jam ás podrán debilitarla, antes las lu­
chas internas y externas contribuyen a

i

La misa de campaña en Villa Coido (Urufuajr).

de buena voluntad: Gloria in altissimis Deo
et in térra pax hominibus bonae voluntatis
(L u c., II, 14). Esta paz, que le mundo no
puede dar, y que fue dejada en herencia
por el mismo divino Redentor a sus discí­
pulos: Os dejo la paz, os doy mi paz (San
Ju.AN, X I V , 27), la han conseguido millones
de almas, la consiguen y la conseguirán
siguiendo la sublime doctrina de Cristo,
compendiada por Él mismo, en el doble
precepto del amor a D ios y al prójimo. La
historia de casi dos mil años, la historia
llamada sabiamente por el gran ^orador
romano: « maestra de la vida », demuestra
la verdad del dicho de la Escritura, que

(véase la pÍK. 59).

acrecentar su fuerza, y aumentar las coro­
nas de sus gloriosas victorias.
Por el contrario, cualquier otro edificio,
que no tenga por sólida base la doctrina
de Cristo, se apoya sobre la movediza
arena y su destino es una miserable ruina.
( M a t ., V I I , 26).

La angustiosa hora presente.
Venerables Hermanos:
L a hora en que os llega esta Nuestra pri­
mera Encíclica es, bajo muchos aspectos, ver­
dadera hora de tinieblas (cf. L u c .,X X I I ,53),

- 55

en la que el espíritu de la violencia y
lo que te conducía a la paz,, pero ahora está
de la discordia derrama sobre la huma­
oculto a tus ojos! (L u c., X IX , 42).
nidad la copa sangrienta de dolores sin
En medio de este m undo.en tan extraño
nombre. ¿ Necesitamos aseguraros que
contraste con la p a z de Cristo en el reino
Nuestro corazón paternal de amor compa­
de Cristo, la Iglesia y sus fieles atraviesan
sivo está cercano a todos sus hijos, y en
tiempos y años de prueba, cuales, rara vez,
modo especial a los atribulados, a los opri­
conoció en su historia de luchas y sufrimidos, a los* perseguidos ? L os pueblos
mientps. Pero precisamente en tales tiem­
arrastrados en el trágico vórtice de la pos, quien permanece firme en la fe y tiene
guerra, quizá están aún al comienzo de sus robusto el corazón sabe que Cristo-Rey,
dolores ( M a t ., X X I V , 8); y ya reina en
en la hora de la prueba, que es la hora de
millares de familias muerte y desolación,
la fidelidad, está más que nunca cerca de
lamento y miseria. L a sangre de innume­
nosotros. Con el corazón destrozado por
rables seres humanos, aun no combatientes,
los sufrimientos y padecimientos de tantos
levanta fúnebre y desgarrador lamento so­
hijos suyos, pero con el valor y la firmeza
bre una amada nación, Polonia, que por
que provienen de las promesas def Señor,
su fidelidad a la Iglesia, por sus méritos
la Esposa de Cristo avanza hacia las ame­
en la defensa de la civilización cristiana nazadoras tempestades. Y sabe que la Ver^
escritos con caracteres indelebles en los dad qüe ella anuncia, el amor que enseña
fastos de la historia, tiene derecho a la y pone en práctica serán los consejeros
simpatía humana y fraternal del mundo y
y cooperadores insustituibles de los hom­
espera confiada en la poderosa intercesión
bres de buena voluntad en la reconstrucción
lie María Auxilium Christianorum la hora
de un nuevo mundo, según la justicia y
de una resurrección conforme a los prin­
el amor, una vez que la humanidad, can­
cipios de la justicia y de la verdadera paz.
sada de correr por las vías del error, habrá
L o que acaba de suceder y está suce­
saboreado los amargos frutos del odio y
diendo todavía se presentaba a Nuestra
de la violencia.
mirada como una visión, cuando, no ha­
biendo desaparecido el último rayo de es­
Una base fundamental.
peranza, nada dejamos de intentar, en la
forma que N os sugería nuestro apostólico
Entre tanto, Venerables Hermanos, el
ministerio y los medios de que disponíamos,
mundo, y todos aquellos a quienes ha lle­
para impedir el recurso a las armas, y tener
gado la calamidad de la guerra, tienen que
abierto el camino a una inteligencia hon­
saber que el deber del amor cristiano,
rosa para las dos partes. Convencidos de
quicio fundamental del reino de Cristo, no
que al uso de la fuerza, por una parte, se es palabra vacía, sino realidad viviente. Un
respondería con el recurso a las armas por
vastísimo campo se abre a la caridad cris­
la otra, consideramos deber imprescinditiana en todas sus formas. Confiamos ple­
lile de Nuestro apostólico Ministerio y del
namente en que todos Nuestros hijos, espe­
amor cristiano, hacer cuanto pudiéramos
cialmente aquellos que están libres del
para ahorrar a la humanidad entera y a la azote de la guerra, imitando al divino Sacristiandad los horrores de una confiagramaritano, se acordarán de los que, por ser
ción mundial, aun con peligro de que Nues­
víctimas de la guerra, tienen derecho a la
tras intenciones y Nuestros fines fuesen
compasión y al socorro.
mal interpretados. Si a Nuestras amones­
La Iglesia católica, ciudad de Dios, cuyo
taciones se prestó respetuoso oído, no se rey es la verdad, cuya ley la caridad, cuya
las dio ejecución. Y mientras Nuestro co­
medida la eternidad (S. A g ü s t ., Epist.
razón de Pastor mira dolorido y preocu­
C X X X V I I I ad Marcellinum, c. 3) anun­
pado, se presenta a Nuestra mirada la ima­
ciando sin errores ni disminuciones la ver­
gen del buen Pastor, y paréceNos como
dad de Cristo, trabajando según el amor
deber Nuestro repetir al mundo, en su
de Cristo con arrojo materno, está como
nombre, el lamento: ¡S i hubieses conocido una bienaventurada visión de p a z sobre el
56

i

i

torbellino de errores y pasiones, y espera
el momento en que la mano omnipotente
de Cristo-Rey sosegará la tempestad, y
desterrará loé espíritus .de discordia que la
provocaron. L o que está en Nuestro poder
para acelerar el día en que la paloma de
la paz encuentre sobre la tierra, sumergida
en el diluvio de la discordia, donde posar
su pie; seguiremos haciéndolo, confiando
en los hómbres de Estado eminentes que
antes de desencadenarse la guerra trabaja­
ron noblemente por alejar de los pueblos
tan terrible azote; confiando en los millo­
nes de almas de todos los países y de todos
los campos que piden a gritos no sólo jus­
ticia, sino también justicia y misericordia;
pero confiando sobre todo en Dios omni­
potente a quien diariamente dirigimos la
plegaria: A la sombra de tus alas esperaré
hasta que pase la iniquidad {Sabn.y L V I, 2).

Dios lo puede todo.
Como la felicidad y la suerte de los
pueblos, tiene también en sus manos los
humanos consejos y dulcemente los in­
clina a donde Él quiere. Para su omnipo­
tencia, aun los obstáculos son medios con
que plasmar las cosas y los acontecimien­
tos, y dirigir las mentes y el libre albedrío
a sus altísimos fines.
Orad, pues. Venerables Hermanos, orad
sin interrupción, orad principalmente cuan­
do ofrecéis el divino sacrificio de amor.
Orad vosotros a quienes la valiente pro­
fesión de fe impone hoy duros, penosos y,
no raras veces, heroicos sacrificios; orad
vosotros, miembros pacientes y dolientes
de la Iglesia, cuando Jesús viene a consolar
y aliviar vuestras penas.
Y no os olvidéis, mediante un verdadero
espíritu de mortificación y dignas obras de
penitencia, de hacer vuestras plegarias más
aceptas a Aquel que levanta a los que caen

y anima a los deprimidos {Salm. C X L I V ,
14), para que Él en su misericordia abrevie
los días de la prueba y se cumplan así las
palabras del Salmo: Clamaron al Señor en
sus tribulaciones y los libró de sus necesidades
{Sal?n. C V I , 13).
Y vosotros, cándidas legiones de niños,
tan amados y predilectos de Jesús, al co­
mulgar con el Pan de vida, alzad vuestras
ingenuas e inocentes plegarias y unidlas a
las de toda la Iglesia. A la inocencia supli­
cante no resiste el Corazón de Jesús que
os ama: orad todos, orad sin interrupción:
sine intermissione orate (/ Tes., V , 17).
Así pondréis en práctica el sublime pre­
cepto del divino ^laestro, el testamento
más sagrado de su Corazón, ut of/ines unum
sint (S. J oan ., X V I I , 21), que vivan todos
en aquella unidad de fe y de amor, por
la que reconozca el mundo la potencia y
la eficacia de la misión de Cristo y de la
obra de su Iglesia.
L a Iglesia primitiva comprendió y actuó
este divino precepto y lo expresó en una
magnífica oración; unios también vosotros
con los mismos sentimientos que tan bien
responden a las necesidades de la hora
presente: Acuérdate, Señor, de tu Iglesia,
para que la libres de todo mal y la perfecáones en tu caridad', y de los cuatro vientos
reúnela santificada en tu reino que prepa­
raste para ella: pues tuya es la virtud y
gloria por los siglos de los siglos (Doct. 12
A posi., c. 10).
Con la confianza que Dios, autor y ama­
dor de la paz, escuche las súplicas de la
Iglesia, en prenda de la abundancia de las
gracias divinas y con la plenitud de Nues­
tro ánimo paternal os damos la Bendición
Apostólica.
D ada en Castelgandolfo cerca de Roma
el 20 de octubre del año 1939, primero
de Nuestro Pontificado.
P IO P A P A X II

N O T IC IA S D E E SP A Ñ A
ESPAÑA - Barcelona. — Solemne fiesta
en el templo nacional expiatorio del
Tibidabo.
En el Templo Expiatorio del Sagrado Cora­
zón, del Tibidabo, tuvieron lugar, el lunes 3 de
octubre, solemnes actos religiosos en celebra­
ción de la festividad de Cristo Rey. El esplendor
del día contribuyo a que la concurrencia a
dichos actos fuese muy numerosa, llenando
totalmente el templo. A las diez y media die­
ron comienzo los divinos oficios, de los que
fue celebrante el reverendo padre Julián Massana, inspector provincial de los salesianos,
siendo cantada por la escolanía salesiana de
San Vicente deis Horts la inspirada Misa de
Pío X.
Estuvo encargado del sermón el reverendo
padre Fidel Martín, cuya magnífica oración
causó profunda emoción en el auditorio.
Terminó diciendo que aquella montaña del
'Fibidabo, hoy nuevamente trono del Sagrado
Corazón de Jesús, reunía ahora una doble

santidad, la que ya tiene propria y la que
le da la sangre de tantos mártires derramada
en las vertientes de la misma y aun en su
misma cumbre.
Ocupaban sitio preferente junto al presbi­
terio el presidente de la Romería del Ramo
— que tantos mártires ha dado a la causa de
Dios y de España, — señor conde de Santa
María de Pomés, acompañado de otros miem­
bros de la Junta directiva.
Seguidamente, después del oficio, procedióse
a la bendición de la nueva imagen del Sagrado
Corazón de Jesús, destinada a la primitiva
ermita existente junto al templo y que fue
inaugurada en 1886.
Por la tarde, a las cuatro, hubo exposición
del Santísimo, estación y Hora Santa, predicada
por el reverendo doctor don Francisco Faura.
Coronó esta fiesta de la tarde una brillante pro­
cesión eucarística.
Desde el balcón principal de la iglesia el
doctor Faura dió la bendición a la ciudad de
Barcelona. Después de la procesión, fué inau­
gurado solemnemente un monumento a los
Caídos.
La concurrencia dedicó un fei^-oroso y espe­
cial recuerdo al doctor Portolés, al señor Baucells Carreras y al malogrado joven Beni o
María de Pomés y Turull, miembros de la
Romería del Ramo, sacrificados por la horda
roja.
En el fondo de este monumento, en el que
figuran diversos atributos de guerra, se destaca
un magnífico lienzo en el que campea la imagen
del Sagrado Corazón de Jesús que estampa un
beso en la frente de un soldado muerto en el
campo de batalla. Todos los viernes se cele­
brará, ante dicho monumento, una misa en
sufragió de los mártires de la Causa Nacional.
En este piadoso acto pronunció unas elo­
cuentes y patrióticas palabras el señor conde
de Santa María de Pomés.
MÉJICO — Mayo ^alesiano en la capital.

L a B e a ta M a z z a r e llo e n la Ig le s ia d e S a n ta In és (M é jic o ).

5S

Solemnidad singular ha revestido en nuestro
Templo de Sta Inés el devoto y conmovedor
mes de María .Auxiliadora. La devoción a la Vir­
gen de Don Bosco \-a echando cada día más pro­
fundas faíces en los corazones. El extraordi­
nario concurso de fieles durante el mes v sin-

-f

V D E HISPANOAM ERICA
gularmente durante la Novena; el entusiasmo
creciente y devoto del día de la fiesta así lo
han demostrado. Creemos no exagerar afir­
mando que si la cabida de nuestro templo
fuera el doble de lo que es, no habría habido
aún espacio suficiente para la inmensa multitud
que acudió .a postrarse ante María Auxiliadora
para agradecer sus beneficios e impetrar nuevos
favores. Durante la Novena, la palabra llena
de unción del Pbro. Dr. Antonio Brambila
caldeó los corazones de los fieles presentando
a la Sma. Virgen como modelo de toda virtud
cristiana, como Auxiliadora, como Madre.
El día 23, por la tarde, la numerosa Archicofradía ofrecía a su Reina una solemne
prueba de su amor. Era el nuevo estan­
darte que, no obstante las presentes difi­
cultades, ha resultado hermoso y rico, verda­
dera joya de arte y de buen gusto. En él, po­
demos asegurarlo, cada hilo de seda, cada
punto de oro, es síntesis de un acto de amor,
de un sacrificio. Lo bendecía solemnemente el
Exemo. Sr. Vicario General del Arzobispado,
Dr. Dn. Maximino Ruiz y él mismo celebraba
la devotísima Misa de Comunión al día si­
guiente.
El R. P. Fr. Juan de la Inmaculada, O. C. D.,
la tarde de la festividad, con ferviente palabra
nos hizo apreciar la dicha que tenemos en ser
hj'os de tan singular Madre, La imagen, bella
y sonriente, de María Auxiliadora, desde el
hermoso altar artísticamente adornado, entre
haces de luz y ramos de flores, se nos antojaba
vi: ión de cielo, dando auge a nuestra ilusión
las armoniosas voces de nuestros oratorianos
de Merced de las Huertas.
Pero algo muy singular hubo de distinguir
a este mayo Salesiano. Fue la solemnísima
fiesta que Salesianos e Hijas de María Auxilia­
dora dedicamos a la nueva flor de nuestro
jardín, a la primera hija espiritual de San Juan
Bosco, a la Beata María Mazzarello. Se trataba
de conmemorar su beatificación solemne. Un
triduo fervoroso nos preparó. El primer día
estuvo dedicado a la Ast^ación de Hijas de
María Auxiliadora, cuyo primer eslabón de
oro es la nueva Beata; el segundo, a la Archicofradía de María Auxiliadora; el tercero a las
niñas de los oratorios festivos y catcquesis
a endidos por las hijas de la nueva Beata. No
menos de cuatrocientas niñas ofrecieron este

día su comimión en honor de su nueva pro­
tectora. El día 21, escogido para la fiesta,
estuvo dedicado a las numerosas ex-alumnas
salesianas de esia Capital y a nuestros benemé­
ritos cooperadores. Fué un día de devoción, do
entusiasmo, de triunfo. La imagen de la novel
Heroína de santidad campeaba sonriente sobre
el altar, señalándonos a María Auxiliadora en­
tre azucenas y rosas, como indicándonos el
camino más fácil y seguro de nuestra santifi­
cación. La Misa de Comunión, que fué muy
numerosa por cierto, la celebró el Exemo. y
Revmo. Sr. Dr. Francisco Campos, Obispo de
Doara, y en la Misa Pontifical quiso añadir
lustre a la solemnidad, participando de nuestro
regocijo, nuestro amado Padre y Pastor arquidiocesano. Por la mañana, un salesiano, en
sencillo pero sentido discurso, sintetizaba la
vida y grandeza de la Beata. Por la tarde,
nuestro Exem o.. Prelado, con la maestría y
unción que lo caracterizan, nos hizo ver en
la nueva estrella de la santidad a la Mujer
Fuerte de la Escritura, en su caridad, en su
humildad, en su apostolado y en su docilidad
y fidelidad a Don Bosco y a su espíritu.
URUGUAY - Montevideo. — Mil qui­
nientos ez-alumnos de Don Bosco a los
pies de la Virgen.
El domingo 15 de octubre, se realizó, en el
Santtiario de María Auxiliadora de Villa Colón,
la concentración anual de los ex-alumnos de
Don Bosco del Uruguay, alcanzando un éxito
rotundo.
Mil quinientos ex-alumnos de los diversos
centros constituidos en la capital y departa­
mentos se congregaron a los pies de la Santí­
sima Virgen renovando su filial adhesión a la
Obra de Don Bosco.
Como primer número tuvo lugar una Misa
de campaña, que fué celebrada por el R. P. Harispuru y explicada con fervor y elocuencia
por el R. P. Porto.
A las 12 se sirvió un ágape fraternal en c!
amplio patio del Colegio, presidido por el
Exemo. Sr. Obispo Coadjutor de Sallo M(ms.
Alfredo Viola, al que rodeaban varios repre­
sentantes del Gobierno y del Ejército y Su­
periores Salesianos.
Asistieron, en representación de los Ex-alum-

- ' 59

E l s u e ñ o d e la in u n d a c ió n y d e la b a ls a s a lv a d o r a ilu s t r a d o p o r
e l p in t o r M a r io B a r b c r is e n l a B a s ílic a d e M a r ía A u x ilia d o r a .

nos argentinos, el R. P. José González del
Pino y el Sr. A. Macias quienes hicieron uso
de la palabra en forma brillante.
A los postres, hablaron el R. P. Antonio
I. Garbini en representación del Rvmo.
P. Inspector Don Luis Vaula que se encon­
traba en el Paraguay, y el Dr. M i^ e l Rocca
activo Presidente de la Junta Nacional de la
Federación de Ex-alumnos Uruguayos.
Fue una jomada gloriosa para la Inspectoría
del Umguay que pudo constatar una vez más
el aprecio y cariño.de sus incontables ex-alum­
nos.
El Santo Padre felizmente reinante se dignó
enviar por telegrama su paternal Bendición que
fué recibida con jubilosas manifestaciones de
adhesión a la Iglesia y al Vicario de Jesucristo.
P eq u eñ o c o n g r e so d e l .\s c o m pa ñ ía s . — En
los últimos días del mes de septiembre se
realizó un pequeño Congreso entre los alumnos
que forman las Compañías establecidas en los
Colegios, sobre el interesante tema: Juventud
y pureza.
Todas las sesiones alcanzaron un éxito sin­
gular por el entusiasmo reinante y por la pro­
fundidad y belleza con que fueron tratados los
diversos temas.
De la importancia y beneficio de este mag­
nífico Congreso dan cuenta las resoluciones to­
madas por los pequeños congresistas e impresas
en un hermoso opúscolo que fomentará en
ellos el amor hacia la virtud angelical tan
amada por Don Bosco y tan recomendada por
nuestro Rvmo. Rector Mayor.
P e r e g r in a c ió n a n u a l d e l o s
LA INSPECTORIA. — El día 2Ó de

c o l e g io s

de

octubre tuvo
lugar la peregrinación de todos los Colegios
de la capital al Santuario Nacional dedicado
a María Auxiliadora. Tenía por objeto celebrar
el Día de las Misiones.
Después de la Santa Misa de comunión ge­
neral celebrada por el Excmo. Monseñor Al­
fredo Viola, quedó expuesto el Santísimo ante
el cual pasaron durante el día todos los Cole­
gios haciendo un rato de adoración en pro de
las misiones.
Terminada la Procesión, tuvo lugar un her­
moso e interesante acto académico que fué
clausurando en forma conmovedora por el
Rvmo Padre Inspector Don Luis Vaula.
— Asi mismo re­
sultaron espléndidas las Asambleas Cateqmsticas realizadas en la casa de formación del
Manga. Tanto los aspirantes como los novicios
A s a m b l e -j^s CATEQUISTICAS.

y clérigos se superaron en la preparación de lar.
mismas y en las magníficas disertaciones pro­
nunciadas.
Fueron clausuradas en forma brillante con
un día de general regocijo que contó con la
presencia de todos los socios de las Compa­
ñías de los diversos Colegios.

\

D. Miguel Roca, Presidente de la Junta Nacional
de Ex Alumnos Salesianos del Uruguay.

BOLETIN SALESIANO
se envía a cuantos desean
leerlo.
Basta expresarlo y remitir, con toda
claridad. la señas

personales

a:

Rector Mayor de la Pía Sociedad
Saíesiana - Cottolengo 3 2
Turín (Italia).
6i

Don Bosco allende los mares.
Lo que cuentan nuestros Misioneros.

Ecuador. - Mona. Comin buscando el vado del Bombotza.

ECUADOR
M i visita a Qualaquiza«
Rvmo Sr. Don Pedro Rícaldone:
A la vuelta de mi visita a Gualaquiza
donde celebré la fiesta de María Auxiliadora,
saco de mis apuntes algunas noticias que
creo serán de su agrado.
Apenas supieron aquellos buenos hijos que
el Obispo iba a visitarles, muchos fueron a
mi enaientro hasta los parajes llamados Cután,
que fonnan un profundo lodazal donde fácil­
mente se hunde la cabalgadura si no se cuenta
con expertos guías. Gracias a mis buenos ami­
gos pude atravesar sin peligro todo aquel pa­
raje. A mi llegada, la Misión estaba de fiesta.
Kn seguida comenzaron las visitas. El pri­
mero fué el jíbaro Bosco; me saludó y me pre­
sentó a su familia: — i ¿ Cómo estás ?s», le
pregunté. «Bien; pero nunca faltan contra­
riedades, respondióme. Por lo demás, doy
gracias a Dios, pues mi salud es excelente
y en mi casa reina la paz ». Y { con los otros
jíbaros? «También, procuro no meterme con
nadie y estar bien con todos ».
En las " Buenas noches • les recordé, entre
62

--

otras cosas, que las luchas de la vida moral nos
hacen merecedores de la protección de María
y les animé a continuar en el camino del bien.
L a f ie s t a d e M a ría A u x il ia d o r a . — El
24 de mayo pude distribuir el Pan de los fuertes
a nuestros indiecitos internos de ambos sexos y
a un buen número de jíbaros de la comarca.
Su devoción era conmovedora. Vuelo ahora con
la mente a otros tiempos pasados de ab.x)luta
esterilidad espiritual y se conforta mi espíritu
contemplando los frutos de hoy. A la fiesta
acudieron muchos con sus esposas e hijos. A
los matrimonios les distribuí una pequefa
suma de dinero y a los demás los regalos de
cosnimbre. Regresaron todos a sus cabañas
prometiéndome ser buenos y frecuentar la
Misión.
Un grupo de jibaritos internos ejecutó con
gracia y maestría la Misa Te Deum ¡audamus
de Perosi, y otro sirvió la misa cantada vesti­
dos de acólitos en el altar.
Por la tarde fué llevada procesionalmente
por el pueblo la estatua de María Auxiliadora.
A su paso, los indios, a los cuales hacían coro los
cristianos de Gualaquiza, saludaban a la Virgen
Santísima con el canto del Ave María.
Como el 24 de mayo era, además, fiesta

patriótica, se pasó revista a los alumnos del
colegio después de la procesión, coronando el
acto con xin discurso oficial. Fue para todos
de grande edificación ver reimidas a las autori­
dades ci\dles y eclesiásticas en los dos actos,
religioso y patriótico. Un grupo de niños
ejecutó.muy bien varios ejercicios gimnásticos.
Las oraciones y comimiones del mes fueron
ofrecidas según las intenciones del Sumo Pon­
tífice Pío X II gloriosamente reinante. El
P. Dardé cantó las glorias de María.
B a u t iz o s . — Hicimos algunos. Por cierto
que se da un caso curioso. En otros tiempos
creían los indios que el bautismo podía causar
la muerte, porque en efecto eran muchos los
bautizados in extremis que se iban al cielo
de pués de recibir el agua; por esto opo­
nían mucha resistencia a cristianar a sus
niños. Para hacerlo teníamos que valemos de
astucias y subterfugios. Sucedió, ima vez, que
se bautizó a un niño próximo a morir y curó
completamente, y he aquí -que en seguida
cambiaron de parecer, y convencidos ahora de
que el bautismo da la salud, vienen a la misión
y nos traen a sus enfermos para que se los
bauticemos.

' E n f a m il ia . — Los pequeños jíbaros aco­
gidos en nuestro colegio están contentos como
unas pascuas, estudian, trabajan y muestran
ima piedad edificante. El 25, los fui a visitar
durante sus trabajos de agricultura. Llegué
en el momento que escardaban los sembrados
de >^103. Uno de ellos me indicaba con la mano
e -tas plantaciones y las de m aíz.« Somos nos­
otros, Monseñor, me decía, los que lo hemos
sembrado y plantado; y continuaremos tra­
bajando hasta la cosecha que esperamos sea
abundante ».
En estas faenas, les acompaña uno de los
salesianos para enseñarles, más con la palabra
que con el ejemplo, cómo tienen que hacer.
El año pasado cosecharon estos niños el maíz
sembrado y cultivado por ellos y el producto
lo enviaron a Turín para la ampliación de
la Basílica de María Auxiliadora.
El número de nuestros asilados ha crecido
y ahora pasan de treinta. Duermen en un local
donde cómodamente sólo podrían caber la
mitad. «Es necesario ampliar este dormitorio,
me decían, no para estar nosotros más có­
modos, sino p>ara que puedan venir más com­
pañeros nuestros ».
¡Oh, si pudiéramos contentarlos! pero no
basta aumentar el local, es necesario también
mantener a nuestros huéspedes que nos vienen

saliendo por unas treinta liras mensuales cada
uno. Con trescientas liras al mes quedaría
asegurada la educación de diez jibaritos y, po demos decir también, su eterna salvación.
E n B o m b o iz a . — El 29 de mayo partí para
Bomboiza, cuyos habitantes, contentísimos de
mi tisita, trabajaron lo indecible para hacerme
más transitable el camino, corlaron los ar­
boles que lo cubrían y fonnaron puentes so­
bre los arroyos.
Tampoco faltaron arcos triunfales hecho',
con hojas y flores de la selva.
En un abrir y cerrar de ojos se improvisaron
las cabalgaduras y emprendimos el viaje. Me
detenía en todas las casas que encontrábamos
por el camino, y en todas partes me reci­
bían con cariño. Me enteraba de sus necesida­
des y les exhortaba a vivir como buenos cris­
tianos. Cuando me disponía a dejarlos me
pedían la bendición con gran espíritu de fe.
En Bomboiza me hospedó la familia Espinosa y
allí nos repusimos de las energías perdidas para
continuar el viaje, unas horas más tarde, hasta
el lavadero de oro, del río, propiedad de M i­
guel Illescas, cristiano a carta cabal que, al
saber mi llegaba tino a buscarme y me acom­
pañó a su casa.
Desde la orilla opuesta del Bomboiza un
grupo de buscadores de oro, enterados de mi
llegada, vinieron a p>edirme la bendición. Me
senté con ellos en su canoa, conversé un rato
y les bendije entregando a cada uno una
medalla, y recomendándoles el rezo de las
oraciones de la mañana y de la noche, lo cual
me prometieron hacer. Antes de separamos,
se arrodillaron todos y los volví a bendecir.
Pocas veces nos es dable visitar a esta pobre
gente por la escasez de misioneros. Los busca­
dores de oro abimdan en las orillas del Bumboiza y del Zamora. Sólo una o dos veces al
año puede ir el misionero a predicarles, y sin
embargo es muy consolador ver cómo aprove­
chan de su presencia para enriquecer sus
almas con lo que vale más que todo e! oro
del mundo, la gracia de Dios.
P a c ie n c ia y c a r id a d . — Ahora le narraré
algimos episodios que le harán comprender
cuánta paciencia y caridad se necesitan en este
difícil apostolado.
Hace algunos días, se presentó un jíbaro al
P. Dardé diciéndolé que estaba enfermo. El
Padre lo examinó y le dijo que para librarse
del mal tenía necesidad de una medicina que
había que pedir a Cuenca. El jíbaro aceptó y
desemtmlsó el dinero necesario para la receta.

63

Pasri algún tiempo, y llegaron a la misión la
medicina y el enfermo. Pero esta vez el jíbaro
venía para que le restituyesen el dinero. Se le
observó que había sido enviado a Cuenca y
que lo que debía retirar era la medicina orde­
nada por él. No hubo medio de convencerlo.
Quería el dinero y no la medicina. Por fortuna
quiso la Providencia que llegase, ese mismo día,
a la Misión un indio que padecía la misma
enfermedad que su compañero y, viendo la
medicina en sus manos, dió gustoso el importe
de ella a su amigo. Así terminó bien la cosa.
Estos jíbaros son niños grandes y tenemos
que resignarnos a sufrir sus majaderías para
que no se disgusten y se alejen del misio­
nero.
El 31 de mayo un jibarito intern* recibió
vina corrección en la clase: fué un verdadero
ilesastre. Imposible acercársele para tranquili­
zarlo. Revuelto y encorajinado |>asaba las
horas en el retraimiento y la soledad. En el
almuerzo y en la comida no se le podía hacer
probar bocado, y dado el amor propio de estos
indígenas, fué un gran triunfo que no se nos
escapara de nuevo a la floresta. Se necesita
una caridad y una paciencia a toda prueba
para que no se pierda en un momento el tra­
bajo de muchos años.
A este orgullo desenfrenado se deben las
disensiones, altercados y feroces venganzas
que son entre ellos el pan nuestro de cada
día. Sólo el amor de Cristo podrá hacerles
soportar una afrenta, perdonar una injuria.

Para nosotros fué una gran maravilla ver
como un jíbaro, crecido y formado cristiana­
mente en nuestra casa, perdonó antes de morir
a quien le había herido mortalmente de un
balazo. No creíamos a ninguno capaz de se­
mejante acto.
Extrañó a muchos que ni el viejo Ciriapa,
ni Tibiama fueran a visitar al obispo, al me­
nos, para recibir los regalitos de costumbre;
la explicación es que ahora ambos se odian a
muerte y no hay modo de reconciliarlos. Buscan
todos los medios para matarse el uno al otro.
Se acechan mutuamente y si Dios no lo reme-

C u a la q u lz a . - M o n s. C o m in d e s p id ié n d o s e d e l P. D a rd é .

dia, no está muy lejos el día en que uno de los
dos caiga víctima de su adversario. Cumplida
inexorablemente la venganza, las familias res­
pectivas continuarán odiándose y buscando la
oportunidad de eliminarse mutuamente. Ha­
blarles de amar al enemigo, del perdón de las
injurias es arar en el mar. Sólo la gracia de
Dios podrá cambiar estos corazones.
El 23 de junio emprendí mi viaje de regreso,
atravesando la cordillera a 4000 metros sobre el
nivel del mar. No faltó la lluvia, ni faltaron los
vientos fríos de los Andes; pero, con la aj-uda
de Dios, llegamos por caminos difíciles a
Sigsig, donde la afectuosa acogida de nuestros
hermanos nos hizo olvidar las molestias del
viaje.
Ruegue, amadísimo Padre, para que con la
bendición de Dios fructifiquen nuestros tra­
bajos. Alfmo in C. J.
D o m in g o C o m in ,

M o a s . C o m in e n u n a lio d e s u v ia je .

64

Vicario Apostólico
de Méndez y Gualaquiza,

Crónica de Gracias
a trib a id a s a la in te rc e s ió n d e

M a r ía A u x i­

lia d o ra , d e S a n J u a n B o s c o y d e n u e stro s
S ie rv o s d e D io s .

María Auxiliadora me salva de una muerte
segura.
Tras unos meses de permanencia en tierra
caliente, fui atacada de paludismo. Como es
sabido, esta terrible enfermedad sólo se cura
con el cambio de clima. Yo lo hice así y
vine a establecerme en Mosquera, pequeña
población que dista 22 kms de Bogotá. Contra
toda esperanza la enfermedad prosiguió su
camino, y los médicos, después de instiles
esfuerzos, se declararon impotentes para sal­
varme. Era preciso morir y yo veía acercarse
rápidamente la hora terrible. Un padre salesiano me administró la Extremaunción y me
recomendó que tuviera \'alor y pusiera toda mi
confianza en María Auxiliadora. Así lo hice.
Comencé una novena a la Virgen de Don Bosco
y muchas personas buenas se unieron a mí
para pedir a esta buena Madre que me salvara.
ha Virgen nos oyó; pronto pasó el estado
difícil en que me encontraba, me sentí aliviada
y ll'.na de esperanza y le seguí pidiendo que
me salvara la vida.
A los pocos días estuve fuera de peligro,
siguió luego una rápida convalecencia y, gra­
cias a tan buena Madre, hoy estoy perfecta­
mente bien.
Agradecida por tan señalada gracia, hago
público el testimonio de mi gratitud a la Virgen
Auxiliadora, y le prometo invocarla siempre
de corazón en todas mis necesidades.
A/oííueríi (Colombia), 11 de septiembre 1939.
E l v ir a R ic h t e r

de

R ozo.

Los vi a todos levantados. Pero ya queda­
mos separados el Hermano Breda y yo. El
corazón me decía, sin embargo, que nos vol­
veríamos a reunir.
Ante el crepitar de las llamas, el estruendo
del mar enfurecido y la inevitable confusión
que se produjo en los primeros momentos,
tuve el consuelo de poder ayudar en algo.
Tenía una serenidad completa, y esto me sir­
vió para prestar mis scivicios de sacerdote y
de compañero a los pasajeros que iban viniendo
adonde yo estaba. Nos reunimos en buen nú­
mero. Pronto la calma se impuso como por
encanto y sentíamos una resignación completaabandonándonos en las manos de Dios. Rezá­
bamos; yo absolvía, en masa primero, y luego
individualmente. Nos sentíamos todos verda­
deramente hermanos, a pesar de que eramos
de diversas naciones y hasta de diversas re­
ligiones.
El barco bamboleaba a merced de las ondas
alborotadas; el fuego lo destruía todo, alimen­
tado y retenido a un tiempo por el vendaval.
Pero nos daba siempre tiempo y modo de
escapar primero adonde no había llegado;
después adonde ya había acumulado cenizas.
En ciertos momentos me parecía ver a María
Auxiliadora extendiendo su manto.
Y estoy seguro de que lo extendió, porque
humanamente hubiéramos debido perecer to­
dos. Y sobre todo, humanamente no me ex­
plico la calma que experimenté durante tan­
tas horas y la que se restableció en lo# viajeros;
y el que después de tantas horas de sufri­
miento, de frío intensísimo y de inedia, ni
yo ni mi compañero hayamos tenido quebranto
en la salud.
Todo lo perdimos; para que viéramos el
¡>eligro corrido. Pero la Virgen nos salvó la
vida, para que la empleemos en el servicio de
Dios, trabajando por las almas.
L u is F ra ssa to ,

Misionero Salesiano.
Salvados en el incendio del “Orazio” .
Un presentimiento extraño hizo que no me
acostara en la noche del 20 al 21 de enero.
En lugar de bajar a mi camarote, me quedé
en el salón de 2*, orando y velando.
Por la mañana, cuando se declaró el incen­
dio, sentía una calma extraordinaria, con todo
y darme perfecta cuenta de la gravedad de la
cosa. Bajé a despertar al Hermano Luis Breda,
que iba conmigo a La Guaira, a los demás
compañeros y a los viajeros que pude. ¡Y era
tiempo! A poco, el fuego invadía nuestros ca­
marotes.

Doy gracias a San Juan Bosco y María
Auxiliadora que me han curado de mis
enfermedades.
En el año de 1936, me vi atacada de un
fuerte reumatismo en una pierna y pie, y ha­
biéndome curado varios doctores y recurrido
a bastantes medicamentos caseros no fue po­
sible cxmseguir ninguna mejoría. Después de
haber pasado dos años en cama, fue en mi
{x>der una reliquia de San Juan Bosco y la
persona que me la regaló me sugirió me la
6?

pusiera en la parte afectada; así lo hice y gra­
cias a Dios y a la Santísima Virgen Auxiliadora,
por intercesión de San Juan Bosco, obtuve
repentinamente la salud, hace ya un año, y me
siento del todo bien por lo que me permito
hacer público mi agradecimiento por este y
otros beneficios obtenidos por mi protector y
buen Padre San Juan Bosco.
S. M . Ziritzicuaro, Mich.a (Méjico),
30 de noviembre de 1939.
JO S Í’ FINA V lU ..\ G R .\ N

Cooperadora Salesiana.
Doblem ente agradecida.
Casi desesperada por encontrarme enferma,
acudí a S. Juan Bosco rogándole con fe me
concediera alguna mejoría, y prometiendo dar
una limosna y publicar la gracia, siendo escu­
chadas mis súplicas.
'Pambién pedí a nuestro querido Santo in­
tercediera ante María .Auxiliadora por la salud
de una hijita que enfermó de tos convulsiva
y según el médico había peligro de una com­
plicación.
límpecé una Novena, y a los .tres días el pe­
ligro había desaparecido.
Muy agradecida, me complazco en dar pú­
blico testimonio de tan señalados favores.
Mendoza (Argentina).
C. D.
G racia obtenida por
Beata M azzarello.

DK l'l'R U H YR A. •

intercesión de la

"L a Hija hace honor al Padre”. P'l día
19 úc febrero del pasado año sintiendo una
gran molestia en un dedo del pie ¡zípiierdo,
fuimos a consultar al médico. Se trata de
una infección, nos dijo, y, en seguida se pre­
sentó la erisipela y tras de ella la flebitis,
amenazando seria gravedad. Empiezo con lodo
el fervor de mi alma una Novena a Madre
Mazzarello. La Sier\-a de Dios escuchó mi
súplica, haciendo des;tparecer todo peligro,
y dejando al Médico maravillado. Gracias,
nvi buena Madre, que no desoíste los rue­
gos de tu pobre hija.
I.aredo (Texas-Estados Unidos).
S. B. E. G.alindo

Iliia de M.

66

NECROLOGIAS
S A L E S IA N O S D IFU N T O S:
Francisco Cottrino, -sacerdote — de Saluzzo (Ita­
lia) t en el Noviciado de Villa Moglia (id.) el 17
de noviembre, a la edad de 75 años.
José Zaio, sacerdote — de Valenza (Italia), f en
Vonecia, el 4 de octubre a la edad de 75 años.
Pedro Ata. Rossi, coadjutor
de Belkino (Italia)
t en Río Grande (Argentina), el 25 de septiembre,
a la edad de 82 años.
Lorenzo Daffara, sacerdote
de Palcstro (Italia)
-\- en Valparaíso (Chile) el 30 de julio, a la edad de
78 años.
Angel María Ronby, sacerdote
de Parma (Ita­
lia) i' en la misión de Macas (Hcuador), en el mes
de agosto, a la edad de 32 años.
Isidoro fíigatti, coadjutor • de San Juliano Milanese (Italia) f en el mes de agosto, en la misión
de Macas (Ecuador), a la edad de 38 años.,
Pedro Cenci, coadjutor — de Rímini (Italia) f en
Turín, el 5 de diciembre, a la edad de 68 años.
Daniel Telesforo Fernández, estudiante — de Cortclazor (España) t ®n Sevilla el 24 de septiembre,
a la edad de 24 años.
Hermiste D'Antoni, estudiante — de Ciconino
(Italia) t vn Roma, el 16 de noviembre, a la edad
de 28 años.
C O O PERAD O RES D IFU N T O S:

Dña Jacoba Chávez vda. D e Valdés.
En la ciudad de Méjico, el día 20 de agosto de
1939.se dormía plácidamente en el Señor, a la edad
de 74 años, después de recibir los Santos Sacra­
mentos y la bendición de Su Santidad.
•Alma hemwsa, verdaderamente privilegiada de
Diosi No vivió sino para amarle y servirle, lo mismo
en la abundancia que en la escasez.
Formó un hogar modelo y dió sus tres hijas a
la Congregación de las Hijas de María Auxiliadora.
Fue cooperadora salesiana desde i gj i y se dedicó
a la propagación de la Obra de las Misas Perpetuas.
.Amantisima de San Juan Rosco, recompénsola
el Santo con la gracia singular de vivir (por dispo­
sición bondadosa do las superioras), 21 años en una
de las Casas de María Auxiliadora.
Durante su cnfcmiedad fue modelo de piedad y
de resignación y sus grandes dolores no le arran­
caron una palabni de queja.
Aunque ello nos da la segundad de que ya está
gozando de la beatitud eterna, pedimos, no obstante,
sufragios para el eterno descanso de su alma.
Han muerto también en la paz del Señor:

CoLOMBi.A-Co/í
Sergio Arboleda - Carmen
Castro Delgado - Carmen G. Vda de Rojas - Car­
lina Zúñiga - Elisa Ayala de Pérez.
MEjico-GM<i</n/<7;«ra — Salvador de la Peña.

C o n a p r o b a c ió n d e ia a u t o r id a d e c le s iá s t ic a . - E s t a b le c im ie n to T i p . d e l a S .E .I . - T u r in
D ir e c to r re s p o n s a b le : D . G U I D O F A V t N I ■ V ia C o lto le n g o , 3 a - T U R I N 109 - ( I ta lia )
Conjuntos de fichas
Boletín Salesiano
1940