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Medios

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AÑO VIL -N. 3.

Sale una Tez al mes.

MARZO de 1892

BOLETIN SALESIANO
Debemos ayudax k n uestros her>
manos éi fin de cooperar á la
difusión de la verdad.

Quien recibiere á un u if o en mi
nombre, á m i m s recibe.
( M a t u , x v n i. )

(UI S. J uan, 8).

Os recom iendo la ñ in ez y la ju ­
ven tud ; cultivad con grande es­
m ero su educación c r istia n a ; y
proporcionad lib ros que les en­
señen á huir del v icio y á prac­
ticar la virtud.
(Pío IX.)

A tiende & la buena lectura, á la
esdxortación y á la enseñanza
(I T imoth . IV, 13.)
E ntrelas cosas divin as, lam&s d i­
vina, es la de cooperar con D io s '
k la salvación de la s almas.
(S. D i o n i s i o .)
El amor al prójimo, es uno de
los m ayores y m ás excelen tes
dones, que la d ivin a bondad
puede conceder á lo s hombres.
CEl Doct. S. FifAxc. de Sales).

■y-:■■■^72

R edoblad todas vuestras fuerzas
á fin de apartar á la niñez y
juventud de la corrupción é
incredulidad y preparar así una
nueva generación.
(l.KON XIII.)

DIRECCION en el Oratorio S alesiano — C alle de C ottolengo N. 32, T U R IN (Italia) ) ^ í -

cristiano, las obras de caridad revisten
un carácter e.s])ccial: el cisma, la herejía
£I Asilo Salesiano de Bel^n.
y el protestantismo se empeñan viva­
Vocaciones al estado eclesiástico.
Benoficioe que H a r ta nos concode.
m ente en atraer á lo.s niños i>ara difun­
Gracias de H a rta A uxiliadora.
dir sus doctrinas deiilorable.s y adueñarse
Espafia. C arta d e U trera.
moralmente del ])ueblo. Grandes son los
KoUeias de nu estras H ísio u o s: T ie rra dol Fuego.
Chile. Casa Salesiana en S s iitia ^ .
sacrificios que hacen los católicos ])ara
San Podro de Cando. U na n n ern casa de D . Bosco en Francia.
luchar contra el error y la relajación de
Historia del Oratorio de San l'rancieoo de Sales.
costumbre.s, contra la indiferencia y la
impiedad. L a en.señanza tropieza con di­
ficultades <le todo gónero y es menester
extraordinaria abnegación para con.scguít*
la difusión do la le y el decoroso servicio
del culto que se debe á Dios.
Bien sabido es que las limosnas desti­
nadas
á Tierra Santa son dignas ]>or mil
EN BELÉN;
motivos de particular ajirecio. Los Su­
Si grande es la utilidad de un Asilo mos Pontífices han concedido señaladas
para la educación de los niños pobres en gracias á los bienhechores de aquellos
las naciones más cultas y jirósperas, m a­ Santos Lngare.s, y los Cooperadores al so.syor es todavía su importancia en la Tierra teiiimiento del Asilo Salesiano de Belén,
Santa, donde se tra ta no sólo de propor­ á más de los favores que corresponden a
cionar á la juventud los beneficios que todo Cooperador Salesiano, gozan de otros
necesita, sino de combatir contra la bar­ hien dignos de mencionarse. Allí se dicen
barie musulmana que ba reducido á aque­ numerosas misas y hay establecidas cele­
llas comarcas á un estado de degrada­ braciones peri>etuas en beneficio de los
que concurren á la educación cristiana
ción indecible.
En aquella tierra de tan preciosos re­ con sus limosnas. TJua donación corres­
cuerdos y sinceramente amada de todo pondiente á 400 pesetas al afió da deSUMARIO.

EL ASILO SALESIANO

— 3á —
recho á la educación i)ermauente de un
niño \ una de 500 pesetas, por una vez,
para la iglesia, da título á ser inscrito como
insigne bienlieclior, y una de 200 pe­
setas. á la fundación de una misa dia­
ria sin término. Con dar una limosna de
cinco pesetas se goza del fruto de dos
misas por semana indefinidam ente, y si
se da una peseta treinta centósimos, del
de una misa diaria durante cinco años.
Estas gracias extraordinarias acordadas
por la Santa Sede, indican cu«4n digna
de favor os la obra de regeneración de
los Santos Lugares. Difícilmente se en­
contrará un meilio más sencillo de con­
seguir bejieficius espirituales tan abun­
dantes y de tan manifiesta importancia
como socorriendo el Asilo que recomen­
damos á la caridad de nuestros Coope­
radores y Cooperadoras,

VOCACIONES
al estado eclesiástico.
E l Congreso Eucarístico, que acaba de
celebrarse con gran solemnidad en Ñ á­
peles, lia llamado singularmente la aten­
ción de los católicos sobre la imperiosa
necesidad de prestar ayuda á las voca­
ciones al estado eclesiástico.
Hoy, como nunca, son m enester á la
Iglesia verdaderos apóstoles para la sal­
vación del mundo. Y si Nuestro Señor
Jesucristo decía conmovido á sus discí­
pulos: L a mies es abundante^ pero son po­
cos los obreros (1), ahora repite las mismas
palabras por boca de la Iglesia.
El Sumo Pontífice, los obispos, los sa­
cerdotes y cuantos buenos cristianos sien­
ten en el corazón el fuego del aposto­
lado, m iran con tristeza el número in­
menso no sólo de salvajes, sino aún de
fieles que carecen de socorro evangélico.
El descubrimiento de nuevos pueblos
en el Africa central, las interesantes re­
laciones que nos llegan de los misioneros
de A sia y América, la aposlasía de la fe,
el descreim iento, la relajación de las
costum bres, todo nos hace suspirar por
el aum ento de obreros en la viña del Se­
ñor.
(1)

ilath.

IX ,

37.

¿Y qué podremos nosotros hacer para
conseguirlo ? Prim eram ente orar. Jesús
mismo daba este consejo á sus discípu­
los: Rogad al señor de la mies, para qiumande obreros á ella (1). L a oración es el
arm a omnipotente que nos h a dado Dios
para conseguir hasta lo imposible en nues­
tra debilidad. Bien manifiesta es en el
antiguo y en el nuevo Testamento la efi­
cacia de la oración; y con ella quiere el
Señor que se obtenga la conversión de
los pueblos y el triunfo de la religión.
Pero no debemos limitarnos á orar. Oornelio A Lápide, comentando la exhorta­
ción mencionada del divino Redentor,
nota que con ella quería estimular á los
Apóstoles á ofrecerse con valor á trabajar
antes que todos en propagar la santa
d o ctrin a; de modo que la oración debe
ir acomj)añada de la acción; y esta acción
debe ser universal, porque todos debemos
trabajar por el bien de las almas en la
medida de nuestras fuerzas, confirmando
á los justos, convirtiendo á los pecadores,
iluminando á los infieles, ayudando á los
débiles, instruyendo á los ignorantes y
multiplicándonos, si es posible, para que
todos se salven.
j Necesitamos sacerdotes! esclama la
Iglesia. \ V engan nuevos apóstoles 1 j, Y
cuántos de nuestros lectores habrán oído
ya la voz de Dios que los llam a á tan
sublime m inisterio? Pues bien, sin pér­
dida de tiempo deben decir como los
Apóstoles y á la m anera del profeta I­
saía s: Rece ego, mitte me. « El pensa­
miento de abrazar el estado de perfección
por amor de Dios ó interés de la propia
salvación, como sea en extremo generoso
y superior al sentimiento de la naturalez.a, no debe juzgarse sino como venido
del C ielo; y no debe temerse que falten
las fuerzas, porque Dios que h a comen­
zado esa buena obra, la perfeccionará;
ni debe .diferirse la ejecución, porque un
día de demora es un obstáculo á ta n ex­
traordinaria gracia del Señor. Quizá des­
pués no esté dispuesto á concederla y
d ig a: No os conozco (2).
Es verdad que no pocas veces á esas
almas llamadas por Dios al santuario, si
bien sean abnegadas
-„y „generosas, les
falta el consejo y aliento. L a vocación
necesita particular cultivo en los jóvenes,
por lo cual el Santo Concilio de Trento,
(1) Ibid. IX, 38.
(2) D od Boaco.

— 35

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— 3G —
estableció la fundación de seminarios ex­
presamente para educarlos. \ Mas cuántas
vocaciones dejan de aprovecharse por
falta do recursos! E l Emo. Cardenal de
Bende ha dicho poco h a: L a experiencia
enseña que el mayor número de vocacio­
nes eclesiásticas nace entre las personas
del p ueblo, y que educadas diligente­
m ente producen los más consoladores re­
sultados ; poro por desgracia á las clases
pobres les faltan los medios para la edu­
cación. ¿H ab rán por esto de abando­
narse ? — N o , por cierto , que jam ás lo
perm itirá la caridad cristiana, y mucho
menos en los tiempos presentes en los
cuales es ta n urgente la necesidad do
nuevos ministros del Señor (1). A nadie
se oculta que no hay acción más eücaz
y moralizadóra que la del sacerdote ca­
tólico ; por esto la impiedad inspirada por
el espíritu de las tinieblas la combate sin
c esa r; y es cosa que m aravilla que mien­
tras so fundan sociedades do todo genero
para el bienestar y prosperidad material
do los pueblos, y los Gobiernos contri­
buyen al mismo lin con sumas enormes,
apenas si so ¿)resta i)or esos mismos al­
gún auxilio, ya que no se hostilice á los
seminarios ó institutos religiosos. Don
Bosco, lainentiindo profundamente la dis­
minución de las vocaciones eclesiásticas
ó, mejor direm os, que tantas vocaciones
eclesiásticas se p erd ieran , estableció la
Obra de María Auxiliadora, cuyo fin es
atender á los jóvenes adultos que con
las cualidades necesarias y aptitudes su­
ficientes pudieran hacer los estudios li'
terarios en cursos breves, expresamente
preparados al efecto.
<L a experiencia enseña, advertía D. Bosco que do diez niños que comienzan los
estudios con ánimo de alistarse en la m i­
licia de Jesu cristo , apenas si uno ó dos
llegan al sacerdocio, m ientras que do igual
número de jóvenes que vienen con el
mismo propósito, perseveran ocho. »
IOjalá so comprendiesen todas las bendi­
ciones pai'ticulares y grandes méritos que
(1) Prttft dar m y o r A conocer cuán fundado es
e l grito unAniine del episcopado, deplorando la
esoasez do sacerdotes, basto advertir quo, según
V U nitá C aitolica, en Ita lia , nación de más de
treinta m illones d e habitantes, casi todos católi­
cos, pues los protestantes no pasan d e sesenta y
dos m il y los israelitas do treinta y seis m il, los
sacerdotes ordenados en e l quinquenio de 18811885 no fueron siquiera la m itad de los que en
el mismo tiempo murieron, eomo se v e a q u í: or­
denados 4,995 j muertos 10,701.

se obtienen con dar un sacerdote á la
Iglesia I i Quién puede im aginar el re­
guero de gracias que vienen al mundo
por é l ! No se puede ciertam ente ofrecer á
Dios mayor homenaje, n i á la Iglesia re­
galo más precioso, ni al j^ueblo beneficio
más saludable que concurriendo á mul­
tiplicar el número de obreros en la viña
del Señor. N inguna limosna dará frutos
más abundantes, ni interés más copioso
que la que se hace x^ara cultivar las voca­
ciones al estado eclesiástico.
Oración , acción y caridad s o n , pues,
los grandes medios para dar ministros á
la Ig lesia, contribuir á la regeneración
de los pueblos, á la felicidad de nuestros
prójimos y para asegurar nuestra propia
salvación.

q u e HHuPÍa. n o s c o n c e d e .

U no de los motivos que más alientan
nuestra devoción á María es el conside­
ra r los beneficios que nos concede. La
Santísima V irgen con darnos su Hijo
Santísimo nos dato dos los bienes que por
E l alcanzamos. Doble fu é, sin duda, el
mérito quo contrajo con el S eñor: el pri­
mero en la E ncarnación: F ia t milii secundum verhinn tmim ; el segundo con el
F ia t al pie de la cruz. Y si muy grato
fué á Dios el sacrificio de A braham , á
quien d ijo : Porque has hecho esto y porque, por agradarme, no perdonaste á tu hijo,
bendito seas; multiplicaré tu descendencUi
como las estrellas del cielo y las arenas del
mar; ¿ cuánto más apreciaría el sacrificio
qtie al x)ie de la cruz hizo M aría al Eteriio B ad ret Dios debió de decirle: —
« Porque has hecho esto nada dejaré de
concederte; te constituiré madre del ge­
nero h u m an o , tesorera de mis bienes y
dispensadora de mis gracias. No habrá
fiivor que no pase por tus manos, ni ju s­
ticia que se ejecute sin tu voluntad.
Bazóu tuvo san Efrén en llamar la de­
voción de M aría Puerta d^el Paraíso, y el
venerable Blosio en decir que á M aría se
ban confiado las llaves y los tesoros del
reino eterno. Ella es en efecto el canal
de las bendiciones celestiales y la media­
dora entre Dios y los hombres, á la cual
debemos agradecer todos los beneficios
recibidos, desde el don de la existencia

— 3; —
hasta el más mínimo buen pensamiento
que nos inspira la gracia; porque desdeeljParaíso ella es toda ojos para m irar nuestms miserias, toda corazón para compa­
decerlas y toda manos para aliviarlas.
Todas las generaciones la llamarán bien­
aventurada, porque ninguno de sus devo­
tos dejará de alcanzar por su intercesión
la vida de la gracia y la gloria eterna.
« Ni pecador alguno, dice san Ligorio,
debe jam ás tem er ser desechado de M a­
ría si acude á su piedad. N o; porque ella
es madre de misericordia, y como tal desea
salvar á los más desdichados. María es
iiquella arca feliz donde el que se refugia,
advierte san Bernardo, no padecerá el nau­
fragio de la eterna perdición. En el arca
de Noé, al tiempo del diluvio, se salva­
ron también los animales. Bajo el manto
de María se salvan aún los más grandes
pecadores. Sta. Gertrudis vió un día á
Jlaría con un m anto extendido, bajo el
cual se habían refugiado muchas fieras,
como leones, osos y tig re s ; y que María
no sólo no las echaba, sino que con gran
piedad las acogía y acariciaba. Con esto
entendió la S a n ta , que hasta los peca­
dores más perdidos, en acudiendo á Ma­
ría, no son desechados, sino acogidos y
libertados de la muerte eterna. Entremos,
pues, en esta arca, refugiémonos bajo el
manto de M aría, concluye s. Alfonso
de Ligorio, que no nos desechará por
cierto, antes bien nos salvará. »

Gracias de María Auxiliadora

horas después, con asombro general, tomaba
leche. La gracia se había conseguido y la
curación era perfecta.
J osé P eea c o h io .
Ln, 6 de aljril de 1888.

Una comunión en honor de María. _
Una hermana mía se hallaba atormentada
de un gran tumor, cuya curación había sido
declarada imposible, rrofundamente afligida
al notar sus agudos dolores, me volví á
María Auxiliadora y le supliqué que la sa­
nase. Comencé á encomendarla en el mes do
marzo de ISSS y como continuara rogando
con este fin hasta diciembre, al ocurrir la
fiesta déla Inmaculada Concepción, mi her­
mana, si bien muy grave, quiso recibir la
santa comunión en honor de María. ; Oh mi­
lagro ! Apenas hubo recibido la santa Hos­
tia sintió singular alivio; pudo levantarse
y comenzar luego á trabajar. Los remedios
habían sido del todo ineficaces. Jesús y Ma­
ría la han sanado, y á ellos doy las más ren­
didas acciones de gracias.
L. B . DE A l po n sin e .
8 de diciembre de 1888.

Una medalla
María Auxiliadora. —
Un joven de 16 anos hallábase tiempo hacía
enfermo de una inflamación al vientre que
le obligaba á padecer frecuentes operaciones
quirúrgicas. Viendo el médico que la enfer­
medad se agravaba más y más decidió man­
darle al hospital; mas sus padres no podíau
conformarse con esta resolución. En tales an­
gustias di á la madre una medalla de María
Auxiliadora, que me había sido enviada de
Turín, y ella sin pérdida de tiempo la colgó
al cuello de su hijo. ; Cosa admirable! Ape­
nas puesta la medalla el enfermo se sintió
otro: no tuvo ya necesidad de médico y en.
breves días se levantó bueno y sano.
T e r e s a Co l n a g h i .

Curación m ila^o sa de un niño. — Un
hyo mío apenas de cincuenta días, á quien
amaba en extremo, el 26 de marzo de 1888
cayó enfermo de una fuerte inflamación in­
testinal , acompañada de vómitos y de vio­
lentas contorciones, de tal modo que al cabo
de tres días estaba á la muerte.
Habíase hinchado é imposible le era ali­
mentarse, ni con un sorbo de leche.
Viendo que todo remedio humano era inú^ me volví con todo el corazón á María y
m prometí que si me obtenía la gracia de la
s^ud para mi hijo, á más de publicarla, ha­
ría una ofrenda á la iglesia que le está de­
seada en Turín. Hacía yo esta promesa á
las once de la noche del 28 de marzo, y á
cinco de la mañana del día siguiente mi
hijo estaba perfectamente tranquilo, y pocas

Liscatc, 18 de noviembre do 1880.

UTRERA.
utrera, 30 de enero de 1893.

B. S e . D . M ig u e l B úa :

Bdmo. y caro P ad re: Hemos salido bien
y con general satisfacción de nuestra acos­
tumbrada novena y fiesta de san Francisco
de Sales, y cumplo el deber de darle de
todo breve noticia. Antes, sin embargo, y
puesto que hablamos de esta casa, debo de­
cirle que, al parecer, no están muy confor-

— 38 —
mes los Utreranos con perder el derecho de
prímogeuitura, que tiene la casa aquí fun­
dada en 1381, sobre la de Sarriá^ que de la
de Utrera nació en 1884: lo cual digo para
corregir el error en que ha incurrido el BoleUn Salcnimo de enero, diciendo que « se
estableció en Sarriá uiia casa... y más tarde
otra en Utrera cerca de Sevilla. » Ahora aña­
diré que por descuido nuestro ha dejado de
figurar en el capítulo de obras efectuadas
en 1891, que el mismo Boletín trae, el nuevo
Asilo de uiños pobres, que por fin pudo de­
sarrollarse y vivir vida casi independiente,
formando otra casa en esta misma población.
Lo constituyen dos naves, una de las cuales
fuó convertida en clases dejando la otra para
uso de capilla; hoy se reúnen diariamente
100 uiños, y los días festivos alcanza el nú­
mero de ellos á 150; con los juegos acostum­
brados del columpio, paso volante etc., etc.
se les entretiene; con rifas y distribución de
ropa, calzado, libros, etc. se les anima y ga­
lardona. Los días festivos el director y los
maestros del Asilo son coadyuvados en los
catecismos por algunos de los más aventa­
jados alumnos internos de nuesti*o colegio,
que gustosísimos se prestan para ello, ha­
ciéndose así cooperadores con sus maestros
en la obra de la c.ristiaua educación de la
niñez abandonada. Y así es como se explica
el deseo ardiente de nuesti'O amadísimo prelad(^ quien en su panegírico de s. Francisco
de Sales, hablando de la obra de Don Bosco
exclamaba: ; Ojalá se multiidicaran los ins­
titutos como éste! pues pronto quedaría re­
suelto el pavoroso problema que hoy agita
la sociedad; ¡ pero no nos adelantemos y va­
mos por partes I
Con el gusto con que lo hace siempre
nuestro querido D. Alzeni predicó toda la
novena, que empezó el día 2 1 , á la que acu­
dió el piadoso rebaño que á estos actos suele
acudir, compuesto casi en su totalidad del
devoto íemeuiuo sexo. Entretanto se acer­
caba el día solemne que todos esperábamos
con ansia. Ifuestro Exmo, y K. fSr. Arzo­
bispo, Sr. D. Benito Sauz y Forés convi­
dado á tomar parte en nuestras fiestas, como
devotísimo de San Francisco de Sales, que
es, y fiel imitador de sus virtudes y como
celoso Cooperador, que honra uuestois filas,
bondadosamente aceptó venir y so encargó
del panegírico. El viernes, 29 , por la ma­
ñana había en Utrera un gran movimiento,
una grande alegría, un numeroso afiuir de
ooobes á la estación. Eran las Autoridades
locales todas, eran los vecinos que corres­
pondiendo á la invitación personal del señor
Arcipreste de la ciudad, acudían para reci­
bir dignamente á su Pastor que por primei a
vez á todos nos honraba con su visita.
Veíanse, á pesar de la mañana de gran frió
qne era aquella, además del clero precedido
por el Sr. Vicario, el Sr, Alcalde, el Sr. Pre­
sidente de la Audieucia de lo criminal. el

Sr. Coronel, jefe de esta zona militar, acom­
pañado de buen número de otros señorea
oficiales; veíanse á muchos de nuestros bue­
nos Cooperadores y amigos, cuya caridad y
atención siempre asiste al salesiauo, qne, en
ellos apoyado, trabaja se mueve y agita.
Por este lucido y respetabilísimo cortejo
era esperado el dignísimo Sr. Arzobispo á
las 8 1|2 en Utrera y acompañado al cole­
gio. Por estar los alumnos y todos en la
Slisa de la comunión general no fuó recibido
con esos acostumbrados vítores que se sue­
len por nuestros niños en iguales casos, lo
cual dió ocasión á que el Exmo Señor su­
biera al aposento al efecto preparado y co­
nociera ahí cómoda y reposadamente á cada
uno de los señores que le habían recibido y
acompañado. A su hora se dió principio á
la santa Misa que celebraba el Sr. D. Agapito lusausti, beneficiado de la catedral
de Sevilla; nuestios niños ejecutaron muy
bien, á juicio de los entendJilos, la misa de
Monseñor Oagliero, dedicada al Sagrado
Corazón de Jesús; su carácter eminente­
mente religioso ñelmeut-e interpretado por la
voz de la niñez, infundía aquel suave en­
canto y devoción que en esos casos se siente
y no se explica. Pero llegó el momento del
sermón y no dudo en decir que regocijaría
desde el cielo á Don Bosco viendo celebrar
tan dignamente por boca del Exemo. Señor
D. Benito Sauz y Forés, al santo escogido
por él un día por patrosio de su amada
Congregación. Sí la autoridad del dignísimo
Prelado, su palabra grave, pausada, humilde,
pero llena de un profundo fervor que salía
de su corazón muy amaute dol Santo á quien
celebraba; su cariño para con los uiños que
en número de más de 251) rodeaban él pálpito, todo imponía y atraía admirablemente
más que la mente el corazón á bendecir á
Don Bosco, que por su caridad t:des fiestas
preparó en este rincón de Andalucía. —
In Jide et laenitate sanctum fecit illiun — Este
pensamiento desarrolló el Sr. Arzobispo, y
con la elocuencia y unción que le es propia,
y por lo cual ha adquirido la fama de ora­
dor que doquiera le precede y acompaña, con­
cluía su panegírico dirigiendo una palabra
á los niños y exortándoles al estudio sí, pero
al estudio que jamás se separa de la fé,
sin la cual toda ciencia es vana, y todo saber
estéril. Concluida la función y satisfetthos los
deseos del pueblo, ansioso por besar el anillo
á su bondadoso Pastor, iba el Prelado á to­
mar modesta refección. Hacíanle bella corona
eu la mesa y honraban nuestra casa en aquel
momento lo más escogido de nuestra socie­
dad Utrerana y algunos señores Cooperadores
de la vecina capital, ocupando la derecha
del lí. Sr. Arzobispo el limo. Sr. Dean ds
Sevilla; estaba á la izquierda el Sr. Presi­
dente de esta audiencia de lo criminal, ds
frente las Autoridades eclesi^tica, civn y
militar de la localidad, representadas res-

39 —
pectivamente por el dignísimo Sr. Arci­
preste y cura párroco de Sta, María, señor
B. Juan Padilla, el limo. Sr. Alcalde y el
Coronel comandante de esta zona militar, y
luego no ya, diré, por órdeu de categoría y
estudiada etiqueta, sino obedeciendo única­
mente á la forzosa necesidad de la material
distribución, sentados muchos de nuestros
amigos y cooperadores á los que nos une el
vínculo de verdadero afecto y gratitud. A
los póstres leyéronse varias breves composi­
ciones en español, italiano, latín y griego,
habiendo sido entíre todas muy conmovedora
una poesía, leída por un niño del Asilo; ve­
nían con él otros cinco ó seis, representando
á los 150 que en aquel momento no podían
participar de la fiesta; el amabilísimo Pas­
tor muy complacido en ellos les obsequió
con dulces de la mesa. Le causó no poca
lisa uno de ellos que viendo presentársele
el anillo para que le besara, le mordió creído
que era un dulce.
Por la tarde á la hora anunciada tuvo lugar
la Conferencia á los Cooperadores; después de
breve lectura de un x>árrafo de la vida de San
Francisco de Sales el Exmo. Sr. Arzobispo
habló, y bien penetrado del objeto de la reu­
nión y del fin que B. Bosco se propuso con
ellas, entre las demás cosas dijo: « Este día es
» de mucha satisfacción para mi, hijos queri» dos; si, estoy satisfecho de ver esta obra,la
> obra del gran Bon Bosco : del heredero del
» Espíritu de san Francisco de Sales. Es la
> obra que hacía fiilta en los tiempos que al» canzamos, por eso decía esta mañana: ojalá
> se propagara y difundiera x)or toda Es» paña, pues se daría solución al gran pro> blema social que nos agita, y que va agi» tando actualmente no sólo á nuestra pa> tiia sino á la Europa toda, al mundo
> entero I Mas las obras de Bios para que
» prosperen y tomen el incremento necesario
» han menester medios, auxilios, coopera» ción: el número de los que hoy apoyan
> las obras religiosas es muy reducido, y
> aun entre los buenos cristianos no todos
> se prestan á ello; una de las causas que
> los arredra es el que no cuentan con me> dios suficientes, que sus cortos haberes no
> les permiten derramar grandes limosnas;
> mucho se engañan: Yo no exijo grandes
> sacrificios para estos casos: no, no os exijo
> más que el ahorro de un d ía , esto es lo
» superfino que gastáis en un d ía ; muchos
^ pocos forman una gran fuerza con que
> poder auxiliar, con que poder cooperar á
* las obras piadosas, i Cuántas veces no ha> llamos para cooperar á las obras de Bios,
» y después arrojamos crecidos gastos en hijo
> desmedido, en libreas de criados, en cosas
> que no sólo no son necesaria, mas ni inú> tiles t Es que no nos penetramos de lo que
» es cooperar á las obras de Bios; si nos hi» cieramos cargo de ello, tendríamos á la
» mano todos los días con qué ayudarlas.

» Oh vosotros que habéis sido favorecidos
» con una casa salesiana, apreciad esta obra,
» la obra de Bon Bosco, sostenedla, ayu» dadla á que se extienda y propague; el
» bien será grande, los frutos coi)iosísituos,
» la recompensa segura, cierta eu esta y en
> la otra vida. »
Acto seguido inició el mismo rrohulo la
colecte, y luego revestido de los sagrados or­
namentos impartió la bendición con S. l>. M.
concluyéndose el acto con el cauto del Laú­
date I>omÍ7ium omncs getites. — i ’asaron á.
visitarle luego varias personas, entre ellas
las señorjis que forman la junta de la Ilermandad del Curmoii y en seguida pasó á
visitar el nuevo convento de las religiosas
de la Concepción do esta ciudad. Fuó esta
una prueba de satisfacción y agradecimiento
que por su parte quiso dar el it. Sr. Arzo­
bispo iú Exmo. Sr. B. Enrique de la Cua­
dra, quien á estes fervorosas religiosas que
tenían su couvout-o derruido é inhabitable,
acaba de levantar de planta, y con todas
las comodidades y ventajas para la obser­
vancia religiosa, un edificio que ciertamente
immortalizará el nombre de su insigne bien­
hechor no solamente en los anales de la
orden Carmelitana, sino en el corazón de
todos los utrerauos, que, eu verdad, gozan
en admirar esa obra de generosa cristiana
caridad, que será fuente sin duda de copiosas
bendiciones x)ara él así como para toda esta
población. Como V. va viendo el día 29, ha
debido ser corto i)ara tanto y de harto tra­
bajo para nuestro amadísimo Sr. Arzobispo;
y en efecto que demasiado pronto llegó p ,:ra
todos nosotros la hora de la despedida: los
niños no contentos con recibir del bondadoso
Pastor la santa bendición en casa, quisieron
acompañarle hasta la última hora; les había
gustedo y edificado sobremanera la bondad
y la humildad del celoso Pastor y cariñoso
P adre; con osa condescendencia, con que á
todos permitía se lo acercaran, con osa pa­
labra amarosacüii queal más pequeño hala­
gaba, bien claro decía á los <}uo querían
alejar de
á los niños, temiendo le moles­
tarán , sinite, 8Í7iit€ párvulos venire ad mOy
dejad, dejad que ellos se acerquen á mi;
¡y bien lo entendieron estos niños que que­
daron agradecidos y que indudablemente
recordarán por largo tiempo al U. Señor
Arzobispo de Sevilla. ¡Bios quiera que su
palabra fructifique en estos juveniles cora­
zones ; ojalá la bendición del piwlre amante
sea para todos ellos inquebrantable escudo
contra los asaltos que ha de sufrir su virtud
y estímalo poderoso en la santa empresa de
su cristiana educación! Be camino para la
estación el Sr. Arzobispo qui.so visitar al
Sr. Cuadra en su casa, de donde después de
buen rato siguió su camino acompañado del
mismo cortejo que por la mañana le había
recibido. Bios sólo podrá dignamente recom­
pensar á nuestro amadísimo Prelado el in«

A la izquierda. — Cu
miento, la cual ocnjí
A un lado queda ]»
A la derecha. — Escai
San Luis y de
Al centro. - ^
Oanón y pam

ENCIA). Nueva Casa de Don Rosco en Frauda.
L«e estilo del lEenaci¡«becera de la iglesia.
Mío gótico.
mmental. Estatua-s de
lio de Padua.
¿eSan Pedro de
ide Pélissane.

— 42 —
signe favor, la honra señalada que en tal
día nos quiso dispensar á los Salesianos :
bien puede estar cierto que todos aprecia­
mos el sacrificio que hizo. Al corazón de
V., amadísimo Sr. Don E u a , será esto de
profundo consuelo j para el nuestro fué ade­
más de noble ejemplo y gratísimo recuerdo.
Eeciba encarecidos afectos de todos, pida
para que correspondamos á sus deseos y ben­
diga á este afectísimo hijo suyo en Jesús
Q. 8.
B.
E unesto O b e r t i .

daba entonces á Don Sosco cuando en grande
estrechez nos decía en el Oratorio de San
Francisco: ¡Orad! luego salía á recoger limosuas para sus hijos, y á poco volvía coa
la sonrisa en los labios y nos alentaba con
la seguridad de la protección de María Au­
xiliadora.
Saludando á derecha é izquierda, estre­
chando en mis brazos á éstos y aquéllos me
dirigí á nuestra capilla, en la cual entramos
todos á dar gracias al .Señor. En seguida
pasé á tratar de la Misión.
Vuelta del X*ródigo.

ÍIOTICÍAS DE NUESTRAS MISIONES

Tierra del Fuego.
Puntarouaa, 20 de julio de 1891.

R evm o . S e . D on E ua :

Acabo de llegar de la Misión de San Ba/ael^ en la isla do Dawsoii (Tierra del Euego),
donde pasó como un mes á fin de conocer
mejor las necesidades de nuestra casa, los
progresos obtenidos en la instrucción de los
Indios en la do(;trimi y misterios de nuestra
religión, y de alentar á nuestros misioneros
en la santa obra de redención y civilización
á que tan abnegadamente se han consa­
grado.
£ ii la isla d e I>a\vson.
Habiéndome embarcado en la goleta Fue­
guina, mi viaje, á causa de la escaséz de
viento, duró mucho más que de ordinario.
Llegué, por fin, como el deseado de las gen­
tes. Hacía varios días que reducidos los ví­
veres, se había disminuido en consecuencia
la ración diaria de alimentos j apenas que­
daba galleta y la harina se había concluido.
Afligidos estaban los indios, y mayor era
la inquietud de nuestros hermanos al oirías
quqjus y notar la zozobra de aquellos.
Me había visto yo obligado á esperar una
barcii y los medios necesarios pm-a las pro­
visiones. Sle faltaba el dinero y conlhiba en
la divina Providencia, que jamás ha desaten­
dido nuestras súplicas, ni mirado con indife­
rencia nuestras obras. Conseguí en efecto una
goleta y recibí la muy deseada de V. S. del Ití
de mayo que me sacó de apuros. Llegué,
pues, á la isla de Dawsoii provisto de cuauto
era menester. Excusado es hablar de la re­
cepción que me hicieron: Todo aquel pe­
queño mundo me esperaba en la playa y á
mi arribo me saludaba con una salva de
aplausos y uu grito unánime de alegría. Al
bajar á tierra ocurrieron escenas tan tiernas
que me hicieron sallar las lágrimas. Recor­

Gracias á Dios, la Misión de San Rafael
pnjgresa notablemente.
En el mes pasado veintidós indios de las
islas vecinas que no se habían decidido aún
á venir á nosotros, atormentados por los
hielos pusiéronse en camino quiénes á pie,
quiénes á caballo, y atravesando canales,
llanuras y colinas cubiertas de nieve llega­
ron temblando de frío y llorosos á la Mi­
sión. Casi todos pertenecían á la Bahia Loma.
Las mujeres venían abrumadas como bestias
de carga: además de una ó dos criaturas,
cada cual traía leña seca para el fuego,
hiervas, tabaco, etc. Paso á paso seguían á
aquellos jayanes, que sin nada que les in­
comodara y cubiertos toscamente con pieles
se acercaban á la Misión.
No necesitaron hacer declaración alguna.
Acogidos con gran caridad y efusión reci­
bieron buen hospedaje, se mató un buey, y
se les dió galleta y un buen vestido á cada
uno. ¡Pobres salvajes! Casi todos habían
ya conocido nuestra casa y probado las co­
modidades de la vida culta, y volvían ahora
como el hijo pródigo desengañados y arre­
pentidos.
Celebróse su regreso con gran fiesta y al­
gazara ; sólo faltaba una música, aunque
fuese ratonera, para completar el regocijo.
Los hemos alojado en una casa donde tie­
nen todo lo necesario, y mientras los sacer­
dotes los instruyen para recibir el bautismo,
nuestros coadjutores ensenan á los hombres
á cultivar la tierra, y las Hermanas de Ma­
ría Auxiliadora tratan de adiestrar á las
mujeres en las labores y cuidados domés­
ticos.
£1 indio evangeliza al indio.

La cordial recepción y el buen tratamiento
de que los indios han sido objeto les han
tocado en el corazón, y parece no piensan
en emprender nuevos rodeos por las islas y
en volver á la vida salvaje. Pero si les vi­
niera en la primavera la tentación de vagar,
según su costumbre, no será del todo inútil
la instrucción que reciban, y quizá les ser­
virá para hacer las veces de misioneros entre
sus compañeros, como ya ha sucedido con
otros. Cuentan algunos capitanes y marine-

^ 43 ros que liaa pasado por los canales de estas
islas, que habiendo encontrado varios indios
ocupados en la pesca, les han oído varias
veces entonar tres ó cuatro cantos en len­
gua española; estos cautos no deben de ser
otros que los cánticos sagrados aprendidos
por los indios en las Misiones. Más aún :
hace pocos días que un muchacho bautizado
el año pasado volvió acá conduciendo á un
compañero, huérfano de padre y madre, y que
jamás había visto misionero alguno. Como
se presentaran al E. P. Pistone á suplicarle
que los recibiera en nuestra casa, al pre­
guntárseles cuáles eran sus nombres, el huér­
fano, sin comprender lo que de él se deseaba,
se puso á recitar el Padrenuestro en español,
y lo dijo tan bien como si tubiese costumbre
de repetirlo diariamente. ¡ El indio que le
había traído había sido su único mentor y
catequista I
Otro niño recién llegado á la Misión, y sólo
de seis años, se presenta á nuesti'o hermano
Asvini, quien le pregunta — ¿ Cómo te lla­
mas ? — A quél, en vez de contestar, junta
las manos, luego se persigna y en seguida
recita casi balbuceando en español el Pchárenuestro. Maravillado Asvini le preguntó
si sabía alguna otra oración, y el chico, con
la ingenuidad propia de su edad, se puso á
entonar el himno Corazón Santo. jQuiéii le
había enseñado esto ? Dos indiecitos (lue
había pasado por esta Misión y se habían
detenido algunos meses con sus madres. Los
trabajos de la Misión producen sus frutos:
la divina Providencia dispone que los que
se alejan de nosotros sean como otros tantos
emisarios que vayan á esparcir eiure los de­
más indios los primeros rudimentos de la fe.
'Vida de los indios convertidos.

Los indios que se han establecido en nues­
tra Misión no pueden dejar de reconocer los
beneficios de la civilización cristiana. Los
que acompañados de nuestros coadjutores
van durante el día á apacentar el ganado,
á la caza, á la pesca y á trabajar en el
campo, recitan de tiempo en tiempo el Pa­
drenuestro, el A vemaria y Credo en español;
por la mañana á mediodía y al caer del sol,
el Angelus, lo cual les sirve de alivio en sus
tareas y les obliga á elevar el pensamiento á
Dios. Al volver por la tarde del trabajo,
con los instrumentos de labranza al hombro,
cantan alegremente alguna canción religiosa
y después de restaurarse con el alimento
necesario escuchan la instrucción de cate­
cismo y las lecciones de español etc.
Es hermoso ver cuando pasa junto á ellos
irn misionero, cómo le saludan y respetuo­
samente se quitan el sombrero, cual ocurre
en los países civilizados.
Las mujeres, á más de atender al cuidado
de sus hijos, preparar la comida á sus ma­
ridos y recoger un poco de lena contra el

Mo, reciben cada día una lección de cate­
cismo y otra de costura, y una vez por se­
mana, acompañadas de las Hermanas, lavan
la ropa.
Los niños y niñas asisten á la escuela ma­
ñana y tarde. Varios saben ya leer y escri­
bir regularmente y no pocos hablan con cierta
facilidad la lengua española. En las horas
que tienen libres van á ayudar á sus iiuuli'es
y recoger leña: tenemos aquí un valiente
frío, y los indígenas acostumbrados á vivir
junto al fuego, no se separan de la hoguera
sino para llenar sus deberes ó tomar reposo.
XecesiUud urgeufe.

Los indios tanto jóvenes como ancianos
viven ti-auquilos y contentos. Por desgracia
algunas veces el retardo en recibir los ví­
veres les llena de inquietud, y como aun se
forma su espíritu y no están del todo civi­
lizados , temo que uu retardo algo mayor,
aunque enteramente involuntario, llegue á
ooasiouar cousecueucias deplorables. Para
evitar semejante peligro me parece no sólo
conveniente, sino hasta necesario, adquirir
una goleta de la cual poder disponer en
tiempo oportuno para el transporte de pro­
visiones. Repetidas veces ocurre que sin po­
der conseguir una barca ni marineros, con
inmenso pesar nuestro debemos esperar se­
manas y más semanas, llenos de aflicción
por la suerte de nuestras misiones ; y por fin
se obtiene una barca por cuyo alquiler es
necesario pagar una suma fabulosa no obs­
tante nn perverso servicio.
' Revmo' Sr. Don R ú a , por el bien de la
Misióu, de nuestros hermanos y de los po­
bres salvajes yo no puedo vivir tranquilo
hasta no salvar esta necesidad. Una goleta
ó pequeño buque de vapor es indispensable
para el servicio de la Misión de San Rafael.
Con tener uno á nuestra entera disposi­
ción afianzaremos la confianza, el respeto
y afecto do los indios que ya nos conocen,
y ganaremos inillai'es de otros que se hallan
diseminados en el sinuúmeru de islas dei
Archipiélago. Los primeros vienen contentos
y eutusiastas á nosotros, felicitándose de la
suerte con que los ha favorecido la Provi­
dencia. Es por tanto de es])erar que acer­
cándonos á los que viven en las demás islas
nos cobren afecto semejante y vengan á par­
ticipar de las ventajas de sus comiiatriotas
de la isla de Dawsou. Para esto es menester
atravesar los canales y 4 cómo efectuarlo süi
tener un barco á nuestro servicio í Nos áuima
el dese-o de fundar una nueva Mieióu eu la
isla Grande, cerca del Cabo Pena, con lo
cual 66 aumentarán nuestros cuidados. Añá­
dase que enseñando á estos indígenas el tra­
bajo agrícola^ debemos ponemos de día en
día en comunicación más inmediata con Chile
y la República Argentina, á donde habrán
de conducirse las maderas y productos de

— 44 —
las islas. Para todo esto tina nave es indis­
pensable.
No me extenderé más Sr. Don Rúa, so­
bre este argumento. Le agradezo muy cordialmonte loa consejos que se ha servido
darme pjira el buen éxito de estas Misiones
y lo qtiodo muy obligado por el generoso
socorro que nos ha enviado en nuestras crí­
ticas circunstancias. Grande é indecible es
nuestra necesidad. La crisis que aflige á las
naciones vecinas se siente mayormente en
nuestra pobre Tierra del Fuego, que vive
de la caridad. Recomiendo más que nunca
estas Misiones á la atención de V. R. y de
nuestros.Cooperadores. Dios bendiga y rccompence largamente su caridad.
De V. R.
Afmo. JH, y S.
Sac. Jo sí] F a g n a >'0
Prof. AposWÜPO do ]» T ierra dol Fnogo.

C H IL E .
Los Salesianos en Santiago. — Todos los
que 86 interesan de veras por la instrucción
del pueblo y conocen la obra maravillosa
realizada por Don Bosco y sus hijos en el
presente siglo, recibirán con júbilo la noticia
de que ya los Salesianos se encuentran en
Santiago.
Muchos anos hacía que venía trabajándose
porque los hijos de Don Bosco se estable­
cieran en nuestra capital j pero la conver­
sión de las tribus salvajes que pueblan la
Tierra del Fuego y algunas comarcas del te­
rritorio de Magallanes exigieron que los pri­
meros salesianos venidos á Chile alzaran sus
tiendas en medio de esos pueblos indígenas
para llevarles la luz de la civilización.
Posteriormente, las ciudades do Concep­
ción y Talca han sido testigos de los verda­
deros prodigios que los hijos de Don Bosco
han realizado en esas nuevas casas para
trasformarlas y poblarlas de centenares de
niños que, á más de la educación intelectual
y moral, reciben el beneficio de aprender un
oficio para ganarse honradamente la vida.
Al fin, la Providencia ha querido q u e ,
venciéndose innumerables obstáculos, los Salesianos hayan podido iniciar la fundación de
una gran casa en Santiago, en el local del
Asilo de la Patria de Ifuestra Señora del
Carmen.
Singularmente oportuno es el momento en
que va á llevarse á cabo esta fundación.
Porque, en coi>formídail con lo dispuesto en
los estatutos dol Asilo de la Patria, el Re­

verendísimo señor Arzobispo ha decretado
que en ese establecimiento sean admitidos y
edxicados los niños que hubiesen quedado
huérfanos ó desvalidos á causa de la última
guerra. T 4 quiénes mejor que los Salesianos
podrían ser los padres adoptivos de esos ni­
ños ? quiénes como ellos podrían prodigarles
los cuidados que demanda la habitación, el
vestido, el alimento y la educación?
Desgraciadamente, la dictadura que nadn
respetó en nuestro suelo, se apoderó por la
violencia del Asilo de la Patria y los sol­
dados que allí fueron amontonados, de in­
fantería y de caballería, destrozaron y sa­
quearon de tal modo aquella casa que, des­
pués de estar perfectamente arreglada para
servir á doscientos alumnos, apenas han que
dado en pie los muros, de materiales sóli­
dos ; porque hasta las puertas y tabiques
fueron destinados al fuego. M los paramen­
tos sagrados del templo escaparon al pillaje.
A esta circunstancia se debe que los Sa­
lesianos de Santiago tengan que fundar esta
casa en condiciones excepcionales de pobreza,
que hacen recordar los primeros días del
Oratorio de Turín cuando echaba los funda­
mentos de su obra el inmortal Don Bosco.
Al presente, hay tres sacerdotes consa­
grados únicamente á preparar la casa para
que los niños puedan ser recibidos á princi­
pios de mayo.
Felizmente, el Dustrísimo señor Cagliero,
el Obispo salesiano qxie tiene á su cargo las
fundaciones de América, ha atravesado ya la
cordillera de los Andes y llegará á Santiago
hoy ó mañana, para organizar definitiva­
mente la creación de una casa, que según
la predicciónes de Don Bosco, está llamada
á realizar incalculables bienes.
El Ilustrísimo señor Cagliero se hospedará
en el mismo Asilo de la Patria, aun cuando
respetables familias de Santiago se dispu­
taban el honor de darle hosped^}6 suntuoso
en sus casas.
Los admiradores de Don Bosco y cuantos
anhelan la salvación de loa pobres niños,
tienen ya en nuestra capital un campo vas­
tísimo en qué ejercer las obras de miseri­
cordia y el apostolado de la caridad cris­
tiana.
Hasta los misterios del pesebre que nos
muestran en estos d ía s, á un Dios-Niño en
los últimos extremos de la pobreza nos con­
vidan al ejercicio de la caridad en favor de
la casa que va á ser el hogar de centenares
de niños desgraciados.
(E l PORVE^*IE)

45 —

SAN PEDRO DE CANON.
Dna meYa casa de D. Bosco en Francia.
En la diócesis de Aix, en el antiguo ino*
iiasterio de San Pedro de Oanón, acaba de
. abrirse una nueva casa de Don Bosco.
Invitados los Salesianos por algunos exce­
lentes Cooperadores á prestar allí sus ser­
vicios, Monseñor Goutbe-Soulard, arzobispo
de Aix, les expresó el más vivo deseo de que
aceptaran semejante propuesta y les mani­
festó su sincera y profunda simpatía. Tratá­
base de establecer un oratorio y colonia agríoola. El terreno, que mide diez y seis
hectáreas, era suficiente para la insti'ucdón y
actividad do los pequeños agrícolas ; pero la
casa inhabitada de tiempo atrás exigía im­
portantes reparaciones. Don Á lbera, Ins­
pector de las Obras Salesianaa en Prancia,
confiando á la manera de Don Bosco, ente­
ramente en la Providencia, puso manos á la
obra y consiguió bien pronto establecer la
nueva colonia salesiana con aplauso general
del vecindario.
El personal que debía servirla partió de
Marsella en la víspera de la fiesta de Todos
los Santos y pasando por Salón AUeins y
les Plaines, Hegó al antiguo é histórico
monasterio, cuya capilla de estilo en parte'
gótico y en parte del renacimiento , ^ a r d a
las reliquias de santos monjes benedictinos
que en otros tiempos trabajaron allí con ad­
mirable celo por la gloria de Dios y bien de
las gentes.
Entre tanto son las cuatro de la tarde y
aán no llega el ajuar expedido de Marsella.
En previsión de lo que pueda suceder extién­
dese en las celdas un poco de paja que, si es
necessario, sirva de colchón. Por fortuna á eso
de las siete llega la carga; pero aunque el
apetito producido por el viaje es grande, me­
nester es conformarse con pan y manzanas,
que no hay más por ahora. Esta es más ó
menos la manera como principian las Casas
de Don Bosco: sin ceremonias ni festín,
antes bien con penuria y estrechez, pero con
gran regocijo. E l Salesiano , ha dicho el
üustre Obispo de Milo, va allí donde le man­
dan, toma las cosas y las acepta como se las
dan, y fabrica su nido lo mismo entre las
' floridas ramas de árbol frondoso, que en la
piedra saliente de tosca y desnuda roca. »
.Qué lleva al Salesiano á la antigua sole­
dad perfumada con las virtudes de los bernabitas? Ko otra cosa que el deseo de ser
útil al prójimo y de trabajar especialmente
en la enseñanza de la niñez pobre y aban­
donada. Tal es el encargo que ha recibido
de Don Bosco, sin que haya de quejarse
nunca, aunque todo se le torne contrario, y
sin desmayar jam ás, esperando siempre en
la Providencia.

eS T O IÜ A DEL ORATORIO DE S. FRAlíCÍSCO DE SALEE
SEGUNDA PARTE.
Ca pítu lo IV.
(OontxnwexónJ
Otra vez, siendo ya de nocbe, volvía á
casa por el paseo de San Máximo (abora do
la Reina Margarita), cuando hó aquí que un
malvado que le venía siguiendo los pasos ^
se pone detrás de un olmo y le dispara casi
á quema ropa dos tiros de pistífia. Ambos sa­
lieron falsos, y el sicario, para concluir de
otra manera su perversa intención, se echa
sobre de Don Bosco. En aquel mismo ins­
tante aparece el gris, se arroja como un
león encima del agresor, le hace abandonar
á Don Bosco, le pone en precipitada fuga
y después acompaña á aquél basta el Ora­
torio.
Más tarde, el gris libró á Don Bosco de
las manos no de uno, sino de varios sal­
teadores. Volviendo una noche á casa por
el vial que de la plaza de Milán, hoy de
Manuel Eiliberto, pasa por el Rondój cerca
de Valdocco, oye Don Bosco que le venían
corriendo detrás; se vuelve y v ó ' á pocos
pasos un hombre con un grueso garrote en
mano. Se echa entonces á correr con la esperanza de poder llegar al Oratorio antes
de ser alcanzado y apaleado. Había ya lle­
gado á la bajada que ahora termina con la
casa Delfin, cuando aparecen varios otros
que miran por cercarle. Viendo el peligro,
trata de librarse al menos del menor, vuelve
atrás y va en dirección de aquel que le se­
guía. Este lo nota, y prepara ya su bastón
para desoogarle tremendo golpe, cuando de
pronto Don Bosco se p a ra , sabe hacerlo
también y con tal destreza, que lo asesta un
tremendo codazo en la boca del estomágo y
me le eclia rodando por el suelo, piernas al
aire; y ])ronto gritando: j Ay I ¡A y que me
muero! Por el buen éxito de su gimnástica
acción, podía Don Bosco haberse librado de
este, á no venir al momento los otros euarbolando sus bastones y tratando de cogér­
melo en medio. Gomo un relámpago, apereeo
sin saber por donde providencialmente el
gris, se planta junto á Don Bosco, da tales
alaridos y aullidos, yendo de acá para acuUá con tanta rabia y furor, que aquellos
bandidos — peor que los que salían en un
tiempo de las cavernas de la Sierra Morena,
_quedaron tan aterrorizados, que temiendo
no escapar con vida, suplicaron á Don Bosco
lo llamara y tuviera consigo en tanto que
ellos uno tras otro corrían en precipitada fuga,
dejando estar al buen sacerdote en santa paz.
El perro no abandonó á Don Bosco hasta
que le vió entrar en el Oratorio.

— IQ —
En cierta ocasión, en vez de acompaüarle
á casa, impidió que pisara su umbral. Por
un olvido en que había incurrido D. Bosco
durante el día, debía salir á. uua hora ya
algo adelantada de la noche. La madre Mar­
garita trataba de disuadirle j pero él la exortaba á no temer j y así toma su sombrero,
llama íí uno de loa jóvenes para que le hiciera
compafiía y se dirige á la calle. Al atraversar
los umbrales de la puerta halla junto á ella
al gris echado. ¡ O h, el g ris! exclamó él,
vendrá, bien, así seremos uno más. Alzate,
pues, dice ívl i)erro, y ven. Mas el perro en
vez de seguir, da un alarido y permanece
inmóvil. Por dos veces se empeña Don Bosco
en pasar y otras tantas se lo impide el gris.
Quiere uno de los jóvenes obligarle de un
puntapié á levantarse y el perro se encole­
riza dando nn aullido que espanta. La buena
Margarita al ver esto, dice pronto en su
dialecto piamoutós: Si H veuli nen scouteme
m i, scouta ahnen ’l can^ seurt nen; esto
e s : si no quieres escucharme á mí, eschucha al menos al perro j no debes salir. Don
Bosco, viendo á su madre tan apesadumbrada,
juzgó convonieute satisfacer sus deseos y así
volvió á entrar en casa. No había pasado
todavía un cuarto de hora, cuando un vecino
viene A verle y le dice que estuviera en vi­
gilancia porque había sabido que tres ó
cuatro mal int<nicionados estaban girando
p<»r Valdocco decididos á darle un golpe
mortal.
Cierta vez sirvió el gris de diversión á
nuestros jóvenes. Estaba cenando Don Bosco
con algunos de los suyos, y he aquí que se pre­
senta el perro en el patio. Algunos jóvenes que
todavía no le habían visto nunca, le tuvieron
miedo, preparábanse para apedrearle y to­
marlo por su cuenta. Buzzetti que lo conocía,
gritó al punto: — No le hagáis daño, es el
perro de Don Bosco!
Al oir esto, todos se le acercan, se le
echan encima, le acarician, quien lo coge
por la cola, quien por el hocico y quien por
las orejas, de manera que haciendo de él
lo que querían, lo conducen al refectorio.
Esta visita iues})erada de la bestia, atemo­
rizó á algunos de los comensales de Don
Bosco, quien al verlo dijo: Es el gris, dejadlo
venir, y no temáis.
El perro dando una ojeada por toda la mesa
y dundo al rededor de ella la vuelta, fué á
ponerse, haciendo mil fiestas, al lado de Don
Bosco. Hácenle algunas caricias, quieren
dtu'le de cenar, y á este fin le diui pan, sopa,
cocido, y aun de beber, pero el gris todo lo
rehusó sin olerlo siquiera; tal era lo que para
él era indiferente aquello.
¿Pues qué es lo que quieresT le dijo Don
Bosco; y el perro m en^ la cola y bajó la
cabeza. Si no quieres ni comer ni beber,
procura estar alegre y márchate, concluyó él.
A esto la fiel bestia, como satisfecha de
lo que se le mandaba, apoya sn cabeza en

la mesa, mira á Don Bosco, como querién­
dole dar las buenas noches y se v á , acom­
pañada de los muchachos hasta la puerta.
Recordamos, refiere Buzzetti, que aquella
noche Don Bosco había venido á casa en
el coche del señor marqués Domingo Fassati.
Sin duda, que el gris no habiéndolo visto
por el camino, quería cerciorarse de cómo
estaba su protegido, al que con tanta so­
licitud atendía.
La última vez que Don Bosco vió á su
gris fué eu el otoño de 1866. Hallábase en
Üastelnuovo, su patria. Debía pasar del ca­
serío de Murialdo al de Moncucco en donde
se hallaba su amigo Luís Moglia. Entrete­
nido en el camino por personas conocidas,
se le hizo de noche; cosa que sintió bastante
pues debía pasar por puntos poco seguros y
poblados de viñas y cortijos en donde se
hacía el queso, guardadas como estaban por
terribles mastines. — ¡ Oh ¡ si tuviera mi
gris, dijo entonces Don Bosco, ; qué bien me
vendría! — No había todavía concluido «le
decir estas palabras, cuando lo mismo que
ai le hubiera oído, lo ve venir, se le acerca,
le hace mil caricias y le acompaña en todo
aquel trecho, distante no menos de tres ki­
lómetros. Suerte fué para Don Bosco el tener
tal compañía; á poco audar ve salir de uno
de los cortijos dos porrazos que solo el verlos
causaba terror; de pronto se echa el gris
encima de ellos, me los aterra, les hinca el
diente, comienzan á aullar y toman más que
á escape el mismo camino por el que habían
veuido; y tanto fué así, que al oirles salen
presurosos sus amos para saber lo que acon­
tecía á las pobres bestias. Llegado á la casa
del amigo, todos quedaron sorprendidos al
ver tan hermoso perro; todos se hacían pre­
guntas por querer saber de dónde D. Bosco
lo había sacado, si de Tiirín, si de su casa,
ó si de alguna cabaña eu que estuviera para
guardar el queso; y así cada cual decía la
suya. Pusiéronse á cenar y dejaron estar en
paz al perro.
Concluida la cena: Ahora es necesario dar
de comer al gris (1), dijo el señor Moglia,
y fuese á buscarlo; ¿ y hallarle ? no fué po­
sible ; busca por aquí, busca por allá, llama
por una parte, llama por la otra y el perro
no aparece. Marchóse no se sabe para donde.
Desde entonces, no se ha vuelto á saber nada
más de él.
La anterior narración podrá ser para al­
guno cosa de fábula. Cada cual puede to­
marla en el sentido que juzgue conveniente.
En cuanto á nosotros, reputamos lícito y
conforme á la verdad el creer que Dios en
(1) De este mito
también el célebre D«wtor
Don Carlos D Eepiney, de Niea Marítima, en an re­
ciente obra en francés titulada: Don Boto». Termina
gu narración cobre el famoso perro con estas palabras:
On n’a jamait ca (To¿ esiuxtf oe ckion, m es tí«U«Íf, **
remplis. H t t par/aitemont inoonnn is n t U

payt.

— 47 611 paternal bondad Laya querido servirse de
una bestia, que es símbolo de lealtad, para de­
fender y confortar á un hombre, que con sus
actos desafiaba la ira de los enemigos j ex­
poniéndose á los más graves peligros á fin
de poder conservar en si mismo, en sus jó­
venes y en su prójimo la fidelidad hacia
¿ios y hacia la Iglesia.
HaUábase en Tarín una cuadrilla de malheeliores de diversos matices que, aun cuando
desacordes entre sí, para ir contra D. Bosco,
estaban bien unidos como en apretado h a z ;
con todo, él con estos mismos se portaba de
puy diversa manera.
Corría el mes de noviembre de 1854 cuando
el ministro valdense De-Sanctis, por cuestio­
nes habidas con sus colegas, era destituido
de su empleo por órden de la así llamada
Venerable Mesa, ó sea Supremo Magistrado
de la Iglesia Valdense. El periódico de la
secta de los Evangelistas (1) intitulado La
Lv$ Evangélica, en su número del 4 de
dicho mes, daba la noticia con estas picantes
palabras: « El señor De-Sanctis, Ministro
del Santo Evangelio, que de dos años acá ha
evangelizado enTurín con satisfacción de todos
ha sido instantáneamente dimitido, por órden
de la Venerable Mesa de la Iglesia Valdense,
de su cargo de Evangelista. Como tal deter­
minación de la Venerable Mesa escandaliza
¿ la Iglesia y puede perjudicar en lo que
atañe á los forasteros (no ya en cuanto á los
Italianos que bastante saben quien es) la
reputación del señor De-Sanctis, la Dirección
de La Luz Evangélica invita á los miembros
de la Iglesia, que se hallen con suficiente in­
dependencia, á que digan si pueden ó nó
aprobar en conciencia, — y esto delante de
Dios que nos habrá de juzgar, — la deter­
minación de la Venerable Mesa. »
Este desengaño acontecido al pobre após­
tata era como una voz, que le hacía oir el
Señor, para atraerle al buen sendero de la
Iglesia Católica, del cual miserablemente se
había alejado.
Don Bosco, que muchas veces había con­
ferenciado con él, — convenciéndole de sus
herrores, — redobló en aquellos días su ca­
ridad, á fin de traerle á buen camino. Por
desgracia, el miserable había contraído sacri­
legas bodas y no estaba solo; Don Bosco,
después de muchas familiares conversaciones
y á fin de allanarle todo impedimento, ha­
bíale prometido que proveería á su preten­
dida mn^jer con todo lo que le hiciera falta.
Era tarde.
Examinando algunos documentos, nos viene
i las manos copia de una carta que Don
Bosco escribió á De-Sanctis, y la contesta­
ción originad de este. Creemos oportuno dar
(1) L m Entngtlisia» atmonando eon ren i^ oon los
Valdsases en algonoe puntos de doetrina, sin embargo
de euando en coando se las habían y se maldecían
■como encarnúados enemigos.

aquí copia de ambos. Don Bosco le de
cía a s i:
Tarín, Valdocco, 17 noviembre 1854.

S e . D . L u is D e -S anctis :

Muy Sr. mió y de mi mayor consideración:
De algún tiempo á esta parte iba pen­
sando en escribir á V. con el fin de poder
hablarle y ofrecerle lo que un buen amigo
puede á otro ofrecer. Y este deseo provenía
de la ateuta lectura de sus escritos, de
la cual me parecía deducir estaba su corazón
y su espirita preso de una verdadera in­
quietud.
Recientemente me ha movido á ello el
haber leído en los diarios se hallaba V. en
desacuerdo con los Valdenses ; si esto es así,
invito á V. á que venga á mí casa cuanilo
á V. le x>lazca. 4T á qué T A lo que el Señor
le inspirare. Tendrá V. su habitación, y
junto conmigo una modesta mesa; y entre
ambos nos dividiremos el pan y el estudio,
sin que de su parte tenga que i>ensar en la
más mínima retribución.
He aquí los sentimientos de amistad que
le manifiesto con todo corazón. Si V. quiere
cerciorarse cuan leal y justa sea mi ami­
stad para con V., espero acceptará mi pro­
puesta ; y de no ser a sí, será cosa que
sentiré muchísimo.
Haga el Señor que estos mis deseos se
realicen, y haga de nosotros un solo corazón
y una sola alma, para hacernos dignos del
justo premio que dará un día á quien le
sirve en vida.
De V. aff" y sincero amigo en Jesucristo
J uan B osco , Pbro.

Esta carta de Don Bosco excitó los más
vivos sentimientos de gratitud del misero DeSanctis , el cual se contentó con responder
al momento en los siguientes términos:
Tarín, S. Sllvcrio, calle de lae Iloroi, n. 1.

Mi

muy

B do . S e ñ o r :

No puede V. juzgar la impresión que en
mi ha producido su atenta carta de ayer.
No creía yo encontrar tanta generosidad y
tanta nobleza en un hombre que me es abiertamenteenemigo.No nos disimulamos: V. com­
bate mis principios como yo combato los suyosj
pero mientins me ataca demuestra amarme
sinceramente, estendiéndome su mano bené­
fica en el momento de la añiccíón; en ello
demuestra V. conocer prácticamente la ca­
ridad cristiana, que en teoría es predicada
á maravilla por machos. Pluguiese á Di<w
que su caridad íhese imitada por sus coher­
manos de La Campana f quienes no saben

— 4S —
hablar sin insultar ó ecbar al desprecio y al
ridículo las cosas más serias (1 ).
Por lo tanto, á fin de responder á su
carta, manifiesto á V. que acepto como pre­
cioso don la oferta de su amistad y deseo
que pueda presentárseme presto ocasión en
que, sin ofender mi conciencia, demuestre
á V. que le amo, no de palabra sino en obras y en verdad.
Por muchísimas razones no puedo ahora
en manera alguna aceptar su generoso ofre­
cimiento 5 con todo, la profunda impresión
que éste ha producido en mi, no será borrado
tan í’acilmente. Entretanto roguemos el uno
por el otro, á fin de que el Señor nos haga
la gracia de podernos hallar un día juntos
y por toda la eternidad delante de su trono
<?elestial y cantar el himno do los redimidos
con la sangre del Cordero.
Me crea con muy sincero afecto, obligadí­
simo
Servidor y amigo
L u is

D e -S a n c t i s .

¡Dichoso De Saiictis, si hubiese escuchado
los consejos de Don Poseo, y hubiese roto
los lazos que vergonzosamente le oprimían 1
Pero el infeliz cerró los oidos á la voz del
Cielo, se contentó con dar las más espresivas
gracias á Don Bosco y hacer publicar en
La Liiz Evangélica estas palabras: « Mientras
los Valdenses tratan al señor De-Sauctis de
la. manera que todos saben, el sacerdote Don
Juan Bosco le escribe una carta llena de
nobleza y generosidad, invitándole á dividir
consigo su casa y mesa. Honor á quien lo
merece. »
K1 infeliz apóstata, pocos años después,
por efecto de un accidente, moría repentina­
mente, diciendo á su compañera de mala
vida: Me muero, me muero.
\ Quiera ql Cielo que en aquel instante
haya podido hacer al menos de corazón un
acto de contrición!
La acción generosa de Don Bosco hacia
un tal adversario, caído en desgracia, calmó
en parte la ira de los enemigos. Desde aquel
día los herejes cesaron de las amenazas y
violencias, limitándose tan solo á las ini­
cuas armas de la polémica.
(1) La Crtwp<i»o era un diario católico quo se co­
menzó & publicar en Turfn aquel mismo ano, escrito
con mucha gracia y bríos, lira el martillo de los horojos, y baaú con esto para quo se ooiuproiida el odio
i( muerte quo so la tenía. E u uu mauitlosto do la secta
evangólioa do focha 5 do agosto de 1854, entro las
luuohaa esprosiones llenas do hiel y rencor, so leían
las siguientes: « Imploramos la ayuda dol Qobienio,
do la Autoridad local y de la opinión prtblica, para
que ae destruya do rail ó aquellos facinoroeos que
imprimen La Campana. » iQué bella tolernucia I

Capítulo V.
El cólera asiático — Su desarrollo en Turfn — Her­
moso acto del Municipio — El buen pastor — Dis.
curso y palablas memorables — Virtuosa conducta
de los jóvenes — Hijos dignos de tal padre — Opor­
tunas enseñanzas — Los Jóvenes enfermeros — Util
servicio— El mantel por sábana — Público elogio.

Corriendo el ano 1854, muchas provincias,
ciudades y pueblos de los Estados Sardos
sufrieron grandes desventuras. Una enfer­
medad mortal, llamada cólera, salida de la
ludia, en donde reina de continuo, después
de haber recorrido diversos puntos de Eu­
ropa , penetraba en Ita lia , causando en la
Liguria y eu el Piamonte, por donde quiera
que pasaba terrible estrago. En el mes de julio
invadía la ciudad de Géuova y en el espacio
de dos meses quitaba la vida á cerca de tres
mil personas.
Terribles eran los síntomas y los efectos
del morbo asiático, de tal modo, que acobar­
daba al más valeroso. Era generalmente pre­
cedido de dolores tle vientre; y manifestá­
base poco después por vómitos y diarrea in­
cesantes. Oprimía al paciente con nn grave
peso en el estómago y con calambres y con­
torciones horribles en todas la extremidades
de sus miembros. Hundíanse los ojos y un
color de plomo los circundaba por todas
partes, amortiguados y sin vivacidad; la
nariz afilada, el rostro amarillo y totalmente
alterado, no permitían reconocer al indivi­
duo. La lengua se volvía blanca y fría , la
voz ronca y el hablar apenas inteligible. El
cuerpo todo tomaba un color moreno y en los
casos de más gravedad un color azul y que­
daba frío poco menos que un cadáver. Algu­
nos cogidos del mal, caían tendidos eu elsuelo,
cual si fuera por mía apoplegía fulminante;
otros no sobroviviau más que pocas horas y
pocos pasaban de veinticuatro. Eulos prime­
ros días do la invasión tantos cuantos eran ata­
cados estaban condenados á muerte segura.
Por término medio sucumbía un sesenta por
ciento de los atacados; exceptuando la peste,
ninguna enfermedad hasta hoy conocida, pre­
sentó una mortandad tan espantosa; y si bien
la poste causa mayor número de víctimas no
las efectúa en tan breve espacio de tiempo
como el cólera. De aquí cada cual podrá de­
ducir el miedo que de todos se había apo­
derado.
(Continuará),

Con«probtáóii de la AatoríUd EeleeiásUea - Gerente JOSÉ 6AIBIK0
Turln, 1891 - TIposrafla Saleeianv
Texto
AÑO VIL -N. 3.

Sale una Tez al mes.

MARZO de 1892

BOLETIN SALESIANO
Debemos ayudax k n uestros her>
manos éi fin de cooperar á la
difusión de la verdad.

Quien recibiere á un u if o en mi
nombre, á m i m s recibe.
( M a t u , x v n i. )

(UI S. J uan, 8).

Os recom iendo la ñ in ez y la ju ­
ven tud ; cultivad con grande es­
m ero su educación c r istia n a ; y
proporcionad lib ros que les en­
señen á huir del v icio y á prac­
ticar la virtud.
(Pío IX.)

A tiende & la buena lectura, á la
esdxortación y á la enseñanza
(I T imoth . IV, 13.)
E ntrelas cosas divin as, lam&s d i­
vina, es la de cooperar con D io s '
k la salvación de la s almas.
(S. D i o n i s i o .)
El amor al prójimo, es uno de
los m ayores y m ás excelen tes
dones, que la d ivin a bondad
puede conceder á lo s hombres.
CEl Doct. S. FifAxc. de Sales).

■y-:■■■^72

R edoblad todas vuestras fuerzas
á fin de apartar á la niñez y
juventud de la corrupción é
incredulidad y preparar así una
nueva generación.
(l.KON XIII.)

DIRECCION en el Oratorio S alesiano — C alle de C ottolengo N. 32, T U R IN (Italia) ) ^ í -

cristiano, las obras de caridad revisten
un carácter e.s])ccial: el cisma, la herejía
£I Asilo Salesiano de Bel^n.
y el protestantismo se empeñan viva­
Vocaciones al estado eclesiástico.
Benoficioe que H a r ta nos concode.
m ente en atraer á lo.s niños i>ara difun­
Gracias de H a rta A uxiliadora.
dir sus doctrinas deiilorable.s y adueñarse
Espafia. C arta d e U trera.
moralmente del ])ueblo. Grandes son los
KoUeias de nu estras H ísio u o s: T ie rra dol Fuego.
Chile. Casa Salesiana en S s iitia ^ .
sacrificios que hacen los católicos ])ara
San Podro de Cando. U na n n ern casa de D . Bosco en Francia.
luchar contra el error y la relajación de
Historia del Oratorio de San l'rancieoo de Sales.
costumbre.s, contra la indiferencia y la
impiedad. L a en.señanza tropieza con di­
ficultades or mil
EN BELÉN;
motivos de particular ajirecio. Los Su­
Si grande es la utilidad de un Asilo mos Pontífices han concedido señaladas
para la educación de los niños pobres en gracias á los bienhechores de aquellos
las naciones más cultas y jirósperas, m a­ Santos Lngare.s, y los Cooperadores al so.syor es todavía su importancia en la Tierra teiiimiento del Asilo Salesiano de Belén,
Santa, donde se tra ta no sólo de propor­ á más de los favores que corresponden a
cionar á la juventud los beneficios que todo Cooperador Salesiano, gozan de otros
necesita, sino de combatir contra la bar­ hien dignos de mencionarse. Allí se dicen
barie musulmana que ba reducido á aque­ numerosas misas y hay establecidas cele­
llas comarcas á un estado de degrada­ braciones peri>etuas en beneficio de los
que concurren á la educación cristiana
ción indecible.
En aquella tierra de tan preciosos re­ con sus limosnas. TJua donación corres­
cuerdos y sinceramente amada de todo pondiente á 400 pesetas al afió da deSUMARIO.

EL ASILO SALESIANO

— 3á —
recho á la educación i)ermauente de un
niño \ una de 500 pesetas, por una vez,
para la iglesia, da título á ser inscrito como
insigne bienlieclior, y una de 200 pe­
setas. á la fundación de una misa dia­
ria sin término. Con dar una limosna de
cinco pesetas se goza del fruto de dos
misas por semana indefinidam ente, y si
se da una peseta treinta centósimos, del
de una misa diaria durante cinco años.
Estas gracias extraordinarias acordadas
por la Santa Sede, indican cu«4n digna
de favor os la obra de regeneración de
los Santos Lugares. Difícilmente se en­
contrará un meilio más sencillo de con­
seguir bejieficius espirituales tan abun­
dantes y de tan manifiesta importancia
como socorriendo el Asilo que recomen­
damos á la caridad de nuestros Coope­
radores y Cooperadoras,

VOCACIONES
al estado eclesiástico.
E l Congreso Eucarístico, que acaba de
celebrarse con gran solemnidad en Ñ á­
peles, lia llamado singularmente la aten­
ción de los católicos sobre la imperiosa
necesidad de prestar ayuda á las voca­
ciones al estado eclesiástico.
Hoy, como nunca, son m enester á la
Iglesia verdaderos apóstoles para la sal­
vación del mundo. Y si Nuestro Señor
Jesucristo decía conmovido á sus discí­
pulos: L a mies es abundante^ pero son po­
cos los obreros (1), ahora repite las mismas
palabras por boca de la Iglesia.
El Sumo Pontífice, los obispos, los sa­
cerdotes y cuantos buenos cristianos sien­
ten en el corazón el fuego del aposto­
lado, m iran con tristeza el número in­
menso no sólo de salvajes, sino aún de
fieles que carecen de socorro evangélico.
El descubrimiento de nuevos pueblos
en el Africa central, las interesantes re­
laciones que nos llegan de los misioneros
de A sia y América, la aposlasía de la fe,
el descreim iento, la relajación de las
costum bres, todo nos hace suspirar por
el aum ento de obreros en la viña del Se­
ñor.
(1)

ilath.

IX ,

37.

¿Y qué podremos nosotros hacer para
conseguirlo ? Prim eram ente orar. Jesús
mismo daba este consejo á sus discípu­
los: Rogad al señor de la mies, para qiumande obreros á ella (1). L a oración es el
arm a omnipotente que nos h a dado Dios
para conseguir hasta lo imposible en nues­
tra debilidad. Bien manifiesta es en el
antiguo y en el nuevo Testamento la efi­
cacia de la oración; y con ella quiere el
Señor que se obtenga la conversión de
los pueblos y el triunfo de la religión.
Pero no debemos limitarnos á orar. Oornelio A Lápide, comentando la exhorta­
ción mencionada del divino Redentor,
nota que con ella quería estimular á los
Apóstoles á ofrecerse con valor á trabajar
antes que todos en propagar la santa
d o ctrin a; de modo que la oración debe
ir acomj)añada de la acción; y esta acción
debe ser universal, porque todos debemos
trabajar por el bien de las almas en la
medida de nuestras fuerzas, confirmando
á los justos, convirtiendo á los pecadores,
iluminando á los infieles, ayudando á los
débiles, instruyendo á los ignorantes y
multiplicándonos, si es posible, para que
todos se salven.
j Necesitamos sacerdotes! esclama la
Iglesia. \ V engan nuevos apóstoles 1 j, Y
cuántos de nuestros lectores habrán oído
ya la voz de Dios que los llam a á tan
sublime m inisterio? Pues bien, sin pér­
dida de tiempo deben decir como los
Apóstoles y á la m anera del profeta I­
saía s: Rece ego, mitte me. « El pensa­
miento de abrazar el estado de perfección
por amor de Dios ó interés de la propia
salvación, como sea en extremo generoso
y superior al sentimiento de la naturalez.a, no debe juzgarse sino como venido
del C ielo; y no debe temerse que falten
las fuerzas, porque Dios que h a comen­
zado esa buena obra, la perfeccionará;
ni debe .diferirse la ejecución, porque un
día de demora es un obstáculo á ta n ex­
traordinaria gracia del Señor. Quizá des­
pués no esté dispuesto á concederla y
d ig a: No os conozco (2).
Es verdad que no pocas veces á esas
almas llamadas por Dios al santuario, si
bien sean abnegadas
-„y „generosas, les
falta el consejo y aliento. L a vocación
necesita particular cultivo en los jóvenes,
por lo cual el Santo Concilio de Trento,
(1) Ibid. IX, 38.
(2) D od Boaco.

— 35

H

o
formídail con lo dispuesto en
los estatutos dol Asilo de la Patria, el Re­

verendísimo señor Arzobispo ha decretado
que en ese establecimiento sean admitidos y
edxicados los niños que hubiesen quedado
huérfanos ó desvalidos á causa de la última
guerra. T 4 quiénes mejor que los Salesianos
podrían ser los padres adoptivos de esos ni­
ños ? quiénes como ellos podrían prodigarles
los cuidados que demanda la habitación, el
vestido, el alimento y la educación?
Desgraciadamente, la dictadura que nadn
respetó en nuestro suelo, se apoderó por la
violencia del Asilo de la Patria y los sol­
dados que allí fueron amontonados, de in­
fantería y de caballería, destrozaron y sa­
quearon de tal modo aquella casa que, des­
pués de estar perfectamente arreglada para
servir á doscientos alumnos, apenas han que
dado en pie los muros, de materiales sóli­
dos ; porque hasta las puertas y tabiques
fueron destinados al fuego. M los paramen­
tos sagrados del templo escaparon al pillaje.
A esta circunstancia se debe que los Sa­
lesianos de Santiago tengan que fundar esta
casa en condiciones excepcionales de pobreza,
que hacen recordar los primeros días del
Oratorio de Turín cuando echaba los funda­
mentos de su obra el inmortal Don Bosco.
Al presente, hay tres sacerdotes consa­
grados únicamente á preparar la casa para
que los niños puedan ser recibidos á princi­
pios de mayo.
Felizmente, el Dustrísimo señor Cagliero,
el Obispo salesiano qxie tiene á su cargo las
fundaciones de América, ha atravesado ya la
cordillera de los Andes y llegará á Santiago
hoy ó mañana, para organizar definitiva­
mente la creación de una casa, que según
la predicciónes de Don Bosco, está llamada
á realizar incalculables bienes.
El Ilustrísimo señor Cagliero se hospedará
en el mismo Asilo de la Patria, aun cuando
respetables familias de Santiago se dispu­
taban el honor de darle hosped^}6 suntuoso
en sus casas.
Los admiradores de Don Bosco y cuantos
anhelan la salvación de loa pobres niños,
tienen ya en nuestra capital un campo vas­
tísimo en qué ejercer las obras de miseri­
cordia y el apostolado de la caridad cris­
tiana.
Hasta los misterios del pesebre que nos
muestran en estos d ía s, á un Dios-Niño en
los últimos extremos de la pobreza nos con­
vidan al ejercicio de la caridad en favor de
la casa que va á ser el hogar de centenares
de niños desgraciados.
(E l PORVE^*IE)

45 —

SAN PEDRO DE CANON.
Dna meYa casa de D. Bosco en Francia.
En la diócesis de Aix, en el antiguo ino*
iiasterio de San Pedro de Oanón, acaba de
. abrirse una nueva casa de Don Bosco.
Invitados los Salesianos por algunos exce­
lentes Cooperadores á prestar allí sus ser­
vicios, Monseñor Goutbe-Soulard, arzobispo
de Aix, les expresó el más vivo deseo de que
aceptaran semejante propuesta y les mani­
festó su sincera y profunda simpatía. Tratá­
base de establecer un oratorio y colonia agríoola. El terreno, que mide diez y seis
hectáreas, era suficiente para la insti'ucdón y
actividad do los pequeños agrícolas ; pero la
casa inhabitada de tiempo atrás exigía im­
portantes reparaciones. Don Á lbera, Ins­
pector de las Obras Salesianaa en Prancia,
confiando á la manera de Don Bosco, ente­
ramente en la Providencia, puso manos á la
obra y consiguió bien pronto establecer la
nueva colonia salesiana con aplauso general
del vecindario.
El personal que debía servirla partió de
Marsella en la víspera de la fiesta de Todos
los Santos y pasando por Salón AUeins y
les Plaines, Hegó al antiguo é histórico
monasterio, cuya capilla de estilo en parte'
gótico y en parte del renacimiento , ^ a r d a
las reliquias de santos monjes benedictinos
que en otros tiempos trabajaron allí con ad­
mirable celo por la gloria de Dios y bien de
las gentes.
Entre tanto son las cuatro de la tarde y
aán no llega el ajuar expedido de Marsella.
En previsión de lo que pueda suceder extién­
dese en las celdas un poco de paja que, si es
necessario, sirva de colchón. Por fortuna á eso
de las siete llega la carga; pero aunque el
apetito producido por el viaje es grande, me­
nester es conformarse con pan y manzanas,
que no hay más por ahora. Esta es más ó
menos la manera como principian las Casas
de Don Bosco: sin ceremonias ni festín,
antes bien con penuria y estrechez, pero con
gran regocijo. E l Salesiano , ha dicho el
üustre Obispo de Milo, va allí donde le man­
dan, toma las cosas y las acepta como se las
dan, y fabrica su nido lo mismo entre las
' floridas ramas de árbol frondoso, que en la
piedra saliente de tosca y desnuda roca. »
.Qué lleva al Salesiano á la antigua sole­
dad perfumada con las virtudes de los bernabitas? Ko otra cosa que el deseo de ser
útil al prójimo y de trabajar especialmente
en la enseñanza de la niñez pobre y aban­
donada. Tal es el encargo que ha recibido
de Don Bosco, sin que haya de quejarse
nunca, aunque todo se le torne contrario, y
sin desmayar jam ás, esperando siempre en
la Providencia.

eS T O IÜ A DEL ORATORIO DE S. FRAlíCÍSCO DE SALEE
SEGUNDA PARTE.
Ca pítu lo IV.
(OontxnwexónJ
Otra vez, siendo ya de nocbe, volvía á
casa por el paseo de San Máximo (abora do
la Reina Margarita), cuando hó aquí que un
malvado que le venía siguiendo los pasos ^
se pone detrás de un olmo y le dispara casi
á quema ropa dos tiros de pistífia. Ambos sa­
lieron falsos, y el sicario, para concluir de
otra manera su perversa intención, se echa
sobre de Don Bosco. En aquel mismo ins­
tante aparece el gris, se arroja como un
león encima del agresor, le hace abandonar
á Don Bosco, le pone en precipitada fuga
y después acompaña á aquél basta el Ora­
torio.
Más tarde, el gris libró á Don Bosco de
las manos no de uno, sino de varios sal­
teadores. Volviendo una noche á casa por
el vial que de la plaza de Milán, hoy de
Manuel Eiliberto, pasa por el Rondój cerca
de Valdocco, oye Don Bosco que le venían
corriendo detrás; se vuelve y v ó ' á pocos
pasos un hombre con un grueso garrote en
mano. Se echa entonces á correr con la esperanza de poder llegar al Oratorio antes
de ser alcanzado y apaleado. Había ya lle­
gado á la bajada que ahora termina con la
casa Delfin, cuando aparecen varios otros
que miran por cercarle. Viendo el peligro,
trata de librarse al menos del menor, vuelve
atrás y va en dirección de aquel que le se­
guía. Este lo nota, y prepara ya su bastón
para desoogarle tremendo golpe, cuando de
pronto Don Bosco se p a ra , sabe hacerlo
también y con tal destreza, que lo asesta un
tremendo codazo en la boca del estomágo y
me le eclia rodando por el suelo, piernas al
aire; y ])ronto gritando: j Ay I ¡A y que me
muero! Por el buen éxito de su gimnástica
acción, podía Don Bosco haberse librado de
este, á no venir al momento los otros euarbolando sus bastones y tratando de cogér­
melo en medio. Gomo un relámpago, apereeo
sin saber por donde providencialmente el
gris, se planta junto á Don Bosco, da tales
alaridos y aullidos, yendo de acá para acuUá con tanta rabia y furor, que aquellos
bandidos — peor que los que salían en un
tiempo de las cavernas de la Sierra Morena,
_quedaron tan aterrorizados, que temiendo
no escapar con vida, suplicaron á Don Bosco
lo llamara y tuviera consigo en tanto que
ellos uno tras otro corrían en precipitada fuga,
dejando estar al buen sacerdote en santa paz.
El perro no abandonó á Don Bosco hasta
que le vió entrar en el Oratorio.

— IQ —
En cierta ocasión, en vez de acompaüarle
á casa, impidió que pisara su umbral. Por
un olvido en que había incurrido D. Bosco
durante el día, debía salir á. uua hora ya
algo adelantada de la noche. La madre Mar­
garita trataba de disuadirle j pero él la exortaba á no temer j y así toma su sombrero,
llama íí uno de loa jóvenes para que le hiciera
compafiía y se dirige á la calle. Al atraversar
los umbrales de la puerta halla junto á ella
al gris echado. ¡ O h, el g ris! exclamó él,
vendrá, bien, así seremos uno más. Alzate,
pues, dice ívl i)erro, y ven. Mas el perro en
vez de seguir, da un alarido y permanece
inmóvil. Por dos veces se empeña Don Bosco
en pasar y otras tantas se lo impide el gris.
Quiere uno de los jóvenes obligarle de un
puntapié á levantarse y el perro se encole­
riza dando nn aullido que espanta. La buena
Margarita al ver esto, dice pronto en su
dialecto piamoutós: Si H veuli nen scouteme
m i, scouta ahnen ’l can^ seurt nen; esto
e s : si no quieres escucharme á mí, eschucha al menos al perro j no debes salir. Don
Bosco, viendo á su madre tan apesadumbrada,
juzgó convonieute satisfacer sus deseos y así
volvió á entrar en casa. No había pasado
todavía un cuarto de hora, cuando un vecino
viene A verle y le dice que estuviera en vi­
gilancia porque había sabido que tres ó
cuatro mal int