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Boletín Salesiano
REV ISTA

DE

LAS

O BRAS

DE

Año X X X V III — N. 5..

DON

BOSCO

Mayo 1923

S u m a r io . — M aría AuxiUum C krisiianorum . — F ig u rai d e M isioneros S a les ia n o s; E l C arden al
C a g liero. — Un C en ien ario r S an F ran cisco d e S a les . — A u d ien cia d el P a d re Santo a l R evm o.
D on F e lip e R in a ld i, — D e nuestras M isiones d el A s sa m : C am ino d e la M isión. - E p isod ios
d e las M isio n es: ¿ Q u ién d esea p ro h ija r a un h u erfan ilo? — T eso ro espiritu al. — Cuí/o d e
M a ría A u x ilia d o ra . - Gracias
sa lesian o.
L o s qu e m ueren.

de

M aría

A u x iliad ora .

— B ib lio g r a fía . —

P o r el mundo

En las Misiones Saletianas del M a t to G r o s s o (Brasil). • Misa en la floresta.
E l sacerdote hace descender del cielo a Jesús para despejar las tinieblas de la selva
e iluminar a los salvajes con la luz de la fe y los esplendores de la civilización.

R e d a c c ió n

y

A d m in is t r a c ió n :

V ia e o t to le n g o N. 3 2 « T U K IN . 9 ( I t a lia ) .

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fS O O IK l> A 1 3
1 O
A. IJ V T E ? I«IV A .C IO IV iV t,
A v e n i d a R e g i n a M a r g a r l d a , 174 — T U R Í N (Itaila)

NOVUM

M IS S A L E

ex decreto Sacrosancti Concilii Tridentini
restitutum 8. Pii Y. P. M. jussu editum alioriim Poiitificum cura recognitum a Pió X reformatum et SS.mi
D . X. Benedicti X V auctoritate vulgatum.

M is s a lc R o in a n n

1) Editio typica V aticana nigro tantrnn impressa, cum rubricis italicis literis resultantibus,
in cliarta subtili sed solida. Cra. 1 7 x 2 6 marginibus comprehensis.
S in e tegumento'. Libellae 30. — Apiid exteros: libellae 42.
Coniectum: 1) Semipelle ac tela, sectione rubra, titulo ac cruce deauratis: Libellae 60. —
Ax>ud exteros: lib. 84.
2) T o ta pelle rúbeo colore, sectione rubra, titulo ac cruce deauratis: Libellae 80. — Apud
exteros: libellae 1 1 2 .
3) T o ta pello rúbeo colore, auratis foliis, titulo deaurato in dorso ac cruce aurata in
planibus: Libellae 100. — Apud exteros: libellae 140.
2 ) Editio Turonica ju x la typicam V aticanam . Cm. 2 3 x 1 5 . Impressum rúbeo nigroque
colore. S in e tegumento: Libellae 70. — Apud exteros: lib. 80.
Conteckini'. 1) L inteo, cum titulo au n o, sectione rubra. Libellae 84. — Apud exteros: lib. 90.
2) Omnia u t supra N. 1 sectione vero au rata. Libellae 91. — Apud exteros: libellae 100.
3) T o ta x>ellc, cum titulo áureo, sectione rubra. Libellae 112. — Apud exteros: libellae 120.
4) Omnia u t supra N. 3, sectione vero au rata. Libellae 140. — Apud exteros: libellae 150.
3) Editio Turonica ju x ta typicam V aticanam (If. 14 typus 2 8 x 1 9 ) . Impressum rúbeo
nigroque colore. Textu s illustrationibus n itet, clirolibinaque impressione adeo perbeUi refulge!,
perspicuitas literarnm visum non laedit. Mínimum est pondus liujus Missalis (2 Kg.) ut
a pueris ecelesiis inservientibus ferri potest.
S in o tegum ento: Libellae 70. — Apud alias nationes: libellae 80.
Gontectum'. 1) Semipelle ac tela nibeo colore, sectione rubra, titulo ac cruce deauratis:
Libellae 125. — Apud alias nationes: libellae 140.
2) T o ta pelle rúbeo colore, sectione rubra, titulo ac cruce deauratis: Libellae 200. — Apud
alias nationes: libellae 220.
3) T o ta pelle, rúbeo colore, auratis foliis, titulo deaurato in dorso ac em ee au rata in plañís:
Libellae 225. — Apud alias nationes: libellae 245.
4 ) Editio Turonica ju x ta typicam V aticanam , manualis 1922 (cm. 10 X l5 ). Editio in óm­
nibus cum editione concordaos, charta indica tenui e t solida, cum characteribus magnis et
perspicuis rubro et nigro impressis, accuratissima.
8 in e tegumento: Libellae 28. — Apud oxteros: libellae 40.
Gontectunv. 1) L inteo, cum titulo áureo, sectione n ib ra: Libellae 35. — Apud exteros: Libellae 47.
2) Omnia \it supra, sectione vero aurata: Libellae 40. —; Apud exteros: libellae 55.
5) Editio I Taurinensis, 1921, iuxta typicam, commodissima, in paginis conficiendis coni*
m oditatis ratione h abita, fere immquam lectorem ab una ad aliam paginam rem ittens, pag.
pateiit em. 1 4 x 2 3 ’/2> rubro-nigro iminvssae, cum lincis rubris in quadrum ductis, characte­
ribus nitklissim is ax)posite fusis, lectu valde idoneis.
E d itio haee iu duabus chartis diversis vonit:
In charta indica subtili ac solida (Missal. religat. gramm. 600 pondo)
In charta a m achina crassiore (M issal. religat. gramm. 1100 pondo).
iegum enio: Libellae 50. — Apud exteros: Ubellae 65.
Coíiít’ohmi: 1 ) Semi-iK‘lle nil>ea ac tela eiusdem colorís in plañís, titulo ac cruce in plani?,
foliis coloratis (vel iufectis coloribus): Libellae 75. — Apud exteros: Ubellae 97,50.
2) T o ta pelle rubi'a, foliis coloratis, titulo in dorso a c au rata cruce in plañís: Libellae
— Ajmd exteros: libellae 117.
3) Tota pelle rúbea, deuumtis foliis, titulo in dorso ac aurata cruce in plañís: LibeUae 100.
Apud exteros: Ubellae 130.

Año XXXVIll -

N. 5.

Mayo 1923.

r —



B O L E T IN

^

S A L E S IA N O

REVISTA DE LAS OBRAS DE DON BOSCO
R e d a c c ió n V A d m in is t r a c ió n :

V ía C o t t o le n g o , N.

3 2

-

T U R IN (Ita lia )

María Auxiliutn Christianorum.
Si en alas de nuestro espíritu nos remon­
tamos a los albores de la humanidad, a los pri­
meros días del linaje humano, un triste cuadro
herirá nuestra vista, seremos espectadores de
la más dolorosa tragedia en el más risueño
y hermoso de los escenarios.
La curiosidad y ambición desmedidas por
una parte y la envidia y odio satánico por otra,
originan el fatal desenlace que todavía lloramos,
después de tantos siglos.
En el momento que nuestro padre Adán
seducido por los halagos de. la mujer que Dios
le dió por compañera, comió del fruto vedado,
la tierra se estremeció, la naturaleza exhaló
un gemido doloroso, el cielo se nubló y gruesas
gotas de tristeza cayeron como lágrimas amar­
gas sobre el paraíso deshonrado.
El hombre ha pecado, inducido por la que
debiera ser su ángel tutelar, según el designio
de Dios, pero no se hará esperar mucho el cas­
tigo merecido.
La voz dulce y meliflua del Padre que rega­
laba con ternuras a los afortunados hijos, a
quienes amaba como a la pupila de sus ojos,
dejóse oir como el fragor del trueno, conminando
imperioso para que los prevaricadores aban­
donaran la dichosa morada, paraíso de delicias,
donde se deslizaron felices los días venturosos e
inocentes de la aurora de su vida.
¡Desgraciados! Arrojados por culpa volun­
taria de la mansión de los encantos, caminan
pesarosos al destierro, marcados en la frente,
que no se atreven a levantar del polvo, con la
ignominiosa señal de los proscritos que marchitó
la corona de rosas que ceñía sus sienes, y ape­
nado el corazón que lacera cruel remordimiento.
Con paso vacilante, como el de quien no pisa
^ firme, se alejan doloridos con sombras en
la mteligencia y desfallecimientos en el alma,
seguidos por las enfermedades y la muerte que
i^evan en su mísTna vida.

A los himnos de gratitud y alabanzas que
brotaban espontáneos del corazón y tejían
los labios a la vista de las grandezas y niaravillas que el Creador sembrara a manos llenas
en el Edén que les ser\*ía de morada, a las efu­
siones de amor, dulzuras y alegría de una exis­
tencia que inundaban de felicidad la paz con
Dios, la armonía del universo y el suave con­
cierto de la naturaleza y de la gracia en su ser,
siguiéronse las congojas y privaciones del des­
tierro, el desenfreno brutal, la rebeldía de las
pasiones, los dolores y lágrimas que les arran­
caban las punzantes espinas del escabroso ca­
mino de su peregrinación.
¡Infeliz pareja! ¿Qué ha sido del rey de la
creación que, coronado de rosas, recibía pleito
homenaje de los elementos y seres todos de la
tierra, del hombre que Dios había emioblecido
y elevado, como dice el Real Profeta, al nivel
de los ángeles del cielo?
¿Habéis visto en la melancólica otoñad:»
cómo todo languidece y muere en las deso­
ladas campiñas? ¿De qué modo el Imiiinardel
día se aleja presuroso, ocultándose entre nubes
para no llorar las tristes ruinas déla naturaleza,
que trueca su vistoso ropaje en manto amari­
llento. que se desprende a girones y rueda por el
suelo como hojas secas que arrebata el aquilón?
Pasaron los días claros, serenos de la dulce
y agradable primavera, estación florida que
embargaba de emoción el alma con sus flores,
cantos y suaves brisas; el cielo se cubre de nubes
grises, plomizas, cernedoras de la nieve que cae
en espesos torbellinos, crujen gemebundas las
ramas de los árboles, azotadas por el huracán,
y un triste velo, cual mortaja fúnebre, oculta
a nuestros ojos las bellezas, dejándonos como
recuerdo doloroso, de días alegres, robles des­
nudos que se agitan cual esqueletos, tiritando
bajo un frío sudario.
T al es la mudanza, la suerte adversa de núes

132

tros primeros padres, que huyen fugitivos del
solar bendito, de la casa paterna con la con­
goja en el alma y la frente teñida de rubor.
Todas las maravillas de la naturaleza, creadas
])ara su recreo y alegría, les niegan su vasa­
llaje y se revelan contra ellos. Su inteligencia
ya no ve más que sombras, sus ojos no des­
tilan más que amarguras, sus pies no pisan
más que espinas y abrojos. Son el prototipo,
el modelo del Prometeo que nos describe E s­
quiles con negras tintas en su tragedia, enca­
denado a la roca con gruesas cadenas y pasto
de águila hambrienta que se ceba cruel en
sus entrañas, donde hunde sin piedad el
corvo pico y afiladas garras, arrancándole
alaridos de dolor.
Infierno horrible, insoportable si en jnedio
del espantoso suplicio no apareciera un iris
de esperanza de futura libertad, si no templara
tantos dolores el recuerdo de una consoladora
promesa que sella el labio a la blasfemia y aleja
la desesperación del corazón atribulado.
En las mismas florestas del Edén, cuando
aún no habla ocultado entre las sombras de
la noche su triste rostro el sol que con luz in­
fausta alumbró la primera culpa, ya en Oriente
comenzaban a dibujarse los bellísimos perfiles
de una mujer bienhechora, de una Virgen que
había de reparar las ruinas que nos ocasionó
nuestra primera madre, E va, y quebrantar la
cerviz del pérfido enemigo que, haciéndonos
prevaricar, nos alejó de la casa y heredad pa­
terna, para sometemos a su despótico dominio.
Y a medida que los años pasan y la suspi­
rada libertad se acerca, se e.sclarece también
la visión que se adelanta a través de la liistoria,
envuelta en purísimos resplandores, dejándonos
vislumbrar en múltiples facetas la imagen encan­
tadora de la Virgen que el cielo piadoso nos
concede como potente Auxiliadora.
Ella es el arca de Noé que acoge benigna en
su regazo a los hombres, para que no perezcan
NÍctimas de las vengadoras aguas del diluvio,
la cándida paloma, que nos regida el olivo de
la pjiz; el iris de bonanza que sella la reconci­
liación del cielo con la tierra; el oasis frondoso,
la airosa palma que protege con su sombra a
los mortales que caminan por el desierto de
la vida bajo los rayos de \m sol de justicia; la
nul>ccUla de lílías que refresca con su lluvia
la tierra sedienta; la zarza que arde sin consu­
mirse para almnbrar de continuo las tinieblas
del camino de nuestra peregrinación; la vara
de Aarón, que florece y purifica con suave aroma
el ambiente imilsano; la colnmna de luz que
nos guia a través de los obscuros senderos de
la existencia; la ciudad de refugio que insti­
tuyó Josué en la Palestina.



Es Judit, que corta la cabeza del dragón in­
fernal, figurado en Holofemes; la intrépida
Ja e l qire nos libra de Sisara, cosiéndolo en el
suelo; la graciosa Ester que rasga con sus ruegos
el decreto de exterminio que reclama nuestro
implacable enemigo.
Sonó por fin la hora feliz, marcada en los
designios de Dios para la libertad de la pobre
humanidad que se revuelve impaciente en el
lecho de sus dolores e infamias; las profecías
de los hijos de Israel van a tener feliz aunpU
miento; los anhelos de los •' os se verán col­
mados. ¡Alégrate Israel, a- aa tus arpas, que
cuelgan mudas de los tamarindos que crecen
a orillas de los rios de Babilonia, y saluda a la
celestial lil)ertadora que llega a romper los
hierros de tu penosa esclavitud. Y a pasó el
invierno y florecen las viñas; ya se oyen los
arrullos de la tórtola, se abren las rosas de Jericó y se inclinan reverentes los cedros del Lí­
bano para saludar la nueva y fecunda aurora.
De las raíces de Jesé brota el deseado y esbelto
tallo con tma flor que es María, y en su purí­
simo cáliz, que exhala embriagador perfumé,
germina el fruto de bendición Jesús, Salvador
del mundo.
*

* ♦
Cristo acaba de cumplir su misión en la tierra.
Con su inmolación generosa en el Calvario ternaina el despótico imperio de nuestro irreconci­
liable enemigo. Al ser elevado Jesús sobre el
madero de la cruz, se encuentran y abrazan la
misericordia y la justicia, y del ósculo fecundo
brota nuestra redención, se regenera nuestra
naturaleza y se nos devuelven los derechos
perdidos por la primera culpa en el Edén.
K1 Redentor vudve al cielo, pero no nc^
dejará huérfanos; sabe por experiencia que el
desamparo es el dolor más fuerte. Antes de
expirar tendió una mirada sobre la tierra, y
al ver a la triste humanidad gemir por su or­
fandad, en la persona del discípulo amado, se
dirigió a su madre, a María, que estaba al pie
de la cruz, y le dijo: Mujer, cumplida la mi­
sión que me trajo a la tierra, yo vuelvo al Padre.
A tí te encomiendo los hombres, mis hermanos,
por cuyo amor he dado gustoso la vida, sé tú
su Madre. Y desde entonces toda la humanidad
se cobija bajo la sombra sagrada de la Virgen,
los hombres corren en los peligros a refugiarse
bajo su manto protector, como corren los po*
lluelos a guarecerse bajo las alas de la gallina,
cuando ven dibujarse en la tierra la sombra dri
temido gavilán. María es e; templo anchunsimo donde encuentran alegría todas las tris­
tezas, lenitivo todos los pesares, luz todas las



133 —

sombras, calma todas las agitaciones, fuerza
todas las debilidades, consuelo todos los que­
brantos, gracia todas las demandas, perdón
todos los extravíos, salvación todos los naúfragos. Su nombre dilata el corazón con la más
pura alegría, llena el alma de satisfaccioues,
üumina la mente con los más dulces recuerdos.
Su maternidad y auxilio no es un mero sím­
bolo como afirmaron con blasfemia algunos
desgraciados, que renegaron en mal hora de
su filiación, sino dichosa realidad como lo
declara a voces nuestra conciencia, de la que
todos guardamos testimonios, y somos prueba
\-iviente, porque es María, nuestra Madre, la
que en momentos supremos, cuando el corazón
es arrastrado por las negras aguas del dolor,
parece que se inclina hacia nosotros y nos
alarga su manto para que, asidos a él, nos sal­
vemos del naufragio
h b confirman los innumerables templos que
se elevan como exvotos por toda la redondez
de la tierra: en los montes y en los valles, en
la populosa ciudad y en los desiertos, testigos
elocuentes de las maravillas de María, de los
dones celestes que derramó a manos llenas
esta piadosa Madre para remediar las necesi­
dades de sus amados hijos.
Basta hojear la historia de la Iglesia para
convencerse de que desde el momento que ésta
abandonó el Cenáculo, para iluminar el mundo
con la doctrina de Jesús, bajo la bandera de
María se han reñido todas las grandes bata­
llas de la virtud contra el vicio, de la verdad
contra el error, de la fe contra el paganismo y
la herejía. E l nombre de María es como el com­
pendio de todas las victorias conseguidas por
la Iglesia a través de veinte siglos de conti­
nuadas luchas.
Por eso nada extraña que hombres de gran
virtud y saber, historiadores de la Iglesia como
Rorbachker exclamaran antes de morif, que­
riendo compendiar toda la historia de la Iglesia
católica en una sola advocación a la Virgen
santísima: M aría A uxüium Christianorum, ora
tfo nobis ».
Desde las catacumbas, mudas pero sublimes
testigos de aquella generación de mártires sobre
los cuales campea sonriente la imagen de María,
basta nuestros días en que ingentes muche
dumbres entonan cantos de gratitud a su protecaón en la grandiosa Basílica que en Turín
levantó D. Bosco para perpetuar las maravi­
llas de tan bondadosa Madre ¿quién podrá
contar los triunfos de la Auxiliadora de los
Cristianos?
Oaude, M aría Virgo, cunetas Haereses sola
*«árt»:ís/i m universo mundo: alégrate. Virgen
María, Xú sola has exterminado todas las

herejías del mundo, rezan los breviarios cató­
licos, encareciendo su protección.
Y sin descender, en la brevedad de un ar­
tículo, a computar los hechos innumerables
que atestiguan su patrocinio en la Iglesia
universal y en particular en la de España (y
la de América española), cuya reconquista
no es más que una mardia triunfal a través
de un río de sangre y de una selva de laureles,
cuyos ramos siegan las espadas de los vale­
rosos cruzados para abrir paso a la Virgen que
les protege con su manto y le extiende sobre
ellos como un dosel de gloria que, no cabiendo
en los límites de Iberia, llevan la naves de Colón
a cobijar bajo él un nuevo mundo; recordad los
nombres gloriosos de Lepanto y Viena, de Napo­
león y de Pío V II, considerad en nuestros días
la Obra admirable, providencial del Vene­
rable D. Bosco, llamada a cobijar bajo su
fronda exuberante a la niñez desvalida, y
veréis justificadas la tierna devoción, el afecto
entrañable, las aclamaciones de júbilo que en
este mes de mayo proclaman a María, Auxilio
de los Cristianos.
Os explicaréis por qué la Igle.sia, agradecida,
no contenta con tejerla una letanía de ala­
banzas, dedica im mes entero, el más hermoso
del año, .el mes de las flores, de las luces y de
los cantos para festejarla. Y si la Iglesia \riste
de gala sus altares y hace resonar en su honor
dulces melodías que se elevan hasta los pies de
su trono celeste, mezcladas con el perfume de
los rezos y el himno del incienso para agrade­
cerla sus favores y proclamarla su protectora,
es justo que los que nos gloriamos con la pa­
ternidad de D. Bosco, y nos cobijamos, acogidos
con predilección, bajo el manto de la Auxilia­
dora, unamos nuestros obsequios, nuestras
preces y cantos al himno grandioso, universal,
que el mundo de la naturaleza y de la gracia
eleva con transportes de alegría a la Saberana
Reina del cielo y de la tierra.
Pero cuidemos que no se pierdan nuestros
entusiasmos .en cosas pasajeras de solos cantos
y flores que se marchitan, que no se reduzca
para nosotros el hermoso mes de mayo a un
simple motivo estético o de vana poesía, que
se esfuma y diluye cuando salimos del templo,
sino que sea un medio seguro, un motivo más
para adornar de hermosas virtudes el alma,
practicar con amor la vida cristiana, y, copiando
en nosotros los rasgos de nuestra celestial Madre,
poder decir con verdad:
Venid y vamos todos
Con flores a porfía,
Con flores a M aría
Que M adre nuestra es.



134

Figuras de Misioneros Salesianos

El Eminentísimo Card. Cagliero.
{Continuación)
Si por las huellas que marcan los pies en la
arena calculan los hombres con acierto la me­
dida del que las estampó, si es verdad, como
lo es, por ser palabra divina, que por los frutos
se conoce el árbol, no cabe dudar de que los
afanes y trabajos del misionero que consagra
la vida a la evangelización de sus semejantes,
sin otra mira que la gloria de Dios y la salva­
ción de las almas, nos dará la medida de su
grandeza y heroísmo, la talla del servidor de
Cristo, del apóstol de su doctrina.
Como las grandes empresas, la evangeli­
zación cristiana de los pueblos paganos y sal­
vajes, dominados, las más de las veces, por
groseras supersticiones, vicios degradantes y
bárbaras costumbres, ofrece peligros y difi­
cultades sin cuento que exigen del misionero
los mayores esfuerzos y sacrificios, una vida
de abnegación y heroísmo a toda prueba.
A más de las dificultades que opone la natu­
raleza con la inclemencia de sus variados climas,
los rigores de las estaciones, la amenaza con­
tinua de las fieras, lo tenebroso de sus selvas
^•írgenes o desolados desiertos, donde acecha
la muerte con la crueldad del hambre y la sed
devoradora, habitadoras de esos desamparados
lugares, es preciso arrostrar las iras de un po­
derío que la vivida luz del Calvario alejó a los
extremos del mundo, luchar denodados contra
la degradación espantosa de miserables pasiones
que defienden sus derechos y se resisten a ser
suplantadas por las delicadas y suaves virtudes
del cristianismo.
No es cosa fácil y hacedera transformar
naturalezas bravias, domadas por los malos
instintos y cegadas por errores arraigados, que
tienen como buenos el odio y la venganza, por
costumbres el robo y la esclavitud, que trafican
con carne humana, en seres honestos y compa­
sivos, trocar sus corazones de tierra en celes­
tiales, corazones que se sacian de inmundicias,
en otros delicados que aspiren a las delicias
del Paraíso y gocen con los exquisitos perfumes
de la virtud.
Por eso en la vida del apostolado abundan
más las espinas que las rosas, se suceden y
amenazan por doquiera peligros de todo género,
a los que el misionero no puede oponer más
que el cnicifijo y su dulzura, teniendo que de­
vorar, a menudo, amarguras, ofrecer de con­

tinuo privaciones y trabajos por la conversión
de sus perseguidores, y sellar no pocas veces
un calvario de sufrimientos con la sangre gene­
rosa del martirio.
Tal íué la vida misionera del Cardenal Cagliero, amados lectores, con la pequeña variante
de cambiar el emento martirio de sangre, por
el prolongado y no menos costoso martirio
moral de sacrificios, dolores y trabajos.
Recordad el campo de su trabajo, el te­
rrible desierto, habitado por salvajes feroces,
envalentonados con los triunfos y despojos de
sus frecuentes correrías por las estancias y
poblados civilizados, que arrasaban a sangre
y fuego, y os explicaréis la mitad de su azarosa
vida misionera.
¿Qué era lo que se conocía en su tiempo del
desierto Pampeano y Patagónico?: « L a fero­
cidad de los indios, las salvajadas de sus habi­
tadores », pues sus tierras lejanas, sus guaridas
impenetrables, estaban envueltas en las más
negras tinieblas del misterio y de la ignorancia.
Nadie sabía lo que en realidad era la Pampa y
la Patagonia, a pesar de los viajeros y cautivos
que habían pasado por ellas como por un in­
fierno de Dante.
Por sus orillas y costas era algo aterrador;
llanuras inmensas, cubiertas de espinas y pastos
duros, de arenales interminables, de lagunas
saladas, de tierras malditas, sin vegetación al­
guna o selvas impenetrables de arbustos raquí­
ticos, escuálidos,, achaparrados, retorcidos y
espinosos.
E l agua, el limpio arroyuelo, la fuente cris­
talina, la corriente bulliciosa, el lago plácido,
no se veía en ninguna parte, por doquiera rei­
naba la sequía, la aridez, la falta de toda agua
dulce. De los grandes ríos, como el Negro y el
Colorado, solo se conocía su curso inferior y
su desembocadura en el mar, porque todo lo
restante estaba en poder de las hordas salvajes.
La falta de agua era el mayor peligro del de
sierto, después de los bárbaros que lo habi­
taban; falta de agua que ha costado la vida a
tantos infelices que se atre\-ieron a penetrarlo,
y hasta la más vergonzosa confusión y derrota
a los ejércitos que intentaron ir a batir ios indios
en sus guaridas.
No sólo la falta de agua corriente era una
terrible zozobra para el viajero, sino que a esto



135 —

se le agregaban los huracanes de tierra,
de polvos grises que salían de esos centros,
donde parecían reinar en una perputua agi­
tación, en un continuo remolinear para ator­
mentar furiosos las soledades infecundas.
Las tormentas del Sur eran tan temidas como
los mismos indios, en cuyas obscuridades solían
venir en\naeltos, para caer sobre los pueblos
o najeros en medio del pavor del cielo y de la
tierra. Aun hoy mismo, todavía se oye decir
a los ancianos que las tormentas del Sur con
un aire gris y fuscoso son señal de invasión,
porque los Indios buscaban estos días som­
bríos para caer en medio de los remolinos de
tierra y de la oscuridad como una avalancha
irresistible sobre los objetos de su brutal avidez.
Díganlo Baliía Blanca, el Azul, San Rafael,
Patagones y otros pueblos fronterizos y todos
los estancieros de esos tiempos, si no eran una
señal fatídica los primeros síntomas de esas
tormentas, precedidas de caliginosidad y oscu­
ridad del aire.
De las bárbaras costumbres de los Indios
se sabía algo más, hablaban bien claro sus te­
rribles matanzas y los largos y penosos cauti­
verios que sufrieron entre ellos algimos infelices.
Se sabía que ellos no querían aceptar la civi­
lización, bajo ninguna forma, a no ser la que
ellos solos pudieran amasar; y por lo tanto,
rechazaban el comercio, las industrias, las artes,
la religión y toda la vida social basada en otras
costumbres que no fueran las suyas. I)e ahí
su afán de destruirlo todo, de robar, de matár
y cautivar.
No permitieron jamás, desde que se armaron
y organizaron en confederación salvaje, que
morara ningún extranjero entre ellos, a no ser
como refugiado o cautivo. De vida social, por
más que muchos de ellos la habían visto, no
querían saber nada: les bastaban sus bárbaras
formas de virtud y trato elevado.
Hasta en la Religión veían, como decíamos
en el artículo anterior, un peligro y una fuerza
poderosa que podía destruir su imperio, y hacerlo
ingresar en lo que tanto odiaban: el cristianismo.
Por esto jam ás pudo evangelizarlos ningún
misionero ni siquiera pasar por sus tolderías
principales; ellos le hubieran hecho pagar cara
su abnegación generosa, condenándole al mar­
tirio más atroz que sus brujos hubieran aconse­
jado. Y de aqm' es también que ningún sacer­
dote ni religioso se atreviera a internarse en
sus desiertos, al reflexionar en la inutilidad de
su sacrificio.
Era, pues, como se ve, tm problema dificil
reducir aquellos indios soberbios que se opoman a toda tentativa se ci\'ilización, y que
en su necio oigiillo se creían indestructibles

y dueños soberanos de los desiertos que nadie
podía penetrar sin someterse a ellos.
Varias tentativas hicieron el Cardenal Cagliero. Monseñor Costamagna y D. Evasio
Rabagliati para internarse en tierra de indios,
no exentas de peripecias, pero no consiguieron
su objeto hasta que el Gobierno Argentino,
empujado por la opinión pública, envió un cuerix)
expedicionario de 9000 hombres para someterlos,
viendo coronada su audaz empresa con el éxito
más brillante.
Los Salesianos se enrolaron en la ex{)edición
como misión religiosa, corriendo los riesgos de
continuados combates.
Por fin el fusil y la espada se abrieron paso
en el territorio salvaje, desbaratando su poderío,
y los misioneros pudieron recorrer y exi^lorar
aquellas regiones desconocidas, levantando la
Cruz Redentora en señal del triunfo de la civi­
lización y de una nueva era de paz y de con­
cordia entre vencedores y vencidos.
Desde 1879 ^
recorre el Cardenal Cagliero con sus misioneros a grandes lineas su
vasto campo de acción, ora siguiendo el curso
de los caudolosos ríos, ora a través de las me­
setas, llanuras y montañas; ya \Hsitando los
toldos de los indios y las casas de campo; ya
los pueblos y colonias que venían surgiendo.
Fué el período de les grandes viajes, de las
penurias y tanteos para echar los fimdamentos
de las misiones sistemáticas.
E ra preciso, no sólo convertir a los numerosos
indios que andaban dispersos, sino también
crear un espíritu cristianamente disciplinado
entre los numerosos advenedizos, levantando
templos y propagando las enseñanzas cató­
licas con una doctrina pura y sencilla entre los
civilizados e indígenas.
Había que crearlo todo: misioneros, curas,
iglesias, parroquias, colegios para los niños,
asilos para los desvalidos y hospitales para los
enfermos; y nada de ello existía cuando, creado
el Vicariato Apostólico, y nombrado Vicario el
Cardenal CagHero, tuvo que dar principio a la
obra con los pocos salesianos de que disponía.
Su vida apostólica se intensifica con el nuevo
cargo. E l mismo debía formarse y modelar
su gente inexperta. Dios debía ayudar y guiar
los primeros pasos, otorgándole su benigna
Pro\4dencia, los recursos que podían llevarlo
a la meta deseada.
Pue.sto a la obra, los obstáculos se levantaron
a cerrarle el paso: la ignorancia envuelta en
los pliegues de su oscura niebla, resiste a los
rayos de la luz, que trata de aclararla; las pa­
siones desordenadas de los que llegaban a buscar
riquezas se
airadas, para entorpecer la
Doctrina Evangélica; los vicios fomentados

136 —
pftr la codicia y el libertinaje rechazan toda
moralidad: el orgullo y la omnipotencia de los
cjue habían llegado al gobierno con las anfias
aún manchadas con la sangre de los salvajes,
pretenden coartar toda acción pacificadora;
el comercio fraudulento que iba a tener ojos
puros que lo observaran,- inventa calumnias;
la escasez de recursos crea dificultades; los
fracasos de la inexperiencia sumergen en la

Oigamos lo que sobre el particular nos dice
el mismo Cardenal Cagliero;
« Dos compañeros míos de la Tierra del Fuego,
fueron heridos de un flechazo por las tribus in­
dígenas. Uno de ellos, volviendo para curarse
de las graves llagas, a Puntarenas, centro de aquella misión,fue arremolinado con la pequeña
embarcación por las olas en las aguas del Es­
trecho de íilagallanes y riiurió ahogado. Así es

I n d io s q u e p o b l s b a n l a Patag^onla.

duda; y la falta de apoyos eficaces detiene la
iniciativa.
Nada faltó para acrisolar la virtud y templar
el ánimo de los intrépidos misioneros: ni la
murmuración maligna, la mentira desvergon­
zada, la crítica insidiosa, ni los libelos infames,
invectivas de mal género y calumnias viles.
Pero se engañaban, si esperaban los mal­
vados reducir a los que se habían formado en
la fuerte escuela del Venerable D. Bosco, escuela
de caracteres 3* de santos, probados en la con­
tradicción Y los trabajos.
Como los valerosos descubridores españo­
les, los misioneros de Monseñor Cagliero se
engrandecían al par de las dificultades que
les salían al paso.
« Con sudor y sangre conquistaréis la Patagonia ». les había dicho D. Bosco.

como se verificaba el pronóstico de Don Bosco:
^ Con sudor y con sangre conquistaréis aquellos
pueblos ».
Yo mismo, en 1887, di una gran caída del
caballo y quedé herido. Atravesaba la cordillera
a dos mil metros de altura y debía subir otros
mil. E l sendero se desñudaba al costado de la»
escabrosas paredes graníticas y caía a pique
en el abismo.
Mi caballo se empacó, se encabritó y empezó
a saltar a ciegas. Yo, invocando a María Auxi­
liadora, me arrojé de la silla pero una punta del
suelo roqueño me penetró en las carnes, nio
quebró dos costillas y me agujereó el pulmón,
^lis compañeros se acercaron y y o , cuando
pude balbucear alguna palabra, para tr^ quilizarlos procuraba bromear sobre lo ocurrido
}■ decía que, como tenemos veinticuatro costillas»



'37

bien se podía sacrificar un par de ellas. Tu­
vimos que volver atrás, vadear dos ríos y atra* vesar dos cordilleras para llegar a una posada
donde descansar y curarme. Pero, ¡qué trataniiento! allí no había más que im empírico que
curaba las enfermedades con métodos poco
menos que antidiluvianos y yo, no bien lo vi, le
pregunté si no había por alH algún herrero para
componer mis dos costillas quebradas. Eso dije
para aliviar el dolor de los dos acompañantes
que, al parecer, estaban más doloridos que yo
mismo. Allí quedé un mes y como Dios quiso
me curé; convaleciente aún, emprendí de nuevo
el camino y con un viaje de cuatro días, con
mis misioneros, pasé nuevamente las cordilleras
a más de 3000 metros de altura y bajé a la dulce
llanura chilena, sobre las orillas del Pacífico.
Así es que en aquel año, siempre a caballo,
con cinco compañeros míos, durmiendo de noche
•en los fosos o bajo los árboles, había cruzado
la América del uno al otro océano.
Otra vez (éramos dos solos), después de haber
atravesado el desierto, llegábamos a las once
de la noche a un puesto militar establecido por
el gobierno argentino, a lo largo de un camino
trillado, con el objeto de proteger a varios via­
jeros. Había allí siete soldados.
Nosotros no habíamos probado bocado du­
rante el día, ni bebido una gota de agua. Pe­
dimos algo para comer, pero no había ni una
miga de pan; algo para beber, pero no había ni
una gota de líquido. Para sacar agua del ria­
chuelo más cercano había que andar dos leguas,
diez Km. Uno de los soldados dijo: llovió hace
ocho días, tal vez haya un poco de agua en el
pozo; voy a buscarla.
Y al poco rato volvió con una botella llena.
La miré y me dió escalofrío; estaba literalmente
cubierta de barro. Volví las espaldas a la luz
(un pedacito de grasa, en cuyo centro se habían
encajado de cualquier modo algunos centímetros
de pabilo de algodón) y cerrando los ojos, apli­
qué la botella a los labios. Bebí y sentí que,jun
tamente con el líquido, se colaban por mi gar­
ganta, en perfecto acuerdo, cuerpos sólidos y
riscosos indefinibles. Me paré a la mitad de la
operación y ofrecí el resto a mi compañero, diciéndole: * Cierra los ojos y bebe ».
Y luego... bendita sea la Providencia que
esta tarde nos ha hecho encontrar comida y
bebida a la vez.
Pero, si grandes fueron las penalidades y
trabajos, no fueron menos los consuelos y frutos
cosechados.
En sólo los dos primeros meses de mi misión,
bautizamos 1700 indígenas en el inmenso valle
de Chichinal, donde estaban acampadas las
tribus de Saguhueque y Yancuche. Dábamos



todos los días tres horas de catecismo por la
mañana y tres por la tarde. E l episcopio era
una choza de troncos y barro, con techo de ra­
mas que me resguardaba del sol y de la lluvia...
cuando no llovía. Ningxma traza de camas. Dor­
míamos tendidos sobre el cuero que, con afec­
tuosa delicadeza, nos daban aquellos buenos
salvajes. De índole excelente y capaces de en­
tusiasmo, ellos nos conmovían a veces con la
ingenua interpretación (siempre la más gene­
rosa) que daban a las prescripciones de la Iglesia.
La última misión que di, y que recuerdo siem­
pre, fué en el año 1902. Había solicitado mi vi­
sita el cacique Namuncurá que, en su lejano
destierro cerca de la cordillera, presentía la pro­
ximidad de su muerte.
Para complacerle recorrí mil quinientos Km.
a caballo, parándome en todas las misiones que
encontraba al paso. ¡ Viaje encantador! En
aquel trecho de la cordillera,.hasta ocho lagos
reflejan el cielo entre las puntas agudas de
los montes, y uno de ellos es navegable. E l ve­
nerando jefe patagones contaba a la sazón 86
años y nos recibió como a enviados del cielo.
Quiso ser bautizado con toda la familia y la tribu.
Fué confirmado; hizo su primera comunión
con la sencillez y la humildad de un niño. R e­
bosando de júbilo iba diciendo:
Ahora morir contento; morir ahora buen
cristiano.
Al despedirme, lo abracé y lo saludé como
a un hermano. Murió al año siguiente ».
Dios ha bendecido los trabajos de los misio­
neros. Hoy la Patagonia, después de treinta
años de apostolado, cuenta con 50 Iglesias
y Capillas, 164 Misiones salesianas y 140 casas
de las Hermanas de María Auxiliadora.
Patagones y Viedma, residencia del Vica­
riato, ubicada en la desembocadura del Río
Negro, a 200 leguas de Buenos Aires, tiene un
seminario con muchos estudiantes de teología
y filosofía y muchos aspirantes, todos indígenas.
Numerosas son en el territorio la colonias agrí
colas, las escuelas de artes y oficios, los hos­
pitales, colegios, tipografías y observatorios
meteorológicos. Las aldeas empiezan a levan-tarse en varios puntos, con hermosas casas de
arquitectura europea.
Si hoy pueden ñamarse con gloria cristianas
las vastas regiones de la Patagonia 5' la Pampa,
lo deben al trabajo fecundo del Cardenal Cagliero y de -sus esforzados hermanos, que no.
regatearon esfuerzos para con^'e^ti^las a la fe
y la civilización.
Con razón, pues, fué llamado el heróico mi­
sionero: " el civilizador del Sur »
el hombre
■providencial de la P atagonia ».
{Continuará).

U ia

O e iite n a r io

SAN FRANCISCO DE SALES
Cúmplese hoy el Tercer Centenario de la
muerte de San Francisco de Sales; el 28 de di­
ciembre del año 1622, en el día de los Santos
Inocentes, entregaba su alma inocente y pura
al Hacedor Supremo, en la ciudad de Lydn,
aquel hombre extraordinario, a los 56 años de
su edad y 20 de episcopado.
Francisco de Sales apareció en el mundo, a
la voz de la Divina Providencia, cuando el
mundo necesitaba sus cualides y virtudes.
Y es que la Iglesia de Cristo, fecunda siempre,
ha producido en las diferentes épocas de su
historia, instituciones y hombres acomodados
a las necesidades y circunstancia^ de la vida y
de la humanidad. Por eso en los primeros siglos
medioevales, cuando la espada y la lanza eran
las únicas herramientas de los hombres libres,
y la guerra la más noble función de los señores;
y cuando, en cambio, el trabajo manual era tarea
exclusiva de los esclavos o siervos, aparecen
los monjes Benedictinos, que consagran su vida
a la oración y al trabajo, haciendo de ambos
su ofrenda habitual santa y purísima a Dios.
Aqxiellos hijos de vSan Benito dignificaron el
trabajo, aportando así a la sociedad una de
las ideas más progresivas y más civilizadoras.
Más tarde, cuando la riqueza se confundía
con la dignidad y con el poder, cuando la po­
breza era considerada como algo vil y degra­
dante, surge en aquella sociedad afeminada del
siglo X I I I el « poverello » de Asís, el poeta y
artista de la pobreza, que la canta con arroba­
mientos y efusiones de un enamorado, que la
exalta y eleva como un doft divino, sintiendo
al abrazarse a ella, una dicha que jam ás soñara
el hombre; y gracias a la mágica influencia de
San Francisco, surge aquel ejército de millares
de hombres, que se esparcen por el mundo a
predicar la pobreza con los prestigios de algo
evangélico, con la voz de la más severa auste­
ridad, con aquella sencillez que hizo del írandscnno el fraile más popular.
Y en el siglo X V I, cuando las sediciones y
discordias debidas a los errores de Lutero y de
Cnlvino, ensangrentaron la tierra y sembraron
el odio por doquier, aparece en la tierra aquel
modelo de dulzura y mansedumbre, dechado
de la caridad más efusiva y nrás ardiente, que
supo ejercer sobre sus mismos adversarios un
atractivo tan singular y poderoso, que apenas
hubo quien resistiera las palabras de ternura
que brotaban de sus labios, ni quien no sintiera

su espíritu preso de emoción vivísima a la \nsta
de aquel alma inmaculada, pura y amorosa,
que se trasparentaba en los actos todos de la
vida de aquel santo.
T al fué Francisco de Sales, el varón justo,
de ecuanimidad admirable, de fortaleza insigne,
de paciencia no turbada; el imitador perfecto
de aquel Jesús Divino, que ocultó siempre su
majestad y su poder, para que los hombres
viesen solamente su misericordia y su amor,
y de cuyos labios benditos salieron las admi­
rables palabras: « Bienaventurados los man­
sos, porque ellos poseerán la tierra ». « Amaos
unos a otros, como yo os he amado », « Apren­
ded de Mi, que soy manso y humilde de cora­
zón ». Y Francisco de Sales aprendió del Divino
Modelo y poseyó la tierra con su dulzura, con
su amor y mansedumbre, convirtiendo a peca
dores y herejes, consolando los corazones afli­
gidos, elevando a la perfección a tantas almas
justas, haciendo tanto bien y produciendo
tanto fruto por medio de aquellos libros admi­
rables que nos dejara y que se llaman « Filotea »
y « Vida devota ».
Murió San Francisco de Sales; pero no murió
su espíritu; lo recogió un hombre extraordi­
nario, suscitado por Dios en el Siglo X IX ,
cuando alboreaba la épica turbulencia de los
odios y rencores entre los de arriba y los pobres;
cuando apuntaba la lucha terrible de las clases.
E l venerable Juan Bosco, que es el varón a
quien aludo, al contemplar el cuadro que pre­
sentaba su siglo, agitado por revoluciones so­
ciales y políticas, al presentir, cual vidente que
se adelantara a sus coetáneos, las convulsiones
que amenazaban hmidir la sociedad, sociedad
desventurada, que había de anegarse en sangre
\'ertida en luchas fratricidas, pensó en San Fran­
cisco de Sales, le estudió, le meditó, le imitó
a la perfección y, tomando en sus propias manos
la esencia de aquel espíritu de amor, de paz, de
mansedumbre y de dulzura, lo derramó a to­
rrentes en aquella sociedad, que por lo mismo
hubo de denominarse « Salesiana ». En el
corazón tierno y amoroso de D. Bosco encon­
traron eco los dolores todos de los hombres,
todas las amarguras de la Iglesia; y acuciado
por una caridad ardiente, que le devoraba y
consumía, acudió con remedio pronto y eficaz
a todas las llagas sociales, multiplicándose
siempre, y deshaciéndose, cuando no podA
multixílicarse. Y aquel espíritu de D. Bosco,

— 139 —
bebido en las fuentes puras de San Francisco
de Sales, pasó a la Congregación Salesiana,
donde persevera íresco, inmaculado y purísimo.
Ella, en alas de su caridad ardiente, fúnda
instituciones para recoger los niños abando­
a nuestro Rdmo. Rector Mayor.
nados en medio del arroyo; y los alimenta, y
los educa, y los instruye en la dotrina santa del
cristianismo; y les da cariño y amor, que jamás
Mientras en todas las casas salesianas se
hallaron aquellos seres desgraciados, y derrama
efectuaba
la piadosa conmemoración mensual
en sus almas,.anegadas en la amargura, una gota
en
honor
de
María Auxiliadora, el Padre Santo
de miel; y extingue el odio de clases que en ellas
se dignaba dar particular audiencia a nuestro
empezaba a germinar, vertiendo, para sustituirlo,
Rector Mayor, de retomo de su visita a las casas
en el corazón del niño, la semilla santa del amor.
de
Sicilia. Acompañaba al P. Rinaldi el Procu­
Tal es la obra de la Congregación Salesiana,
rador General. E l Padre Santo lo recibió con
aprendida de D. Bosco, de aquel hombre, que
suma afabilidad, y como el Rdmo. Superior co­
después de frecuentar las cárceles . de Italia,
menzara por agradecerle las numerosas mues­
llegó a la conclusión de que aquellos criminales
tras de paternal benevolencia dadas a la Pía
no eran sino niños abandonados a sí mismos,
Sociedad en el breve transcurso de un año,
adolescentes sin educación religiosa, en cuyo
Su
Santidad lo interrumpió, diciéndole que deí
corazón se despertaron las pasiones sin un medio
de refrenarlas y de contenerlas. Bntonces apren­ bien hecho se debía agradecer al Señor, y sin
más, con interés lleno de ternura, le pidió nuevas
dió D. Bosco que no bastan las leyes, aún las
de
la Famiha Salesiana. Se regocijó inmensa­
mejor orientadas; que es menester ahogar el
mente por el aumento de aspirantes y novicios,
mal en su proprio origen, que es preciso modi­
ficar hondamente las costumbres, reformar al como también por la fundación en Ivrea dei
Instituto para misioneros, titulado « Cardenal
hombre en sus comienzos, en su infancia.
Y después, cuando el niño crece, y se hace Cagliero », y la publicación del periódico « Ju ­
joven, y se despiertan en su alma fieras e indó­ ventud misionera », prometiéndose de entrambos
los más copiosos y duraderos frutos, para las
mitas las pasiones turbulentas, aparece nueva­
Misiones. Y luego, con suma competencia y
mente el bijo de D. Bosco, con la institución
ardor, reveladores de su celo, comenzó a dis­
nunca bien ponderada de sus « oratorios », la
currir de Abisinia, de los Cárpatos, del Oriente
más típica y hermosa de las instituciones saledianas, y con sus « Asociaciones de antiguos y del Occidente, estimulando a nuestro Rdo.
Superior a preparar muchos misioneros y lo
alumnos », para reunir la juventud en sus casas
más acabadamente posible. Aconsejó también
y allí recordarles las enseñanzas de la fe cris­
tiana y corregir suavemente sus vicios, y modi­ enviar a las misiones en compañía de los mi­
sioneros individuos muy versados en las ciencias
ficar sus costumbres, y no dejarles desmayar...
y en la Religión, conocedores perfectos de la
Tal es la labor de los beneméritos religiosos
lengua, costumbres, liistoria y geografía de los
suaves, modestos, sencillos, humildes, mansos,
amorosos, que se llaman « Salesianos »; y a pueblos que se iban a evangelizar. Instó igual­
mente que en las misiones se retuviera y apli­
estos hombres abnegados, valientes, generosos,
cara en toda su amplitud el sistema y el espíritu
todo amor y caridad, no puede darles D. Bosco
otro patrono que San Francisco de Sales, el del V. P . Bosco, que es sin disputa uno de los
más apropriados para obtener la conversión
anto de la humildad y de la dulzura. Por eso
«os hijos de D. Bosco han celebrado con es­ duradera de los salvajes. Y tomando ocasión de
cuanto había leído en el Boletín respecto de los
plendor y con entusiasmo el tercer centenario
pueblos
ya evangelizados por los Salesianos,
de nuestro Santo; por eso me invitaron a decir
incitó
al
Rdmo. P. Rinaldi a que enviara sus
dos palabras en la Prensa, con ocasión de dicho
misioneros también al Japón.
lausto acontecimiento.
E a importante audiencia duró casi una
Y por eso concluyo yo este artículo exhor­
hora
y terminó con la bendición apostólica a
tado a los lectores a meditar la obra que reafizan los Padres Salesianos, que así se encari- los Salesianos, Cooperadores, alumnos y an­
tiguos alumnos y a las H ijas de María Auxilia­
fiarán con ella, cuando vean que tienden ante
dora c»n toda su falange femenina. Dió una
todo y sobre todo a socorrer al desvalido y
bendición especial al nuevo periódico « Juventud
^poner en contacto los de arriba y los de abajo,
Misionera *, al que deseó larga vida y difusión,
para que se conozcan y se amen.
a fin de que despierte abundantes vocaciones
E l o y Montero .
misioneras, de que tanto necesita la Iglesia en
De « £/ Correo de A ndalucía » la hora presente.

Audiencia del Padre Santo

ASSAM (India)

Gatnino de la [Disión Salesiana
{Continúa ¡a relación del Padre José G il Vázquez)

Líi carretera se ve constantemente invadida
por una rica vegetación que pronto borraría los
caminos, si no se estuviera continuamente tra ­
bajando para contenerla en sus justos límites.
E l agua mana por todas partes fonnando hon­
donadas,' para salvar las cuales la carretera hace
curvás inverosímiles y rapadísimas que han cau­
sado y causan diariamente serios disgustos a los
motoristas descuidados.
A las dos de la tarde llega:uos por fin a Shyllong, nuestra tierra prometida.
Hicimos a pie los veinte minutos de camino
(^ue hay desde el garage hasta nuestra casa. Al
llegar aquí hallamos un pequeño grupo de niños
de la Escuela de San Antonio, perteneciente a
la Misión, que nos dieron la bienvenida con un
sonido gutural, para nosotros extraño; pero con
su morena redonda cara sonriente y sus'ojillos
menudos saltando de contento. Luego nos expli­
caron que nos habían dicho K u B lei, que significa
< Dios les guarde *, las primeras palabras que
oíamos en la lengua Kasi, ima de las ciento sesenta
y tantas que la malhadada torre de Babel esparció
|x>r este región.
Como es natural, nuestra primera visita fué
a la Iglesia, que nos causó una impresión de ver­
dadera maravilla; impresión que, no obstante,
quedó eclipsada por la que nos produjo el descubrir
en uno de las dos altares laterales ima estatua de
nuestra amadísima Madre María Auxiliadora, que
allí, soiíriente y majestuosa, estaba esperándonos.
No es fácil decir nuestra sorpresa por tan feliz
como inesperado hallazgo. Claro que ni los Padres
Jesuítas sabían que aquella fuese precisamente
la Virgen de D. Bosco, ni los naturales tampoco:
pero lo cierto es que era Ella, con su Niño en el
brazo izqxiierdo y su diestra alargada para recoger
el cetro que le faltaba y que nos apresuramos a
ponerle al día siguiente haciendo uno de madera,
lo mejor que nos fue posible. L a entrega de este
cetro indio parecía el símbolo de la posesión que
María touiaba de Assam por mano de sus liijos: es
más: anticipándose la \nrgen de Don Bosco a
nuestra llegada, parecía que era E lla misma quien
nos posesionaba a nosotros.
Visitamos después la casa que creíamos encon­
trar en lastimoso estado, quedando maravillados
al ver un magnifico edificio de dos alas, cada ima

de irnos veinticinco metros de largo por unos diez
de ancho incluyendo la galería que lo rodea, mag­
níficamente dotado de cuanto _se puede apetecer
y con comodidades que no habíamos ni siquiera
soñado encontrar en estas lejanas regiones. Sepa­
rando las dos alas del edificio, se halla la Iglesia,
de tres naves, la del centro ancha, de unos ocho
metros, y las laterales de un metro o metro y medio
cada una; su longitud es de más de cuarenta metros.
E l estilo tiene pretensiones de románico; lian
sacado el mayor partido posible del género de
construcción que se han visto obligados a adop­
tar. E l zócalo, hasta la altura de rm metro, es de
piedra, lo mismo que el de todo el edificio; las
paredes son del género que queda dicho al tratar
de las casas de Ganhati; las pilastras y arcadas
de madera. E l conjunto resulta agradable y hasta
artístico, y lo'm ism o la estatua del Divino Sal­
vador que se halla en la hornacina. L a nave cen­
tral se halla ocupada por bancos del mejor giisto.
Quedamos sumamente complacidos al ver que
podíamos disponer de una Iglesia tan hermosa
como pudieran desearla bastantes Casas de España.
E l edificio se halla situado en la cmubre de una
colina que es mi verdadero bosque de pinos. A
ambos lados de la residencia y distantes de ella
como unos cien metros se hallan las Casas de las
m onjas de Loreto y de Ntra. Señora de las Misiones,
las primeras para la educación de niñas europeas,
y las segundas para las indígenas.
E n la llanura y algo más retirada se halla la
escuela de San Antonio con internado para niños
huérfanos. E stas tres casas son propiedad de la
Misión.
E n otra colina en frente de la que nosotros ocu­
pamos tienen los Hennanos Cristianos Irlandeses
im hermoso Colegio para niños europeos. Todos
estos centros se hallan vacíos actuahnente, pues
aquí las vacaciones, al revés que en Europa, sou
en invierno, alegándose que « con tanto frío * no
pueden venir los muchachos a la escuela. Esto
del frío no deja de ser una exageración de esta
buena gente. Cierto que por las mañanas se siente
bastante y hasta hiela; pero una vez que sale el
sol (y aquí también acostumbra a hacerlo todos los
días en invierno, ya que la estación de las lluvias
coincide con el verano), no hay frío que lo resista.
E n este mes la temperatura está siendo más tem­
plada que la de Sevilla por este tiempo. Y se esplica, porque la proximidad al trópico (25® y
más o menos de latitud N.) está contrarrestada
por una altura de más de 1.500 metros.
L a población nos dicen que tendrá 10.000 hi-*
hitantes próximamente, indígenas en su mayor
parte, con muy escasa proporción de europeos;
ocupa im extenso radio, porque las casas no es-

I4 I —
táa agrupadas como en las grandes ciudades, sino
que cada ama tiene al rededor una esdensión por
lo común bastante considerable de terreno con
jardín y bosque.
Esta región habitada por los kasis, tribu de
raza mongólica, con todos los caracteres de la
misma: estatura regular, cara ancha, nariz, aplas­
tada, frente estrecha, ojos pequeños, color amari­
llo oscuro. De sus costumbres, religión, etc., corno
no he tenido tiempo aún de informarme deta­
lladamente, hablaré otra vez, cuando haya podido
aqidrir mayor número de datos.
Entre tanto, ruego a todos nuestros hermanos
y alumnos, antiguos y presentes, que encomien­
den a Dios y a María Auxiliadora esta nueva
Misión, a fin de que, derramando sobre ella sus
bendiciones, la hagan siempre fecimda en frutos
de vida eterna.

idioma kasi, por los misioneros protestantes meto­
distas, que por lo mismo pueden llamarse los padres
de su escritura, habiendo tenido el feliz acuerdo
de emplear los caracteres romanos y no los sáns­
critos que, más o menos modificados, son los que
usan todas las otras lenguas de esta región.
Historia. — L a verdadera historia de este pue­
blo comienza con la conquista inglesa. De su.s
gestas anteriores, nada absolutamente se cono­
ce, cosa perfectamente explicable, dado que no

La tribu de los Kasis.
En mi última relación decía algo acerca de
esta tribu, en cuyo territorio se halla instalado
el núcleo principal de nuestra Misión, debido
tanto a que orna de sus ciudades, Shyllong, ha
sido elegida para capital del C^biemo de Assam
y Bengala, y en consecuencia para capital de la
Prefectura Apostólica del mismo nombre, como
que este pueblo, por diversas circunstancias,
de todas las tribus de las montañas es el que
muestra más propensión al Cristianismo.
Su orígea. — Por el examen de sus facciones,
hábitos y lengua, se ha llegado a la conclusión de
que son descendientes de una tribu tibetana,
mongólicos por lo tanto, que en tiempos remotos
invadieron esta parte de la India, siempre expuesta
a las incursiones de las salvajes hordas de las mon­
tañas. Ellos a su vez fueron arrojados ppco a poco
de las llanuras y los valles por subsiguientes inrasioiies, hasta quedar reducidos a las montañas
que hoy ocupan.
Siempre se les ve risueños. Son de carácter apa­
cible, más bien pacíficos, pero valientes cuando
se ven atacados. Los musulmanes jamás pudieron
conquistarlos, y los ingleses que en 1774 empren­
dieron su conquista no la vieron terminada hasta
el 1863 ^
sometido el Siem de Yow ai, el
más belicoso de todos.
Lengua. — L a l^ g u a no se parece en nada a
ningima de las habladas en la India, como que
es la única que no procede del Sánscrito, padre
de todas ellas, sino que se deriva del tronco chino,
habiendo quien cree sea un dialecto del tibetano,
teniendo gran afinidad con el Siamés. Es mono­
silábica; sumamente simple, sin declinación, ni
eo.'ijugadón, ni accidentes gramaticales de nin­
guna clase; de suerte que para conocer su tecniQsino hay de sobra con media hora.
Como no ha poseído Hteratura, hasta época
muy reciente, es sumamente pobre de palabras,
Como pobres son ellos de ideas. Con la ocupación
®glesa, habiendo surgido nuevas ideas y necesidad». también el idioma se ha enriquecido con
onevas palabras tomadas del inglés y el indostano.
1^45 no fué publicado el primer libro en

P la n ta * de banano.

poseían escritura. Tampoco tienen tradiciones
nacionales, ya que la vida y el sentindeiiio patrio
debían estar en ellos muy poco desarrollados,
dimdidos como se hallan en multitud de aldeas
completamente independientes unas de otras.
Los únicos monumentos que se encuentran son
menhires y cromlech en gran número, en campos
y caminos. Acerca del significado que haya que
dar a tales monmnentos, no están acordes ni los
naturales del país, ni los europeos que se han dedi­
cado a su estudio.
Opinan irnos que los tales menhires deben ser
monumentos sepulcrales, mientras otros creen
f¡ue marcan los sitios donde se reunían los jefes
para deliberar y tomar acuerdos. De ordinario
están formados por tres o cinco piedras, una de
ellas más alta, colocadas verlicalmente, poniendo
algimas veces otra horizontal a la sombra de



14 2

aquellas, que lo misino puede ser piedra sepulcral,
(}ue ara para ofrecer sacrificios a la divinidad.
R eligión. — No son idólatras. Del hecho de
reunir casi siempre tres piedras en los monumentos
descritos, deducen algunos que han debido tener
idea de una trinidad.
Sus antepasados acaso fuesen más fervorosos;
al presente, los que no .son cristianos, no se preo­
cupan gran cosa de religión.
Creen que existe un Dios; pero como este Dios
es muy bueno y por lo mismo no ha de hacerles
ningún mal, piensan poco en E l y no le temen
En cambio creen en los malos espíritus a los que
atribuyen todas las desgracias que les suceden;
a éstos les temen y procuran aplacarles con sacri­
ficios de animales, sobre todo aves.
Eos muertos son quemados y sus cenizas con­
servadas religiosamente en las casas, encerradas
en recipientes especiales de barro cocido, No
creen en la transmigración; pero sí en la immortalidud del alma y en la vida futura con sus dos
lugares de premio y de castigo.
Vida social. — E n esto como en lo demás se
apartan enteramente del sistema kindri. No tie­
nen castas, Las mujeres no sólo son consideradas,
sino que son las que mandan y gobiernan las casas
en ([ue el marido no es más que mi simple huésped.
La herencia, el apellido, la religión, todo se trans­
mite ix>r medio de las hembras y a las hembras,
hasta el punto que los lujos pertenecen exclusi­
vamente a la madre, y si esta muere, en lugar de
quedar bajo la protección y tutela del padre, como
parece natural, pasan enteramente a la familia
de la madre. Con este sistema se adivina fácil­
mente que el nivel moral tiene que hallarse siunamente bajo.
Las mujeres son también las que principal­
mente están encargadas de mantener la casa;
ellas trabajan los campos, recogen las mieses,
llevan los frutos al mercado; todo absolutamente
cuanto a la familia se refiera, corre al cuidado de
la mujer. Los hombres se dedican a la caza, a la
pesca, aunque ya, bajo la influencia de la cultura
europea, van dedic¿idose a otras profesiones;
al comercio, a la milicia, policía etc.
Gobierno. — Algunos distritos están directa­
mente regidos por gobernadores nombrados por
Inglaterra; pero la mayor parte del territorio está
gobernado por reyezuelos llamados Siems que
pagan un tributo más o menos considerable, segtin
la importancia de las pueblos que dominan.
A gricultura . — E l suelo parece fértil; daría
mucho bien cultivado; pero por lo que he podido
observar, estas gentes, potlráu tener cualquiera
otro pecado, menos el de la avaricia. Aunque podría
discutirse si lo que tienen es falta de avaricia o
sobra de pereza. Lo cierto es que no se preocupan
para nada de las comodidades de la vida. Una
choza de cañas de bambú revestidas a veces de
barro, con techo de paja, y una estera también
de bambú en el stielo, para acostarse en ella de
noche v sentarse de día, constittiyen toda su casa
y mueblaje.
La base de alimentación es el arroz, que cuecen
con agua y sal, adicionándole al momento de to­



marlo unos pececiUos que ellos naii-an pescado
en conserva; pero que cualquiera de mediano ol­
fato, llamaría pescado podrido.
E sta es su comida que toman dos veces al día
con la primitiva cuchara de sus manos y dedos,
con los cuales amasan el pescado y el arroz en el
plato, hasta convertirlo todo en una pasta homo­
génea, consegmdo lo cual a fuerza de manoseo, la
alargan y. metiéndola en lá boca por xma pimta,
van empujándola y tragándola hasta la otra ptmta.
De este modo se ahorran el trabajo de la mas­
ticación, supliendo con los dedos el trabajo de
los dientes.
Siendo tan pocas sus exigencias, es claro que no
tienen que trabajar demasiado para satisfacerlas.
Cultivan casi exclusivamente las partes bajas
de las montañas, las cañadas, donde el agua se
detiene con facihdad. Allí siembran el arroz des-,
pués de remover superficialmente el suelo, y cuando
a los cuatro o cinco años la capacidad productora
de la tierra se ha agotado, dejan aquel trozo y
buscan otro que esté descansado, y así sucesi­
vamente, sin pretender obtener más que lo que
calculan podrá bastarles para el año.
E l derecho de propiedad es muy limitado entre
ellos. E l terreno pertenece al Siem; cualquiera
puede cultivarlo libremente, pagando solamente
un insignificante tributo al príncipe. E s un sistema
que debe halagar a los comtmistas agrarios espa­
ñoles.
M isiones. — E n tre tales gentes tendremos los
Salesianos que ejercer especialmente nuestro mi­
nisterio. Como no están aferrados a una religión
especial, cual sucede entre los hindús y mahome­
tanos, no tienen gran dificultad en abrazar el Cris­
tianismo, pero, por lo mismo, tampoco tienen
gran dificultad en dejarlo por otra religión.
E n este comarca, atraídos por todas las circimstancias que llevamos enmneradas y acaso
también por la bondad del clima, que es muy
templado en todo tiempo, y smnaniente salu­
dable, se han reunido misioneros de todas las con­
fesiones. Fueron los primeros los Metodistas,
que prácticamente han acaparado la región.
Establecidos desde hace más de ochenta años,
con el favor de sus Gobiernos, han podido abrir
escuelas en las aldeas más insignificantes, habiendo
conseguido atraer a su religión más de 25.000 indi­
viduos.
L a Iglesia anglicana tiene un obispo que resi­
de en Slüliong; pero cuenta pocos adeptos entre
los naturales. También los Baptistas axnericanos
fueron de los primeros en establecerse en estas
montañas, y cuentan bastantes afiliados. Mentó
numerosos son los Presbiterianos, de la Iglesia
de Dios, de la Iglesia de Oxford, hindus musul­
manes y budistas.
Los misioneros católicos se establecieron hace
relativamente poco tiempo — unos treinta años,
a lo más; — hoy cuentan con unos 5.000 católicos
en todo Assam, 300 de los cuales pertenecen a esta
tribu.
C en tros de M isión. — Actualmente son los de
Shillong residencia del Prefecto Aptótólico de
Assam, donde hay \ma hermosa iglesia, una es-

— X43 —
cuela para niños del país a la que asisten unos 300
alumnos entre internos y externos, directamente
instruidos por nosotros, aunque con maestros del
país, ima escuela de 2» enseñanza para europeos
y kasis d iñ ad a por los Hnos. Cristianos Irlandeses,
y dos colegios de niñas dirigidos por monjas, para
europeas el imo y para kasis el otro.
Raliang es donde tenían antes los P P . Salvatorianos una colonia agrícola que ahora estamos
procurando restablecer.
Contamos además con otras varias estaciones
Nongbah, Chenapunic, etc., donde no hay misio­
neros, pero sí casa y capilla esperándoles y bas­
tantes escuelas sostenidas por la misión.

Mi primer viaje a través de las Montañas Khas!.
El 9 de Febrero recibí orden de estar preparado
para marchar a Raliang en compañía de dos coad­
jutores y otro sacerdote para organizar aquella
colonia que desde la marcha de los P P. Salvatorianos había sido abandonada: pues los Padres
Jesuítas sucesores de aquellos, escasos en número,
harto hacían en acudir a la cura de almas.'
E l I I , día consagrado a la Virgen Santísima,
emprendimos el viaje. Los preparativos para tal
marcha non son cortos; pues además de que era
preciso llevarlo todo, ya que la nueva casa carecía
hasta de lo más indispei^able, había que empezar
buscando cnlies que transportaran el equipaje.
Los cu lies. — Son estos individuos de la casta
así llamada, que se dedican al transporte, a es­
paldas, de géneros y mercancías de un pueblo a
otro, no empleándose aquí caballerías para estos
menesteres. Pero el hallar culies es a veces un
problema; y a las dificultades ordinarias se agre­
gaba en esta ocasión el que los Metodistas tenían
una gran asamblea en un pueblo vecino y habían
ocupado con anterioridad todos los disponibles.
Hubimos de acudir al Comisario de policía que
finalmente nos facilitó ocho cuUes hasta el próximo
pueblo. E stos pusieron innumerables dificultades;
que era mucho peso para el número de cargadores,
que era tarde para salir, etc. etc. Después de dimes
y diretes habiendo dejado en Shillong bastante
bagaje, y con el aditamento de prometerles buena
propina, pudimos conseguir que cargaran los equi­
pajes y emprendiéramos el camino. L a carga re­
glamentaria es de 40 kilos, pero siempre cargan
algo menos. Los bultos los sujetan por el fondo
con uua faja de bambú que hacen pasar por su
frente, y de este modo apoyando el bulto a las
espaldas y sujeto en la frente, caminan arras­
trando los pies y con paso uniforme, de 15 a 20
kilómetros diarios.
La partida. — Arreglado el difícil asunto de
tes culies y preparados nosotros con nuestra indumentaria de marcha, al medio día nos sentamos
a la mesa para tomar la comida de despedida. E l
Padre Jesuíta, Rvdo. Van Lemberge, tuvo la
atención de descorchar una botella de vino en
fionor de los que íbamos a partir: brindó en su
nombre y en el del Padre Lefebre, ausente a la
sazón, por la prosperidad de la misión que íbamos
• emprender. Y o le respondí, no sin emoción,

dándole las gracias en nombre de mis compañeros
y en el mío propio por todas las atenciones de que
nos habían colmado. Terminada la comida, em­
prendimos el camino. Al llegar como a dos millas
de Shillong el Sr. Mathias tomó una fotografía de
todos reunidos, nos abrazamos procurando con­
tener la emoción, y animándonos mutuamente;
los que se quedaban tomaron sus pasos y nosotras
continuamos nuestro camino, no sin volvemos de
cuando en cuando a agitar nuestros pañuelos
hasta que irnos y otros nos perdimos de vista.
Nos acompañaba el Hno. León Brisson de la
Congregación de la Sta. Cruz, que llevaba la misión
de preparar la casa de los Heniianos de Sta. María
que debían seguimos poco después.
Por el camino encontramos algunas familias
cristianas de Rabia que se dirigían al mercado de
Shillong con cargas de naranjas sobre todo.
Se alegraron cuando supieron ipie íbamos a
establecemos en su población y nos obsequiaron
con naranjas que aceptamos reconocidos.
L o s D aré B eagalow s. — A las 7 o algo más
tarde, después de cinco horas de camino en que
habíamos recorrido quince millas, unos 23 kiló­
metros, llegamos a la primera etapa de nuestro
viaje, Molinkenim. Como en estos parajes sería
difícil para un europeo hallar acomodo para pasar
la noche, ya que la hospitalidad de los naturales,
suponiendo que la ejerzan, no había de serles muy
agradable, el Gobierno inglés, previsor y práctico,
en todas, las poblaciones de alguna importancia
ha constmído casas, bastante buenas para lo que
aquí se estila, en donde los europeos, militares,
empleados ciidles y misioneros, pueden pasar la
noche y el día si lo necesitan. Tienen estas casas de
ordinario tres o cuatro espaciosas habitaciones,
con sillas, mesas para comer y dos o tres camas,
amén de sus respectivos cuartos de baños. Al llegar
nosotros al Dark Bei^alow lo hallamos desocu’jado; nos instalamos pues en él; imnediatame.ite
acudió el guarda con buena provisión de leña,
encendió la estufa y nuestro guía o acompañante
se di.spu.so a preparar la cena. Al poco tiempo
llegaron también nuestros culies con los equi­
pajes. Prepararon la cena, nos sentamos a la mesa,
y fuera por el apetito que una caminata tan re­
gular no pudo menos de despertar en los fatigados
cuerpos, fuera porque realmente el cocinero se
esmeró, lo cierto es que enconlranos exquisito
hasta el arroz con ciervo, estilo indio* (pero sin
pescado' podrido, por supuesto). Terminada la
cena, después de un rato de charla acerca de las
impresiones del día, rezamos nuestras oraciones
de la noche y nos acomodamos lo mejor que nos fué
posible para tomar descanso, unos en camas y
otros en el santo suelo, teniendo una manta jxjr
colchón.
E l día 12 nos levantamos temprano, preparamos
el altar portátil, y celebramos misa k » sacerdotes,
recibieron la Sda. Comunión los Coadjutores, y
después de tomar el desayuno, comentando el empe­
dernido suelo que a muchos había servido del ^ b o ,
emprendimos la segunda etapa de nuestro viaje.
E ste es de 17 millas, unos 26 kilómetros, hasta
jo ev a i. L a entrada en esta población es verdade-

f

— 144 —

raraente espléndida; la carretera se desliza flan(jueando una montaña cubierta de árboles teniendo
al otro lado el lecho de un torrente, todo ello más
cjue poblado, cubierto de vegetación espontánea,
interrumpida de cuando en cuando por trozos
limpios de arbolado, pero cubiertos de agua,
que serán en su tiempo magníficos arrozales.
Con un cansancio más que regular, llegamos a
Jocvai a las 5 y media de la tarde. Aquí, pocos días
antes, la luLsión había adquirido del Gobierno
úna casa que antes de la guerra había sido pro­
piedad de un súbdito alemán, y que por lo mismo

haciendo esto todos los años con objeto de recontar
sus huestes, y causar impresión sobre los naturales
con la ostentación del número. E sta casa posee
cuatro hermosas habitaciones y su desván. Hay
camas, pero los colchones están sin hacer,' así
que todos tuvimos que experimentar lo poco grato
que resulta e l « sonmiier » la tabla rasa y la dureza
que ofrece el pino para los huesos.
Sin duda por esta razón madrugamos lo más
que pudimos y después de cumplir nuestros debere’s para con Dios, tomamos el desayuno y nos
. preparamos para continuar nuestra marcha; pero
el hombre própone y Dios dispone.
Otra v ez lo s calles. — E l asunto de los culies
había empezado mal y no podía tem iinar bieii.
E l jefe de policía de Slüllong nos había provisto
de los necesarios hasta Jocvai, pero tocaba al jefe
del distrito hacer otro tanto hasta Raliang. Como
ya hemos dicho, estaban comprometidos por los
Metodistas, de suerte que resultaba difícil el pro­
porcionamos ninguno a pesar de toda la buena
voluntad del subjefe de Policía. Después del me­
diodía se presentó un delegado de aquél diciendo
que podría proporcionamos culies, dentro de una
hora. Entonces el Hno. Brisson y el otro sacerdote
P. Depto, se decidieron a continuar llevándose
consigo el equipaje para pasar la noche y que­
dando en Jocvai el resto de la comitiva, hasta el
día siguiente.
Fué preciso pasar otra noche sobre los empe­
dernidos tablones, aunque compensados con la
ventaja de tener im día completo de descanso.
E sta en verdad no fué halagüeña, como queda
dicho, pues pronto nos repusimos de ella pensando
que sin duda Dios tiene reservado un brillante
porvenir a esta Misión, cuando quiere que co­
mience con tanta pobreza, que es precisamente
el sello de las obras divinas.
Un día después de nuestra llegada nos pusimos
a preparar nuestra casa; llenamos unos colchones
con hojillas secas de pino y de este modo tuvimos
lista la cama: de unas tablas de cajones hicimos
mesas: aunque solo obtuvimos mía para todos;
F lo re s y fru to del bsciaae.
y de unas cajas de petróleo, nos proporcionamos dos
o tres banquillos para sentamos.
Henos ya instalados, y en condiciones de esta
le fué confiscada. E l tal súbdito alemán debía
diar Khasi. Pero había que pensar también en dar
ser hombre de buen gusto, porque había arreglado
comienzo inmediatamente a la preparación del
magníficamente la casa, rodeándola de un hernioso
terreno para siembra de patatas, maiz etc., pues la
jardín, donde tenía plantas de te, café y multitud
estación estaba adelantada y no se podían dilatar
de otras escogidas y útiles. I<os rásales de variadas
más estas faenas. Aquel mismo día contratamos
clases ocupaban sitio preferente eu frente de la
un jornalero, dándole el encargo de buscar tra­
fachada principal y detrás, y en sitio apropósito
bajadores, y en efecto, a la mañana siguiente se
tenía su invernadero para flores delicadas. Esta
presentó con algunos hombres y mujeres par*
cosa con el tiempo poclría ser una casa de Misión,
cavar, comenzando de seguida la tarea de des­
pero se encuentra con la dificultad de que Jocvai
monte, que ta l se le puede llamar, ya que los pino»
es un gran foco de la acción metodista que cuenta
habían crecido de nuevo en medio del naranjal
aquí con luullitud de adeptos, buenas escuelas
y las fraubuesas, en tupidos matorrales, tapaban
y un magnifico hospital, todo costeado por ellos;
en algunas partes los mismos árboles.
es, por decirlo así, su cuartel general, y habría
D. Deponti y yo ayudados por el P. Guguan*.
que sostener una gran lucha para establecerse
gran conocedor de la lengua K hasi e industaní.
aíjuí primero, y competir luego continuamente y
comenzamos el estudio de aquella, para halna
en condiciones de inferioridad manifiesta.
tam os lo antes posible al sagrado ministerio.
E n este mismo día precisamente celebraban
V iaje de vuelta. — Diez días llevaba en la nue^■*
en Jocvai los Metodistas una gran reunión, a la
que acudieron adeptos de todas las partes de Assam , vida madurando planes para el porvenir: el naran-

— 145 —
jal volvía a ser una realidad, recorrida y examiaada toda la propiedad... ya me iba eiicariñando
con la nueva misión; mis estudios de la lengua
khasi iban progresando, acababa de preparar im
sermón en este idioma; después de haberlo escrito
en inglés y traducirlo al khasi, me disponía a dár­
selo al P. Guguard para que lo corrigiera y poder­
me ejercitar en él para decirlo o leerlo al domingo
siguiente... cuando he aquí que -llegó el correo
con una carta en que se me ordenaba to m ar inme­
diatamente a Shillong, para de allí partir a Gauhati. E ra él caso que el Jesu íta P . Carberg que
tenía el cargo de ésta, en uno de sus viajes, al pre­
tender atravesar la vía del ferrocarril por una de
sus estaciones, cuando se hallaba en medio de la
plataforma giratoriá, vió que im tren de mercan­
cías que el creía sin máquina, se ponía en movi­
miento: asustado por la inminencia del peligro,
quiso correr, pero tropezando en uno de los rieles
cayó al suelo, rompiéndose mía pierna poco más
arriba del tobillo. L a edad del referido Padre, 64
años, los cuidados no muy esmerados que le pu­
dieron proporcionar en una población pequeña y
sin grandes recursos para estos casos, hizo que la
herida fuera empeorando cada vez más, de suerte
que lejos de verse cercana su curación, cada día
se creía más dificil, y hoy es el día después de tres
meses, en que los médicos de Calcuta a cuyo hos­
pital ha podido ser trasladado por fin, no saben
si habrá necesidad de amputarle la pierna.
En vista de esto el P . Lefevre Viceadininistrador Apostólico S . J . (q. e. p. d.) — pues ayer
mismo he recibido un telegrama participándome
su muerte después de solo cuatro días de enfer­
medad — creyó conveniente mandanne a Gauhali, porque era el único que medio podía explicanue en inglés, lengua que en este distrito es
absolutamente indispensable: y no así en Raliang,
donde no se encuentra un europeo.
Ante la urgencia cou que venía concebida la
carta me dispuse a salir al día siguiente, en com­
pañía de un sordo-niudo, criado de la misión.
Visitamos las otras dependeticias, la casa del
Misionero donde ahora reside el P . Guguard, (por
el estilo de la destinada para nosotros aunque con
paredes de cañizo cubierto de mezcla y blanquea­
das), y finalmente el Orfanotrofio con cuyo nom­
bre es conocido un casucho de madera horrible­
mente envejecido, techo de paja a dos metros del
suelo, como que uno de los palos del alero me
bÍ2o una herida en la cara al tropezar con él un
día que rezaba con el breviario junto al desdicha­
do asilo; ventanas, no las necesita, porque por las
tajas de las paredes entra aire suficiente. L a luz,
es un problema que no sé como resolverían; por­
que la que penetra por las puertas es poca y esta
todavía la intercepta el tejado que avanza
ícn duda para impedir que la lluvia penetre. De
noche se proveen de luz encendiendo fuego en las
uabnadoues, y el hmno, como no tiene chimenea
por donde salir, se esparce por todas partes erme;Tedendo lo mismo las paredes que las chatas y
^^i*nrillas caras de estas pobres gentes,
Pues bien: en este palacio dividido por gala en
bes habitaciones, dicen que se alojaban hasta ca ­

torce muchachos, en forma que ningxmo de noso­
tros acertó a explicarse.
Nosotros pensamos desde el primer momento
que el tal Orfanotrofio, a falta de otra cosa más
apropiada, acaso podría ser\úr para gallinero o
pocilga, y atm esto con algunas reparaciones.
T al es la obra de los hombres, si bien, hacién­
doles justicia, hay que decir que si en obra.s ile
albañileria nuestros pr.edecesores no supieron o
no quisieron hacer grandes cosas, no asi on es-

P lf ii * con su fru to s.

tética agrícola. E l naranjal devió ser inagníficoen sus tiempos, dividido en cuatro o cincf) partes
por anchas y hermosas avenidas; pero la obra de
Dios es la que aquí como en el resto aparece her­
mosa, magnífica, brillante, llena de vida y exube­
rancia.
La colonia agrícola. — T al era el carácter que
tenía esta casa antes de la expulsión de los Padres
Salvatorianos: éstos cultivaban el naranjal, de
unas dos hectáreas de extensión, casi unos 100 pies
de naranjos y limoneros y dos o tres arrozales uno
que dicen daría unos 300 K g de arroz y el otro
unos 1600. Todo ello se halla en el más completo
abandono, porque los Padres Jesuítas liarlo lian
hecho con salvar ia Misión, faltos como se hall;4n
de personal para atender a la dirección de »na
colonia agrícola,
Posee además im extenso bosque de pinos de
más de 14 hectáreas de extensión, que constituiría

— 146
V aquí nos tiene, amado Padre, luchando
a brazo partido con la miseria, que es grande,
y sin poder socorrer, a pesar de las industrias
que nos sugiere nuestro buen deseo, a cuantos
vienen a implorar nuestra caridad.
E l hambre se ceba cruel en esta pobre re­
gión, que parece la tenga por herencia, cala­
midad que es- su azote y tortura a través
de las generaciones, a juzgar por las huellas
que la delatan hasta en las costumbres.
Sin embargo, todos me dicen, no se si será
por aquella disposición natural del espíritu que
juzga las necesidades presentes más graves
{Continuará).
que las pasadas, que este año es verdadera­
mente excepcional, cual no se ha- conocido tu
mucho tiempo.
Cierto que la cosecha del arroz es muy corta,
a causa de los frios y escasez de lluvias, nosotros
Episodios de las misiones
mismos, que hicimos cultivar nuestros arro­
zales con esmero, no hemos llegado a reco^r
la simiente. Y como por aquí el alimento prin­
cipal y casi único es el arroz, en faltando, no
¿Quién desen prohijar a un huerfanito?
tarda en aparecer el hambre y la miseria.
{De una carta de nuestros M isioneros del Assam ,
S i a esto se añaden los estragos de la epizoitia entre el ganado vacuno, que ha causado
h u iia , al venerado R ed or M ayor).
la muerte a más del 90% , la pertinaz sequía
La región del lain the H ills es muy pobre.
que no deja brotar ni un hilo de hierba con que
E sta es la impresión que recibe el viajero que alimentar las pocas reses que quedan, y las fiebres
recorre sus pueblos y atraviesa los campos y
que se ceban en estos infelices, obligándoles
observa la escasez de los cultivos, la miseria a permanecer en sus cabañas, resulta un cuadro
que reina como soberana por doquiera y que poco halagüeño y se comprende la gravedad de
pregonan con aire compasivo sus infelices mo­
los tristes pronósticos de esta pobre gente
radores, de carnes enjutas y rostros macilentos.
cuando me dice: « Padre, si tú no nos socorres,
Y si a esta impresión del viajero que pasa
».
,
de largo y juzga por encima, añadiera el pobre moriremos
Y mueren realmente, y no pocos, antes de
misionero la suya, que es la exacta y verdadera,
tiempo, víctimas del hambre más que de las
porque la recibe palpando la miseria material
fiebres. Y como comprenderá, amado padre,
y moral en toda su desnudez, cuando visita
en medio de tanta desolación, no basta, no
a esos desgraciados en sus correrías apostólicas,
suficiente para estos desgraciados el wnsuelo
debiera recargar las tintas.
que produce la esperanza de un premio en el
E n mi primera salida, en que penetre hasta
cielo que recompensará con creces su indigenaa
en las cabañas perdidas en el bosque, me apené
y sufrimiento.
. .
y conmoví sobremanera a la vista de tanta
Nosotros les prodigamos nuestros servicios,
ignorancia e indigencia, lo que me confirmó
los alentamos y procurramos suavizar sus pen^.
en mis buenos propósitos; pues si grande era
pero no podemos socorrerles materialmente.
el deseo de prodigar el bien que me animaba
Y jcuántos casos se nos presentan de verdadera
cuando abandoné patria y familia para ganar
necesidad, que nos llenan de lágrimas los 03^.
almas a Cristo, en aquellos momentos y al con­
Le contaré uno, entre ciento, que me ocurrió
tacto del dolor y el hambre se centuplicaron
hace unos días: Como introducción le clire
mis ferv’ores, que me impulsan a trabajar
que todo nuestro capital aquí en R^hang ^
con ahinco para iluminar con la fe a estos po­
reduce a cuatro vacas y tres terneras, de
bres y procurarles a la vez ajmda material.
que sacamos en junto medio litro <ie
A este propósito planeamos una piorna
Parece que se hayan salvado providenaalmen
agrícola donde encontraran con el trabajo, que
de la p>este que tan duramente las ha castiga
es fuente de moralidad y civilización, el ali­
en el contorno, pero me temo que no escapen
mento que escasea; pero después de un año
al hambre, que las va dejando como gaíg».
de constante y penoso trabajo, vemos con pena,
y ya nos recuerdan las siete vacas
por el mezquino rendimiento, que el problema
sueño de Faraón. Esto me preocupa. El om*
es más difícil de lo que a primera vista parece.

ima riqueza en cualquier otro sitio; pero que aquí
tienen muy poco valor a causa de la dificultad de
los comunicaciones, ya que esta población no tie­
ne más que caminos de herraduras por llamarlos
de alguna manera, pues no es ciertamente la frase
apropiada.
I^iimos cordiamente recibidos y obseqmados
por el P. Guguard que con su amabilidad nos
quiso hacer olvidar la impresión poco grata que
suponía habíamos de recibir con la vista de la poco
confortable estancia que aquí se nos presentaba.
Pero los culíes esperados no llegaron: el que
llegó, en cambio íuó un aviso diciendo que uno de
ellos se había puesto enfermo y el otro no quería.

— 147 —
día dije al huerfanito Matías, que es el qi\e las
conduce al pasto:
— Oye, Matías ¿Cómo es que desde hace
algunos días las vacas vuelven hambrientas
del pasto?
y , bajando el probecito la cabeza, me con­
testó con sentimiento — E s que en los alrede­
dores ya no hay más hierba.
— Y ¿no conoces algún lugar donde la haya?
— Sí, padre, pero está muy lejos, y además...
— y además ¿qué cosa?
— Que por allí hay ladrones y asesinos, me
respondió tiñéndosele de rojo las mejillas.
No eran vanos sus temores, si se tiene en
cuenta que, en años de escasez como el pre­
sente, los paganos suelen sacrificar algún mu­
chacho en sus campos, para atraerse las bendi­
ciones de los dioses. No es, como se ve, un sis­
tema muy humano el de acabar con los hombres
para multiplicar los animales.
— jPero hombre! le dije, es una vergüenza
que un mocito como tú tenga miedo... y o te
creía más valiente.
El muchacho se irguió resuelto, dibujando
una sonrisa en los labios; y yo, para infundirle
más ánimo y hacerle comprender la confianza
que en él tenía, le pregunté:
— ¿Hasta dónde piensas llegar?
— H asta allá arriba. — Y me señalaba un
punto lejano de la floresta.
— Muy bien, Matías; vete allá que yo iré
a buscarte.
Después de comer me puse en camino, si
bien con pocas ganas de pasear. Con mi grueso
bastón en la mano, arma indispensable contra
las muchas y grandes culebras, me interné
en el bosque en busca de mi buen Matías. Un
mugido prolongado me orientó a donde pacía
el ganado, oculto por grandes árboles en una
hondonada. A poco v i por entre el ramaje y
reconocí una de las vacas, y me vinieron ganas
de llamar al muchacho; pero me contuve por
no privarme de la satisfacción de sorprenderle
con el libro en la mano estudiando el catecismo,
como solía hacerlo Juanito Bosco cuando pas­
toreaba en la aldea.
Desde que en las buenas noches, discursito
que se dirige a los jovencifos de nuestros co­
legios antes de entregarse al sueño, para que
se duerman con un buen pensamiento, les conté
lo que hacía nuestro Venerable Padre, de niño,
Matías lleva siempre el catecismo debajo deí
brazo y aprovecha todos los momentos que
puede. Es un muchacho de encantadora inge­
nuidad y rectitud.
Finalmente lo diviso; pero cosa rara, sentado
figo distante del ganado y charlando con otro
jovendto que está junto a él.

¿Quién podrá ser ese muchacho, y a qué
habrá venido a esta soledad? Haciéndome
estas y otras preguntas, llegué sin ser visto
hasta donde estaban. E l desconocido me descu­
brió el primero y avisó al amigo, que se alzó
en seguida.
— Khuhl’e i P h ad ar {el Señor te bendiga,
Padre), me dijo sonriente.
E l otro, sin alzarse, quiso repetir el saludo;
pero el probrecito lo hizo con tanto aturdi­
miento y voz tan débil, que me dió pena. Me
llegué a él, sin que se moviera del montondto
de paja de arroz en que estaba sentado, pues
debía serle muy costoso, por hallarse exte­
nuado. E n su cuerpecito, medio desnudo, se
podían contal- todos los huesos. PMido como la
cera, con los ojillos hundidos en las cuencas
y la boca entreabierta, semejaba un mori­
bundo que bebe con avidez el aire para pro­
longar la vida que se le escapa.
— ¿De dónde vienes, amiguito?
— De aquella aldea, y me señalaba con la
mano un villorrio pagano.
— Y ¿a dónde vas ahora?
— No lo sé.
— ¿En qué te ocupas?
— i^ o ra no tengo trabajo — y baja con
sentimiento la cabeza, mientras estruja nervioso
un palito entre los dedos.
— Y ¿dónde trabajabas hasta ahora?
— Hacía de pastorcillo en ima familia de
aquella aldea.
— Y ¿cómo no sigues allí? ¿es qué no te
portabas bien?
— Me han despedido, porque ya no me nece.sitan; las vacas van solas al pasto; y dicen que
ya no tienen más arroz para mi.
— ¿Qué piensas hacer ahora?
— No lo sé.
— ¿No tienes padres?
— No...; se han muerto — y al pobrecito
le resbalan unas lágrimas por las enjutas meiillas.
— ¿Tampoco tienes hermanos?
— Tengo uno en Cherraponge, sirviendo
en casa de im Soez (europeo), pero no hace ca.so
de mi.
— ¿Cuántos años tienes?
— No sé... creo que doce.
— Y ¿cómo te llamas?
— U Jiri.
— ¿Eres pagano?
— Sí, Padre, pero si tú lo quieres, yo me
hago cristiano como Matías. Y aguardaba an­
sioso el pobrecito, mirándome fijo, a que yo
le dijera que sí. Y como yo callara, pensando
lo que convendría hacer, él rompió el silencio,
animado, sin duda, por la famüiaridad y cariño

— 148 —
con que le había tratado, y me dijo en voz baja,
pero con acento que me llegó al alma;
— Oye, Padre, desde ayer por la mañana
que comí un poco de arroz, no he vuelto a probar
bocado; tengo mucha hambre... dame alguna
cosa.
¡ Qué hacer, Dios mió! me dan ganas de lle­
vármelo conmigo; pero son tantos los huerfanitos que tenemos ya en casa, que no me atrevo
a decidirme.
De mi perplejidad me sacó el pequeño Matías,
que, movido a compasión por el triste relato
del amigo, y queriendo, sin duda, tener parte
en esta buena obra, me dijo resuelto:
— Recíbelo, Padre, y así tendremos otro
hermano más a quien amar.
Conmovido por su caridad, le pagué con una
sonrisa aquella prueba de su buen corazón,
mientras pensaba para mi: pobre Matías, tú
ignoras como nos encontramos. No sabes que
estamos pendientes de la Providencia, de cuya
mano amorosa esliéramos el pan de cada día.
¿Y si llegara un momento en que debiera
decirte, a pesar mió, hijo mió, es preciso que
te vayas tú también, porque ya no tenemos
más arroz, y no te pódenos alimentar? — E l
corazón se me encogió ante la idea de esta posi­
bilidad, que rechacé enseguida como injuriosa
a la Providencia divina. E s cierto que tenemos
poco arroz, y menos dinero con que comprarlo;
pero estoy seguro que la Providencia de Dios,
que da de comer a las aves del cielo que no
siembran, y viste las flores del campo no fa l­
tará para estos angelitos que le tienden susnumos suplicantes, que nuestros buenos Coo­
peradores de Europa, aun cargados de aten­
ciones, no vacilarán en partir con nuestros
huerfanitos el pan que se llevan a la boca.
D ad y recibiréis; es palabra de Dios que no
falla. Además, estamos en la Novena de la
Inmaculada, días en que D. Bosco, inspirado
por esta buena y tierna Madre, puso los ci­
mientos de la Congregación Salesiaua. Tal vez
su situación era más precaria que la nuestra,
y, sin embargo, admitió los primeros huerfa­
nitos y Dios le socorrió con largueza. Arriba,
hijo mío, ven tú también con nosotros que no
te faltará un plato de arroz. De di un abrazo
y un beso, que recibió llorando de alegría, y
los tres nos encaminamos a la Misión, alegres
como unas pascuas.
Una oleada de íntima satisfacción y confianza
inundó mi corazón que me pareció presagio
de una corazonada de alguna alma buena de
Europa.
V J i r i vive contento, ríe satisfecho y muestra
su gratitud, besándome la m ano'con efusión.
Ahora es él quieu conduce el ganado al pasto

en lugar de Matías. Y a he comenzado a expli­
carle el catecismo y espero que muy pronto
recibirá el bautismo.
¡Lástima que no tengamos todavía quien
le apadrine! De seguro que no faltarán familias
cristianas en Europa que hayan perdido a sus
hijos, y lloren en la triste soledad del hogar la
ausencia de sus caricias. ¿Y por qué han de
querer morir sin hijos que recuerden con cariño
su memoria y eleven al Señor ardientes plega­
rias por el eterno descanso de sus almas?
Nuestros huerfanitos ruegan sin cesar a la
Virgen para que les conceda un buen padre
católico que los prohijé; el jovencito V Jiri
espera al bienhechor a quién, al sacarlo de
pila, pueda llamar dos veces padre.
¿Esperarán en vano? ¿su inocencia y la des­
gracia de su orfandad no hallarán eco en algún
corazón dolorido?
Que Dios les mueva a piedad.
Sacerdote J

uan

D e p o n ti .

M isionero Scdesiano

Además de la indulgencia plenaria diaria e
indulgencia de 400 días, aplicables a las almas del
purgatorio que, segiin la última concesión de
Pío X I , podemos lucrar, siempre que unamos a
nuestro trab ajo cualquier devota invocación,
pueden ganar los Sres. Cooperadores Salesiauos.
cumpliendo los requisitos de costimibre. Indul­
gencia plenaria:

1® E l día que se inscriben en la P ia Unión.
2® Una vez al mes, a elección de cada cual.
3® Una vez al mes, asistiendo a la conferencia.
4® Asimismo, mía vez al mes, el día en que
hagan el Ejercicio de la Buena Muerte.
5® E l día que por primera vez se consagren
ni Sagrado Corazón de Jesús.
6® Siempre que hagan Ejercicios espirituales
durante ocho días seguidos.
Además, los siguentes días del mes de Jumo:
E l 4, Pascua de Pentecostés.
• I I . Santísima Trinidad.
• 15, Corpus Christi.
1 23, Sagrado Corazón.
» 24. Nati\-idad de S. Ju a n Bautista.
•> 30, Conmemoración de S. Pablo.
También pueden ganar otras muchas indul■ ;enciiV¡ plcnarias y parciales, y gozar de vanos
pn:-ilegios, como puede verse en el Reglamento
o * Cédula de admisión a la Pía Unión ». a
cual nos remitimos.

C U LT O

de María Auxiliadora
N ós tea e m o s ¡a p e r s u a s ió n de q u e, e a la s v ic is itu d e s d o lo ro sa s de lo s t U w
p o s q u e a tra v e sa m o s, n o n o s qu ed a n m á s c o n su e lo s q u e lo s d e l C ielo , y e n u e
é s to s . Ja p o derosa p r o tecció n d e la V Irsen b en d ita , q u e fu e e a todo tiem p o e l
A u x ilio d e Jos C r is tia n o s ,
'
pjo x.

%
^

^

Ó

epístola de a. Juao M
aiío del [am
po a D.

íiodío

sobre los himnos triunfales de María Auxiliadora.
Mi querido amigo: E ntre las cosas grandes que
hay que ver en el mundo, figuran, en primera línea,
las antefiestas, fiestas y tomafiestas de que todos
los años, el 24 de mayo, es centro y foco la Basí­
lica que tiene allá en Turín la Santísima Virgen
Auxiliadora; verdadero * Sitio R eal ». que es uno
de los más históricos y famosos y milagrosos tem­
plos dedicados a Nuestra Señora la Santísima
Virgen María.
Este regio y milagroso templo, que después
de la Ciudad E terna es la Jerusalén y la Sión de
todos los Salesianos, fué la piedra fmidamental
del inmortal Don Bosco; fué (dice nruy bien Lemoyne) « el principio, el medio y el fin de todas
las obras salesianas ».
Después de aquellas grandiosas y sublimes
fiestas romanas que se citan en mi opúsculo in­
titulado < E l día grande de Don Bosco », no hay
memoria durante el siglo X I X de uingmia fiesta
semejante a las fiestas que parecían seculares, y
eran natalicias, de la Dedicación del templo de
María Santísima Auxiliadora en Turín, y de las
cuales era glorioso campeón el popularísimo, el
humilde, el santo, el inmortal don Bosco. Eueron
eniouces varios los Obispos que hicieron la corte
en Turín a la Santísima Virgen y a su apóstol;
en derredor del cual se agolpaban y apiñaban a to­
das horas y en todas partes las muchedumbres,
como alrededor de Jesucristo o de San Pedro las
ciudades y pueblos de la Judea. E l cetro de la
ofilagrosa Virgen de Don Bosco, Reina y Madre
de misericordia, fué por aquellos días, como la
vara de Moisés, fecundo, generoso y pródigo en
bendiciones, misericordias y milagros. Comenzaba
entonces a omnplirse al pie de la letra la gloriosa
promesa contenida en aquellas palabras del Señor,
que por modo maravilloso ^'ió escritas el vene­
rable en el lugar de la Basílica; A q u i campeará mi
y después campeará y se desbordará mi
ftorta; «Hic nomen meum; hic inde exibit gloria

Qea ».

Pu¿s bien; de todas estas fiestas, son reflejo pe­
renne allá en Turín, todas la referidas antefiestas

del mes de ma5*o. Y del espíritu de unas y otras
solemnidades, de su espíritu de alegría y regocijo,
de dominación, de triunfo y de victoria, de pro­
tección edestial y de soberanía mariana, son com­
pendio y cifra, eco sonoro, espléndido y angélico
los dos himnos sáficos del Oficio litúrgico de María
Santísima Auxiliadora, hiiimos que compuso nues­
tro inspiradísimo poeta el Padre Faustino Arévalo. Los cuales hinmos al cabo de tmos cincuenta
abriles fueron puestos en música por don Cagliero antes de ser Obispo; el cual,
de grande
hombre, es también músico eminente, nacido para
componer la música clásicamente im itativa de
batallas colosales, música marcial y bélica, arre­
batadora y digna de la magnífica letra del « hininógrafo pontificio ».
E s ta letra y aquella músic*a son las que se cantan
todos los años el 24 de mayo allá en Turín. Y con
el acento triunfal de estos himnos de victoria se
corrobora la fe de todo católico cristiano; la fe
en las enseñanzas que nos da la Iglesia, cuando
en ima de las lecciones de este Oficio triunfal de
María Santísima Auxiliadora pone delante de
nuestro ojos los inmarcesibles triunfos jxjr Ella
fácihnente logrados tantas veces contra las anuas
y el fonnidable poder de los terribles enemigos
del pueblo de Cristo.
« Saepe dum Christi populus cruenlis
Hostis infensi praemeretur armis,
Venii ADiuTRix p ia Virgo coelo
Lapsa sereno *.

Así lo atestiguan (prosigue cantando el himno
marcial y guerrero), así lo atestiguan monumentos
antiguos levantados por nuestros mayores; tem­
plos enriquecidos con ópimos despojos de los ene­
migos de la Iglesia, y espléndidas fiestas votivas
<x>n que todos los años conmemoramos tan in­
marcesibles triunfos y victorias.
F risca sic patruum monumenia narran!.
Templa testaníur spoliis opimis
Clara votivo repetita cultu
Festa quotannis.

— 150 —
Pero entre tantos trixmfos inmarcesibles (pro­
sigue diciendo la letra del clásico e inspirado Padre
Arévalo), merece conmemorarse y ser celebrada
y solemnizaíla por especial manera la victoria de
María Auxiliadora contra Napoleón I , victoria
lograda de repente y contra toda esperanza, cuando
después de cinco mortales años, durante los cuales
estuvo cautivo en Francia el Vicario de Cristo,
sin poder gobernar ni regir la Iglesia (cosa jam ás
oída, añade la correspondiente (Lección » del
Oficio, cosa jamás escrita en los anales de las per­
secuciones), fué libertado el Papa por la Virgen,
y restituido a sus dominios, a su querida Ciudad
Eterna y a su trono, entre los aplausos y aclama­
ciones, y como entre las manos del universo mundo;
« resonante plausu Urbis et orbis ».

versales , magníficos y excelsos, que los de Jael
y Débora, Ju d it y Ester, cuanto que todas estas
heroínas del pueblo de Dios, no fueron más que
sombras y figuras, símbolos y profecías de Aqudla
a quien en medio de todas las generaciones cantan,
pregonan y aman, alaban, ensalzan y bendicen
con los ángeles y santos del cielo, todos los justos
o pecadores que están predestinados para la gloria.
A esta empresa te Uama para gloria de la San­
tísima Virgen y de tu P atria y de tu pueblo,
y para que más se acreciente la buena fama de
tu piedad y de tus letras, tu afectísimo amigo, que
muy cariñosamente te felicita y abraza.

O dies felix memoranda fastis
Qua Petri Sedes fidei magistrum
Triste post lustrum reducem beata
Sorie recepit.

No una carta ni un artículo, un folleto muy sa­
broso pudiera escribirse comentando este magní­
fico himno de nuestro Padre Arévalo, puesto en
mi'isica por uno de los dos discípulos amados de
Don Fosco, por el primer Obispo y primer Car­
denal de la Pía Congregación Salesiana. E n la
preciosa colección del primitivo Boletín Salesiano.
archivados están los efectos y los afectos mara
villosos que en las almas producían dentro de la
Basílica de Turín las marciales y bélicas arm oní^
de la espléndida música que sirve como de regio
manto ul sonoro liimno triimfal del Padre Faustino
Arévalo.
Amigo niío queridísimo: Todavía no tenemos
en nuestra literatura una. « clásica traducción en
verso castellano » de estos dos himnos. Y muerto
ya el gran Teodoro Llórente (a quien ningún es­
pañol del siglo de oro ni de los de hierro o bronce
ha aventajado todavía en el difícil arte de traducir
en verso) para tí, amigo Reyes, para tí como hu­
manista que eres, como fácil poeta y como digno
paisano del egregio autor de estos hiiimos, para
tí parece que está guardada la honrosa empresa
de traducir en versos sáficos castellanos los sáficos
latinos del himnógrafo pontificio extremeño. Y
así en nuestra rica nativa lengua podrán ser can­
tadas las alabanzas de la que es/Itwtítum Christianorum entre las referidas marciales y bélicas
anuonías del renombrado músico italiano, excelso
conquistador apostólico, civilizador de infinitas
gentes, insigne Cardenal Cagliero.
Y si ya tu gloria y la del Padre Arévalo irán
siempre' juntas, por ser entrambos hijos de un
mismo pueblo, más y más gloriosamente estre­
chará ton glorioso lazo el gloriosísimo nombre de
María (que es el sello real de todos los predestina­
dos), si acontece que tú (con el mismo ^•igor y ar­
monía que el Padre Arévalo en la lengua de Ci­
cerón y de Virgilio). cantas en la de Cervantes y He­
rrera (soldado el mío y c ^ t o r el otro de Lepanto)
las victorias y triunfos ‘de la Santísima Virgen
Auxiliadora.
Estos triunfos y victorias son tanto más luii-

A1.CAI.Á DE G uadaira (España). — Habiendo
caído gravemente enferma m i h ija Conchita, la
encomendé a la nimca desmentida bondad de
María Sma. Auxiliadora, ofreciéndole una Misa
en su altar y prometiendo publicar el beneficio
en el Boletín Salesiano, si venía otorgado. La San­
tísim a Virgen se ha dignado acoger mis súplicas,
porque la enferma recobró casi al momento la
salud. librándome a mí de tantas ansias. Gustosa
cumplo hoy la promesa y conservaré eterna gra­
titud a María Auxiliadora.
Marzo de 1923.
CoNCEpaÓN Z ambbano.
A lcalá d e G uadaira (España). — Hace tiempo
venía sintiendo dolor en un pie y no le di la im­
portancia que el caso requería; pero poco a poco
se fué inflamando de tal manera, que me quedé
imposibilitada de andar. E n esta situación estuve
cinco meses. Desde el principio me puse bajo la
protección de la que es Auxilio de los Cristianos,
confiando en m i completa curación. Gracias a Dios,
la Virgen no desoyó lui súplica, pues ya me en­
cuentro bien: y por este motivo publico la gracia,
para así dar testimonio de mi más sincero agrade­
L ucia G arcía.
cimiento.
B arcelona (España). — Nuestra h ijita Nuria
R ibalta Sainz cayó gravemente enferma. E l mé­
dico de cabecera, después de apurar todos los re­
cursos de la ciencia, declaró que sólo un milagro
podría curar a la niña de la grave enfermedad.
Recurrimos a María Auxiliadora, mientras estaba
agonizando la niña, y, milagrosamente, fué reac­
cionando hasta alejar todo peligro y entrar en
franca convalecencia y cura completa. Todos
juzgan la curación como milagro. Los padres de
la niña, agradecidos a María Auxiliadora per tan
singular favor, desean hacer público su agradeci­
miento.
F rancisco R ibalta F ont.
B arcelona (España). — E l tres de Agosto de
1921 partió para Africa mi hermano Femando.
Tres meses en campaña, de continua lucha, paso
entre los salvajes nfeños, tomando parte en nn*

— I5I —
merosos combates en que perdieron la \*ida mu­
chos de sus compañeros sin que a él le tocara nada
malo. María Auxiliadora, cuya medalla llevaba
al cuello y a qmen se encomendaba en todos los
momentos de peligro, nos lo conservó y devchuó
gozozo a la familia el 26 del diciembre pasado.
Agradecidos, damos púbHco testimonio de recono­
cimiento a María Auxiliadora.

L orenza Cariaees .
Barcei,ona (España). — Se había ausentado
de casa un sobrino mío, y como pasara mucho
tiempo sin que tuviéramos noticias suyas, temiendo
por su suerte, recurrí a María Auxiliadora para
que nos sacara de angustias. A poco nos escribía,
dándonos cuenta de lo que había sufrido; pero que
estaba bien. ¡Gracias, Madre mía!

J osefa Maragaei..
BA RCEI.ON A (España). —
Cayó gravemente
enferma una tía mía, y todos esperábamos un fu­
nesto desenlace de rm momento a otro. E n mo­
mentos tan dolorosos, invoqué con fervor a María
Auxiliadora, pidiéndole de corazón curara a
la querida enferma, con promesa de publicar
la gracia. L a Virgen S S . escuchó mis ruegos, y
yo cumplo gustosa la promesa.
Una devota.

considero como un milagro de la protección de la
que es » Auxilio de los Cristianos », a quien, cum­
pliendo m i promesa, rindo público testimonio de
gratitud, extensivo al Siervo de Dios, Domingo
Savio, al que puse de intercesor de esta gracia tan
singular, y mando celebrar ima Misa en su altar.
F rancisca E nrh ,e Vda. de G utiérrez
DE EOS R íos.

D on B enito (España). — Deseaba obtener una
gracia señalada y me dirigí a María Auxiliadora,
prometiéndole mía limosna para las Obras Salesianas. María Sma. me escuchó y yo cumplo mi
proiuesa, que ruego se publique en el Boletín Salesiano, para alabanza de María Auxiliadora.
M. Manueea G arcía SÁNcmtz.
Mataró (Esp.) Colegio Salesiano. — Hallándose
gravemente enfenuo el alumno de este colegio,
Ju an Corbella, de modo que creíamos no pasaría
de la fecha en que, según el médico que le visitaba
debía verificarse la crisis, ésta se resolvió favora­
blemente por gracia de la Virgen Auxiliadora,
a quien lo habíamos encomendado, prometiendo
publicar el favor y enviar una limosna, que remi­
timos en cumplimiento de esta promesa.
E l Director.

B.\rcéi,Ona (España). — Hallábase m i madre
enferma con fuertes y frecuentes ataques de
que a todos nos tenían con cuidado. Prometí a María
Auxiliadora una limosna para los huerfanitos de
D. Bosco y hacer im a novena con la enferma, a
más de publicar la gracia, y esa buena Madre nos
concedió la salud de la enferma, pues hasta la
fecha non se han repetido más los ataques. Hoy,
llena de alegría, hago pública mi gratitud.
E . V. A.

G aedar (Canarias). — Vicente López da gra­
d as a María Auxiliadora i>or favores redbidos y
en espedal por tmo muy redente. Tenía una hija
enferma h ada mucho tiempo, y, a pesar de haber
usado de todos los medios que la d en d a aconseja,
no se presentaba mejoría ningima; determinó
hacer una novena a M. A. y, el día último en que
la tenninaba, su liija estaba buena. Desea hacer
pública en el Boletín Salesiano tan ta bondad de
la Virgen de Don Bosco, a la que guardará eterna
gratitud.
Un Cooperador.

CÁDIZ (España). — Encontrándose gravemente
enferma m i h ija Concha, a causa de imas fiebres
infecciosas, recurrimos a María Auxiliadora, pro­
metiéndole que la inscribiría en la Archicofradía
de la misma, que tienen erigida los P P. Salesianos
del C o l^ o de Extramuros (Cádiz) y ¡oh prodigio!
desde entonces se inició la mejoría a ojos vistas.
Agradecida por tan singular beneficio deseo que
se haga notoria esta gracia en ♦ Nuestro Auxilio »
que se publica todos los meses en ese Colegio y en
el Boletín Saleíiano.
Una Cooperadora,

ViGo (España). — Encontrándose mi buen
padre atacado de fuerte enfermedad, sin que la
d eu d a médica pudiera proporcionarle alivio al­
guno, prometí a la Virgen Auxiliadora cinco pe­
setas de limosna, una misa y publicar la gracia en
el Boletín Salesiano, si E lla le daba acierto a un
médico. L a grada no se hizo esperar, y yo, en cum­
plimiento de mí promesa, hago público mi agra­
decimiento para honra de mi querida Madre Au­
xiliadora.
S. V.

(España). — No encontrándome con
méritos de mi parte, acudí a María Auxiliadora,
poniendo por intercesor a Domingo Savio, a favor
de mi sobrino D . Antonio E n iile y López de Moría,
teniente de Artilleria, hecho prisionero de los
rifeños en el desastre de Melilla.
Bien clara y patente se ha visto la especial pro­
tección de ia Sm a. Virgen desde los primeros mo­
mentos de la catástrofe, en que fueron asesinados
todos los oficiales de su regimiento, Hbrándose él
“ filo s a m e n te ; salvándose después de las terri­
bles garras del tifus, que diezmó el campamento de
prisioneros, y, por fin, pudiendo resistir las inmensas
®^lamidades del cautiverio en que tantos pereQeron. E l volver hoy sano y salvo a su casa, lo
CÓRDOBA

Mahón-Menorca (España). — Encontrándome
enferma de una pierna, aseguraban los médicos que
era necesaria una seria operadón, de la que que­
daría con la pierna más corta y sin movimiento.
E n trance tan apurado acudí a la que es Auxiho
de los cristianos, prometiéndole que si me curaba,
sin que tuvieran que operarme, lo publicaría en
su revista. Hoy me encuentro completamente restabledda, gradas a la intercesión de tan bonda­
dosa Madre, por lo que gustosa cumplo lo pro­
metido.
A. R .
V a l p a r a í s o (Chile). — A causa de un prindpio
de infecdón en los intestinos, del que mejoré rá­
pidamente, se me formó ens^uida im tumor
en im muslo que, s^ú^i opinión del doctor, era



152

■iiulispensíible cortar. En, tal penosa situación me
encomendé a mi buena Madre María Auxiliadora,
rogándole evitara esta operación y en caso de
hacerse, fuera en buenas condiciones; agregué
que, si hubiera de efectuarse, prefería que se
hiciera en el sáljado próximo. (Caso curioso! E l
médico dispuso ([ue la operación hubiese lugar en
ese mismo día por mi deseado.

Sin perturbación ningima me presenté al hospital,
y, después del exáiuen preliminar, el facultativo,
maravillado, me dijo: ¿Sabe Ud. que no hay ya
necesidad de operar? El tumor tiende a disolverse
por vSÍ mismo; así que Ud. puede volver tranqui­
lamente a su casa.

Con toda fe yo declaro que este es un milagro
de María Auxiliadora, a la que prometo desde hoy
estarle eternamente agradecido, mientras cumplo
con la promesa de hacer esta pública manifestación
de su inmensa bondad.

U rbano A cuña .

BUKNOS A ir ií S (Argentina). — María Onagoity
de Salaberry agradece con sus padres a María Auxiliaclorn varios favores alcanzados por su hitercesióu y envía mía limosna.

J uan S. Onagoity y María S auaberry
DE Onagoity .
Habana (Cuba). — Encontrándose m i hijo
Mario enfermo en un santatorio de Dellii N. I. N.
S. A, recibimos un cablegrama que decía: Mario
gravísimo apendicitis; estado mismo impide ope­
ración, pero en último caso se hará. H a recibido
los Santos Sacramentos.
El .j, de Enero 1922, fué operado al fin y ya,
gracias a Jesús y a María Auxiliadora a quienes
se lo encomendé, esta en franca convalecencia.
.

Rita M. R. d e N úñez.

A requipa (Perú). — Hallábase una señora
apurada en la cuestión económica que amenazaba
dejarla en la calle. L a venta de una propiedad,
que hubiera podido sacarle de apuro, no tenía
comprador. Encomendó su grave situación a
María Auxiliadora, y, precisamente el día de su
fiesta, 24 de mayo, quedó todo arreglado a satis­
facción.
iGracias, Madre mía!
Una Cooperadora.

L as P ied ra s (Uruguay). — Gravemente en­
ferma una hernuüia mía, hubo de verse imposi­
bilitada de cuidar a una h ijita de p o ^ meses,
enferma también. Acudí a María Auxiliadora, pi­
diendo la salud .de ambas, y la buena Madre, a
quien debo cien otras gracias, me escuchó luia
ve/, más. iliondita sea!

María Str .\zz.vrinü.

Dan también gracias a Blaria Ansáliadora:
B.^rceeona (.España). — M. C., da gracias a
María Auxiliadora por haber librado de todo pe­
ligro, en la guerra de Africa, a un sobrino suyo.
Una Cooperadora.

L a Coruña (España). — M. C. d^ gracias a
María Auxiliadora por haber librada de todo
peligro, en la guerra de Africa, a un sobrino suyo.
Una Coaperadora.

L as P iedras (Uruguay).— Ceotiede G utiérrez
da gracias a María Auxiliadora por un favor re­
cibido y envía una ofreúda para las obras de Don
Bosco.
Una Cooperadora.

B I B L I O G R A F I A .
De la E D IT O R IA L POLIG LO TA de Barcelona,
apartado 527, llegan a nuestra Redacción las
obras siguientes:

SU R SU M CORDA. Conferencias espirituales
para ejercicios por el R . P . Mig u e l DE E splugues,
capuchino. 3® edición, Ptas. 4*50 en rústica y 6 en
tela. « Recomendamos eficazmente el libro del
P . Esplugues y anhelamos que obra tan oportuna
y discreta figure en la biblioteca de los eclesiás­
ticos españoles y de cuantos seglares se precian
de devotos y aficionados a sanas y jugosas lecturas.
Resumiendo, diremos que las Conferencias del Padre
Esplugues es un libro en el cual todo es oro y oro
de ley: en estilo claro y sencillo y más que todo
la unción evangélica que transpiran todas sus pá­
ginas, hacen de él una joya d i^ a de figurar entre
las mas hermosas de nuestra rica literatura mística
España y America.

M ANÍJALE PM M ISSIO N A RII POPULOS
IN T E R F ID E L E S P R A E C IP U E CONCIONA
T O R IS Auctore lim o. P. Michaele A. S antan­
der,

precio 2. pts.
E l incremento que las misiones alcanzan actual­
mente, después de la publicación del nuevo Código
y la conveniencia de tener recopilado en im solo
libro manual todo lo que atañe al desenvolvimiento
de una Misión y al ritual de la misma, han impul­
sado la publicación de esta obrita indispensable
a los predicadores. E l P. Antonio M. de Barce­
lona, le ha añadido todas las fórmulas rituales
que deben utiUzarse en ima misión. E ste libro,
es pues un Manual y un Ritual que no dudamos
en recomendar calurosamente.

MI B R E V IA R IO , devocionario litúrgico, aptovado y bendecido por Su Santidad.
E s íin eucologio de oro que guarda en sus pa­
ginas los perfumes antiguos y edestes de la Litur­
gia Católica. Ninguna ponderación mejor que
la hecha del mismo libro por Su Santidad, de
puño y letra. Dice así:
« Se tra ta de un devocionario completísimo,
por reconcentrar en él toda la substancia de
vida y prácticas piadosas, inspiradas todas ella»
por el espíritu de Dios. Por esto lo recomendam^
como un guía valioso y seguro de santificadle»
para los católicos, especialmente de España y
América Latina ».
^Su coste varía, según presentación, de 10
16,50 pesétas).

GERONA (España). — Fiesta de San Francisco
de Sales en la Granja Salesiana de San Isidro.
En la Iglesia de María Auxiliadora, se celebró
el día 4 de enero solemnísima fiesta en honor
de S. Francisco de Sales.
La Iglesia estaba primorosamente adornada. En
el presbiterio ^e veía, al lado del Evangelio en mi
trono de luz y de flores, la Iniágen bendita del
suavísimo Obispo de Ginebra.
El M. R . Sr. Cura Párroco de S. Féliz, D. Jaim e
Miuidet dijo a las 7 y media, misa de cómunióu
general, durante la cual cantaron escogidos y
devotos motetes los niños que en la G ranja E s­
cuela de S. Isidro reciben educación. Antes de
la comunión el referido señor Cura Párroco, proaunció un fervorín eucarístico, recordando de paso
la impresión de santidad que le causara, siendo
él niño auij, el venerable Ju an Bosco, cuando
lisitó la inmortal y siempre gloriosa ciudad de
Gerona.
A las diez el R . P. Director de la Granja D. Pedro
M. Iglesias, celebró Misa Solemne. Da Escolanía
de María Auxiliadora, ejecutó con afinado gusto
y sentida piedad la misa a dos voces de Diereix.
Por la tarde a las tres y media, terminado un
breve ejercido en honor de San Frandsco de Sales,
dió la Conferencia a ‘ los señores Cooperadores
Salesianos, el Rdo. P. Antonio M. Martín S. S.
« Las Misiones Salesianas » fué el tema desa­
rrollado por el conferendante.
Después de un breve exordio en el que demostró
cóno el desenvolvi’uiento natural del lema de
U Congregadón Salesiana Da m ihi animas coeUra
Míe tibi, había de hacer de ella una congregación
misionera, hizo breve historia de las principales
misiones Salesianas.
Gustosísimos escuchamos al conferendante,
quién con fá d l palabra y sendllez de frase no des­
pojada de galanura, expuso a nuestra consideradón
lo que en el campo de las misiones entre infieles,
realiza la Congregación Salesiana, que es por derto
nmcho y bueuo, y honra de la Iglesia Católica y
de la dvilizadón cristiana.
Conocíamos a la Congregadón Salesiana como
«ducadora en los Colegios de 1» y
enseñanza,
en las Escuelas Profesionales de Artes y Ofidos,
® las Granjas Agrícolas y en los Oratorios fesü>os y admirábamos su labor altamente sodal
® estos centros de cultura; en la conferencia del
4, sobre misiones, vimos entusiasmados, este
nuevo para nosotros, apostólico y simpático
®atiz dd trabajo de los infatigables hijos del vene­
rable J uan Bosco, que con ser de ayer, han escrito
ya páginas tan brillantes en la historia de la cris^‘^nizadón de los pueblos.
Nuestra admiradón para la benemérita ConF ^ d ó n Salesiana, y nuestra enhorabuena más

cordial a los P. P. Salesianos de esta ciudad jH^r
los cultos con que durante el triduo v el día de
la fiesta honrarón al glorioso doctor de la Iglesia
y Patrono de la Congregación Salesiana,' Saiv
Francisco de Sales.
(Del D iari ■ de Gerona).
SARRIÁ-BARCELONA (España),
El Uceo de
la Raza.
Con este sugestivo título recibimos de hus acre­
ditadas Escuelas-Talleres Salesianas tle Sarria
un hermoso libro, de exquisito gusto arti.stico e
impresión esmerada.
E s el primer número de ima serie que inte­
grarán tantos volúmenes como son las Repúblicas
Ibero-Americanas.
Su presentación elegante, aun prescindiendo
de la finalidad trascendental de la obra, cual es
la de estrechar los lazos de amor entre la Madre
Patria y sus jóvenes liijas de allende los mares,
reclama un lugar preferente en todas las biblio
tecas donde se archive el buen gusto del arte del
libro.
Como trabajo tipográfico, es obra que honra
las E.scuelas que la editan. Tonos de tintas, fondos,
distribución, justeza, ornamentación y limpieza,
dan una excelente impresión de coiijimto.
E l estilo es moderno, de buen gusto, especial­
mente en la ornamentación, y con tendencia en
la impresión al clásico antiguo español.
Las láminas cromolipográficas, a ocho o diez
colores, son bellísimas y de admirable precisión
de registro.
Las dos láminas, imitación de miniaturas <le
antiguos códices españoles, son admirables; me­
recen figurar por su mérito en exposiciones. Los
iniciales preciosas, las tintas bien entonadas, y
el motivo en fondo blanco que campea en la nuildura de mucho efecto.
L a abundancia del Clichés a medias tintas son
de ima nitidez impecable que revelan gran jk t fección, tanto en su preparación como en la im­
presión de los mismos.
Nuestra más cumplida enhorabuena a los in­
teligentes directores de las Escuelas, a quienes
auguramos nuevos trirmfos en el arte gráfico.
MADRID. — En el Oratorio de los Cuatros Ca­
minos. — Grandiosa resultó la fiesta de los Reyes
en el Oratorio festivo de Cuatro Caminos.
Para premiar la asistencia de los jóvenes que
lo frecuentan, en número de 600, se realizó mía
hermosa rifa, abundante en prendas de vestir,
escritorio, juegos etc... Las marcas o vales de asistencia que se reco­
gieron aquel día subieron al respetable número de
18000, lo que prueba claramente la concurrencia
asidua de los jóvenes todos los Hías festivos.

i

\

154 —
a las esperanzas que la República cifra en la labor
iCómo gozaban, y con ellos sus mamás, al verse
de los Salesianos.
dueños, quienes de un corte de traje, otros de cal­
Pronto, concluyó diciendo, con el apoyo de las
zado, y no pocos de juguetes en abundancia! E sta
autoridades y la generosa caridad de nuestros
sí cjue es la verdadera casa del pobre, decían las
Cooperadores, podremos entregar a la Patria una
madres, mientras se llevaban gozosas los premios
legión de honrados ciudadanos y trabajadores inte­
de sus hijos. No sólo nos los educan y libran de
ligentes que le procuren días de gloria y bienestar.
peligros, sino que tam bién nos los \dsten.
A continuación los alumnos ejecutaron diversos
Las generosas donantes de los objetos: Sras.
Duquesa de T ’ Serclaes, Marquesa de Castro- ejercicios gimnásticos con precisión y maestría.
Vaya nuestra felicitación más cumplida.
monte, Sras. de 'Aguilar, Sra. Vda. de Rubio y
D. Agustín de Amezua, pueden estar satisfechas
RIO GALLEGOS (Patagonia-Argentina). — La
de su caridad que, por medio del Oratorio F ^ tiv o ,
fiesta de la Inmaculada en el Colegio Salesiano.
aleja a los jovencitos del arroyo, para encaminarlos
E ste año se ha (querido dar mayor brillo a la
por la senda de la virtud y de la honradez.
fiesta de la Inmaculada C once^ión^n estas apar­
Multipliqúense en nuestras grandes ciudades,
tadas y frías regiones patagónicas.
especialmente en sus barrios obreros, estos cen­
Aunque la mayoría de los hombres se hallan
tros de cultura, edúquese a los niños en las sanas sumergidos en el indiferentismo religioso, había,
doctrinas del Evangelio, pónganse en contacto
sin embargo, otros que quisieron dar ejemplo de
la opulencia y la miseria por medio de la candad
fe. Así, durante el mes que precedió a la fiesta,
de Cristo y pronto amanecerá la aura de la paz se lucieron prácticas especiales de piedad, tanto
([ue en vano se prometen la fuerza coactiva del por la mañana como por la tarde; los fieles se
derecho, el ejercicio de la autoridad' y los poderes esmeraban en ofrecer su modesto ramillete de
sociales,
místicas flores a la que es Madre nuestra tiemísiina.
Al triduo diósele mayor solemnidad para que
BUENOS AIRES (Argentina). — En el colegio y
fuera aumentando el entusiasmo para la fiesta.
oratorio de San Francisco de Sales.
E l estallido de bom bas' y el solemne repiqueteo
Con extraordinario concurso de niños oratorianos y de fieles en general, especialmente de ex de los bronces despertó el día 8 a la población, que
alunuios de Don Bosco, se realizaron los festejos bien de mañana acudía presurosa al Templo para
dar cumplimiento a los ardientes deseos de su
conmemorativos del tercer centenario de San
corazón, recibiendo los santos sacramentes. A
Francisco de Sales en el colegio y oratorio del gran
las 8 celebróse la Misa de Comunión General eu
obispo de Ginebra.
que un grupo de niños y niñas, por vez primera,
L a banda de los exploradores de Don Bosco
acercáronse a recibir las inmaculadas carnes de
tocó alegres dianas a las 6, y a las 8 de la mañana
Jesús. Momentos antes, el Celebrante con un pe­
recibía al Sr. Nmicio ApostóÜco que rezó la iiusa
queño fervorín invitó a los pequeñuelos a acer­
de comunión. Se acercaron a la Sagrada Mesa
numerosos niños y m iem bros de las asociaciones carse a la Sagrada Mesa, no ya con un corazón en­
cogido, sino rebosante de santa alegría, por caberles
católicas de la parroquia.
la dicha de dar albergue en sus inocentes cora­
A las diez ofició el nuevo sacerdote, Don Mateo
zones al que forma las delicias de los mismos
V. Filippo, antiguo alumno del oratorio.
Angeles. A las 10 ofreció el santo sacrificio el Cura
E l día terminó con la cena que los antiguos
Párroco, quien infra-misam cantó las glorias de
alunmos de Don Bosco ofrecieron a los misacantanos y Superiores. Presidía a los doscientos co- María.
.
Las antiguas alunmas y las alumnas del Colegio
i:icnsales el Rdo Padre Inspector, el Director del
Colegio y miembros de la junta superior de la de las Rdas. Hermanas de María Auxiliadora,
Liga argentina de la juventud católica. Numerosos interpretaron con gran acierto la misa de
brindis de augurios oyeron los nuevos sacerdotes,
Por la tarde se hicieron las prácticas de piedad,
que ellos coutracambiaron con sentidas y elo­ rezándose el santo Rosario, sermón de circuns­
tancias, canto de las Letanías y b^dición con
cuentes frases.
CARTAOO (Ceutro-Auiérica) — Eo el Colegio S. D. M. L a procesión que se había ideado ha«r
esa misma tarde tuvo que aplazarse para el do­
Salesiano de Cartago. — E l domingo 7 de enero,
mingo después, a consecuencia del gran huracán
se celebró una simpática fiesta de clausura de
cxirso en el Colegio Salesiano de Cartago. Dieron que se había desencadenado.
E l domingo siguiente por la mañana, desputí
realce al acto la presencia del Exino. Sr. Presi­
de la Misa Mayor, se pudo llevar a cabo la pro­
dente de la República, el Sr. Secretario de Edu­
cesión al rededor de la Plaza, siendo llevada en
cación Pxiblica, el Dr. Don Constantino Herdocia
Andas la Vii^jen Purísima por las Autoridades,
y Don Guillermo Tristáii.
que se ajudicaban. cual merced ^ñaladisuui
Después de una minuciosa visita al estable­
el
llevar, aun por irnos momentos siquiera, a
cimiento. t^ue impresionó agradablemente a los
que Jesús nos dió por Madre. E l Paso fué eswilustres visitantes, se les obsequió con un dmuerzo.
tado por un piquete de Guardias Cárceles,
E l Director del colegio. Padre Soldati, ofreció
juveniles voces que resonaron en los aires mezclá­
la fiesta con elocuentes y sentidas frases. Agra­
ronse con los acordes de la Banda del Co egi »
deció a las autoridades las muestras de aprecio
entonando alabanzas a la Sacratísiina Rema
que dispensaban a los hijos de Don Bosco y se
los Angeles. De seguro que ta l manifestaaon
ofreció a trabajar con ahinco para corresponder



fe y amor habrá resonado en el Cielo y la Virgen
Inmaculada y nuestro Vble. Padre Don Bosco
habrán de bendicir este campo de labor que aun
está en sus principios, por las grandes dificiütades
que el enemigo de nuestras almas siembra en estas
apartadas regiones.
Pero al fin vencerá la Cruz de Cristo y María Ausüiadora, bajo cuya protección están estas Misiones.
VIEDMA fRío Negro-Argentina). — Eotroaíza*
cióQ def Sgdo. Corazón de Jesús en la parroquia.
El día 2 de Junio se dió comienzo a la hermosa
práctica de la entronización del Sgdo. Corazón
de Jesús, en la parroquia de Ntra. Sra. de la Mer­
ced, de Viedma.
Tocó el alto honor de iniciar la serie de entro­
nizaciones a los hijos de D. Cecilio Lucero (Q. E .
P. D.). E n la Estancia de S. Miguel, que dista
como cuatro leguas de la capital de este territorio
del Río Negro: su señora y cinco de sus hijos,
después de una conveniente preparación, abrieron
las puertas de su hogar al divino Dueño de nuestras
almas.
El R . P. Nicolás Mac Cabe, actual Superior
interino de la obra Salesiana del Sur, fué el que
presidió esos actos, que se realizaron en medio del
mayor entusiasmo y piedad.
Tocóle luego ser la iniciadora de la misma obra
en esta Capital a la Sra. L . de Lucero, Presidenta
dd Apostolado de la Oración.
Aquí el acto revistió contornos de verdadero
acontecimiento social. L a banda del colegio saleáauo amenizó d acto con varias piezas, y las educandas del colegio de las liijas de María Auxilia­
dora cantaron en armonioso coro las más her­
mosas estrofas en honor de Sdo. Corazón.
El mismo R . P . Nicolás Mac Cabe, bendijo la
herniosa imagen y explicó con claridad el origen
de esta práctica, felicitando a los dichosos mora­
dores del cristiano hogar, y haciendo votos para
que sean muchos sus imitadores.
Acompañaban al R . P . Superior, el R . P . An­
drés Pestarino, digno cura párroco de esta pa­
rroquia de Viedma. el R . P. Santiago Valente, su
madjutor, y un núcleo de matronas, entre las
cuales recordamos a la Sra. Magdalena de Abbate,
Sra. Blanca de Soria Mena, Sra. R asa de Santamarina, Clara de Otero y Filomena de Mastrobono;
tí escribano público, Sr. Honorio Yolde y Sr.
Frenkel y muchas otras personas.
El viernes después de la octava del Corpus
Domini,. fiesta clásica del Divino Corazón, fué
tí e l^ d o por el Colegio Salesiano de S. Francisco
de Sales para recibir triimfalmente al nuevo Dueño,
como Rey de la casa.
Al acto concurieron no solo los Salesianos y
niños asilados, sino también todos los niños que
frecuentan nuestra casa como externos. Hubo
música, canto, discursitos, poesías, aplausos y
tí^ría indicible entre los hermanos y entre los
200 niños que reciben educación cristiana con
hijos del Ven. Don Bosco.
Este acontecimiento dejará imborrable recuerdo
® tí corazón de todos.
El Corazón de Jesús, que empezó a reinar en

155 —

esta parroquia, extienda cada día más su glorioso
reinado entre sus liijos.
GUAYAQUIL (Ecuador). — El Asilo Santislevan.
E ste Asilo, regentado por los Salesianos, lleva
el nombre del filántropo guayaquilleño Sr. Don
José Domingo de Santistevan quien, compadecido
de las miserias e inforttmios que acompañim al
niño huérfano y desvalido, quiso que se fundara
en pro de ellos tm Asilo donde encontrasen, con
el alimento del cuerpo y la ilustración de la mente,
la formación del corazón y el afecto del hogar,
desconocido para ellos.
L a H. Jm ita de Beneficencia Miuiicipal, encar­
gada de la realización, comprendió que los lla­
mados a servir de padres a tales niños eran las
Salesianos, hijos del V. Juan Bosco, ix>r e.sto
en 1904 les confiaba la dirección de este nuevo
Asilo de beneficencia.
Centenares de niños han pasado en diez y ocho
años de existencia, recibiendo los beneficios de
la caridad cristiana. ^luchos, hombres ya, bendicen
el nombre de su Bienhechor, bendicen el nombre
de Don Bosco y de sus liijos, porque agradecidos,
reconocen que a ellos les deben la posición hon­
rada que ocupan en la sociedad.
L a H. Ju n ta de Beneficencia, deseosa siempre
de mejorar la formación de los huerfanitos, pre­
sentemente trata de implantar los talleres de tipo­
grafía mecánica y carpintería.
E l Sr. Guillermo H i^ in s, Inspector de dicha
jim ta y gran admirador de la Obra Salesiana, es
el alma de este último proyecto y \úene trabajando
desde muchos años para su realización.
¡Quiera Dios que pronto, muy pronto, se lleve
a cabo! IvOS huerfanitos bendecirán eternamente
los nombres de los lEembros que componen tan
digna Institución.
CAMAQOEY (Cuba). — Ea las escuelas parro­
quiales de la caridad.

La fecha 4 de Febrero, en que los Rdos. P F.
Salesianos celebraron la fiesta patronal, dejó
en nuestro ánimo la afirmativa sensación de
una jom ada completa.
Después de un solemne triduo en honor de
San Francisco de Sales, (que a sus blasones no­
biliarios y honrosos títulos de doctor de la Iglesia
Universal y de Patrono de la Buena Prensa,
añadió la gloria de imprimir en el CrístianLsmo
un espíritu vigoroso y avasallante) llegó la fiesta
suspirada tiempo hacía por los alumnos del
plantel salesiano de la Caridad. Que tenían razón
en anhelar la aurora de ese día fausto por demás,
nos lo reveló el desenvolvimiento maravilloso
de los actos que habían de llenarlo y que lo
convirtieron, (me es grato repetirlo), en jomada
completa, imlwrrable y fecunda.
La impresión de la Misa de Comunión general,
que nos comunicaron algunos concurrentes al
acto, fué altamente satisfactoria, por el realce
que le prestaba la prominente figura del Exemo.
Arzobispo de Santiago, Mons. Félix Ambrosio
Guerra, que la celebráis, por la justeza y pene-

156 —
tración de su diminuto « Clero », por la delicada
ejecución de preciosos motetes eucarísticos y,
sobre todo, por el número considerable de co­
muniones.
La Misa pontifical revistió una grandiosidad
« rom ana»; todo en ella nos sorprendió y nos hizo
vislumbrar los albores de una nueva era de re­
surgimiento moral. K1 presbiterio con la pompa
litiirgica de la Misa episcopal solemne, el púlpito
con la cálida y majestuosa palabra del egregio
y Excmo. Metropolitano, y la Schola Cantorum,

varios grupos fotográficos, y se cerró la mañana
con el reparto de dulces y caramelos a los niños
de -las Escuelas, verificado por nuestro celosí­
simo Prelado Mons. Enrique Pérez Serantes.
Que los niños no cesaran en su alegre bulla y en
sus entusiastas aclamaciones a su bondado­
sísimo y abnegado Pastor, ocioso me parece
el consignarlo; sólo quiero hacer constar para
los que sienten simpatías por todo lo que es
grande y por todo lo que es belloj que las escenas
que presencié son todas de un subido y confoi-

Mons. Q u errá con lo s nlfios doJ colegio salesl&no de C am agüey (C uba).

acreditándose aun xnás en la magistral ejecución
de una partitura del Maestro de la Capilla Sixtina; todo trasladaba mi mente a las augustas
e imponentes Basílicas de la Capital del mundo
cristiano.
Una frase encomiástica para los pequeños
canónigos, que actuaron con una seriedad y
precisión impropias e iuverosímiles en su tierna
edad, líl elocuento verbo del Excmo. Mons.
l'élix Ambrosio Guerra, nos tuvo suspensos
con la escultura firme y saliente del espíritu de
S. h'rancisco de Sales, condensado y convertido
en escuela por el Fundador de los Salesianos,
el \'ble Juan Bosco y llevado a la práctica
en Camagüey por su inmortal bienhechora, la
llorada S ita . Dolores Betancourt, y Agrámente.
AI terminar el pontifical, se impresionaron

taute optimismo en la psique de estos avispados
camagüeyanos de la Caridad y son de esas que
incancelableniente quedan grabadas en los co­
razones infantiles.
La velada lírico-dramática de la noche, ^
aire libre, hizo aquilatar a nuestra vista la ducti­
lidad educativa de los PP. Salesianos.
Tres horas que se nos pasaron en un soplo,
sólo una ligera llovizna logró por breves instantes
romper nuestra abstracción que logramos rea­
nudar con visible alegría, con la que armoniza
el aspecto psicológico de la numerosa y select •
concurrencia, que rehusamos presentar por nc
hacemos reos de lamentables omisiones, soi*
nos basta sugerir que fué presidida por el ExcmO:
Sr. Arzobispo de Santiago de Cuba y por
limo. Sr. Obispo Diocesano.

— 157 —
El escenario, digno de m ejor salón, nos llamó
la atención al ingresar en el patio de recreo de
los niños, convertido como por ensalmo en vis­
tosa platea.
A la llegada de los Obispos, hubo los vítores
que pudiéramos llamar de rúbrica, y de las
cuerdas de un brillante piano « Stroud » brotó
valiente nuestro Himno Nacional, ejecutado
por dos PP. Maestro y Director del coro respec­
tivamente.
Todos los números fueron interpretados a
perfección y a la verdad que, indagados los di­
versos pareceres del público, pues nuestro cri­
terio permanece indeciso, no sabemos a cual
dar la preferencia. Sin embargo, si se nos cons­
triñera a una afirmación categórica, nos de­
cidiríamos por los números 3° y 6° de la primera
parte, a saber: el diálogo por los parvulitos
* \ fusilarles tocan », primorosamente interpre­
tado y que es una escena arranc:ada del natural,
que tiene por resolución el ingenioso 5^^emocio­
nante desenlace de un disparo-ofrenda de flores
a los Prelados; y la zarzuela del conocido escritor
y a la vez fecundo compositor salesiano P. R i­
cardo de Beobide, intitulada « Nobleza y P a­
triotismo », que dió una nota patriótica, intensa
y tibrante, a que hacía eco la emoción del pú­
blico. E l primer desfile fue un alarde de virilidad
y gallardía; el « coro de rancheros », gustó y sim­
patizó; el momento culminante fué el abrazo
a la bandera tricolor, después de un magnífico
saludo por el niño influido por malsanas ideas
y que abominó de su pasado; los aplausos a duras
¡tenas contenidos hasta-eutonces, se desbordaren.
Que esta mi preferencia no sea en desmedro
los demás números; no quiero omitir el elo­
cuente discurso preliminar por un P. Salesiano
en que se hizo la exposición de los resortes y
bellezas sociales de la Institución de aquel genio
sin segundo que se llamó D. Bosco; despertaron
nvamente la atención- las romanzas: « Ea
^mpanilla del estudio » y « Buscando hogar »,
interpretadas por los alunmos A. Mendoza y
G. Romero respectivamente. E l cuadro « Don
Bosco pastorcillo » que evoca escenas de la in­
unda del Fundador, sorprendió con la hermosa
aparición del ángel mensajero. Indudablemente
ti pasillo cómico 4 Eos apuros de un fotógrafo *,
mantuvo constante ilaridad por la graciosa y
original revrista de tipos que se presentaban
^te el objetivo.
Como derre áureo, la improvisada y no por
^ menos sugestiva palabra del Exemo. Sr,
Arzobispo, nos refirió la historia de la Fimdadón
oe la Obra Salesiana en la R.epública, y detal^ m e n te en el Camagüey de nuestros amores,
‘onnulando un ardiente voto para que pronto
•^talicen en peregrina realidad las gigantes

corazonadas de aquella insigne bienhechora
de Camagüey, la Srta. Dolores de Betancourt
y Agranionte.
Hadendo referenda a la fiesta salesiana, supo
gloriarse de pertenecer a esta prestigiosa Congregadón y poner de relieve los quilates peda­
gógicos de los Hijos del Yble. Juan Bosco.
Eran las diez; y a la verdad sentíamos que
un día tan hermoso, tan completo se nos hu­
biera transcurrido con la velocidad con que
siempre se dezlizan las horas placenteras de
la vida.
V aj'a nuestro pláceme más cumplido, sincero
y cordial, al Rvdo. P. Felipe de la Cruz, Superior,
y amigo nuestro muy distinguido y a los demás
activos PP. Salesianos que renuevan en nuestra
hermosa patria los laureles de geniales educa­
dores que supieron conquistarse en todo el
immdo, que a todo él se extiende su benemérita
Institución.
No quiero cerrar mi crónica sin consignar
que debo a la amabilidad del Profesor de canto
el saber que el magnífico piano « Stroud » que
tanto realzó el acto, fué debido a le cesión ga­
lante y espontánea del Sr. Cabana, acreditado
representante en esta localidad de las mejores
marcas nacionales y extranjeras.
Hacemos ardiente voto por que estas simpá­
ticas fiestas, se repitan con frecuencia por los
preciosos sedimentos que dejan en las almas de
los afortunados en presenciarlas, quienes de día
en día quedan más sorprendidos por los éxitos
brilantes de la educación salesiana.
(Del 4Camagüeyano»).

Rdo. D. José Ordí.
Después de penosa enfermedad que aquilató
sus virtudes, volaba a la mansión de los justos
nuestro malogrado amigo y hermano en Religión
D. Jo sé Ordí la víspera de la Inmaculada, de la que
era muy devoto, a la temprana edad de 35 años.
Dios llama a sus siervos cuando han comple­
tado la corona que debe adornar sus sienes por
toda ima eternidad; por eso no debe inquietamos
el ver desaparecer a nuestro derredor seres amados
en la plenitud de su vida.
Como diligentes abejas daboraron desde sus
primeros años rioa panal de virtudes que, humildes,
supieron ocultar a las miradas de los hombres,
pero cuyo ^ a d a b le perfume penetró íot, cielos,
que codiciaron f ^ a sí flores tan preciosas.
Cuantos conocimos y tratamos al querido finado

-tK ^-

.

■r / ‘

t

D. José Ordí, pudimos apreciar eii él sólidas virtiules religiosas y dotes no comunes de mente
y de corazón que ocultaba cuidadoso, cual Iminilde violeta, bajo mi exterior físico poco atra­
yente y llamativo.
í<aborioso y amante de los libros adquirió im
valioso caudal de conocimientos que prodigó genero.so en sus escritos, de estilo elegante y fácil com­
prensión.
Las « Lecturas Católicas » y * Oratorio Fes­
tivo » que brotaron en abundancia de su pluma
durante el tiempo que dirigió esas publicaciones,
se recibían y leían con fruición por los numerosos
lectores.
Sus triunfos literarios movieron a los Superiores
a ponerlo al frente del
Boletín Salesiano * de
lengua española, donde se reveló, a través de sus
bien cortados y sabrosos artículos, un pensador
profundo y castizo estilista.
lin sus escritos rezumaba la bondad de su cora­
zón de niño, llameaba el ardiente celp por la sal­
vación de las almas, que le constituía misionero
de la pluma y se aspiraba el suave perfume ’del
amor intenso, de la devoción tierna que profe­
saba al Deífico Corazón dé Jesús, cuyo reinado
ansiaba extender por el mundo salesiano.
.Vlma grande la suya atesoró en poco tiempo
grandes méritos y preciosas virtudes, que se acre­
centaron y resplandecieron como oro purísimo en
la iiltima enfermedad.
Con su muerte pierde la Congregación Salesiana cu Hspaña uno de sus preclaros hijos y ad­
quieren nuestras publicaciones nuevo protector
cu el Cielo.
.\1 par que enviamos a su familia nuestro sen­
tido pésame, rogamos ima oración por el eterno
descanso de su alma a todos los lectores del
Boleihi Salesiano.

La Sra. Da. Virginia Torres de Fierro.
Santamente, como habíyvi\ 4 do, murió en Bogotá
fCoiorabia) el 4 de febrero. Tenía 63 años. Habíalos
empleado en perfeccionar las buenas cualidades
(luc con pródiga mano había el Creador deposi­
tado en ella, y en verterlas humilde pero eficaz
mente en torno suyo. Las almas buenas, las almas
grandes aun sin hablar predican, y predican tanto
más provechosamente cuanto es el ejemplo vivo
Su predicación.
Pocas personas habrán pasado por tantas vici­
situdes como ella: de la opulencia a sitxiaciones
verdaderamente precarias; de los honores al ocultamiento casi forzado. Y no sólo nunca se la oyó
(quejarse, sino que procuró hasta aparentar insen­
sibilidad para que no sufrieran las p>ersonas que
la roilcaban. Ultimamente el esfuerzo generoso
lie uno de sus hijos había logrado devolverle
el bienestar de sus mejores tiempKtó; pero las pena­
lidades habían ya minado su robustísima cons­
titución; y im suave tinte de melancolía, que más

bien se pudiera llamar nostalgia del cielo, se difmidía p>or su rostro.
Distinguíase por su generosidad espléndida:
nunca retuvo nada para sí. Tíemp)o, dinero, re
poso, todo lo consagró a servir a los demás px>r
amor de Dios. Por eso al morir,' si bien llevaba
casi un año de cama y por lo tan to 'd e ausencia
de relaciones, recibió de la sociedad bogotana
amplio tributo de sufragios, de admiración y cariño.
Dios le pidió donaciones costosas, y d ía se las
dió sin vacilaciones ni regateos. Así entregó dos
de sus hijos, el mayor y la mayor, a la Congre­
gación Salesiana, cuando se .aseguró de que Dii»
lo quería. Su hijo salesiano,*.nuestro querido her­
mano D. Rodolfo Fierroi^a-qaien-e<»OG€rán. les
h etores del Boletín Sale<Hano, que él dirigió tanto
tiempo, estuvo 18 años ausente de la patria, sin que
tuviera la buena madre el consuelo de verle. Dios,
en cambio, premió su generosidad, concediéndola
la gracia de que volviera para cerrarle los ojos.
Hay en su vida episodios encantadores que
podrían dar base a un hermoso medallón. Por
ejemplo, viviendo en una casa de campo, a cierta
distancia de la parroquia, todos los domingos
iba con sus hijitos a Misa y hacía que ellos le llevaran
al Sr. Cura tm obsequio, para demostrarle su
aprecio y darles ocasión de que se acercaran a su
Pastor. Estos obsequios eran delicadísiiuos: biz­
cochos que ella misma hacía con este fin, frutas
de su huerto, ciütivadas por ella misma, etc.
Devotísima del Sagrado Corazón y de Jlaría
Santísima, tenía para con ellos esa confianza
fihal de las almas grandes, que hasta milagros
alcanzan. Los últimos días de su vida fueron
.terribles; la enfermedad le impedía tomar cual­
quier cosa, sufriendo una sed abrasadora; apenas
recibía mía gota de agua, ya la devolvía con dolores
agudos. Pues bien, el i de febrero decía a los que
la rodeaban: í mañana primer viernes y fiesta
de la Virgen, ¡qué hernioso día para morirse! ■>
Y pidió que le dieran la Santa Comunión. Pero
como el que le decía la misa lo pusiera algiín reparo
por temor a una irreverencia debida al constante
vómito, ella le respondió: « Jesús quiere que le
recibamos antes de ir a E l; ya verá que mañana
no tengo vómito ». Y así fué. Ese día no le sobre­
vino hasta las dos de la tarde. E n cambio el día
que murió no se atrevió a hacer la comunión rea!,
contentándose con la espiritual... porque ese d.a
ya no tenía la seguridad...
H asta el postrer momento conservó el conoci­
miento pleno, y saludaba a la muerte como a una
amiga; pocas horas antes de expirar dijo que la había
^'isto y que no era fea ni mala, ni causaba miedo...
E l jueves i de febrero no sosegó hasta que no
se entronizó en la casa el Sagrado Corazón, con
poesías y todo. E l la habrá ya premiado.
'^ A l Rdo. Padre Fierro y demás famüia acoro. pañan en el sentimiento todos los lectores dei
* Boletín Salesiano * y prometen sufragios por
,el eterno descanso de su alma.

Con aprobación de la Autoridad Eclesiástica: Gerente; G E M IN IA N O FE R R A R I.
Establee. Tip. de la Sociedad Editora Internacional. — Corso Regina Margherita, N. 174 - TÜRIN

S O O IE > X > J V I>
E ^ D I 'T O R ^
IIV T l5 l«]V iV C IO r «:A .r v
___________ A v e n i d a R e g i n a M a rg a rJ d a , 174 - T U R ÍN (Ita lia )

THE0L06IA DOGMATICA, MORALIS, MISTICA, PASTORALIS, Ete.
KACCA Sac. P ETR T 7S. — T teolog iae m oralis ssniopsis. B reve opus ex sapientissimis scripti>ribus de E e M orali eductum e t ad normam novi Codicis Ju ris Canonici cxaratm n: Libellae 12,50. Apud exteros: libellae 16,50.
líAZZELLA H O K . Archiep. Tareutinus. — Praelectiones Scholastico-Dogm aticae breviori
ciirsui accom odatae. B d itio quinta recognita e t aucta.
Vol. I . — T ractatus de vera R eligion e, de S criptu ra, de T raditione ct de E cclcsia C h ñ stl
Libellae 25. — Apud exteros: libellae 30.
Yol. I I . T ractatus de D eo ü n o
T rin o ci de D co Creante: Libellae 25. — Apud extoros:
libellae 30.
Vol. I I I . — Tractatns de Verbo In ca m a to , de O raiia Christi ct de Virtutibus in fu sis:
Libellae 25 — Apud exteros: libellae 30.
Vol. IV . — Tractatus de Sacram entis et de JVovissimis: Libellae 25. — Apud exteros*
lib. 30.
SEBA STIA K I Sac. N IC O LA U S S. Theol. e t utriusque inris Doctor, Cancollarius a Brovibus
Apostolicis P ii P P . X I . — Summarium Theologiae Moralis ad Codicem Ju ris Cauonii'i
accomodatum cum lucupletissinio indice analytico:
Editio quinta m aior (1920). In -8 m ax.: Libellae 9,50. — Apud exteros: Libellae 12,50.
Editio sexta minor-m anualis. I n 21° (cm. 9 x l 5 ) cbarta indica pondere minimo, pag. GDÜ.
Linteo con tecta: Libellae 14,50. — Apud exteros: libellae 18.
KAVAL P . F E A X C IS C U S Missionariis F iliis S. Cordis B . V . Mariae. — Theologiae asceticae
et Mysticae cursas, ad usura Seminariorum, Institutorum religiosorum, clericorum, necncii
Moderatorum animarum. Prim a versio latin a ab auctore recognita e t adprobata: Libellae
8,50. — Apud exteros: libellae 11,50.
GAEÉIGO ü -L A G E A X G E F r. H E G Iíf. O. P . — Theologia íundamentalis seeundum S. Thomae doctrinam. Pars apologética: D e revelatione per Ecelesiam catholicam proposita.
Editio 1921 emendata. — Opus ju x ta S. P . B en edicti X V optata sacrae praesertim juventuti comme-ndatrun: 2 t« mi. Libellae 45. — Apud exteros: libellae 60.
GUEY P . J . P E T E U S S. J . — Compendium Theologiae m oralis recentioribus actis Sanetae
Sedis legibus Codicis Ju ris canonici accomodatum, habita simul ratione italiei ju ris, cura
P. E ap h . Timimolo e j. Soc. etc. 2 vol. Libellae 50. — Apud abas nationes: libellae 65.
CAPPELLO Sac. F E L I X S. J . — Tractatus canonico-m oralis« De Sacram entis», ju x ta codicem
juris canonici: Vol. I . D e S acram en tis in genere (De Baptisino, Coníirmatione e t Eucharistia) 1921: Libellae 20. — Apud exteros: libellae 26.
CAEBOXE Sac. C. Theologiae e t Ju ris Canonici Doctor, in Seminario Evgionali Apulo-Lucano,
Theologiae Dogm. et Sacrae Eloquentiae Magister. — Exam en Confessariorum ad Codicis
Juris Canonici norman concinnatum : Libellae 12,50. — Apud exteros: libellae 16,50.
M U FEEATI Sac. D A N T IS. — Prontuarium pro ordinandis et confessionis exam inandis;
_ Libellae 4,50. — Apud exteras nationes: libellae 6.
A X T02ÍELLI Sac. JO S E P H . — Medicina Fastoralis in usura confessiariorum e t curiaruni
ecclcsiasticarum . E d itio quarta in pluribus aucta. Accedunt 94 figurae e t 25 tabulae anatomicae coloratae. 3 vol.; Libellae 60. — Apud exteras nationes: bbellae 80.
GHb LODI Sac. JO A X X E S . — Ju s m atrim oniale ju x ta Codicem Ju ris Canonici: Libellae 6,50.
— Apud exteras nationes: libellae 8.
S. ALPH. M. D E L IG O E IO . — Theologia m oralis. E d itio nova cum antiquis editionibus diligi-nter coUata; in singulis aucterum allegationibus recognita notisque criticise t commentarüs illustrata cura e t studio P . Leonardi Gaudé e Congr. Ss.m i Eedem ptoris, 4 volum.
paginis 3200. In-4o, charta m anuíacta: Libellae 75. — Apud exteros: libellae 100.
P- G E llE L L I A IJG . O. F . M. — De Scrupulis. Psycho-pathologiae specimen in usum confes­
sariorum: Libellae 12,50. — Apud exteros: libellae 16.
^EXICOT E d . S. J . — Casus conscientiae propositi ac soluti. Opus postumum aecommodatuni ad Theolc^iae m oralis Institutiones e j. au ct. Editio 4 *a d n o n n a m Codicis Ju ris reeoguita et pluribus casibus au cta a J . Salsm ans S. I . etc.
LibeUae 34. — Apud exteros: libellae 40.

íS O O IE > r> JV r>

K rU T T O R A

I J V 'T E ^ R J V i V O I O K r A J C v

A v e n id a R e g i n a M a r g a r id a , 174 - T U R IN (Ita lia )

C O D E X

lU R IS

C A N O N IC l

Pii X Pontificia Maxinii iussu digestus, Benedicti Papae X V aiictoritate promulgatus, praofatíone K.mi Petri Oard. Gasparri efc índice anaiytico-alphabetico auctus.
1) Editio minuta in -1 8 (c m .9 ^ x l5 )c h a ra c te rib u s n itid isle c tu q u e fa c illiin is, chartasubtili
non translúcida.
^ ine iegumentoi Libellis Italicis: 7,50. — Apud exteros: Lib. 9.
Cum tegumento: 1) Linteo contectum cum titulo áureo in dorso: L ib. I t. 12. — Apud exleros: lú b . 13,50.
2) Pelle contectum dorso, áureo titulo in dorso, foliis intonsis: L ib. I t . 14. — Apud exteros:
L ib. 15,50.
3) Chagrín contectum dorso et angulis, cutera linteo, nervis in dorso distinctum ornamentis aureis e t tossellis cum titulo e t stem m ate áureo foliis intonsis: L ib. I t . 15. — Apud
exteros: L ib. 16,50.
2) Editio in-18 — ut su p ra — cum fontium annotatione.
Apud exteros: L ib. 12,50
S in e tegumento: Libellis Ita licis:
10,50
Apud exteros: L ib. 17,—
Gum tegumento: 1) u t supra: L ib. Ita l. 1 5 ,—
Apud exteros: L ib. 1 9 ,—
Cum tegumento: 2) u t supra: L ib. Ita l. 1 7 ,—
Apud exteros: L ib. 2 0 ,—
Gum tegumento: 3) u t sujíra: Lib. Ita l. 18,—
3) Editio M anualis in-12 (cm. 1 2 x 1 9 % ) characteribus paulo maioribus ac perspicuis,
charta subtili.
Apud exteros: L ib. 14,50
11.50
Hiñe tegumento: Libellis Italicis:
Apud exteros: L ib. 20,50
Cum tegumento: 1) ut supra: L ib . Ita l. 17.50
Apud exteros: L ib . 22,50
Cum tegumento: 2) u t supra: Lib. Ita l. 19.50
Apud exteros: L ib. 23,50
Gum tegumento: 3) u t supra: L ib. Ita l. 20.50
4) Editio in-12 — ut su p ra — cum fontium annotatione.
S in e tegumento: Libellis Italicis:
16,50
Apud exteros: Lib. 2 0 ,—
Gum tegumento: 1} ut supra: Lib. Ita l.
23,—
Apud exteros: L ib. 26,50
Gum tegumento: 2) u t supra: L ib. Ita l.
2 5 ,—
Apud exteros: L ib. 28,50
Cum tegumento: 3) u t supra: L ib . Ita l.
27,50
Apud exteros: L ib. 31,—
5) Editio in-8 (cm.1 6 % X 26), cum fontium annotatione charta crassiore, characteribus
grandiusculis.
S in e tegumento: 1) Libellis Italicis:
21,—
Apud exteros: L ib. 25,—
Cum tegumento: 2) u t supra: Tjib. Ita l.
3 2 ,—
Apud exteros: L ib. 37,— •
Gum tegumento: 3) u t supra: Lib. Ita l.
35,—
Apud exteros: L ib. 40,—
Litterae universae ad nos remittendae, hao signentur inscriptione quae nostram offici*
nam aliarum caput, respícit:
SOCIETÁ ED ITRICE INTERNAZIONALE. — Corso Regina Margherita, 174.
TORINO (9) (ITALIA).
Quomodo in diem deposcentibns obtemperabimus.

R e d a c c i ó n y A d m in is t r a c ió n : V ia C o t t o le n g o , 32 - T U R ÍN .
Texto
>

o

r

Boletín Salesiano
REV ISTA

DE

LAS

O BRAS

DE

Año X X X V III — N. 5..

DON

BOSCO

Mayo 1923

S u m a r io . — M aría AuxiUum C krisiianorum . — F ig u rai d e M isioneros S a les ia n o s; E l C arden al
C a g liero. — Un C en ien ario r S an F ran cisco d e S a les . — A u d ien cia d el P a d re Santo a l R evm o.
D on F e lip e R in a ld i, — D e nuestras M isiones d el A s sa m : C am ino d e la M isión. - E p isod ios
d e las M isio n es: ¿ Q u ién d esea p ro h ija r a un h u erfan ilo? — T eso ro espiritu al. — Cuí/o d e
M a ría A u x ilia d o ra . - Gracias
sa lesian o.
L o s qu e m ueren.

de

M aría

A u x iliad ora .

— B ib lio g r a fía . —

P o r el mundo

En las Misiones Saletianas del M a t to G r o s s o (Brasil). • Misa en la floresta.
E l sacerdote hace descender del cielo a Jesús para despejar las tinieblas de la selva
e iluminar a los salvajes con la luz de la fe y los esplendores de la civilización.

R e d a c c ió n

y

A d m in is t r a c ió n :

V ia e o t to le n g o N. 3 2 « T U K IN . 9 ( I t a lia ) .

V__________________________________________________________________________________ /
“> a

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fS O O IK l> A 1 3
1 O
A. IJ V T E ? I«IV A .C IO IV iV t,
A v e n i d a R e g i n a M a r g a r l d a , 174 — T U R Í N (Itaila)

NOVUM

M IS S A L E

ex decreto Sacrosancti Concilii Tridentini
restitutum 8. Pii Y. P. M. jussu editum alioriim Poiitificum cura recognitum a Pió X reformatum et SS.mi
D . X. Benedicti X V auctoritate vulgatum.

M is s a lc R o in a n n

1) Editio typica V aticana nigro tantrnn impressa, cum rubricis italicis literis resultantibus,
in cliarta subtili sed solida. Cra. 1 7 x 2 6 marginibus comprehensis.
S in e tegumento'. Libellae 30. — Apiid exteros: libellae 42.
Coniectum: 1) Semipelle ac tela, sectione rubra, titulo ac cruce deauratis: Libellae 60. —
Ax>ud exteros: lib. 84.
2) T o ta pelle rúbeo colore, sectione rubra, titulo ac cruce deauratis: Libellae 80. — Apud
exteros: libellae 1 1 2 .
3) T o ta pello rúbeo colore, auratis foliis, titulo deaurato in dorso ac cruce aurata in
planibus: Libellae 100. — Apud exteros: libellae 140.
2 ) Editio Turonica ju x la typicam V aticanam . Cm. 2 3 x 1 5 . Impressum rúbeo nigroque
colore. S in e tegumento: Libellae 70. — Apud exteros: lib. 80.
Conteckini'. 1) L inteo, cum titulo au n o, sectione rubra. Libellae 84. — Apud exteros: lib. 90.
2) Omnia u t supra N. 1 sectione vero au rata. Libellae 91. — Apud exteros: libellae 100.
3) T o ta x>ellc, cum titulo áureo, sectione rubra. Libellae 112. — Apud exteros: libellae 120.
4) Omnia u t supra N. 3, sectione vero au rata. Libellae 140. — Apud exteros: libellae 150.
3) Editio Turonica ju x ta typicam V aticanam (If. 14 typus 2 8 x 1 9 ) . Impressum rúbeo
nigroque colore. Textu s illustrationibus n itet, clirolibinaque impressione adeo perbeUi refulge!,
perspicuitas literarnm visum non laedit. Mínimum est pondus liujus Missalis (2 Kg.) ut
a pueris ecelesiis inservientibus ferri potest.
S in o tegum ento: Libellae 70. — Apud alias nationes: libellae 80.
Gontectum'. 1) Semipelle ac tela nibeo colore, sectione rubra, titulo ac cruce deauratis:
Libellae 125. — Apud alias nationes: libellae 140.
2) T o ta pelle rúbeo colore, sectione rubra, titulo ac cruce deauratis: Libellae 200. — Apud
alias nationes: libellae 220.
3) T o ta pelle, rúbeo colore, auratis foliis, titulo deaurato in dorso ac em ee au rata in plañís:
Libellae 225. — Apud alias nationes: libellae 245.
4 ) Editio Turonica ju x ta typicam V aticanam , manualis 1922 (cm. 10 X l5 ). Editio in óm­
nibus cum editione concordaos, charta indica tenui e t solida, cum characteribus magnis et
perspicuis rubro et nigro impressis, accuratissima.
8 in e tegumento: Libellae 28. — Apud oxteros: libellae 40.
Gontectunv. 1) L inteo, cum titulo áureo, sectione n ib ra: Libellae 35. — Apud exteros: Libellae 47.
2) Omnia \it supra, sectione vero aurata: Libellae 40. —; Apud exteros: libellae 55.
5) Editio I Taurinensis, 1921, iuxta typicam, commodissima, in paginis conficiendis coni*
m oditatis ratione h abita, fere immquam lectorem ab una ad aliam paginam rem ittens, pag.
pateiit em. 1 4 x 2 3 ’/2> rubro-nigro iminvssae, cum lincis rubris in quadrum ductis, characte­
ribus nitklissim is ax)posite fusis, lectu valde idoneis.
E d itio haee iu duabus chartis diversis vonit:
In charta indica subtili ac solida (Missal. religat. gramm. 600 pondo)
In charta a m achina crassiore (M issal. religat. gramm. 1100 pondo).
iegum enio: Libellae 50. — Apud exteros: Ubellae 65.
Coíiít’ohmi: 1 ) Semi-iK‘lle nil>ea ac tela eiusdem colorís in plañís, titulo ac cruce in plani?,
foliis coloratis (vel iufectis coloribus): Libellae 75. — Apud exteros: Ubellae 97,50.
2) T o ta pelle rubi'a, foliis coloratis, titulo in dorso a c au rata cruce in plañís: Libellae
— Ajmd exteros: libellae 117.
3) Tota pelle rúbea, deuumtis foliis, titulo in dorso ac aurata cruce in plañís: LibeUae 100.
Apud exteros: Ubellae 130.

Año XXXVIll -

N. 5.

Mayo 1923.

r —



B O L E T IN

^

S A L E S IA N O

REVISTA DE LAS OBRAS DE DON BOSCO
R e d a c c ió n V A d m in is t r a c ió n :

V ía C o t t o le n g o , N.

3 2

-

T U R IN (Ita lia )

María Auxiliutn Christianorum.
Si en alas de nuestro espíritu nos remon­
tamos a los albores de la humanidad, a los pri­
meros días del linaje humano, un triste cuadro
herirá nuestra vista, seremos espectadores de
la más dolorosa tragedia en el más risueño
y hermoso de los escenarios.
La curiosidad y ambición desmedidas por
una parte y la envidia y odio satánico por otra,
originan el fatal desenlace que todavía lloramos,
después de tantos siglos.
En el momento que nuestro padre Adán
seducido por los halagos de. la mujer que Dios
le dió por compañera, comió del fruto vedado,
la tierra se estremeció, la naturaleza exhaló
un gemido doloroso, el cielo se nubló y gruesas
gotas de tristeza cayeron como lágrimas amar­
gas sobre el paraíso deshonrado.
El hombre ha pecado, inducido por la que
debiera ser su ángel tutelar, según el designio
de Dios, pero no se hará esperar mucho el cas­
tigo merecido.
La voz dulce y meliflua del Padre que rega­
laba con ternuras a los afortunados hijos, a
quienes amaba como a la pupila de sus ojos,
dejóse oir como el fragor del trueno, conminando
imperioso para que los prevaricadores aban­
donaran la dichosa morada, paraíso de delicias,
donde se deslizaron felices los días venturosos e
inocentes de la aurora de su vida.
¡Desgraciados! Arrojados por culpa volun­
taria de la mansión de los encantos, caminan
pesarosos al destierro, marcados en la frente,
que no se atreven a levantar del polvo, con la
ignominiosa señal de los proscritos que marchitó
la corona de rosas que ceñía sus sienes, y ape­
nado el corazón que lacera cruel remordimiento.
Con paso vacilante, como el de quien no pisa
^ firme, se alejan doloridos con sombras en
la mteligencia y desfallecimientos en el alma,
seguidos por las enfermedades y la muerte que
i^evan en su mísTna vida.

A los himnos de gratitud y alabanzas que
brotaban espontáneos del corazón y tejían
los labios a la vista de las grandezas y niaravillas que el Creador sembrara a manos llenas
en el Edén que les ser\*ía de morada, a las efu­
siones de amor, dulzuras y alegría de una exis­
tencia que inundaban de felicidad la paz con
Dios, la armonía del universo y el suave con­
cierto de la naturaleza y de la gracia en su ser,
siguiéronse las congojas y privaciones del des­
tierro, el desenfreno brutal, la rebeldía de las
pasiones, los dolores y lágrimas que les arran­
caban las punzantes espinas del escabroso ca­
mino de su peregrinación.
¡Infeliz pareja! ¿Qué ha sido del rey de la
creación que, coronado de rosas, recibía pleito
homenaje de los elementos y seres todos de la
tierra, del hombre que Dios había emioblecido
y elevado, como dice el Real Profeta, al nivel
de los ángeles del cielo?
¿Habéis visto en la melancólica otoñad:»
cómo todo languidece y muere en las deso­
ladas campiñas? ¿De qué modo el Imiiinardel
día se aleja presuroso, ocultándose entre nubes
para no llorar las tristes ruinas déla naturaleza,
que trueca su vistoso ropaje en manto amari­
llento. que se desprende a girones y rueda por el
suelo como hojas secas que arrebata el aquilón?
Pasaron los días claros, serenos de la dulce
y agradable primavera, estación florida que
embargaba de emoción el alma con sus flores,
cantos y suaves brisas; el cielo se cubre de nubes
grises, plomizas, cernedoras de la nieve que cae
en espesos torbellinos, crujen gemebundas las
ramas de los árboles, azotadas por el huracán,
y un triste velo, cual mortaja fúnebre, oculta
a nuestros ojos las bellezas, dejándonos como
recuerdo doloroso, de días alegres, robles des­
nudos que se agitan cual esqueletos, tiritando
bajo un frío sudario.
T al es la mudanza, la suerte adversa de núes

132

tros primeros padres, que huyen fugitivos del
solar bendito, de la casa paterna con la con­
goja en el alma y la frente teñida de rubor.
Todas las maravillas de la naturaleza, creadas
])ara su recreo y alegría, les niegan su vasa­
llaje y se revelan contra ellos. Su inteligencia
ya no ve más que sombras, sus ojos no des­
tilan más que amarguras, sus pies no pisan
más que espinas y abrojos. Son el prototipo,
el modelo del Prometeo que nos describe E s­
quiles con negras tintas en su tragedia, enca­
denado a la roca con gruesas cadenas y pasto
de águila hambrienta que se ceba cruel en
sus entrañas, donde hunde sin piedad el
corvo pico y afiladas garras, arrancándole
alaridos de dolor.
Infierno horrible, insoportable si en jnedio
del espantoso suplicio no apareciera un iris
de esperanza de futura libertad, si no templara
tantos dolores el recuerdo de una consoladora
promesa que sella el labio a la blasfemia y aleja
la desesperación del corazón atribulado.
En las mismas florestas del Edén, cuando
aún no habla ocultado entre las sombras de
la noche su triste rostro el sol que con luz in­
fausta alumbró la primera culpa, ya en Oriente
comenzaban a dibujarse los bellísimos perfiles
de una mujer bienhechora, de una Virgen que
había de reparar las ruinas que nos ocasionó
nuestra primera madre, E va, y quebrantar la
cerviz del pérfido enemigo que, haciéndonos
prevaricar, nos alejó de la casa y heredad pa­
terna, para sometemos a su despótico dominio.
Y a medida que los años pasan y la suspi­
rada libertad se acerca, se e.sclarece también
la visión que se adelanta a través de la liistoria,
envuelta en purísimos resplandores, dejándonos
vislumbrar en múltiples facetas la imagen encan­
tadora de la Virgen que el cielo piadoso nos
concede como potente Auxiliadora.
Ella es el arca de Noé que acoge benigna en
su regazo a los hombres, para que no perezcan
NÍctimas de las vengadoras aguas del diluvio,
la cándida paloma, que nos regida el olivo de
la pjiz; el iris de bonanza que sella la reconci­
liación del cielo con la tierra; el oasis frondoso,
la airosa palma que protege con su sombra a
los mortales que caminan por el desierto de
la vida bajo los rayos de \m sol de justicia; la
nul>ccUla de lílías que refresca con su lluvia
la tierra sedienta; la zarza que arde sin consu­
mirse para almnbrar de continuo las tinieblas
del camino de nuestra peregrinación; la vara
de Aarón, que florece y purifica con suave aroma
el ambiente imilsano; la colnmna de luz que
nos guia a través de los obscuros senderos de
la existencia; la ciudad de refugio que insti­
tuyó Josué en la Palestina.



Es Judit, que corta la cabeza del dragón in­
fernal, figurado en Holofemes; la intrépida
Ja e l qire nos libra de Sisara, cosiéndolo en el
suelo; la graciosa Ester que rasga con sus ruegos
el decreto de exterminio que reclama nuestro
implacable enemigo.
Sonó por fin la hora feliz, marcada en los
designios de Dios para la libertad de la pobre
humanidad que se revuelve impaciente en el
lecho de sus dolores e infamias; las profecías
de los hijos de Israel van a tener feliz aunpU
miento; los anhelos de los •' os se verán col­
mados. ¡Alégrate Israel, a- aa tus arpas, que
cuelgan mudas de los tamarindos que crecen
a orillas de los rios de Babilonia, y saluda a la
celestial lil)ertadora que llega a romper los
hierros de tu penosa esclavitud. Y a pasó el
invierno y florecen las viñas; ya se oyen los
arrullos de la tórtola, se abren las rosas de Jericó y se inclinan reverentes los cedros del Lí­
bano para saludar la nueva y fecunda aurora.
De las raíces de Jesé brota el deseado y esbelto
tallo con tma flor que es María, y en su purí­
simo cáliz, que exhala embriagador perfumé,
germina el fruto de bendición Jesús, Salvador
del mundo.
*

* ♦
Cristo acaba de cumplir su misión en la tierra.
Con su inmolación generosa en el Calvario ternaina el despótico imperio de nuestro irreconci­
liable enemigo. Al ser elevado Jesús sobre el
madero de la cruz, se encuentran y abrazan la
misericordia y la justicia, y del ósculo fecundo
brota nuestra redención, se regenera nuestra
naturaleza y se nos devuelven los derechos
perdidos por la primera culpa en el Edén.
K1 Redentor vudve al cielo, pero no nc^
dejará huérfanos; sabe por experiencia que el
desamparo es el dolor más fuerte. Antes de
expirar tendió una mirada sobre la tierra, y
al ver a la triste humanidad gemir por su or­
fandad, en la persona del discípulo amado, se
dirigió a su madre, a María, que estaba al pie
de la cruz, y le dijo: Mujer, cumplida la mi­
sión que me trajo a la tierra, yo vuelvo al Padre.
A tí te encomiendo los hombres, mis hermanos,
por cuyo amor he dado gustoso la vida, sé tú
su Madre. Y desde entonces toda la humanidad
se cobija bajo la sombra sagrada de la Virgen,
los hombres corren en los peligros a refugiarse
bajo su manto protector, como corren los po*
lluelos a guarecerse bajo las alas de la gallina,
cuando ven dibujarse en la tierra la sombra dri
temido gavilán. María es e; templo anchunsimo donde encuentran alegría todas las tris­
tezas, lenitivo todos los pesares, luz todas las



133 —

sombras, calma todas las agitaciones, fuerza
todas las debilidades, consuelo todos los que­
brantos, gracia todas las demandas, perdón
todos los extravíos, salvación todos los naúfragos. Su nombre dilata el corazón con la más
pura alegría, llena el alma de satisfaccioues,
üumina la mente con los más dulces recuerdos.
Su maternidad y auxilio no es un mero sím­
bolo como afirmaron con blasfemia algunos
desgraciados, que renegaron en mal hora de
su filiación, sino dichosa realidad como lo
declara a voces nuestra conciencia, de la que
todos guardamos testimonios, y somos prueba
\-iviente, porque es María, nuestra Madre, la
que en momentos supremos, cuando el corazón
es arrastrado por las negras aguas del dolor,
parece que se inclina hacia nosotros y nos
alarga su manto para que, asidos a él, nos sal­
vemos del naufragio
h b confirman los innumerables templos que
se elevan como exvotos por toda la redondez
de la tierra: en los montes y en los valles, en
la populosa ciudad y en los desiertos, testigos
elocuentes de las maravillas de María, de los
dones celestes que derramó a manos llenas
esta piadosa Madre para remediar las necesi­
dades de sus amados hijos.
Basta hojear la historia de la Iglesia para
convencerse de que desde el momento que ésta
abandonó el Cenáculo, para iluminar el mundo
con la doctrina de Jesús, bajo la bandera de
María se han reñido todas las grandes bata­
llas de la virtud contra el vicio, de la verdad
contra el error, de la fe contra el paganismo y
la herejía. E l nombre de María es como el com­
pendio de todas las victorias conseguidas por
la Iglesia a través de veinte siglos de conti­
nuadas luchas.
Por eso nada extraña que hombres de gran
virtud y saber, historiadores de la Iglesia como
Rorbachker exclamaran antes de morif, que­
riendo compendiar toda la historia de la Iglesia
católica en una sola advocación a la Virgen
santísima: M aría A uxüium Christianorum, ora
tfo nobis ».
Desde las catacumbas, mudas pero sublimes
testigos de aquella generación de mártires sobre
los cuales campea sonriente la imagen de María,
basta nuestros días en que ingentes muche
dumbres entonan cantos de gratitud a su protecaón en la grandiosa Basílica que en Turín
levantó D. Bosco para perpetuar las maravi­
llas de tan bondadosa Madre ¿quién podrá
contar los triunfos de la Auxiliadora de los
Cristianos?
Oaude, M aría Virgo, cunetas Haereses sola
*«árt»:ís/i m universo mundo: alégrate. Virgen
María, Xú sola has exterminado todas las

herejías del mundo, rezan los breviarios cató­
licos, encareciendo su protección.
Y sin descender, en la brevedad de un ar­
tículo, a computar los hechos innumerables
que atestiguan su patrocinio en la Iglesia
universal y en particular en la de España (y
la de América española), cuya reconquista
no es más que una mardia triunfal a través
de un río de sangre y de una selva de laureles,
cuyos ramos siegan las espadas de los vale­
rosos cruzados para abrir paso a la Virgen que
les protege con su manto y le extiende sobre
ellos como un dosel de gloria que, no cabiendo
en los límites de Iberia, llevan la naves de Colón
a cobijar bajo él un nuevo mundo; recordad los
nombres gloriosos de Lepanto y Viena, de Napo­
león y de Pío V II, considerad en nuestros días
la Obra admirable, providencial del Vene­
rable D. Bosco, llamada a cobijar bajo su
fronda exuberante a la niñez desvalida, y
veréis justificadas la tierna devoción, el afecto
entrañable, las aclamaciones de júbilo que en
este mes de mayo proclaman a María, Auxilio
de los Cristianos.
Os explicaréis por qué la Igle.sia, agradecida,
no contenta con tejerla una letanía de ala­
banzas, dedica im mes entero, el más hermoso
del año, .el mes de las flores, de las luces y de
los cantos para festejarla. Y si la Iglesia \riste
de gala sus altares y hace resonar en su honor
dulces melodías que se elevan hasta los pies de
su trono celeste, mezcladas con el perfume de
los rezos y el himno del incienso para agrade­
cerla sus favores y proclamarla su protectora,
es justo que los que nos gloriamos con la pa­
ternidad de D. Bosco, y nos cobijamos, acogidos
con predilección, bajo el manto de la Auxilia­
dora, unamos nuestros obsequios, nuestras
preces y cantos al himno grandioso, universal,
que el mundo de la naturaleza y de la gracia
eleva con transportes de alegría a la Saberana
Reina del cielo y de la tierra.
Pero cuidemos que no se pierdan nuestros
entusiasmos .en cosas pasajeras de solos cantos
y flores que se marchitan, que no se reduzca
para nosotros el hermoso mes de mayo a un
simple motivo estético o de vana poesía, que
se esfuma y diluye cuando salimos del templo,
sino que sea un medio seguro, un motivo más
para adornar de hermosas virtudes el alma,
practicar con amor la vida cristiana, y, copiando
en nosotros los rasgos de nuestra celestial Madre,
poder decir con verdad:
Venid y vamos todos
Con flores a porfía,
Con flores a M aría
Que M adre nuestra es.



134

Figuras de Misioneros Salesianos

El Eminentísimo Card. Cagliero.
{Continuación)
Si por las huellas que marcan los pies en la
arena calculan los hombres con acierto la me­
dida del que las estampó, si es verdad, como
lo es, por ser palabra divina, que por los frutos
se conoce el árbol, no cabe dudar de que los
afanes y trabajos del misionero que consagra
la vida a la evangelización de sus semejantes,
sin otra mira que la gloria de Dios y la salva­
ción de las almas, nos dará la medida de su
grandeza y heroísmo, la talla del servidor de
Cristo, del apóstol de su doctrina.
Como las grandes empresas, la evangeli­
zación cristiana de los pueblos paganos y sal­
vajes, dominados, las más de las veces, por
groseras supersticiones, vicios degradantes y
bárbaras costumbres, ofrece peligros y difi­
cultades sin cuento que exigen del misionero
los mayores esfuerzos y sacrificios, una vida
de abnegación y heroísmo a toda prueba.
A más de las dificultades que opone la natu­
raleza con la inclemencia de sus variados climas,
los rigores de las estaciones, la amenaza con­
tinua de las fieras, lo tenebroso de sus selvas
^•írgenes o desolados desiertos, donde acecha
la muerte con la crueldad del hambre y la sed
devoradora, habitadoras de esos desamparados
lugares, es preciso arrostrar las iras de un po­
derío que la vivida luz del Calvario alejó a los
extremos del mundo, luchar denodados contra
la degradación espantosa de miserables pasiones
que defienden sus derechos y se resisten a ser
suplantadas por las delicadas y suaves virtudes
del cristianismo.
No es cosa fácil y hacedera transformar
naturalezas bravias, domadas por los malos
instintos y cegadas por errores arraigados, que
tienen como buenos el odio y la venganza, por
costumbres el robo y la esclavitud, que trafican
con carne humana, en seres honestos y compa­
sivos, trocar sus corazones de tierra en celes­
tiales, corazones que se sacian de inmundicias,
en otros delicados que aspiren a las delicias
del Paraíso y gocen con los exquisitos perfumes
de la virtud.
Por eso en la vida del apostolado abundan
más las espinas que las rosas, se suceden y
amenazan por doquiera peligros de todo género,
a los que el misionero no puede oponer más
que el cnicifijo y su dulzura, teniendo que de­
vorar, a menudo, amarguras, ofrecer de con­

tinuo privaciones y trabajos por la conversión
de sus perseguidores, y sellar no pocas veces
un calvario de sufrimientos con la sangre gene­
rosa del martirio.
Tal íué la vida misionera del Cardenal Cagliero, amados lectores, con la pequeña variante
de cambiar el emento martirio de sangre, por
el prolongado y no menos costoso martirio
moral de sacrificios, dolores y trabajos.
Recordad el campo de su trabajo, el te­
rrible desierto, habitado por salvajes feroces,
envalentonados con los triunfos y despojos de
sus frecuentes correrías por las estancias y
poblados civilizados, que arrasaban a sangre
y fuego, y os explicaréis la mitad de su azarosa
vida misionera.
¿Qué era lo que se conocía en su tiempo del
desierto Pampeano y Patagónico?: « L a fero­
cidad de los indios, las salvajadas de sus habi­
tadores », pues sus tierras lejanas, sus guaridas
impenetrables, estaban envueltas en las más
negras tinieblas del misterio y de la ignorancia.
Nadie sabía lo que en realidad era la Pampa y
la Patagonia, a pesar de los viajeros y cautivos
que habían pasado por ellas como por un in­
fierno de Dante.
Por sus orillas y costas era algo aterrador;
llanuras inmensas, cubiertas de espinas y pastos
duros, de arenales interminables, de lagunas
saladas, de tierras malditas, sin vegetación al­
guna o selvas impenetrables de arbustos raquí­
ticos, escuálidos,, achaparrados, retorcidos y
espinosos.
E l agua, el limpio arroyuelo, la fuente cris­
talina, la corriente bulliciosa, el lago plácido,
no se veía en ninguna parte, por doquiera rei­
naba la sequía, la aridez, la falta de toda agua
dulce. De los grandes ríos, como el Negro y el
Colorado, solo se conocía su curso inferior y
su desembocadura en el mar, porque todo lo
restante estaba en poder de las hordas salvajes.
La falta de agua era el mayor peligro del de
sierto, después de los bárbaros que lo habi­
taban; falta de agua que ha costado la vida a
tantos infelices que se atre\-ieron a penetrarlo,
y hasta la más vergonzosa confusión y derrota
a los ejércitos que intentaron ir a batir ios indios
en sus guaridas.
No sólo la falta de agua corriente era una
terrible zozobra para el viajero, sino que a esto



135 —

se le agregaban los huracanes de tierra,
de polvos grises que salían de esos centros,
donde parecían reinar en una perputua agi­
tación, en un continuo remolinear para ator­
mentar furiosos las soledades infecundas.
Las tormentas del Sur eran tan temidas como
los mismos indios, en cuyas obscuridades solían
venir en\naeltos, para caer sobre los pueblos
o najeros en medio del pavor del cielo y de la
tierra. Aun hoy mismo, todavía se oye decir
a los ancianos que las tormentas del Sur con
un aire gris y fuscoso son señal de invasión,
porque los Indios buscaban estos días som­
bríos para caer en medio de los remolinos de
tierra y de la oscuridad como una avalancha
irresistible sobre los objetos de su brutal avidez.
Díganlo Baliía Blanca, el Azul, San Rafael,
Patagones y otros pueblos fronterizos y todos
los estancieros de esos tiempos, si no eran una
señal fatídica los primeros síntomas de esas
tormentas, precedidas de caliginosidad y oscu­
ridad del aire.
De las bárbaras costumbres de los Indios
se sabía algo más, hablaban bien claro sus te­
rribles matanzas y los largos y penosos cauti­
verios que sufrieron entre ellos algimos infelices.
Se sabía que ellos no querían aceptar la civi­
lización, bajo ninguna forma, a no ser la que
ellos solos pudieran amasar; y por lo tanto,
rechazaban el comercio, las industrias, las artes,
la religión y toda la vida social basada en otras
costumbres que no fueran las suyas. I)e ahí
su afán de destruirlo todo, de robar, de matár
y cautivar.
No permitieron jamás, desde que se armaron
y organizaron en confederación salvaje, que
morara ningún extranjero entre ellos, a no ser
como refugiado o cautivo. De vida social, por
más que muchos de ellos la habían visto, no
querían saber nada: les bastaban sus bárbaras
formas de virtud y trato elevado.
Hasta en la Religión veían, como decíamos
en el artículo anterior, un peligro y una fuerza
poderosa que podía destruir su imperio, y hacerlo
ingresar en lo que tanto odiaban: el cristianismo.
Por esto jam ás pudo evangelizarlos ningún
misionero ni siquiera pasar por sus tolderías
principales; ellos le hubieran hecho pagar cara
su abnegación generosa, condenándole al mar­
tirio más atroz que sus brujos hubieran aconse­
jado. Y de aqm' es también que ningún sacer­
dote ni religioso se atreviera a internarse en
sus desiertos, al reflexionar en la inutilidad de
su sacrificio.
Era, pues, como se ve, tm problema dificil
reducir aquellos indios soberbios que se opoman a toda tentativa se ci\'ilización, y que
en su necio oigiillo se creían indestructibles

y dueños soberanos de los desiertos que nadie
podía penetrar sin someterse a ellos.
Varias tentativas hicieron el Cardenal Cagliero. Monseñor Costamagna y D. Evasio
Rabagliati para internarse en tierra de indios,
no exentas de peripecias, pero no consiguieron
su objeto hasta que el Gobierno Argentino,
empujado por la opinión pública, envió un cuerix)
expedicionario de 9000 hombres para someterlos,
viendo coronada su audaz empresa con el éxito
más brillante.
Los Salesianos se enrolaron en la ex{)edición
como misión religiosa, corriendo los riesgos de
continuados combates.
Por fin el fusil y la espada se abrieron paso
en el territorio salvaje, desbaratando su poderío,
y los misioneros pudieron recorrer y exi^lorar
aquellas regiones desconocidas, levantando la
Cruz Redentora en señal del triunfo de la civi­
lización y de una nueva era de paz y de con­
cordia entre vencedores y vencidos.
Desde 1879 ^
recorre el Cardenal Cagliero con sus misioneros a grandes lineas su
vasto campo de acción, ora siguiendo el curso
de los caudolosos ríos, ora a través de las me­
setas, llanuras y montañas; ya \Hsitando los
toldos de los indios y las casas de campo; ya
los pueblos y colonias que venían surgiendo.
Fué el período de les grandes viajes, de las
penurias y tanteos para echar los fimdamentos
de las misiones sistemáticas.
E ra preciso, no sólo convertir a los numerosos
indios que andaban dispersos, sino también
crear un espíritu cristianamente disciplinado
entre los numerosos advenedizos, levantando
templos y propagando las enseñanzas cató­
licas con una doctrina pura y sencilla entre los
civilizados e indígenas.
Había que crearlo todo: misioneros, curas,
iglesias, parroquias, colegios para los niños,
asilos para los desvalidos y hospitales para los
enfermos; y nada de ello existía cuando, creado
el Vicariato Apostólico, y nombrado Vicario el
Cardenal CagHero, tuvo que dar principio a la
obra con los pocos salesianos de que disponía.
Su vida apostólica se intensifica con el nuevo
cargo. E l mismo debía formarse y modelar
su gente inexperta. Dios debía ayudar y guiar
los primeros pasos, otorgándole su benigna
Pro\4dencia, los recursos que podían llevarlo
a la meta deseada.
Pue.sto a la obra, los obstáculos se levantaron
a cerrarle el paso: la ignorancia envuelta en
los pliegues de su oscura niebla, resiste a los
rayos de la luz, que trata de aclararla; las pa­
siones desordenadas de los que llegaban a buscar
riquezas se
airadas, para entorpecer la
Doctrina Evangélica; los vicios fomentados

136 —
pftr la codicia y el libertinaje rechazan toda
moralidad: el orgullo y la omnipotencia de los
cjue habían llegado al gobierno con las anfias
aún manchadas con la sangre de los salvajes,
pretenden coartar toda acción pacificadora;
el comercio fraudulento que iba a tener ojos
puros que lo observaran,- inventa calumnias;
la escasez de recursos crea dificultades; los
fracasos de la inexperiencia sumergen en la

Oigamos lo que sobre el particular nos dice
el mismo Cardenal Cagliero;
« Dos compañeros míos de la Tierra del Fuego,
fueron heridos de un flechazo por las tribus in­
dígenas. Uno de ellos, volviendo para curarse
de las graves llagas, a Puntarenas, centro de aquella misión,fue arremolinado con la pequeña
embarcación por las olas en las aguas del Es­
trecho de íilagallanes y riiurió ahogado. Así es

I n d io s q u e p o b l s b a n l a Patag^onla.

duda; y la falta de apoyos eficaces detiene la
iniciativa.
Nada faltó para acrisolar la virtud y templar
el ánimo de los intrépidos misioneros: ni la
murmuración maligna, la mentira desvergon­
zada, la crítica insidiosa, ni los libelos infames,
invectivas de mal género y calumnias viles.
Pero se engañaban, si esperaban los mal­
vados reducir a los que se habían formado en
la fuerte escuela del Venerable D. Bosco, escuela
de caracteres 3* de santos, probados en la con­
tradicción Y los trabajos.
Como los valerosos descubridores españo­
les, los misioneros de Monseñor Cagliero se
engrandecían al par de las dificultades que
les salían al paso.
« Con sudor y sangre conquistaréis la Patagonia ». les había dicho D. Bosco.

como se verificaba el pronóstico de Don Bosco:
^ Con sudor y con sangre conquistaréis aquellos
pueblos ».
Yo mismo, en 1887, di una gran caída del
caballo y quedé herido. Atravesaba la cordillera
a dos mil metros de altura y debía subir otros
mil. E l sendero se desñudaba al costado de la»
escabrosas paredes graníticas y caía a pique
en el abismo.
Mi caballo se empacó, se encabritó y empezó
a saltar a ciegas. Yo, invocando a María Auxi­
liadora, me arrojé de la silla pero una punta del
suelo roqueño me penetró en las carnes, nio
quebró dos costillas y me agujereó el pulmón,
^lis compañeros se acercaron y y o , cuando
pude balbucear alguna palabra, para tr^ quilizarlos procuraba bromear sobre lo ocurrido
}■ decía que, como tenemos veinticuatro costillas»



'37

bien se podía sacrificar un par de ellas. Tu­
vimos que volver atrás, vadear dos ríos y atra* vesar dos cordilleras para llegar a una posada
donde descansar y curarme. Pero, ¡qué trataniiento! allí no había más que im empírico que
curaba las enfermedades con métodos poco
menos que antidiluvianos y yo, no bien lo vi, le
pregunté si no había por alH algún herrero para
componer mis dos costillas quebradas. Eso dije
para aliviar el dolor de los dos acompañantes
que, al parecer, estaban más doloridos que yo
mismo. Allí quedé un mes y como Dios quiso
me curé; convaleciente aún, emprendí de nuevo
el camino y con un viaje de cuatro días, con
mis misioneros, pasé nuevamente las cordilleras
a más de 3000 metros de altura y bajé a la dulce
llanura chilena, sobre las orillas del Pacífico.
Así es que en aquel año, siempre a caballo,
con cinco compañeros míos, durmiendo de noche
•en los fosos o bajo los árboles, había cruzado
la América del uno al otro océano.
Otra vez (éramos dos solos), después de haber
atravesado el desierto, llegábamos a las once
de la noche a un puesto militar establecido por
el gobierno argentino, a lo largo de un camino
trillado, con el objeto de proteger a varios via­
jeros. Había allí siete soldados.
Nosotros no habíamos probado bocado du­
rante el día, ni bebido una gota de agua. Pe­
dimos algo para comer, pero no había ni una
miga de pan; algo para beber, pero no había ni
una gota de líquido. Para sacar agua del ria­
chuelo más cercano había que andar dos leguas,
diez Km. Uno de los soldados dijo: llovió hace
ocho días, tal vez haya un poco de agua en el
pozo; voy a buscarla.
Y al poco rato volvió con una botella llena.
La miré y me dió escalofrío; estaba literalmente
cubierta de barro. Volví las espaldas a la luz
(un pedacito de grasa, en cuyo centro se habían
encajado de cualquier modo algunos centímetros
de pabilo de algodón) y cerrando los ojos, apli­
qué la botella a los labios. Bebí y sentí que,jun
tamente con el líquido, se colaban por mi gar­
ganta, en perfecto acuerdo, cuerpos sólidos y
riscosos indefinibles. Me paré a la mitad de la
operación y ofrecí el resto a mi compañero, diciéndole: * Cierra los ojos y bebe ».
Y luego... bendita sea la Providencia que
esta tarde nos ha hecho encontrar comida y
bebida a la vez.
Pero, si grandes fueron las penalidades y
trabajos, no fueron menos los consuelos y frutos
cosechados.
En sólo los dos primeros meses de mi misión,
bautizamos 1700 indígenas en el inmenso valle
de Chichinal, donde estaban acampadas las
tribus de Saguhueque y Yancuche. Dábamos



todos los días tres horas de catecismo por la
mañana y tres por la tarde. E l episcopio era
una choza de troncos y barro, con techo de ra­
mas que me resguardaba del sol y de la lluvia...
cuando no llovía. Ningxma traza de camas. Dor­
míamos tendidos sobre el cuero que, con afec­
tuosa delicadeza, nos daban aquellos buenos
salvajes. De índole excelente y capaces de en­
tusiasmo, ellos nos conmovían a veces con la
ingenua interpretación (siempre la más gene­
rosa) que daban a las prescripciones de la Iglesia.
La última misión que di, y que recuerdo siem­
pre, fué en el año 1902. Había solicitado mi vi­
sita el cacique Namuncurá que, en su lejano
destierro cerca de la cordillera, presentía la pro­
ximidad de su muerte.
Para complacerle recorrí mil quinientos Km.
a caballo, parándome en todas las misiones que
encontraba al paso. ¡ Viaje encantador! En
aquel trecho de la cordillera,.hasta ocho lagos
reflejan el cielo entre las puntas agudas de
los montes, y uno de ellos es navegable. E l ve­
nerando jefe patagones contaba a la sazón 86
años y nos recibió como a enviados del cielo.
Quiso ser bautizado con toda la familia y la tribu.
Fué confirmado; hizo su primera comunión
con la sencillez y la humildad de un niño. R e­
bosando de júbilo iba diciendo:
Ahora morir contento; morir ahora buen
cristiano.
Al despedirme, lo abracé y lo saludé como
a un hermano. Murió al año siguiente ».
Dios ha bendecido los trabajos de los misio­
neros. Hoy la Patagonia, después de treinta
años de apostolado, cuenta con 50 Iglesias
y Capillas, 164 Misiones salesianas y 140 casas
de las Hermanas de María Auxiliadora.
Patagones y Viedma, residencia del Vica­
riato, ubicada en la desembocadura del Río
Negro, a 200 leguas de Buenos Aires, tiene un
seminario con muchos estudiantes de teología
y filosofía y muchos aspirantes, todos indígenas.
Numerosas son en el territorio la colonias agrí
colas, las escuelas de artes y oficios, los hos­
pitales, colegios, tipografías y observatorios
meteorológicos. Las aldeas empiezan a levan-tarse en varios puntos, con hermosas casas de
arquitectura europea.
Si hoy pueden ñamarse con gloria cristianas
las vastas regiones de la Patagonia 5' la Pampa,
lo deben al trabajo fecundo del Cardenal Cagliero y de -sus esforzados hermanos, que no.
regatearon esfuerzos para con^'e^ti^las a la fe
y la civilización.
Con razón, pues, fué llamado el heróico mi­
sionero: " el civilizador del Sur »
el hombre
■providencial de la P atagonia ».
{Continuará).

U ia

O e iite n a r io

SAN FRANCISCO DE SALES
Cúmplese hoy el Tercer Centenario de la
muerte de San Francisco de Sales; el 28 de di­
ciembre del año 1622, en el día de los Santos
Inocentes, entregaba su alma inocente y pura
al Hacedor Supremo, en la ciudad de Lydn,
aquel hombre extraordinario, a los 56 años de
su edad y 20 de episcopado.
Francisco de Sales apareció en el mundo, a
la voz de la Divina Providencia, cuando el
mundo necesitaba sus cualides y virtudes.
Y es que la Iglesia de Cristo, fecunda siempre,
ha producido en las diferentes épocas de su
historia, instituciones y hombres acomodados
a las necesidades y circunstancia^ de la vida y
de la humanidad. Por eso en los primeros siglos
medioevales, cuando la espada y la lanza eran
las únicas herramientas de los hombres libres,
y la guerra la más noble función de los señores;
y cuando, en cambio, el trabajo manual era tarea
exclusiva de los esclavos o siervos, aparecen
los monjes Benedictinos, que consagran su vida
a la oración y al trabajo, haciendo de ambos
su ofrenda habitual santa y purísima a Dios.
Aqxiellos hijos de vSan Benito dignificaron el
trabajo, aportando así a la sociedad una de
las ideas más progresivas y más civilizadoras.
Más tarde, cuando la riqueza se confundía
con la dignidad y con el poder, cuando la po­
breza era considerada como algo vil y degra­
dante, surge en aquella sociedad afeminada del
siglo X I I I el « poverello » de Asís, el poeta y
artista de la pobreza, que la canta con arroba­
mientos y efusiones de un enamorado, que la
exalta y eleva como un doft divino, sintiendo
al abrazarse a ella, una dicha que jam ás soñara
el hombre; y gracias a la mágica influencia de
San Francisco, surge aquel ejército de millares
de hombres, que se esparcen por el mundo a
predicar la pobreza con los prestigios de algo
evangélico, con la voz de la más severa auste­
ridad, con aquella sencillez que hizo del írandscnno el fraile más popular.
Y en el siglo X V I, cuando las sediciones y
discordias debidas a los errores de Lutero y de
Cnlvino, ensangrentaron la tierra y sembraron
el odio por doquier, aparece en la tierra aquel
modelo de dulzura y mansedumbre, dechado
de la caridad más efusiva y nrás ardiente, que
supo ejercer sobre sus mismos adversarios un
atractivo tan singular y poderoso, que apenas
hubo quien resistiera las palabras de ternura
que brotaban de sus labios, ni quien no sintiera

su espíritu preso de emoción vivísima a la \nsta
de aquel alma inmaculada, pura y amorosa,
que se trasparentaba en los actos todos de la
vida de aquel santo.
T al fué Francisco de Sales, el varón justo,
de ecuanimidad admirable, de fortaleza insigne,
de paciencia no turbada; el imitador perfecto
de aquel Jesús Divino, que ocultó siempre su
majestad y su poder, para que los hombres
viesen solamente su misericordia y su amor,
y de cuyos labios benditos salieron las admi­
rables palabras: « Bienaventurados los man­
sos, porque ellos poseerán la tierra ». « Amaos
unos a otros, como yo os he amado », « Apren­
ded de Mi, que soy manso y humilde de cora­
zón ». Y Francisco de Sales aprendió del Divino
Modelo y poseyó la tierra con su dulzura, con
su amor y mansedumbre, convirtiendo a peca
dores y herejes, consolando los corazones afli­
gidos, elevando a la perfección a tantas almas
justas, haciendo tanto bien y produciendo
tanto fruto por medio de aquellos libros admi­
rables que nos dejara y que se llaman « Filotea »
y « Vida devota ».
Murió San Francisco de Sales; pero no murió
su espíritu; lo recogió un hombre extraordi­
nario, suscitado por Dios en el Siglo X IX ,
cuando alboreaba la épica turbulencia de los
odios y rencores entre los de arriba y los pobres;
cuando apuntaba la lucha terrible de las clases.
E l venerable Juan Bosco, que es el varón a
quien aludo, al contemplar el cuadro que pre­
sentaba su siglo, agitado por revoluciones so­
ciales y políticas, al presentir, cual vidente que
se adelantara a sus coetáneos, las convulsiones
que amenazaban hmidir la sociedad, sociedad
desventurada, que había de anegarse en sangre
\'ertida en luchas fratricidas, pensó en San Fran­
cisco de Sales, le estudió, le meditó, le imitó
a la perfección y, tomando en sus propias manos
la esencia de aquel espíritu de amor, de paz, de
mansedumbre y de dulzura, lo derramó a to­
rrentes en aquella sociedad, que por lo mismo
hubo de denominarse « Salesiana ». En el
corazón tierno y amoroso de D. Bosco encon­
traron eco los dolores todos de los hombres,
todas las amarguras de la Iglesia; y acuciado
por una caridad ardiente, que le devoraba y
consumía, acudió con remedio pronto y eficaz
a todas las llagas sociales, multiplicándose
siempre, y deshaciéndose, cuando no podA
multixílicarse. Y aquel espíritu de D. Bosco,

— 139 —
bebido en las fuentes puras de San Francisco
de Sales, pasó a la Congregación Salesiana,
donde persevera íresco, inmaculado y purísimo.
Ella, en alas de su caridad ardiente, fúnda
instituciones para recoger los niños abando­
a nuestro Rdmo. Rector Mayor.
nados en medio del arroyo; y los alimenta, y
los educa, y los instruye en la dotrina santa del
cristianismo; y les da cariño y amor, que jamás
Mientras en todas las casas salesianas se
hallaron aquellos seres desgraciados, y derrama
efectuaba
la piadosa conmemoración mensual
en sus almas,.anegadas en la amargura, una gota
en
honor
de
María Auxiliadora, el Padre Santo
de miel; y extingue el odio de clases que en ellas
se dignaba dar particular audiencia a nuestro
empezaba a germinar, vertiendo, para sustituirlo,
Rector Mayor, de retomo de su visita a las casas
en el corazón del niño, la semilla santa del amor.
de
Sicilia. Acompañaba al P. Rinaldi el Procu­
Tal es la obra de la Congregación Salesiana,
rador General. E l Padre Santo lo recibió con
aprendida de D. Bosco, de aquel hombre, que
suma afabilidad, y como el Rdmo. Superior co­
después de frecuentar las cárceles . de Italia,
menzara por agradecerle las numerosas mues­
llegó a la conclusión de que aquellos criminales
tras de paternal benevolencia dadas a la Pía
no eran sino niños abandonados a sí mismos,
Sociedad en el breve transcurso de un año,
adolescentes sin educación religiosa, en cuyo
Su
Santidad lo interrumpió, diciéndole que deí
corazón se despertaron las pasiones sin un medio
de refrenarlas y de contenerlas. Bntonces apren­ bien hecho se debía agradecer al Señor, y sin
más, con interés lleno de ternura, le pidió nuevas
dió D. Bosco que no bastan las leyes, aún las
de
la Famiha Salesiana. Se regocijó inmensa­
mejor orientadas; que es menester ahogar el
mente por el aumento de aspirantes y novicios,
mal en su proprio origen, que es preciso modi­
ficar hondamente las costumbres, reformar al como también por la fundación en Ivrea dei
Instituto para misioneros, titulado « Cardenal
hombre en sus comienzos, en su infancia.
Y después, cuando el niño crece, y se hace Cagliero », y la publicación del periódico « Ju ­
joven, y se despiertan en su alma fieras e indó­ ventud misionera », prometiéndose de entrambos
los más copiosos y duraderos frutos, para las
mitas las pasiones turbulentas, aparece nueva­
Misiones. Y luego, con suma competencia y
mente el bijo de D. Bosco, con la institución
ardor, reveladores de su celo, comenzó a dis­
nunca bien ponderada de sus « oratorios », la
currir de Abisinia, de los Cárpatos, del Oriente
más típica y hermosa de las instituciones saledianas, y con sus « Asociaciones de antiguos y del Occidente, estimulando a nuestro Rdo.
Superior a preparar muchos misioneros y lo
alumnos », para reunir la juventud en sus casas
más acabadamente posible. Aconsejó también
y allí recordarles las enseñanzas de la fe cris­
tiana y corregir suavemente sus vicios, y modi­ enviar a las misiones en compañía de los mi­
sioneros individuos muy versados en las ciencias
ficar sus costumbres, y no dejarles desmayar...
y en la Religión, conocedores perfectos de la
Tal es la labor de los beneméritos religiosos
lengua, costumbres, liistoria y geografía de los
suaves, modestos, sencillos, humildes, mansos,
amorosos, que se llaman « Salesianos »; y a pueblos que se iban a evangelizar. Instó igual­
mente que en las misiones se retuviera y apli­
estos hombres abnegados, valientes, generosos,
cara en toda su amplitud el sistema y el espíritu
todo amor y caridad, no puede darles D. Bosco
otro patrono que San Francisco de Sales, el del V. P . Bosco, que es sin disputa uno de los
más apropriados para obtener la conversión
anto de la humildad y de la dulzura. Por eso
«os hijos de D. Bosco han celebrado con es­ duradera de los salvajes. Y tomando ocasión de
cuanto había leído en el Boletín respecto de los
plendor y con entusiasmo el tercer centenario
pueblos
ya evangelizados por los Salesianos,
de nuestro Santo; por eso me invitaron a decir
incitó
al
Rdmo. P. Rinaldi a que enviara sus
dos palabras en la Prensa, con ocasión de dicho
misioneros también al Japón.
lausto acontecimiento.
E a importante audiencia duró casi una
Y por eso concluyo yo este artículo exhor­
hora
y terminó con la bendición apostólica a
tado a los lectores a meditar la obra que reafizan los Padres Salesianos, que así se encari- los Salesianos, Cooperadores, alumnos y an­
tiguos alumnos y a las H ijas de María Auxilia­
fiarán con ella, cuando vean que tienden ante
dora c»n toda su falange femenina. Dió una
todo y sobre todo a socorrer al desvalido y
bendición especial al nuevo periódico « Juventud
^poner en contacto los de arriba y los de abajo,
Misionera *, al que deseó larga vida y difusión,
para que se conozcan y se amen.
a fin de que despierte abundantes vocaciones
E l o y Montero .
misioneras, de que tanto necesita la Iglesia en
De « £/ Correo de A ndalucía » la hora presente.

Audiencia del Padre Santo

ASSAM (India)

Gatnino de la [Disión Salesiana
{Continúa ¡a relación del Padre José G il Vázquez)

Líi carretera se ve constantemente invadida
por una rica vegetación que pronto borraría los
caminos, si no se estuviera continuamente tra ­
bajando para contenerla en sus justos límites.
E l agua mana por todas partes fonnando hon­
donadas,' para salvar las cuales la carretera hace
curvás inverosímiles y rapadísimas que han cau­
sado y causan diariamente serios disgustos a los
motoristas descuidados.
A las dos de la tarde llega:uos por fin a Shyllong, nuestra tierra prometida.
Hicimos a pie los veinte minutos de camino
(^ue hay desde el garage hasta nuestra casa. Al
llegar aquí hallamos un pequeño grupo de niños
de la Escuela de San Antonio, perteneciente a
la Misión, que nos dieron la bienvenida con un
sonido gutural, para nosotros extraño; pero con
su morena redonda cara sonriente y sus'ojillos
menudos saltando de contento. Luego nos expli­
caron que nos habían dicho K u B lei, que significa
< Dios les guarde *, las primeras palabras que
oíamos en la lengua Kasi, ima de las ciento sesenta
y tantas que la malhadada torre de Babel esparció
|x>r este región.
Como es natural, nuestra primera visita fué
a la Iglesia, que nos causó una impresión de ver­
dadera maravilla; impresión que, no obstante,
quedó eclipsada por la que nos produjo el descubrir
en uno de las dos altares laterales ima estatua de
nuestra amadísima Madre María Auxiliadora, que
allí, soiíriente y majestuosa, estaba esperándonos.
No es fácil decir nuestra sorpresa por tan feliz
como inesperado hallazgo. Claro que ni los Padres
Jesuítas sabían que aquella fuese precisamente
la Virgen de D. Bosco, ni los naturales tampoco:
pero lo cierto es que era Ella, con su Niño en el
brazo izqxiierdo y su diestra alargada para recoger
el cetro que le faltaba y que nos apresuramos a
ponerle al día siguiente haciendo uno de madera,
lo mejor que nos fue posible. L a entrega de este
cetro indio parecía el símbolo de la posesión que
María touiaba de Assam por mano de sus liijos: es
más: anticipándose la \nrgen de Don Bosco a
nuestra llegada, parecía que era E lla misma quien
nos posesionaba a nosotros.
Visitamos después la casa que creíamos encon­
trar en lastimoso estado, quedando maravillados
al ver un magnifico edificio de dos alas, cada ima

de irnos veinticinco metros de largo por unos diez
de ancho incluyendo la galería que lo rodea, mag­
níficamente dotado de cuanto _se puede apetecer
y con comodidades que no habíamos ni siquiera
soñado encontrar en estas lejanas regiones. Sepa­
rando las dos alas del edificio, se halla la Iglesia,
de tres naves, la del centro ancha, de unos ocho
metros, y las laterales de un metro o metro y medio
cada una; su longitud es de más de cuarenta metros.
E l estilo tiene pretensiones de románico; lian
sacado el mayor partido posible del género de
construcción que se han visto obligados a adop­
tar. E l zócalo, hasta la altura de rm metro, es de
piedra, lo mismo que el de todo el edificio; las
paredes son del género que queda dicho al tratar
de las casas de Ganhati; las pilastras y arcadas
de madera. E l conjunto resulta agradable y hasta
artístico, y lo'm ism o la estatua del Divino Sal­
vador que se halla en la hornacina. L a nave cen­
tral se halla ocupada por bancos del mejor giisto.
Quedamos sumamente complacidos al ver que
podíamos disponer de una Iglesia tan hermosa
como pudieran desearla bastantes Casas de España.
E l edificio se halla situado en la cmubre de una
colina que es mi verdadero bosque de pinos. A
ambos lados de la residencia y distantes de ella
como unos cien metros se hallan las Casas de las
m onjas de Loreto y de Ntra. Señora de las Misiones,
las primeras para la educación de niñas europeas,
y las segundas para las indígenas.
E n la llanura y algo más retirada se halla la
escuela de San Antonio con internado para niños
huérfanos. E stas tres casas son propiedad de la
Misión.
E n otra colina en frente de la que nosotros ocu­
pamos tienen los Hennanos Cristianos Irlandeses
im hermoso Colegio para niños europeos. Todos
estos centros se hallan vacíos actuahnente, pues
aquí las vacaciones, al revés que en Europa, sou
en invierno, alegándose que « con tanto frío * no
pueden venir los muchachos a la escuela. Esto
del frío no deja de ser una exageración de esta
buena gente. Cierto que por las mañanas se siente
bastante y hasta hiela; pero una vez que sale el
sol (y aquí también acostumbra a hacerlo todos los
días en invierno, ya que la estación de las lluvias
coincide con el verano), no hay frío que lo resista.
E n este mes la temperatura está siendo más tem­
plada que la de Sevilla por este tiempo. Y se esplica, porque la proximidad al trópico (25® y
más o menos de latitud N.) está contrarrestada
por una altura de más de 1.500 metros.
L a población nos dicen que tendrá 10.000 hi-*
hitantes próximamente, indígenas en su mayor
parte, con muy escasa proporción de europeos;
ocupa im extenso radio, porque las casas no es-

I4 I —
táa agrupadas como en las grandes ciudades, sino
que cada ama tiene al rededor una esdensión por
lo común bastante considerable de terreno con
jardín y bosque.
Esta región habitada por los kasis, tribu de
raza mongólica, con todos los caracteres de la
misma: estatura regular, cara ancha, nariz, aplas­
tada, frente estrecha, ojos pequeños, color amari­
llo oscuro. De sus costumbres, religión, etc., corno
no he tenido tiempo aún de informarme deta­
lladamente, hablaré otra vez, cuando haya podido
aqidrir mayor número de datos.
Entre tanto, ruego a todos nuestros hermanos
y alumnos, antiguos y presentes, que encomien­
den a Dios y a María Auxiliadora esta nueva
Misión, a fin de que, derramando sobre ella sus
bendiciones, la hagan siempre fecimda en frutos
de vida eterna.

idioma kasi, por los misioneros protestantes meto­
distas, que por lo mismo pueden llamarse los padres
de su escritura, habiendo tenido el feliz acuerdo
de emplear los caracteres romanos y no los sáns­
critos que, más o menos modificados, son los que
usan todas las otras lenguas de esta región.
Historia. — L a verdadera historia de este pue­
blo comienza con la conquista inglesa. De su.s
gestas anteriores, nada absolutamente se cono­
ce, cosa perfectamente explicable, dado que no

La tribu de los Kasis.
En mi última relación decía algo acerca de
esta tribu, en cuyo territorio se halla instalado
el núcleo principal de nuestra Misión, debido
tanto a que orna de sus ciudades, Shyllong, ha
sido elegida para capital del C^biemo de Assam
y Bengala, y en consecuencia para capital de la
Prefectura Apostólica del mismo nombre, como
que este pueblo, por diversas circunstancias,
de todas las tribus de las montañas es el que
muestra más propensión al Cristianismo.
Su orígea. — Por el examen de sus facciones,
hábitos y lengua, se ha llegado a la conclusión de
que son descendientes de una tribu tibetana,
mongólicos por lo tanto, que en tiempos remotos
invadieron esta parte de la India, siempre expuesta
a las incursiones de las salvajes hordas de las mon­
tañas. Ellos a su vez fueron arrojados ppco a poco
de las llanuras y los valles por subsiguientes inrasioiies, hasta quedar reducidos a las montañas
que hoy ocupan.
Siempre se les ve risueños. Son de carácter apa­
cible, más bien pacíficos, pero valientes cuando
se ven atacados. Los musulmanes jamás pudieron
conquistarlos, y los ingleses que en 1774 empren­
dieron su conquista no la vieron terminada hasta
el 1863 ^
sometido el Siem de Yow ai, el
más belicoso de todos.
Lengua. — L a l^ g u a no se parece en nada a
ningima de las habladas en la India, como que
es la única que no procede del Sánscrito, padre
de todas ellas, sino que se deriva del tronco chino,
habiendo quien cree sea un dialecto del tibetano,
teniendo gran afinidad con el Siamés. Es mono­
silábica; sumamente simple, sin declinación, ni
eo.'ijugadón, ni accidentes gramaticales de nin­
guna clase; de suerte que para conocer su tecniQsino hay de sobra con media hora.
Como no ha poseído Hteratura, hasta época
muy reciente, es sumamente pobre de palabras,
Como pobres son ellos de ideas. Con la ocupación
®glesa, habiendo surgido nuevas ideas y necesidad». también el idioma se ha enriquecido con
onevas palabras tomadas del inglés y el indostano.
1^45 no fué publicado el primer libro en

P la n ta * de banano.

poseían escritura. Tampoco tienen tradiciones
nacionales, ya que la vida y el sentindeiiio patrio
debían estar en ellos muy poco desarrollados,
dimdidos como se hallan en multitud de aldeas
completamente independientes unas de otras.
Los únicos monumentos que se encuentran son
menhires y cromlech en gran número, en campos
y caminos. Acerca del significado que haya que
dar a tales monmnentos, no están acordes ni los
naturales del país, ni los europeos que se han dedi­
cado a su estudio.
Opinan irnos que los tales menhires deben ser
monumentos sepulcrales, mientras otros creen
f¡ue marcan los sitios donde se reunían los jefes
para deliberar y tomar acuerdos. De ordinario
están formados por tres o cinco piedras, una de
ellas más alta, colocadas verlicalmente, poniendo
algimas veces otra horizontal a la sombra de



14 2

aquellas, que lo misino puede ser piedra sepulcral,
(}ue ara para ofrecer sacrificios a la divinidad.
R eligión. — No son idólatras. Del hecho de
reunir casi siempre tres piedras en los monumentos
descritos, deducen algunos que han debido tener
idea de una trinidad.
Sus antepasados acaso fuesen más fervorosos;
al presente, los que no .son cristianos, no se preo­
cupan gran cosa de religión.
Creen que existe un Dios; pero como este Dios
es muy bueno y por lo mismo no ha de hacerles
ningún mal, piensan poco en E l y no le temen
En cambio creen en los malos espíritus a los que
atribuyen todas las desgracias que les suceden;
a éstos les temen y procuran aplacarles con sacri­
ficios de animales, sobre todo aves.
Eos muertos son quemados y sus cenizas con­
servadas religiosamente en las casas, encerradas
en recipientes especiales de barro cocido, No
creen en la transmigración; pero sí en la immortalidud del alma y en la vida futura con sus dos
lugares de premio y de castigo.
Vida social. — E n esto como en lo demás se
apartan enteramente del sistema kindri. No tie­
nen castas, Las mujeres no sólo son consideradas,
sino que son las que mandan y gobiernan las casas
en ([ue el marido no es más que mi simple huésped.
La herencia, el apellido, la religión, todo se trans­
mite ix>r medio de las hembras y a las hembras,
hasta el punto que los lujos pertenecen exclusi­
vamente a la madre, y si esta muere, en lugar de
quedar bajo la protección y tutela del padre, como
parece natural, pasan enteramente a la familia
de la madre. Con este sistema se adivina fácil­
mente que el nivel moral tiene que hallarse siunamente bajo.
Las mujeres son también las que principal­
mente están encargadas de mantener la casa;
ellas trabajan los campos, recogen las mieses,
llevan los frutos al mercado; todo absolutamente
cuanto a la familia se refiera, corre al cuidado de
la mujer. Los hombres se dedican a la caza, a la
pesca, aunque ya, bajo la influencia de la cultura
europea, van dedic¿idose a otras profesiones;
al comercio, a la milicia, policía etc.
Gobierno. — Algunos distritos están directa­
mente regidos por gobernadores nombrados por
Inglaterra; pero la mayor parte del territorio está
gobernado por reyezuelos llamados Siems que
pagan un tributo más o menos considerable, segtin
la importancia de las pueblos que dominan.
A gricultura . — E l suelo parece fértil; daría
mucho bien cultivado; pero por lo que he podido
observar, estas gentes, potlráu tener cualquiera
otro pecado, menos el de la avaricia. Aunque podría
discutirse si lo que tienen es falta de avaricia o
sobra de pereza. Lo cierto es que no se preocupan
para nada de las comodidades de la vida. Una
choza de cañas de bambú revestidas a veces de
barro, con techo de paja, y una estera también
de bambú en el stielo, para acostarse en ella de
noche v sentarse de día, constittiyen toda su casa
y mueblaje.
La base de alimentación es el arroz, que cuecen
con agua y sal, adicionándole al momento de to­



marlo unos pececiUos que ellos naii-an pescado
en conserva; pero que cualquiera de mediano ol­
fato, llamaría pescado podrido.
E sta es su comida que toman dos veces al día
con la primitiva cuchara de sus manos y dedos,
con los cuales amasan el pescado y el arroz en el
plato, hasta convertirlo todo en una pasta homo­
génea, consegmdo lo cual a fuerza de manoseo, la
alargan y. metiéndola en lá boca por xma pimta,
van empujándola y tragándola hasta la otra ptmta.
De este modo se ahorran el trabajo de la mas­
ticación, supliendo con los dedos el trabajo de
los dientes.
Siendo tan pocas sus exigencias, es claro que no
tienen que trabajar demasiado para satisfacerlas.
Cultivan casi exclusivamente las partes bajas
de las montañas, las cañadas, donde el agua se
detiene con facihdad. Allí siembran el arroz des-,
pués de remover superficialmente el suelo, y cuando
a los cuatro o cinco años la capacidad productora
de la tierra se ha agotado, dejan aquel trozo y
buscan otro que esté descansado, y así sucesi­
vamente, sin pretender obtener más que lo que
calculan podrá bastarles para el año.
E l derecho de propiedad es muy limitado entre
ellos. E l terreno pertenece al Siem; cualquiera
puede cultivarlo libremente, pagando solamente
un insignificante tributo al príncipe. E s un sistema
que debe halagar a los comtmistas agrarios espa­
ñoles.
M isiones. — E n tre tales gentes tendremos los
Salesianos que ejercer especialmente nuestro mi­
nisterio. Como no están aferrados a una religión
especial, cual sucede entre los hindús y mahome­
tanos, no tienen gran dificultad en abrazar el Cris­
tianismo, pero, por lo mismo, tampoco tienen
gran dificultad en dejarlo por otra religión.
E n este comarca, atraídos por todas las circimstancias que llevamos enmneradas y acaso
también por la bondad del clima, que es muy
templado en todo tiempo, y smnaniente salu­
dable, se han reunido misioneros de todas las con­
fesiones. Fueron los primeros los Metodistas,
que prácticamente han acaparado la región.
Establecidos desde hace más de ochenta años,
con el favor de sus Gobiernos, han podido abrir
escuelas en las aldeas más insignificantes, habiendo
conseguido atraer a su religión más de 25.000 indi­
viduos.
L a Iglesia anglicana tiene un obispo que resi­
de en Slüliong; pero cuenta pocos adeptos entre
los naturales. También los Baptistas axnericanos
fueron de los primeros en establecerse en estas
montañas, y cuentan bastantes afiliados. Mentó
numerosos son los Presbiterianos, de la Iglesia
de Dios, de la Iglesia de Oxford, hindus musul­
manes y budistas.
Los misioneros católicos se establecieron hace
relativamente poco tiempo — unos treinta años,
a lo más; — hoy cuentan con unos 5.000 católicos
en todo Assam, 300 de los cuales pertenecen a esta
tribu.
C en tros de M isión. — Actualmente son los de
Shillong residencia del Prefecto Aptótólico de
Assam, donde hay \ma hermosa iglesia, una es-

— X43 —
cuela para niños del país a la que asisten unos 300
alumnos entre internos y externos, directamente
instruidos por nosotros, aunque con maestros del
país, ima escuela de 2» enseñanza para europeos
y kasis d iñ ad a por los Hnos. Cristianos Irlandeses,
y dos colegios de niñas dirigidos por monjas, para
europeas el imo y para kasis el otro.
Raliang es donde tenían antes los P P . Salvatorianos una colonia agrícola que ahora estamos
procurando restablecer.
Contamos además con otras varias estaciones
Nongbah, Chenapunic, etc., donde no hay misio­
neros, pero sí casa y capilla esperándoles y bas­
tantes escuelas sostenidas por la misión.

Mi primer viaje a través de las Montañas Khas!.
El 9 de Febrero recibí orden de estar preparado
para marchar a Raliang en compañía de dos coad­
jutores y otro sacerdote para organizar aquella
colonia que desde la marcha de los P P. Salvatorianos había sido abandonada: pues los Padres
Jesuítas sucesores de aquellos, escasos en número,
harto hacían en acudir a la cura de almas.'
E l I I , día consagrado a la Virgen Santísima,
emprendimos el viaje. Los preparativos para tal
marcha non son cortos; pues además de que era
preciso llevarlo todo, ya que la nueva casa carecía
hasta de lo más indispei^able, había que empezar
buscando cnlies que transportaran el equipaje.
Los cu lies. — Son estos individuos de la casta
así llamada, que se dedican al transporte, a es­
paldas, de géneros y mercancías de un pueblo a
otro, no empleándose aquí caballerías para estos
menesteres. Pero el hallar culies es a veces un
problema; y a las dificultades ordinarias se agre­
gaba en esta ocasión el que los Metodistas tenían
una gran asamblea en un pueblo vecino y habían
ocupado con anterioridad todos los disponibles.
Hubimos de acudir al Comisario de policía que
finalmente nos facilitó ocho cuUes hasta el próximo
pueblo. E stos pusieron innumerables dificultades;
que era mucho peso para el número de cargadores,
que era tarde para salir, etc. etc. Después de dimes
y diretes habiendo dejado en Shillong bastante
bagaje, y con el aditamento de prometerles buena
propina, pudimos conseguir que cargaran los equi­
pajes y emprendiéramos el camino. L a carga re­
glamentaria es de 40 kilos, pero siempre cargan
algo menos. Los bultos los sujetan por el fondo
con uua faja de bambú que hacen pasar por su
frente, y de este modo apoyando el bulto a las
espaldas y sujeto en la frente, caminan arras­
trando los pies y con paso uniforme, de 15 a 20
kilómetros diarios.
La partida. — Arreglado el difícil asunto de
tes culies y preparados nosotros con nuestra indumentaria de marcha, al medio día nos sentamos
a la mesa para tomar la comida de despedida. E l
Padre Jesuíta, Rvdo. Van Lemberge, tuvo la
atención de descorchar una botella de vino en
fionor de los que íbamos a partir: brindó en su
nombre y en el del Padre Lefebre, ausente a la
sazón, por la prosperidad de la misión que íbamos
• emprender. Y o le respondí, no sin emoción,

dándole las gracias en nombre de mis compañeros
y en el mío propio por todas las atenciones de que
nos habían colmado. Terminada la comida, em­
prendimos el camino. Al llegar como a dos millas
de Shillong el Sr. Mathias tomó una fotografía de
todos reunidos, nos abrazamos procurando con­
tener la emoción, y animándonos mutuamente;
los que se quedaban tomaron sus pasos y nosotras
continuamos nuestro camino, no sin volvemos de
cuando en cuando a agitar nuestros pañuelos
hasta que irnos y otros nos perdimos de vista.
Nos acompañaba el Hno. León Brisson de la
Congregación de la Sta. Cruz, que llevaba la misión
de preparar la casa de los Heniianos de Sta. María
que debían seguimos poco después.
Por el camino encontramos algunas familias
cristianas de Rabia que se dirigían al mercado de
Shillong con cargas de naranjas sobre todo.
Se alegraron cuando supieron ipie íbamos a
establecemos en su población y nos obsequiaron
con naranjas que aceptamos reconocidos.
L o s D aré B eagalow s. — A las 7 o algo más
tarde, después de cinco horas de camino en que
habíamos recorrido quince millas, unos 23 kiló­
metros, llegamos a la primera etapa de nuestro
viaje, Molinkenim. Como en estos parajes sería
difícil para un europeo hallar acomodo para pasar
la noche, ya que la hospitalidad de los naturales,
suponiendo que la ejerzan, no había de serles muy
agradable, el Gobierno inglés, previsor y práctico,
en todas, las poblaciones de alguna importancia
ha constmído casas, bastante buenas para lo que
aquí se estila, en donde los europeos, militares,
empleados ciidles y misioneros, pueden pasar la
noche y el día si lo necesitan. Tienen estas casas de
ordinario tres o cuatro espaciosas habitaciones,
con sillas, mesas para comer y dos o tres camas,
amén de sus respectivos cuartos de baños. Al llegar
nosotros al Dark Bei^alow lo hallamos desocu’jado; nos instalamos pues en él; imnediatame.ite
acudió el guarda con buena provisión de leña,
encendió la estufa y nuestro guía o acompañante
se di.spu.so a preparar la cena. Al poco tiempo
llegaron también nuestros culies con los equi­
pajes. Prepararon la cena, nos sentamos a la mesa,
y fuera por el apetito que una caminata tan re­
gular no pudo menos de despertar en los fatigados
cuerpos, fuera porque realmente el cocinero se
esmeró, lo cierto es que enconlranos exquisito
hasta el arroz con ciervo, estilo indio* (pero sin
pescado' podrido, por supuesto). Terminada la
cena, después de un rato de charla acerca de las
impresiones del día, rezamos nuestras oraciones
de la noche y nos acomodamos lo mejor que nos fué
posible para tomar descanso, unos en camas y
otros en el santo suelo, teniendo una manta jxjr
colchón.
E l día 12 nos levantamos temprano, preparamos
el altar portátil, y celebramos misa k » sacerdotes,
recibieron la Sda. Comunión los Coadjutores, y
después de tomar el desayuno, comentando el empe­
dernido suelo que a muchos había servido del ^ b o ,
emprendimos la segunda etapa de nuestro viaje.
E ste es de 17 millas, unos 26 kilómetros, hasta
jo ev a i. L a entrada en esta población es verdade-

f

— 144 —

raraente espléndida; la carretera se desliza flan(jueando una montaña cubierta de árboles teniendo
al otro lado el lecho de un torrente, todo ello más
cjue poblado, cubierto de vegetación espontánea,
interrumpida de cuando en cuando por trozos
limpios de arbolado, pero cubiertos de agua,
que serán en su tiempo magníficos arrozales.
Con un cansancio más que regular, llegamos a
Jocvai a las 5 y media de la tarde. Aquí, pocos días
antes, la luLsión había adquirido del Gobierno
úna casa que antes de la guerra había sido pro­
piedad de un súbdito alemán, y que por lo mismo

haciendo esto todos los años con objeto de recontar
sus huestes, y causar impresión sobre los naturales
con la ostentación del número. E sta casa posee
cuatro hermosas habitaciones y su desván. Hay
camas, pero los colchones están sin hacer,' así
que todos tuvimos que experimentar lo poco grato
que resulta e l « sonmiier » la tabla rasa y la dureza
que ofrece el pino para los huesos.
Sin duda por esta razón madrugamos lo más
que pudimos y después de cumplir nuestros debere’s para con Dios, tomamos el desayuno y nos
. preparamos para continuar nuestra marcha; pero
el hombre própone y Dios dispone.
Otra v ez lo s calles. — E l asunto de los culies
había empezado mal y no podía tem iinar bieii.
E l jefe de policía de Slüllong nos había provisto
de los necesarios hasta Jocvai, pero tocaba al jefe
del distrito hacer otro tanto hasta Raliang. Como
ya hemos dicho, estaban comprometidos por los
Metodistas, de suerte que resultaba difícil el pro­
porcionamos ninguno a pesar de toda la buena
voluntad del subjefe de Policía. Después del me­
diodía se presentó un delegado de aquél diciendo
que podría proporcionamos culies, dentro de una
hora. Entonces el Hno. Brisson y el otro sacerdote
P. Depto, se decidieron a continuar llevándose
consigo el equipaje para pasar la noche y que­
dando en Jocvai el resto de la comitiva, hasta el
día siguiente.
Fué preciso pasar otra noche sobre los empe­
dernidos tablones, aunque compensados con la
ventaja de tener im día completo de descanso.
E sta en verdad no fué halagüeña, como queda
dicho, pues pronto nos repusimos de ella pensando
que sin duda Dios tiene reservado un brillante
porvenir a esta Misión, cuando quiere que co­
mience con tanta pobreza, que es precisamente
el sello de las obras divinas.
Un día después de nuestra llegada nos pusimos
a preparar nuestra casa; llenamos unos colchones
con hojillas secas de pino y de este modo tuvimos
lista la cama: de unas tablas de cajones hicimos
mesas: aunque solo obtuvimos mía para todos;
F lo re s y fru to del bsciaae.
y de unas cajas de petróleo, nos proporcionamos dos
o tres banquillos para sentamos.
Henos ya instalados, y en condiciones de esta
le fué confiscada. E l tal súbdito alemán debía
diar Khasi. Pero había que pensar también en dar
ser hombre de buen gusto, porque había arreglado
comienzo inmediatamente a la preparación del
magníficamente la casa, rodeándola de un hernioso
terreno para siembra de patatas, maiz etc., pues la
jardín, donde tenía plantas de te, café y multitud
estación estaba adelantada y no se podían dilatar
de otras escogidas y útiles. Iribus de E e M orali eductum e t ad normam novi Codicis Ju ris Canonici cxaratm n: Libellae 12,50. Apud exteros: libellae 16,50.
líAZZELLA H O K . Archiep. Tareutinus. — Praelectiones Scholastico-Dogm aticae breviori
ciirsui accom odatae. B d itio quinta recognita e t aucta.
Vol. I . — T ractatus de vera R eligion e, de S criptu ra, de T raditione ct de E cclcsia C h ñ stl
Libellae 25. — Apud exteros: libellae 30.
Yol. I I . T ractatus de D eo ü n o
T rin o ci de D co Creante: Libellae 25. — Apud extoros:
libellae 30.
Vol. I I I . — Tractatns de Verbo In ca m a to , de O raiia Christi ct de Virtutibus in fu sis:
Libellae 25 — Apud exteros: libellae 30.
Vol. IV . — Tractatus de Sacram entis et de JVovissimis: Libellae 25. — Apud exteros*
lib. 30.
SEBA STIA K I Sac. N IC O LA U S S. Theol. e t utriusque inris Doctor, Cancollarius a Brovibus
Apostolicis P ii P P . X I . — Summarium Theologiae Moralis ad Codicem Ju ris Cauonii'i
accomodatum cum lucupletissinio indice analytico:
Editio quinta m aior (1920). In -8 m ax.: Libellae 9,50. — Apud exteros: Libellae 12,50.
Editio sexta minor-m anualis. I n 21° (cm. 9 x l 5 ) cbarta indica pondere minimo, pag. GDÜ.
Linteo con tecta: Libellae 14,50. — Apud exteros: libellae 18.
KAVAL P . F E A X C IS C U S Missionariis F iliis S. Cordis B . V . Mariae. — Theologiae asceticae
et Mysticae cursas, ad usura Seminariorum, Institutorum religiosorum, clericorum, necncii
Moderatorum animarum. Prim a versio latin a ab auctore recognita e t adprobata: Libellae
8,50. — Apud exteros: libellae 11,50.
GAEÉIGO ü -L A G E A X G E F r. H E G Iíf. O. P . — Theologia íundamentalis seeundum S. Thomae doctrinam. Pars apologética: D e revelatione per Ecelesiam catholicam proposita.
Editio 1921 emendata. — Opus ju x ta S. P . B en edicti X V optata sacrae praesertim juventuti comme-ndatrun: 2 t« mi. Libellae 45. — Apud exteros: libellae 60.
GUEY P . J . P E T E U S S. J . — Compendium Theologiae m oralis recentioribus actis Sanetae
Sedis legibus Codicis Ju ris canonici accomodatum, habita simul ratione italiei ju ris, cura
P. E ap h . Timimolo e j. Soc. etc. 2 vol. Libellae 50. — Apud abas nationes: libellae 65.
CAPPELLO Sac. F E L I X S. J . — Tractatus canonico-m oralis« De Sacram entis», ju x ta codicem
juris canonici: Vol. I . D e S acram en tis in genere (De Baptisino, Coníirmatione e t Eucharistia) 1921: Libellae 20. — Apud exteros: libellae 26.
CAEBOXE Sac. C. Theologiae e t Ju ris Canonici Doctor, in Seminario Evgionali Apulo-Lucano,
Theologiae Dogm. et Sacrae Eloquentiae Magister. — Exam en Confessariorum ad Codicis
Juris Canonici norman concinnatum : Libellae 12,50. — Apud exteros: libellae 16,50.
M U FEEATI Sac. D A N T IS. — Prontuarium pro ordinandis et confessionis exam inandis;
_ Libellae 4,50. — Apud exteras nationes: libellae 6.
A X T02ÍELLI Sac. JO S E P H . — Medicina Fastoralis in usura confessiariorum e t curiaruni
ecclcsiasticarum . E d itio quarta in pluribus aucta. Accedunt 94 figurae e t 25 tabulae anatomicae coloratae. 3 vol.; Libellae 60. — Apud exteras nationes: bbellae 80.
GHb LODI Sac. JO A X X E S . — Ju s m atrim oniale ju x ta Codicem Ju ris Canonici: Libellae 6,50.
— Apud exteras nationes: libellae 8.
S. ALPH. M. D E L IG O E IO . — Theologia m oralis. E d itio nova cum antiquis editionibus diligi-nter coUata; in singulis aucterum allegationibus recognita notisque criticise t commentarüs illustrata cura e t studio P . Leonardi Gaudé e Congr. Ss.m i Eedem ptoris, 4 volum.
paginis 3200. In-4o, charta m anuíacta: Libellae 75. — Apud exteros: libellae 100.
P- G E llE L L I A IJG . O. F . M. — De Scrupulis. Psycho-pathologiae specimen in usum confes­
sariorum: Libellae 12,50. — Apud exteros: libellae 16.
^EXICOT E d . S. J . — Casus conscientiae propositi ac soluti. Opus postumum aecommodatuni ad Theolc^iae m oralis Institutiones e j. au ct. Editio 4 *a d n o n n a m Codicis Ju ris reeoguita et pluribus casibus au cta a J . Salsm ans S. I . etc.
LibeUae 34. — Apud exteros: libellae 40.

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K rU T T O R A

I J V 'T E ^ R J V i V O I O K r A J C v

A v e n id a R e g i n a M a r g a r id a , 174 - T U R IN (Ita lia )

C O D E X

lU R IS

C A N O N IC l

Pii X Pontificia Maxinii iussu digestus, Benedicti Papae X V aiictoritate promulgatus, praofatíone K.mi Petri Oard. Gasparri efc índice anaiytico-alphabetico auctus.
1) Editio minuta in -1 8 (c m .9 ^ x l5 )c h a ra c te rib u s n itid isle c tu q u e fa c illiin is, chartasubtili
non translúcida.
^ ine iegumentoi Libellis Italicis: 7,50. — Apud exteros: Lib. 9.
Cum tegumento: 1) Linteo contectum cum titulo áureo in dorso: L ib. I t. 12. — Apud exleros: lú b . 13,50.
2) Pelle contectum dorso, áureo titulo in dorso, foliis intonsis: L ib. I t . 14. — Apud exteros:
L ib. 15,50.
3) Chagrín contectum dorso et angulis, cutera linteo, nervis in dorso distinctum ornamentis aureis e t tossellis cum titulo e t stem m ate áureo foliis intonsis: L ib. I t . 15. — Apud
exteros: L ib. 16,50.
2) Editio in-18 — ut su p ra — cum fontium annotatione.
Apud exteros: L ib. 12,50
S in e tegumento: Libellis Ita licis:
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Apud exteros: L ib. 17,—
Gum tegumento: 1) u t supra: L ib. Ita l. 1 5 ,—
Apud exteros: L ib. 1 9 ,—
Cum tegumento: 2) u t supra: L ib. Ita l. 1 7 ,—
Apud exteros: L ib. 2 0 ,—
Gum tegumento: 3) u t sujíra: Lib. Ita l. 18,—
3) Editio M anualis in-12 (cm. 1 2 x 1 9 % ) characteribus paulo maioribus ac perspicuis,
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Gum tegumento: 3) u t supra: L ib. Ita l. 20.50
4) Editio in-12 — ut su p ra — cum fontium annotatione.
S in e tegumento: Libellis Italicis:
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Apud exteros: Lib. 2 0 ,—
Gum tegumento: 1} ut supra: Lib. Ita l.
23,—
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Cum tegumento: 3) u t supra: L ib . Ita l.
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5) Editio in-8 (cm.1 6 % X 26), cum fontium annotatione charta crassiore, characteribus
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Gum tegumento: 3) u t supra: Lib. Ita l.
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nam aliarum caput, respícit:
SOCIETÁ ED ITRICE INTERNAZIONALE. — Corso Regina Margherita, 174.
TORINO (9) (ITALIA).
Quomodo in diem deposcentibns obtemperabimus.

R e d a c c i ó n y A d m in is t r a c ió n : V ia C o t t o le n g o , 32 - T U R ÍN .